VENUS
En la mitología, VENUS para los latinos y Afrodita para los Griegos es, por excelencia, la diosa del amor, y ligado a lo anterior, la diosa de la belleza. Por eso, los antiguos escritores describieron sus orígenes en medio de las espumas del mar y provista de todos los encantos, cuando fue recogida , en la isla Citerea por las Horas, otras divinidades. Y el amor hecho diosa, fue montada en el mejor carro para ser transportada al Olimpo; como cortejo, estaban las Risas, las Gracias y los Juegos y se colocó un bello ceñidor para atraer a los dioses. Estos quedaron encandilados al llegar a la mansión divina, todos la pretendían y la querían por esposa suya.
Y, esta diosa pronto fue de las que más culto recibió en altares y templos. Los hubo en Palos, Amatonte e Idalia de la Chipre, en Gnido, Citerea y en el monte Erix de Sicilia. Se presentaba ante los devotos en esculturas sedentes sobre un carro arrastrado por palomos, cisnes y pájaros, con corona de rosas y mirto circundando sus blondos cabellos. . Como la cantaba el poeta latino Horacio (65-8 a C.).
Oh Venus, reina de Gnido y Pafos,
abandona tu Chipre tan querida
y acude a la adornada estancia
de Glicera, la que te invoca
con numeroso incienso.
Venga contigo el Niño ardiente
y las Gracias de talles desceñidos;
vengan las Ninfas y la Juventud
que sin ti nadie atrae,
venga Mercurio.
Pero, como el amor era un sentimiento profundo e intachable, no podía ser manchado, sus altares jamás recibían sacrificios de animales que mancharan el ara . Tan sólo el incienso y los perfumes contentaban a la diosa. De ahí que el poeta Tibulo exclamase, cuando ya vaticinaba su muerte repleto de amor, este hermoso paraje rodeado de Venus:
Y a mí, por ser obediente, siempre el dulce Amor,
La propia Venus me llevará a los Campos Elisios,.
Aquí las danzas y los cantos prosperan, revoleteando sin cesar,
Trinan dulce melodía de su gorja clara las aves;
Produce canela la campiña sin necesitar cultivo, y por doquier
Florece la tierra con rosas perfumadas,
Y grupos de jóvenes, confundidos con muchachas delicadas,
Juegan, y con frecuencia mezcla combates el Amor.
Allí está todo aquel a quien, enamorado, sorprende la muerte rapaz
Y lleva guirnaldas de mirto en su cabellera maravillosa.
.
CUPIDO
Esta diosa, según hemos visto en el poema de Horacio, tuvo un hijo. Recibió el nombre de EROS en la lengua griega y Cupido en la latina. Este “eros” que algunos psicoanalistas modernos han extendido como uno de los impulsos vitales del hombre. Ese dios seductor y engañoso, que perfila unos nuevos rasgos del sentimiento amoroso. De ahí que Júpiter pronto tratara de hacerlo desaparecer del mundo previendo y temiendo los daños que pudiera ocasionar a los mortales. Pero, Venus no quería deshacerse de su hijo. Lo ocultó en la parte más densa de los bosques y allí fue amamantado por los leones y los tigres. Cuando estaba ya robusto, Cupido se labró un arco de fresno y con madera de ciprés hizo las flechas. Primero, se adiestró en este arte con los animales, luego sus flechas comenzaron a traspasar los corazones de los hombres. Y, la cadena y el símbolo se han perpetuado hasta la actualidad. ¿A quien no le han regalado un niño, provisto de alas, con los ojos y vendados portando sus flechas y el carcaj? No son sino las manifestaciones de la pasión amorosa que provoca, por cierto, en la Antigüedad no duradera como simbolizan las alas y, ciega, de tal modo que con los ojos vendados se expresa que el amante no ve las faltas y defectos de su objeto amoroso. Pero sin olvidar el Niño Cupido. ¡Qué canto más certero el que realizó el poeta Propercio dirigido a su amante Cintia!
Quienquiera que fue aquel que pintó el Amor niño,
¿no crees que tuvo manos admirables? Fue el primero
que vio que los amantes viven sin sentido común,
y que por mezquinos cuidados perecen grandes bienes
Y el mismo le añadió, y no en vano, alas ligeras,
E hizo que el dios volara en el humano corazón,
Puesto que somos arrojados a un mar cambiante
Y nuestra brisa nunca permanece en el mismo lugar.
Con razón está armada su mano de saetas con garfio,
Y una aljaba de Cnosos cuelga de sus hombros:
Pues hiere incluso cuando creemos estar a salvo
Del enemigo, y nadie escapa sano de su herida.
Es curioso que el AMOR en la cultura grecorromana se represente con un aspecto dualista. Pues, mientras Afordita/Venus acude al Olimpo acompañada de las Gracias, símbolo de las acciones buenas que reparte: la amabilidad, la jovialidad, el humor benigno la liberalidad, la sabiduría. Por el contrario Cupido no disfruta de esta virtudes sino que se queda en lo efímero del amor, juguetón con el aro, las mariposas o los ninfas; travieso en sus posturas manieristas y conquistador con un casco en la cabeza, pica al hombro y brazo armado con el escudo.
