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martes, 27 de diciembre de 2016

TEMÍSTOCLES


TEMÍSTOCLES
                                                 I


Temístocles, hijo de Neocles, era ateniense. Los vicios de su  juventud  fueron recompensados por sus grandes virtudes, de tal modo que  nadie le aventaja a este, y, al contrario, pocos se consideran como él. 
Pero, desde el principio debemos poner orden a su biografía. Su padre Neocles fue noble de  nacimiento. Este se casó con una paisana de Halicarnaso (Acarnana), de la cual nació Temístocles. No aprobando muchos sus padres su conducta, porque vivía con demasiada libertad y hacía poco aprecio de su hacienda, fue desheredado  por su propio  padre. Este menosprecio  no le amilanó, sino que antes bien lo alentó para dejar la mala vida.  Pues, habiendo considerado que no podía quitarse la mancha de mala vida  sin mucho esfuerzo, se entregó por completo al servicio de  la República, procurando ganar con más empeño amigos y confianza.
 En las causas privadas, procuraba con todos los medios arreglarlos y acudía a las asambleas públicas para conseguirlo,  de modo que ningún asunto de entidad  se gestionaba sin su intervención; con rapidez,  descubría lo que era necesario; fácilmente lo desarrollaba en el mismo discurso.  Siempre estaba dispuesto en gestionar las cosas  y en planificarlas, porque emitía juicios muy certeros  sobre las  cosas que se le ofrecían, como dice  Tucídides,  “y acertaba muy astutamente sobre las que ocurriría después”. Por lo cual consiguió que  fuera  ilustre en poco tiempo.
II
El primer momento de asumir el poder fue con motivo de la guerra de Corcira; para gestionarla, fue nombrado general  por el pueblo no sólo para esta guerra, sino también  para las que acontecieran en adelante y convirtió en más indomables los ciudadanos.  Pues,  con  el dinero público, que se sacaba  de la mina de  metales y se  derrochaba en gastos de los  magistrados,  persuadió al pueblo para que, con este dinero, se construyese  una flota de 100 naves.
Una vez concluida rápidamente esta, en primer lugar logró la rendició de los habitantes de Corcira;  años después,  persiguiendo a los piratas marítimos, dejó todo el mar limpio. En esto enriqueció al pueblo, y también entonces convirtió a los atenienses en muy diestros en la guerra naval. En la batalla  contra los persas, supimos de cuánta sirvió y aprovechó a  toda Grecia. Pues,  Jerjes, haciendo la guerra contra toda Europa, por tierra y mar, con un gran número de tropas, cuantas nadie tuvo antes ni después de esta batalla-pues fue una armada de 1.200 galeras, a la que seguían dos mil de carga; y las tropas terrestres  consistía en 700.000 soldados de a pie, y 400.000 a caballo- y al extenderse la noticia de que llevaban puesta la mira contra  Grecia y, principalmente, contra los atenienses.  a causa de la batalla de Maratón, enviaron unos mensajeros a Delfos para consultar qué postura tomaría sobre los asuntos que les afectaban.
A los que consultaban,  la sacerdotisa  Pythia respondió que se fortificasen con murallas de madera. No fue entendida por nadie a qué aludía esta respuesta; sin embargo Temístocles persuadió a que la determinación de Apolo  consistía en era que se embarcasen con todos los bienes que pudiesen, pues afirmaba que el dios  significaba este tipo de fortificación como muro de leña simulando a una nave. Tras la aprobación de tal consejo, añadieron, a las anteriores naves,  otras tantas naves trirremes y todo lo que  podía trasladarse, llevaron otras a Salamina, y otras  a  Trecenes. Entregaron la fortaleza y  las cosas sagradas para cuidarlas a los sacerdotes y a unos pocos mayores de edad; y desampararon  el resto de la ciudad.
                                                 III
Su plan no era del todo  satisfactorio para la mayoría de las ciudades y  estaban más de acuerdo en luchar por tierra. Y, por esto, fueron enviados unos soldados escogidos  junto con Leónidas, rey de los lacedemonios, para ocupar Termópilas y no permitir que los bárbaros avanzasen más adelante. Estos no soportaron la fuerza de los enemigos y en aquel lugar todos perecieron. Pero la armada aliada de Grecia de trescientas naves, en la que doscientas eran de los atenienses,  en primer lugar junto  Artemisio en la isla de Eubea y en  la tierra firme luchó contra la armada del rey persa. Pues Temístocles buscaba los lugares estrechos para no verse rodeado por el crecido número de enemigos.  Aunque se habían retirado con un combate en tablas, sin embargo no se atrevieron a permanecer en aquel lugar, porque el peligro consistía en que, si parte de las naves enemigas hubiesen llega a doblar  el cabo de la isla Eubea,  se verían sorprendidos por  uno y otro lado. Por lo que  consiguió que se retiraran de Artemisio y  plantaran  la armada junto a Salamina en una posición desde aquel lugar  en frente de Atenas.
                    IV
Pero Jerjes, tras atacar las Termópilas, se acercó inmediatamente por Atenas y, al no encontrar defensores, mató a los sacerdotes, que había encontrado en la acrópolis, y la destruyó con un incendio.  Como muchos soldados de la armada, aterrados con la noticia de este incendio,  no se atrevieran a esperar  al enemigo  y,  ante los ruegos de la mayoría para que se retiraran a sus casas y se defendieran entre las murallas, Temístocles fue el único que se opuso y decía que todos juntos podían sufrir las mismas consecuencias, les aseguraba que perecerían en la dispersión y aseguraba que esto mismo acontecería a Eurybiades, rey de los lacedemonios,  que estaba al frente del mando.
Y no pudiendo reducirle como el quería, envió al rey, de noche, al que tuvo por más fiel de sus siervos, para  comunicarle de su parte que los adversarios pensaban huir;  y, si estos se desunían, con mayor trabajo  y en un tiempo más largo se terminaría la guerra,   si obligaba a perseguirlos uno a uno; y si, en seguida, los atacaba, en breve tiempo, nos aplastaría. Con estos argumentos se valía para obligarlos a combatir  aun cuando no quisiesen. 
Tras escuchar este asunto, el bárbaro, creyendo que no se escondía ningún engaño, al día siguiente en un lugar muy perjudicial para él  y muy favorable para los enemigos, entabló el combate en el  estrecho del mar, de modo que no pudo desplegar el gran número de sus naves. Por eso,  fue derrotado  más por la astucia de Temístocles que por la armas de Grecia.

