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martes, 11 de octubre de 2016

ENTRE COCHES Y BICICLETAS

ENTRE COCHES Y BICICLETAS


Mira por donde que me he visto en titular este artículo ENTRE COCHES Y BICICLETAS, lo que se aparta un poco de la línea discursiva de todos los anteriores. Siempre, mis escritos se referían a acontecimientos, instituciones y aspectos  de nuestro patrimonio. Nunca creí que llegará a ser titular de mis artículos dos vehículos de transporte, que superan o prolongan las fuerzas del ser humano. Las bicicletas y los coches. En principio, las nuevas tecnologías fueron y son una señal del progreso humano. A veces, con el esfuerzo humano y la defensa del medioambiente, en el caso de la bicicleta,  supuso un significativo avance en el ahorro de tiempo para el desplazamiento  , con lo que con llevaba de progreso en el ejercicio de muchos servicios, trabajos y actividades. No  voy a entrar en disquisiciones eruditas acerca de la primera bicicleta: si este primer vehículo de desplazamiento lo inventaron los egipcios o los chinos, o si Leonardo da Vinci diseñó este primer artilugio. Tampoco me viene a la mente si precedió a la bicicleta el celerífero o caballo de ruedas del conde francés  Mede de Sivrac – una patraña de un periodista Louis Baudry de Saunier-. Me quedo con la primera bicicleta del alemán Karl Drais, porque este rudimentario artefacto se impulsa apoyando alternativamente los pies sobre el suelo y desde 1817 las draisianas crearon un hito dentro  del mundo ciclista. Como medio de transporte, acortaron las distancias para desplazar a seres humanos y cargas, adelantando en tiempo las empresas del sector de servicios y, por consecuencia, se beneficiaron los sectores primarios y secundarios de la agricultura y la ganadería, No digamos que emuló su utilidad a la de los coches de caballos sobrepasando a los coches de caballos de su tiempo.
           Del mundo del motor, ni mencionar su aprovechamiento a lo largo de la  reciente historia. Desde sus primeros objetos en las instancias fabriles, como los molinos de harina o aceite y de otros materiales y recursos sustituyendo a la fuerza fluvial, eólica, animal o humana, hasta los primeros automóviles  y  los recientes bólidos. Es verdad que el empleo de energías para su  funcionamiento da lugar a  la contaminación atmosférica y a la peligrosidad por la fuerza que excede el control humano, a pesar de que el progreso perfecciona su dominio con las nuevas tecnologías. Pero, nadie duda de que el automóvil  significó una muerta de modernidad en todo el mundo. 
            Viene esto a cuento de que estos primeros semanas del mes de septiembre se han movido entre coches y bicicletas. Por un lado, se celebró nada menos la XXXVII edición de la Subida a la Mota, una prueba de montaña que ha adquirido un éxito sin paliativos. Son muchos años de buena organización, solamente interrumpidos por los años noventa del siglo XX.  La presencia de setenta equipos y de muchos pilotos locales ponen de manifiesto que se ha enraizado en el mundo del motor y  secundado en la población alcalaína. Ni qué decir de los miles de espectadores que conlleva el espectáculo por la carretera de la Hortichuela. Por lo tanto, público, excelente organización sin haber sufrido hasta ahora un acontecimiento trágico, y apoyo civil  e institucional son los ingredientes que le auguran un gran futuro a esta prueba.

Por otro lado, un domingo después  se celebró la edición XXXIII del Día de la Bicicleta, una prueba que inauguró en su primera salida el  concejal de deportes José Luís Sánchez en 1983. Siempre superó en participación deportiva con creces a cualquier convocatoria deportiva. En el presente  año de 2016, reunió a 735 participantes. Al no ser una prueba competitiva, no es de extrañar que nuca haya decaído desde su  aparición  y se supere en  número de participantes constituyendo un el variopinto pelotón multicolor que recorre las calles alcalaínas. La alegría, la presencia intergeneracional y la apuesta por el deporte popular definen esta efemérides deportivo.  Es otro tipo de apuesta deportiva, es el deporte de masas, el deporte popular , frente al deporte de élite; comparte espacio con las carreras populares, los pasados Juegos Municipales






 y las competiciones de deporte para todos. Es un homenaje y un acicate a todos los usuarios ciclistas que emplean este vehículo de desplazamiento, de ocio, de transporte y de defensa del medioambiente.
            La edición reciente de estas dos pruebas pone en evidencia claramente el éxito deportivo y organizativo. Resalta la cotidianidad cívica de dos actos que pasaron de extraordinarios a normales ,  y donde  se compaginan muchos ingredientes de colaboración y apoyo entre los ciudadanos y las autoridades. Otros muchos ejemplos de la sociedad democrática se pueden exponer y  multiplicarían la normalidad de una sociedad que avanza hacia un futuro mejor. Pero caemos en el morbo de lo que es noticiable, en la propaganda de la foto del accidente espectacular y en la falta de urbanidad ajena a los organizadores y achacable a los maleducados de turno. En suma, en aquello que beneficia a los que viven del tremendismo.
            Pero este ejemplo de civismo no implica que convirtamos las calles en pistas de circuitos, porque no se construyeron  con esta finalidad; ni que los ciclistas usen las aceras o el paseo público como carriles bici atropellando a los viandantes. Haberlos haylos. Y el furor de la velocidad engendra a monstruos del incivismo.   




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