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lunes, 3 de octubre de 2016

BATMALA AL FINAL DE LA DICTADURA

LOS PARIDOS POLÍTICOS Y LA VIDA LOCAL

El funcionamiento de los partidos políticos se dirimía  a medio camino entre la legalidad y la ilegalidad o semiclandestinidad consentida. Pues un delegado gubernativo de la zona de Alcalá controlaba la nueva situación política como en  tiempos pasados, requiriendo a todos los partidos que anunciasen día, lugar, y hora de la celebración de los actos públicos. No obstante, en 1926, se permitía que funcionara todavía  la agrupación socialista, a cuyo frente estaba Esteban Gutiérrez; por otra parte, los republicanos socialistas, mantenían  vivas  sus bases en las aldeas y Alcalá, y curiosamente hay noticias de que el propio Esteban Gutiérrez como miembro de la Agrupación  Local de Alcalá la Real, envió una carta de pésame en nombre de ella,  por la muerte acaecida el 9 de diciembre de 1925[1].

También la Unión Patriótica se había constituido en la localidad con la incorporación de los antiguos monárquicos y de algunos miembros de la corporación municipal. Y con el órgano de difusión Patria,  que le servía  de caja de resonancia de los triunfos en tierras africanas, o  a través de su labor pregonera de los mensajes que le comunicaba   el gobierno civil, como aconteció  el día 16 de septiembre de  1925. Además, en la ciudad,  contaba con buenos colaboradores del escritor Alfredo Cazabán, que ejercía de redactor jefe del periódico y  promotor de la revista “Lope de Sosa”: en concreto hubo una gran difusión de asuntos locales y numerosa presencia de escritores alcalaínos como Guardia y Montañés Chiquero, eran frecuentes.
            Sin embargo, en el ámbito  nacional, se produjeron dos claros movimientos políticos que repercutieron en la vida local. Primero, como señala Octavio Ruiz Manjón “El advenimiento de la dictadura supuso la desaparición de las fuerzas políticas que habían gobernado al país durante los años de la Restauración. Los partidos dinásticos quedaron en la penumbra y su futuro seriamente amenazado”. Pero, esto, más bien, se refiere a los ámbitos de sus organizaciones, pues las personas casi fueron las mismas en el ámbito de la política  local. Por otra parte,  se percibe un movimiento de los disidentes de la Restauración, que el anterior historiador define de la siguiente manera: "Acabado el crédito inicial concedido por la casi to




talidad del país a los nuevos gobernantes- de los que se esperaba un profundo saneamiento de la vida política-, los sectores republicanos volvieron a dar señales de vida desde los comienzos de 1926. Junto a grupos de abolengo republicano, como era el Partido Radical, aparecían nuevas figuras y agrupaciones...  En 1926, durante una reunión conmemorativa de la primera República-11 de febrero- todos esos elementos acordaron agruparse en un organismo que facilitase el triunfo de la causa Republicana: Alianza Republicana”[2].    

No obstante, en 1927, el control de la vida política municipal, social y cultural había caído en su mayor parte en manos de una nueva clase media, comercial  y profesional, pues  el ayuntamiento lo gobernaban muchos monárquicos procedentes de los  anteriores periodos y partidos  (Serrano Mármol, Laguna, Montoya, Aguayo, Sierra, Santaolaya, Sánchez y Sánchez y Sánchez Muñoz). Incluso, comenzaron a ocupar cargos en las asociaciones religiosas, que anteriormente habían sido gobernadas por los  labradores y los herederos de la familia de los hidalgos alcalaína. Su tío Juan  Batmala, por este año, logró ser admitido como hermano de la Cofradía de la Virgen de las Mercedes, entidad que tenía un acceso restringido para integrarse en la vida cofrade