Por eso, es comprensible que las narraciones mitológicas de amor deriven unas veces en acciones bélicas como la Guerra de Troya por el Juicio de Paris y el rapto de Helena, donde Venus juega un papel fundamental dirigiendo los hilos de sus protegidos los troyanos frente a Juno, la protectora de los pueblos helénicos. U, otras veces en bellas narraciones de amor, que al final, quedan envueltas en la amargura de la tragedia como la fábula de Píramo y Tisbe, o , las de la propia Venus con Adonis.
Veamos.
FÁBULA DE ADONIS Y VENUS
Venus se había visto obligado a casarse con el dios Vulcano, porque Júpiter le concedió este honor gracias a que este dios había inventado el rayo mediante el cual había sido posible matar los Gigantes. Sin embargo, Venus desdeñaba los amores de este dios, concebido como un herrero cojo y sucio, y lo evadía atraída por los halagos de los cortesanos que la pretendían. Entre ellos sobresalió Adonis, hijo del dios Myrra, dios de los borrachos y de los guerreros. Adonis- de ahí viene la expresión “eres un adonis”- era un joven doncel, nacido en Arabia, y un cazador empedernido. Venus no quería que se dedicara tan intensa y osadamente a esta afición . Y esto le aconteció. Un día, cazando en los montes de Líbano, enardecido por la pasión cinegética, se olvidó de los consejos de la diosa, porque , al herir un jabalí, este lo derribó e hizo pedazos a Adonis. La diosa acudió en socorro del amante, pero ya era tarde: había expirado., Entonces, regó su sangre con néctar y la convirtió en la flor de la anémona ( A este tipo de mitos que se transforman en elementos naturales llamamos metamorfosis). Pero, Venus no podía soportar la pérdida de Adonis y suplicó a Júpiter que le fuera devuelto su amor. No se lo pudo conceder la ley del destino, sino que, tan sólo, le permitieron que Adonis pudiera pasar seis meses en la tierra y otros seis meses en el infierno.
S MITOS DE AMOR SE PLASMAN EN LAS MANIFESTACIONES CULTURALES
Curiosamente, esta fábula dio lugar a una fiesta llamada Adonia, que consistían en que los primeros cuatro días se celebraban ceremonias fúnebres y los siguientes cuatro días se hacían desbordantes regocijos para conmemorar la muerte y apoteosis del amante de Venus.
Pero, no sólo el amor ha impregnado el mito o la leyenda oral , sino que ha dado lugar y origen a muchos aspectos de la cultura humana. las fiestas, la religión, el matrimonio, el arte, la salud, .....
El amor llegó a la escultura como la Venus de Gnido, o a la literatura como topos o lugar común de muchas obras. Lo mismo que “carpe diem”, “collige rosas” “beatus ille” Concretamente, sublimado en la de Psique y Eros, elevado a la categoría de la épica en los amores de Dido y Eneas o Helena y Paris . Y, no ha habido género que más se acerque al amor que la poesía. Los griegos lo hicieron dentro de la poesía lírica, sobre todo, con el epigrama, poesía corta de tema amoroso y de los himnos.
Hay, incluso poetisas como Corina y Safo. De esta última es uno de los más bellos cantos a Afrodita.
Divina Afrodita, de trono adornado,
Te ruego, hija de Zeus engaños,
Con penas y angustias.
Y ven para acá, su ya otra vez antes,
Escuchando desde lejos mis quejas, dejaste la casa de oro
Del Padre, y viniste
En tu carro uncido, y batiendo alas,
Tus gorriones te llevaron por sobre
La tierra, por medio del aire,
Veloces y lindos,
Y al punto llegaron: y tú, con semblante
Sonriente, ¡oh diosa feliz! Preguntabas
Qué cosa hoy tenía, y por qué
Volvía a llamarte,
Y qué deseaba obtener en mi
Enloquecida:”A quién quieres ahora
Conduzca Safo a tu amor?¿Quién es, Safo,
Quien tanto te daña?
Porque si hoy te evita, te buscará pronto;
Si hoy no los toma, querrá dar regalos;
Si no ama; te habrá de querer,
Pesándole, pronto.”
Ven también ahora, a librarme del fardo
De mi angustia triste y haz cuanto ansía
Mi alma obtener: sé, en la guerra,
Tú, mi camarada.
LO
. Los romanos la
recrearon en un género amoroso, la poesía elegíaca. Esta no fue
la poesía de la muerte o de la guerra de la poesía griega, salvo
en Mimnermo cuando cantaba:
¿Y
qué vida, y qué goce, quitando a Afrodita de amor?
Morirme
quisiera, cuando no importen ya más
Los
amores ocultos, los dulces obsequios,
cuanto
de amable tiene la flor de la edad
para
hombre y mujer, pues tan pronto llega la triste
vejez,
que hace al hombre feo y malo a la vez
sin
cesar le consumen el alma los viles cuidados.
