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viernes, 28 de octubre de 2016

EN ALCALÁ INFORMACIÓN , EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS, EL AYER , EL HOY Y LA ESPIRITUALIDAD COMO TEMA.

El  DIA DE TODOS LOS SANTOS



EL NICHO ALTO DE MÁRMOL BLANCO ES DE PABLO BARMALA. 

            El Día de Todos los Santos se celebra desde la Edad Media  en todos los pueblos de España. Curiosamente, se ha recogido  la tradición católica de conmemorar la muerte de todos aquellos santos que, según la religión cristiana,  pasaron del  purgatorio al cielo. Fue una fiesta principalmente  de culto religioso, muy martirial,  con sus horas lectivas y de rezo, y su función de iglesia correspondiente. Pero, en el pueblo quedó enraizada profundamente, y, sobre todo, en nuestros núcleos rurales, donde predominaron las cofradías de ánimas. Precisamente, cuando en tiempos de Carlos IV  se suprimieron de un plumazo la mayoría de las cofradías y se concentraron en las de índole sacramental o de caridad.  Como es normal en el rico folclore popular, abundaban los miembros demandantes de estas cofradías que paseaban por las calles de la ciudad de la Mota  y por los cortijos de la aldeas, vistiendo de  capas llenas de cinta de colores; en otros lugares,  de campanillas y cencerros hasta en el cuello de sus capas haraposas;  y en Alcalá , con grandes capotes que fabricaban en los talleres artesanales de las familias alcalaínas. Se hacía a la hora de la queda, al anochecer, y  adelantaron las misiones de los serenos de modo que se perdieron en medio del espíritu del silencio nocturno. Algunos comentaron que respondían a los cofrades de la Hermandad alcalaína  del Pecado,  y a los toros de caña  y a los “tontos” del mundo rural  para caracterizarlos.
            Pero llegó la globalización y se metamorfoseó por completo  todo el calendario festivo y perdió su índole religiosa a convertirse en un eslabón  del calendario comercial  del mundo neoliberal. Atrás, quedaron los momentos nostálgicos del encuentro familiar para realizar la visita anual a las necrópolis  con motivo de esta fiesta; por el contrario, el desplazamiento a otras ciudades y los viajes de ocio se multiplicaron en muchas personas que prefirieron  cubrir un puente  turístico  a honrar a sus antepasados, ya que la dispersión de sus  cenizas  esfumó  la presencia familiar de  muchas personas en los camposantos  .  
            Los grandes supermercados sustituyeron con sus huesitos de santo  las batatas cocidas  del terruño sazonadas con canela  y miles de caña y  las tradicionales gachas blancas que  se calentaban en las sartenes de las abuelas,  llenas de tropezones de picatostes.  Como en el tiempo navideño, era un rito de encuentro familiar  en este día, tan esperado  como celebrado en  el día del Nacimiento.  Creaba vínculos, estimulaba  sentimientos y aunaba a los miembros de las familias.
            Es la estación otoñal, cuando el amarillo desprende de los castaños el fruto que calienta las manos en los primeros días de la presencia de los fríos; sin embargo, el humo de los viejos hornillos se quedaron en el trastero de las cuadras de las casas del casco antiguo y, a lo más, saltan en las sartenes y  barbacoas de algunas viviendas.
            Sin embargo, este día  ofrece un ángulo que invita a muchas personas hacia la espiritualidad denostada en nuestro mundo actual. Los habrá que  la consideren como una meditación a la manera tradicional e, incluso la desechen en su práctica; hay quienes las transmutan y  recuerdan a sus víctimas de la memoria histórica durante este día como acontece en los cementerios de Jaén y Jaén; otros van mucho más allá como Jon Sobrino, y la interpretan la capacidad que dispones todo ser humano  para reaccionar ante la realidad de la ultimidad; me encantan estas palabras de José Laguna, que actualizan la  espiritualidad  de la siguiente manera definen “la espiritualidad que no es una fuga mundi que huye del compromiso transformador de una realidad muchas veces injusta, sino una relación trascendente con el mundo que se habita. Es en esa relación con una realidad  que se abre más allá del dato empírico  en las que la lucidez, la compasión y la utopía constituyen , a nuestro criterio, tres competencias esenciales de la espiritualidad”.  El silencio del espíritu  adentra en senderos que superan el amurallamiento autista y crea una conciencia de interiorizar el mundo y las circunstancias, supera las convulsiones con la paz,  serena las turbaciones con la tranquilidad,  y “ acalla ruidos, prejuicios y discursos hegemónicos para llegar a la esencia de la realidad y llamar a las cosas con su verdadero nombre”.



            Y es que no sólo de pan vive el hombre, a veces es interesante pararse en el trajinar diario, sentir el silencio y escuchar los pálpitos del espíritu. Y , aún más, como bálsamo ideal en medio de este maremagnum de venablos tecnológicos a tiro limpio  y  que confunden a estas alturas al más pintado por bonico que sea . Otium y negotium, decía Cicerón con palabras paganas.

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