ENTRE COCHES Y
BICICLETAS
Mira por donde que me he visto en
titular este artículo ENTRE COCHES Y BICICLETAS, lo que se aparta un poco de la línea discursiva de todos
los anteriores. Siempre, mis escritos se referían a acontecimientos,
instituciones y aspectos de nuestro
patrimonio. Nunca creí que llegará a ser titular de mis artículos dos vehículos
de transporte, que superan o prolongan las fuerzas del ser humano. Las
bicicletas y los coches. En principio, las nuevas tecnologías fueron y son una
señal del progreso humano. A veces, con el esfuerzo humano y la defensa del
medioambiente, en el caso de la bicicleta,
supuso un significativo avance en el ahorro de tiempo para el
desplazamiento , con lo que con llevaba
de progreso en el ejercicio de muchos servicios, trabajos y actividades.
No voy a entrar en disquisiciones
eruditas acerca de la primera bicicleta: si este primer vehículo de
desplazamiento lo inventaron los egipcios o los chinos, o si Leonardo da Vinci
diseñó este primer artilugio. Tampoco me viene a la mente si precedió a la
bicicleta el celerífero o caballo de ruedas del conde francés Mede de Sivrac – una patraña de un periodista
Louis Baudry de Saunier-. Me quedo con la primera bicicleta del alemán Karl
Drais, porque este rudimentario artefacto se impulsa apoyando alternativamente
los pies sobre el suelo y desde 1817 las draisianas crearon un hito dentro del mundo ciclista. Como medio de transporte,
acortaron las distancias para desplazar a seres humanos y cargas, adelantando en tiempo
las empresas del sector de servicios y, por consecuencia, se beneficiaron los
sectores primarios y secundarios de la agricultura y la ganadería, No digamos
que emuló su utilidad a la de los coches de caballos sobrepasando a los coches
de caballos de su tiempo.
Del
mundo del motor, ni mencionar su aprovechamiento a lo largo de la reciente historia. Desde sus primeros objetos
en las instancias fabriles, como los molinos de harina o aceite y de otros
materiales y recursos sustituyendo a la fuerza fluvial, eólica, animal o
humana, hasta los primeros automóviles
y los recientes bólidos. Es
verdad que el empleo de energías para su
funcionamiento da lugar a la
contaminación atmosférica y a la peligrosidad por la fuerza que excede el
control humano, a pesar de que el progreso perfecciona su dominio con las
nuevas tecnologías. Pero, nadie duda de que el automóvil significó una muerta de modernidad en todo el
mundo.
Viene
esto a cuento de que estos primeros semanas del mes de septiembre se han movido
entre coches y bicicletas. Por un lado, se celebró nada menos la XXXVII edición de la Subida a la Mota , una prueba de montaña
que ha adquirido un éxito sin paliativos. Son muchos años de buena
organización, solamente interrumpidos por los años noventa del siglo XX. La presencia de setenta equipos y de muchos
pilotos locales ponen de manifiesto que se ha enraizado en el mundo del motor
y secundado en la población alcalaína.
Ni qué decir de los miles de espectadores que conlleva el espectáculo por la
carretera de la
Hortichuela. Por lo tanto, público, excelente organización
sin haber sufrido hasta ahora un acontecimiento trágico, y apoyo civil e institucional son los ingredientes que le
auguran un gran futuro a esta prueba.
Por otro lado, un domingo después se celebró la edición XXXIII del Día de la Bicicleta , una prueba
que inauguró en su primera salida el concejal de deportes José Luís Sánchez en
1983. Siempre superó en participación deportiva con creces a cualquier
convocatoria deportiva. En el presente año de 2016, reunió a 735 participantes. Al no ser una
prueba competitiva, no es de extrañar que nuca haya decaído desde su aparición
y se supere en número de
participantes constituyendo un el variopinto pelotón multicolor que recorre las
calles alcalaínas. La alegría, la presencia intergeneracional y la apuesta por
el deporte popular definen esta efemérides deportivo. Es otro tipo de apuesta deportiva, es el
deporte de masas, el deporte popular , frente al deporte de élite; comparte
espacio con las carreras populares, los pasados Juegos Municipales
y las competiciones de deporte para todos. Es un homenaje y un acicate a todos los usuarios ciclistas que emplean este vehículo de desplazamiento, de ocio, de transporte y de defensa del medioambiente.
La
edición reciente de estas dos pruebas pone en evidencia claramente el éxito
deportivo y organizativo. Resalta la cotidianidad cívica de dos actos que
pasaron de extraordinarios a normales ,
y donde se compaginan muchos
ingredientes de colaboración y apoyo entre los ciudadanos y las autoridades.
Otros muchos ejemplos de la sociedad democrática se pueden exponer y multiplicarían la normalidad de una sociedad
que avanza hacia un futuro mejor. Pero caemos en el morbo de lo que es
noticiable, en la propaganda de la foto del accidente espectacular y en la
falta de urbanidad ajena a los organizadores y achacable a los maleducados de
turno. En suma, en aquello que beneficia a los que viven del tremendismo.
Pero
este ejemplo de civismo no implica que convirtamos las calles en pistas de
circuitos, porque no se construyeron con
esta finalidad; ni que los ciclistas usen las aceras o el paseo público como
carriles bici atropellando a los viandantes. Haberlos haylos. Y el furor de la
velocidad engendra a monstruos del incivismo.
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