Fue la poesía al
son de la flauta, que era el nombre griego (elegos) del
instrumento que dio lugar a este subgénero. En Roma destacaron
célebres poetas como Catulo, Ovidio, Tibulo y Propercio. Todos ellos
cantaron el amor en una amante ficticia con nombre griego: Lesbia,
Clodia, Hostia o Corina. Sublimaron el amor, lo envolvieron en el
mito, lo acariciaron en la poesía pastoril y lo revivieron en las
grandes obras dramáticas. Unas veces, en forma de Comedia. el amor
de enredo; otras en el sufrimiento trágico como Fedra del cordobés
Séneca :Sirva de ejemplo de Fedra en esta confesión del amor
impío:
FEDRA.
El dueño del implacable reino y de la Éstige silenciosa
Ningún
camino de vuelta abrió hacia los mundos abandonados .
¿Permitirá
regresar él al ladrón de su propio tálamo?
A
no ser que Plutón también sea capaz de disculpar el amor.
HIPOLITO.
A él, sin duda, los dioses le concederán justo regreso
Mas
mientras mantenga nuestros deseos en vilo el dios,
Trataré
con la debida piedad a mis hermanos queridos
Y
haré lo posible porque tú no te sientas viuda;
Yo
mismo ocuparé para ir el lugar de mi padre.
FEDRA
¡Ay, crédula esperanza de los amantes!¡Ay,Amor taimado!
.
He aquí algunas
muestras del canto romano al amor. El poeta epicúreo del siglo I a.
Cristo, Quinto Lucrecio Caro así definía el amor en De Rerum
Natura
:
Y
ello porque no es puro placer,
Porque
secretos aguijones los impulsan
A
herir al ser amado, a destruir
La
causa de su dolorosa pasión.
Y
es que el amor espera siempre
Que
el mismo objeto que encendió la llama
Que
lo devora, sea capaz de sofocar.
Pero
no es así. No. Cuanto más poseemos,
Más
arde nuestro pecho y más se consume.
Pero, si hay un
poeta que más haya inspirado la poesía amorosa universal, de
seguro que ha sido Catulo (87-54 a. ). Canta, como muchos poetas de
hoy, parece un contemporáneo más, recorre todos los trances del
amor, desde su nacimiento hasta su ruptura, desde el derredor de su
amante hasta los sentimientos más profundos. Fruto de ello, son
estos versos de parte de sus Carmina. esta poesía decidida a su
Lesbia, un amor que no llegó a comprenderlo:
Vivamos,
Lesbia mía, y amémonos,
Y
las murmuraciones de los viejos severos
Pensemos
que no valen un ardite.
El
sol puede morir y renacer;
Nosotros,
cuando muera esta breve luz,
Tendremos
que dormir una noche perpetua....
O esta definición
de un amor no correspondido, la más certera y con menos versos de la
poesía amorosa. Odi et amo. Que en castellano quedaría:
Odio
y amo. Tal vez preguntes cómo puedo hacerlo.
No
lo sé, pero lo siento así y me torturo
Un
amor que no puede soportar la infidelidad ante el brindis del amor
leal del poeta:
Ninguna
mujer puede decir que ha sido amada
Tan
de veras como tu, Lesbia Mía, lo eres para mí,
Ni
hubo jamás lealtad tanta en un tratado
Cuanta
en tu amor se encuentra por mi parte.
Pero,
la que mejor reproduce los efectos del amor en el mundo
grecorromano es Safo, la poetisa por excelencia del amor:
Me
parece el igual de un dios,
el
hombre que frente a ti se sienta, y tan de cerca
Te
escucha absorto hablarle con dulzura
Y
reírte con amor.
Eso,
no miento, no me sobresalta
Dentro
del pecho el corazón, pues cuando
Te
miro un solo instante, ya no puedo
Decir
ni una palabra,
La
lengua se me hiela, y un sutil
Fuego
no tarda en recorrer mi piel,
Mis
ojos no ven nada, y el oído
Me
zumba, y un sudor
Frío
me cubre, y un temblor me agita
Todo
el cuerpo, y estoy, más que la hierba,
Pálida,
y siento que me falta poco
Para
quedarme muerta.
Una manifestación
de amor que alcanzó hasta los goliardos, poetas populares que
escribían en lengua moderna y latina sus cantos. Formaron un
movimiento cultural y social europeo cuyos promotores fueron los
clérigos y estudiantes de la Europa del siglo X que vivían una
vida independiente, indisciplinada y aventurera. Hoy día se han
recuperado algunos de ellos, forman parte de la composición de
Carmina Burana de Karl Off o están casi inéditos estos preciosos
versos del monasterio de Ripoll (Gerona)
Dulce
amiga mía, tu belleza supera a las muchachas.
Así
como la luna a las estrellas, dulce amiga mía.
Dulce
amiga mía, estoy atormentado por tanto amor.
Dulce
amiga mía, moriré de dolor, créeme,
Si
tu no me das la vida, dulce amiga mía
Texto original:
Dulcis
amica mei, superat tua forma puellas,
Luna
velut stellas, Dulcis amica mei,
Dulcis
amica mei, nimis fervoribus angor,
Dulcis
amica mei, moriar, mih crede, dolore
Ni
mihi des vitam, Dulcis amica mei
:
F.Martín.
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