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domingo, 24 de marzo de 2013

LUMINARIAS Y PASIÓN

 
 
            Luminaria y pasión. Estas dos palabras enmarcan los últimos días de este mes de marzo lluvioso, a medio camino entre el crudo invierno alcalaíno y  una primavera que nos alumbra unos campos llenos del verdor más intenso que podíamos esperar.
            Las luminarias de san José se encendieron en varios rincones de la ciudad  de la Mota,  al mismo tiempo que quemaron  los trastes viejos  y los ramones de los olivos nevados de la Sierra Sur de Jaén con su acción purificadora  y catártica. También se  prenderán en el  Sábado de Gloria y anunciarán una resurrección que coincidirá con esta estación  del  mundo natural.
            Mientras tanto, por otro lado, los rostrillos, las túnicas penitenciales, las caperuzas  multicolores y la cera de los cirios semansanteros recordarán la memoria de pasión  y sufrimiento de un  perdedor que, al final, triunfará con su  palma  de victoria y en medio del signo de la luz.
            Algo parecido acontece en nuestra sociedad,  porque cada día se propagan los perdedores y se multiplican las pasiones de muchas personas y familias. No hay que acudir a tierras del Tercer Mundo, a donde casi nunca tuvieron la suerte de disfrutar del calor de una luminaria festiva; simplemente, hay que echar la vista a nuestro derredor para palparla de carne y hueso.
            Pues el único brote de luz  ha quedado reducido a la acción solidaria de la  mano tendida de un vecino o un  familiar jubilado (la mayoría de las veces de una organización humanitaria) y, sin embargo la pasión ha anidado en muchas familias que sufren el paro, el despido forzoso, la pobreza más excluyente que podría acontecer a un ser humano, o  la carencia  de los elementos más imprescindibles  de  las personas como  son el alimento, la vivienda y la asistencia básica social.  
            Estos, en suma, son los perdedores de nuestro entorno con nombre y apellidos (los crucificados por el poder injusto  e imperante de  un mundo egoísta  y usurero) y, por otra parte, la pasión nazarena  se representa en nuestros días en muchos hogares. Y podríamos describirla con los numerosos cuadros del vía crucis sangrante,  real y viviente- digo, más bien, sufriente- que anida en  muchas familias, cuyos  sentencias   de desahucio proliferan,  las  caídas de rodilla no quedan reducidas a tres estaciones sino que sufren la humillación diaria de la angustia y desamparo  de los poderosos y   los flagelos y la cruz  se han  grabado  sobre sus  hombros hasta hundirlos  en la desesperanza. Esperemos que las luminarias pronto traigan otros aires y un mundo  diferente lleno  de luz y utopía. Venga la auténtica resurrección.      
           
 

LUMINARIAS Y PASIÓN



 

            Luminaria y pasión. Estas dos palabras enmarcan los últimos días de este mes de marzo lluvioso, a medio camino entre el crudo invierno alcalaíno y  una primavera que nos alumbra unos campos llenos del verdor más intenso que podíamos esperar.

            Las luminarias de san José se encendieron en varios rincones de la ciudad  de la Mota,  al mismo tiempo que quemaron  los trastes viejos  y los ramones de los olivos nevados de la Sierra Sur de Jaén con su acción purificadora  y catártica. También se  prenderán en el  Sábado de Gloria y anunciarán una resurrección que coincidirá con esta estación  del  mundo natural.

            Mientras tanto, por otro lado, los rostrillos, las túnicas penitenciales, las caperuzas  multicolores y la cera de los cirios semansanteros recordarán la memoria de pasión  y sufrimiento de un  perdedor que, al final, triunfará con su  palma  de victoria y en medio del signo de la luz.

            Algo parecido acontece en nuestra sociedad,  porque cada día se propagan los perdedores y se multiplican las pasiones de muchas personas y familias. No hay que acudir a tierras del Tercer Mundo, a donde casi nunca tuvieron la suerte de disfrutar del calor de una luminaria festiva; simplemente, hay que echar la vista a nuestro derredor para palparla de carne y hueso.