BATMALA AL FINAL DE LA DICTADURA

Pero varios hechos transformaron la vida de Batmala  a finales de este periodo. El año 1929 fue un  año fundamental para integrarse de nuevo  plenamente a la política por parte de los  republicanos y los socialistas. Pablo  recibió el duro impacto de la muerte de varios familiares muy allegados a su persona. Se trataban de su prima María Isabel, su hermana Dolores[3] y su cuñado José María del Mármol Moreno, al que el pueblo denominaba “Cara Cordel”[4]. El espíritu de este matrimonio quedó reflejado,  años más tarde,  cuando el periódico Ideal  comentaba la actuación de José María  con respecto ala centro Hospitalario, Asilo y Casa Cuna  de  la calle Rosario con estas palabras: “ Particulares como José María del Mármol Moreno, que donó cuatro mil pesetas al subdelegado de Medicina, han cooperado por mediación de este técnico a la adquisición  del magnífico quirófano y de esterilización con que hoy cuenta esta benéfica institución”[5] También murió su pariente retirado Santiago Camy Miqueu, del que  nacieron varios personajes importantes de la burguesía alcalaína.
La muerte de su cuñado le impresionó por muchos motivos. Un día, su criada encontró en las cámaras un conjunto de cajas cerradas con mucho cuidado y esmero. Movida por la curiosidad, abrió una de ellas. Y cual fue la sorpresa, cuando encontró miles de billetes dentro de ellas. Estos ingresos extraordinarios  provenientes de su hermana le permitieron  continuar su conducta altruista a favor de cualquier persona que se le acercaba para reclamarle un gesto de solidaridad, una colaboración en un momento de apuro, y para afrontar la nueva campaña electoral, que se vaticinaba por el mes de agosto de un año después. Debido a la falta de descendencia por parte de estos familiares suyos, los bienes de Pablo se acrecentaron en gran cantidad, lo que le permitió ser mucho más dadivoso con  la gente sencilla. 
Poco a poco,  la colonia francesa iba quedando reducida en un par de familias debido a que los Camy Miqueu y los Batmala mermaron mucho sus miembros. Pues, por los años treinta, murió también el médico Santiago Camy y, en 1929,  sus hijos José y María Camy ; de su familia.  su prima Isabel Batmala Alba. El último aldabonazo lo recibió con  su tío Juan Batmala que murió el tres de octubre de 1930[6].
Son años en los que solía leerse República, el Heraldo y el periódico provincial  Democracia. Pablo Batmala seguía frecuentando la Panza del Diablo en la Fuente de la Salud, donde se reunían los republicanos para intercambiarse sus ideas y disfrutar de los guisos alcalaínos.
Eran los momentos finales de la alcaldía de Benavides. Pero, al mismo tiempo,  muy bien recordados entre la población. Pues la política de Obras Públicas, el saneamiento de la hacienda municipal y la tecnocracia en el ejercicio del poder, habían permitido cierto despegue  de  Alcalá, que algunos lo recordaban en coplas de carnaval:



Dichoso pueblo de Alcalá
¡Quién te iba a ti  a decir
 que ibas a tener un alcalde
que se iba a preocupar por ti,
y ahora te veo  orgulloso
a estilo de capital...
Todas las calles...

Incluso, en consonancia con su política, el Ayuntamiento recibió un gran remozamiento en su ornamentación, desde 1926 hasta 1930 se restauraron el Salón de Plenos, las Salas Bajas, y  el despacho o del Alcalde: fueron sus maestros de obras Manuel López Ramírez, los Navas y Muro y emplearon una pavimentación muy similar la que se hacía en las fachadas del Llanillo, con cerámica sevillana y materiales de talleres granadinos. También, se construyó un puente del río de Frailes a su paso por la Ribera Baja; se  remozó el camino desde el Puente Suárez hacia la Rábita; se adoquinó la calle Real[7],  y el camino vecinal a Fuente Álamo[8] . También, con el apoyo de la Diputación Provincial de Jaén,  se hicieron los proyectos de lo que serán futuros caminos vecinales Fuente Álamo, Grajeras, Cantera Blanca,  y Hortichuela.



[1] Memoria presentada el XII Congreso del PSOE.
[2] RUIZ MANJÓN. O. Op.cit. p. 29.
[3] Nota de Clotilde Batmala. Su hermana María Dolores Clotilde Serbia de la Santísima Trinidad murió el 28 de mayo de 1929.
[4] AMAR. Padrón de vecinos Dolores  Batmala Laloya falleció el 28 de mayo de 1929 y su marido José María el 24 de febrero de 1929.
[5] IDEAL miércoles De 15 de agosto de 1934.
[6] APSM. Testó ante Alejandro Mouton 8 de noviembre de 1929.,A
[7] Factura a cargo de Domingo Muro, alcalde socialista en 1936. 1328 ptas.
[8] Libranza de 30. 084 pesetas a carga de José García Monclís.

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