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sábado, 29 de octubre de 2016

El CONCEJAL BATMALA CON SALVADOR DE FRÍAS, DE ALCALDE



             


Para cualquier forastero que se  avecindaba  en Alcalá la Real  procedente de  alguna importante capital de España, la ciudad  alcalaína se le  presentaba con un contraste muy significativo entre lo urbano y lo aldeano. Por  sus calles empedradas, muchas de ellas arrecifadas, y  la mayoría,  de suelo natural, llenas de cuestas,  los rebaños, generalmente de cabras, transitaban  por la mañana y al atardecer. Sin embargo, el olor a orujo  impregnaba las tardes de invierno el cielo alcalaíno, Y a la Plaza Vieja y junto con la estación de postas de los Álamos, acudían cientos de jornaleros con boinas, pellizas y alpargatas, dando un aspecto enormemente rural que se acercaba a lo paleto.

            Acabadas las elecciones de Octubre de1931, la segunda vuelta electoral puso de manifiesto la “diversidad de ofertas políticas preferidas por el electorado, lo cual puede permanecer en estrecha relación con el incremento de capacidad de movilización de una sociedad un poco más democratizada y desembarazada de las rigideces del sistema oligárquico liberal recién heredado”. En Alcalá, se resintieron en cierta manera los partidos republicanos de derecha, sobre todo, el de la Derecha Liberal Republicana, que tenía renombrados  representantes de la burguesía local y de los propietarios agrícolas, ligados por razones de estudios con Alcalá Zamora; incluso,  había cambiado de siglas  con el nombre de Partido Republicano Progresista. Pero, aún así, todavía sus miembros de Alcalá la Real mantenían cierto afecto y apoyo  al cambio promovido por la República, como se manifestaba en las negociaciones entre empresarios, labradores y trabajadores agrícolas en los primeros días del nuevo alcalde, Salvador Frías. Más dura fue la reacción de los partidos republicanos del centro, que mantenían su representación con los miembros del Partido Radical Republicano, y con Pablo Batmala Laloya, su principal líder en la comarca. Pues , según manifiesta Julio Gil “ el cambio de régimen había sorprendido al PRR sin una auténtica organización de ámbito nacional, que controlase el funcionamiento  excesivamente autónomo de las secciones locales...(...)...Durante el primer bienio, el radicalismo acentuó su talante conservador y populista, tanto por la afluencia de militantes procedentes de los sectores sociales acomodados y del antiguo liberalismo monárquico, caso de Santiago Alba, como por la pretensión de Lerroux de centrar el régimen presentado por el PRR como una organización de masas interclasista-aunque, como en el caso de Alcalá, se localizaba fundamentalmente su electorado entre las clases medias, al margen de la izquierda reformista. Puede hablarse en este sentido de un éxito sorprendente, ya que, pese a la falta de un programa político coherente, a las carencias organizativas y a la fama escandalosa que arrastraba, el radicalismo fue una fuerza en ascenso a lo largo de este período[1].  Otros grupos pequeños como los radicalsocialistas seguidores de Marcelino Domingo y los azañistas de Acción Republicana no llegaron a alcanzar ninguna representación municipal, y, tan sólo, era testimonial el  impulso de un reducido grupo de simpatizantes, y afiliados de la clase media y de algunas aldeas, que sentían una especial  atracción por Manuel Azaña.
Por otro lado, en la mayoría de las  aldeas y en amplios sectores del casco urbano, las Sociedades Obreras y las federaciones agrarias del Sindicato UGT se hicieron  cada vez más fuertes y más representativas entre las capas populares. Son numerosísimos los nuevos afiliados que se adherían  a estas organizaciones, lo mismo que eran frecuentes los nuevos centros que se abrían en cualquier rincón de la comarca alcalaína para formar y defender a los trabajadores.   Pues, por un lado mantenían un apoyo tácito a la política reformista del  Coalición gubernamental, y, por otro lado,  ejercían una clara influencia entre sus afiliados beneficiándose de las nuevas relaciones laborales tras la  aprobación de los convenios laborales, por cierto fundamentados en las medidas de  reciente política emitida desde los ministerios regentados por los  socialistas. En estos primeros  años de la República, en Alcalá no se percibieron acciones del movimiento libertario que conllevara una ataque frontal a la política municipal, ni hubo ningún sindicato de la CNT como aconteció en otros lugares de España.
En cuanto a la  patronal, el Sindicato de Labradores comenzó a ejercer cierta influencia en amplios sectores del campesinado de las aldeas y del propio pueblo de Alcalá la Real. Pero, no se hizo fuerte hasta cuando avanzaba el año 1932. Sus asociaciones y  lugares de reunión de los sectores de centroderecha estaban ubicados en el Círculo Liberal Democrático, la Sociedad de Agricultores, Comerciantes y Profesionales, el Centro Obrero  Republicano, la Sociedad La Amistad y el Casino Primitivo.    
De nuevo, y, por última vez, a tenor de los resultados electorales y, debido a que su formación política había quedado muy malparada, Batmala, cansado por los achaques y por la agresividad de las lides electorales, dimitió de alcalde ante el panorama político que ofrecía la nueva situación, en la que la provincia  de Jaén se vestía de socialista. A partir de  ese momento, por consiguiente tomó el mando municipal de la alcaldía   el socialista Salvador Frías Pino, su compañero de la coalición republicano-socialista.
En estos momentos, coincidían los ritmos de la política local con los movimientos  nacionales, en los que se gestaba la ruptura  entre Azaña y Lerroux, y la salida del gobierno de este último. Algunos han exagerado este momento como crucial para la República alegando que esta salida del gobierno del político radical  fue el comienzo de la guerra civil. En Alcalá, los seguidores de Batmala-no el en persona-, dieron un viraje en su postura republicana, pues comenzaron a coincidir  en el ámbito local con la política de confrontación abierta al nuevo gobierno local, similar a la que ejercía Alejandro Lerroux contra el gobierno nacional, y, en la que el líder nacional llegó a apoyar hasta la sanjurjada.  