            Pues el único brote de luz  ha quedado reducido a la acción solidaria de la  mano tendida de un  vecino o un  familiar jubilado (la mayoría de las veces de una organización humanitaria) y, sin embargo la pasión ha anidado en muchas familias que sufren el paro, el despido forzoso, la pobreza más excluyente que podría acontecer a un ser humano, o  la carencia  de los elementos más imprescindibles  de  las personas como  son el alimento, la vivienda y la asistencia básica social.  

            Estos, en suma, son los perdedores de nuestro entorno con nombre y apellidos (los crucificados por el poder injusto  e imperante de  un mundo egoísta  y usurero) y, por otra parte, la pasión nazarena  se representa en nuestros días en muchos hogares. Y podríamos describirla con los numerosos cuadros del vía crucis sangrante,  real y viviente- digo, más bien sufriente- que anida en  muchas familias, cuyos  sentencias   de desahucio proliferan,  las  caídas de rodilla no quedan reducidas a tres estaciones sino que sufren la humillación diaria de la angustia y desamparo  de los poderosos y   los flagelos y la cruz  se han  grabado  sobre sus  hombros hasta hundirlos  en la desesperanza. Esperemos que las luminarias pronto traigan otros aires y un mundo  diferente lleno  de luz y utopía. Que venga la auténtica resurrección.      

           

 

miércoles, 13 de marzo de 2013

POTENCIO Y LA ERMITA DE SAN JOSÉ


 

 

          
entre rejas
  Hace unos meses,  por los medios locales se anunciaba que la techumbre de la  iglesia de San José de la Rábita se había derrumbado y se exhibía una fotografía de su estrago con la imagen de un Cristo deteriorado levemente. De seguro que, si esta triste  noticia hubiese acaecido en una urbe cosmopolita, se hubieran levantado muchas voces clamando en favor del mantenimiento del patrimonio artístico; pero, como esta iglesia se encuentra ubicada en un núcleo rural dentro del  partido de campo de la Rábita, ha pasado el tiempo y el templo se yergue en son lastimero reclamando una intervención y ayuda urgente. Es verdad que se vive tiempos laicos y acofensionales  basados en los principios de la Constitución Española, mas no puede olvidarse que el caserío de San José de la Rábita fue uno de los primeros asentamientos de la comarca de Alcalá la Real, pues, en su territorio, se encontró la lápida del primer cristiano, un tal Potencio, cuya lápida paleocristiana  data  su  morada  por estos lares  alrededor de los siglo VI y VII. Y, no sólo  este lugar religioso ejerció un  núcleo significativo  en las historia de la cristiandad sino que, en tiempos de la  invasión musulmana de España,  debió sustituirse  por un ribat, una rábita , es decir una especie cuartel  y  monasterio( por así expresarlo para entendernos) que formaba guerreros para defender las tierras andalusíes. Tras la llegada de  Alfonso XI y su posterior conquista, el morabito  desapareció y se transformó en una venta que controlaba el flujo de pasajeros que venían de tierras cordobesas y de la campiña jiennense. Finalmente, una vez que los campos fértiles a las faldas de la  Sierra de San Pedro se roturaron y acudieron algunos colonos a repoblar la parte norte del partido municipal de Alcalá formando los dos núcleos de la Rabita y San José,  se levantó esta iglesia que ha perdurado hasta el momento presente con muchas funciones religiosas, cívicas e, incluso económicas:  pues la ermita prestó sus  servicios religiosos a aquella población  rural,  pero fue también  símbolo de unión de los campesinos de aquellos parajes,  lugar de reunión, información y  de fiesta para sus  vecinos al tañer y  al son de su campana. Hoy, cuando la campana se queda muda y el lamento recorre el cielo del cajón de sus paredes, viene a  la memoria de muchas personas aquel cristiano de nombre Potencio, que significa y alienta a la labor reconstructora  por  su  significado etimológico "el que puede", en este caso, " es capaz de" volver  a hacer renacer  ese rincón tan  entrañable de Alcalá que no puede dejarlo  perder. Ayudémosle, porque nos jugamos desanillarse  un eslabón de la historia local entre sus ruinas y la despoblación de su entorno. No dejemos que nos diga su último adiós este paraje del patrimonio etnológico y religioso, testigo de  muchos ideales y sentimientos compartidos, y, hospicio de culturas diversas.