El nuevo alcalde Salvador Frías marcó pronto su huella. Era, como casi todos los dirigentes de Jaén, simpatizante de la línea de Largo Caballero, que propugnaban una actitud colaboracionista con la Conjunción Republicano-Socialista en espera de mejores tiempos frente a las tesis rupturista de Besteiro. Su carácter obrerista y negociador se hizo patente  desde los primeros momentos, pues, el 22 de diciembre de 1931 llevó a cabo el primer convenio entre  los obreros y patronos agrícolas de la aldea de Ribera Alta, estableciendo una delegación arbitral, formada por dos patronos, dos obreros y el alcalde pedáneo, “con capacidad para atender y fallar todos los casos con la justicia que merezcan[2].  Pero Batmala nunca abandonó  a Salvador Frías, a pesar de sus diferencias, y se mantuvo fiel en cumplir la política republicana  pactada con los socialistas tanto en su faceta de  concejal del ayuntamiento alcalaíno como en la de diputado provincial. Incluso asistió con más asiduidad a las reuniones, menos significativas y de carácter secundario, como las dos Juntas del Pósito del mes de Octubre que lo hacía anteriormente en su tiempo de alcalde. Durante este mandato, se presentaron muchos temas interesantes  que pusieron al descubierto la actitud de ambos a la hora ejercer el poder.
En cuanto a la  administración de la territorialidad de Alcalá, Batmala no olvidaba, en modo alguno, ser igualitarios a la hora de proporcionar los servicios y obras a  todos los núcleos. Por eso, denunciaba  el interés de que cualquier vecino tenía derecho para que se le impartiera el mismo servicio en las aldeas como en Alcalá, aun más teniendo en cuenta que dos terceras partes vivían en los núcleos rurales del municipio. De ahí que aplicara la racionalidad a la hora de impartir servicios, apartándose de las soluciones  de parcheo de la de derecha, a la que le preocupaba más el mantenimiento de los privilegios en las plazas administrativas que expandir y acercar los servicios a los vecinos. Y, esta postura de Batmala la basaba en la postura de su tradicional defensa del  padrón de  pobres, para conocer las posibilidades, en los servicios médicos y farmacéuticos, y en el desarrollo de un mapa de distribución de los facultativos por las diversas zonas de la comarca alcalaína.[3] Por eso, partiendo de la división territorial de cuatro distritos de todo el municipio de Alcalá, se encomendaba la responsabilidad a  cuatro tenientes de alcalde, que asumían, a su vez, cierto control sobre los alcaldes pedáneos, que les  correspondían en cada distrito, y  cuyas funciones radicaban en controlar y exponer las peticiones de sus vecinos. Un  caso prototípico fue el control de las lactancias  que habían deparado el abuso de algunos beneficiados, que, incluso, las cobraban después de muertos,  y a los que Batmala propuso que se  controlaran por  estas autoridades sanitarias[4].

En esta línea de defender la transparencia administrativa, hay que relacionar  todo su esfuerzo en defender el desarrollo de cada uno de  los pasos que cualquier asunto debían recorrer en el entramado administrativo: la participación de  los representantes políticos, el informe previo, la racionalidad, -abandonando la parcialidad-, y la universalidad.  No le preocupaba defender las ventajas de los sueldos de los funcionarios, sino que no se cumplieran los pasos administrativos, y trataran de que se adjudicaran de una manera caciquil, como había hecho el Antiguo Régimen.  Esa fue su intervención en 

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