V
Aunque a éste no le había salido bien la empresa,  sin embargo le habían quedado tantas tropas  que podía aplastar incluso con estas a los enemigos. Por segunda vez, le hizo dejar el puesto que había ocupado. Pues Temístocles, con el temor de que perseverara en guerrear,  le hizo saber que se trataba de cortar el puente , que aquel había construido en el Helesponto y de impedirle  que volviese a Asia, y así se lo hizo creer. De esta manera, por mismo el camino, que había recorrido durante seis meses, regresó a Asia en menos de 30 días  e hizo creer que Temístocles no lo derrotó , sino    que  lo salvó.. De este modo, solamente con la prudencia de  Temístocles Grecia fue liberada y Asia cedió a Europa. Esta es otra victoria que podría compararse con la de Maratón por el trofeo. . Pues, de igual modo que cerca de Salamina,  por un pequeño número de naves fue derrotada la más grande armada de naves enemigas desde que el mundo es mundo.
VI
          Temístocles fue brillante  en esta guerra y  no menos importante en  tiempos de paz. Pues, como  los atenienses rechazasen el puerto de Falereo porque no era apto ni apropiado,  por su consejo se hicieron tres muelles en el puerto del Pireo- Fue  cercado de un muro muy espacioso, de modo que igualaba en la magnificencia a la ciudad y la hacía superior en utilidad.  El mismo levantó  las murallas de Atenas por el principal peligro que les amenazaba. Pues los lacedemonios habiendo encontrado suficiente escusa  a causa de las correrías de de los bárbaros, para decir que no convenía  que ninguna ciudad tuviera muralla  fuera del Peloponeso, intentaron impedir que los atenienses lo construyesen.  Esto apuntaba a un fin muy diferente de lo que querían que pareciese. Pues, los atenienses  habían conseguido una fama tan grande con las dos victorias de Maratón y Salamina entre estos dos estados, que  los lacedemonios creían que tendrían guerra con aquellos sobre el mando  de las tierras. Por esta razón, querían que aquellos fueran los menos poderosos  que hubieran. Y, después que supieron de oídas que  se levantaban los muros, enviaron legados a Atenas para impedir que los hiciesen. Ante la presencia de estos, dejaron de continuar la obra,  y  les dijeron que ellos mismos  les enviarían  legados sobre este asunto.  Temístocles tomó a su cargo la delegación y fue el único que marchó en primer lugar; y ordenó que los restantes legados salieran en el momento cuando la altura del muro pareciera que estaba muy adelantada. Dio la orden que  todos a una, los esclavos y los que no lo eran, hiciesen la obra sin dejar edificio alguno, ya fuera sagrado o profano, ya particular o público, que considerasen idóneo para hacer muralla. Por eso,   los muros  de Atenas  se componían de materiales que habían sacado de lugares sagrados y las sepulturas.
                                       VII 
          Por otro lado, Temístocles, cuando llegó a Esparta, no quiso presentarse a los magistrados y se esforzó en dilatar el tiempo de hablarle lo más que pudiese,  dando por disculpa que esperaba a sus compañeros. Al quejarse los lacedemonios de que, a pesar de todo, continuaba la obra y con este pretexto el  intentaba engañarlos,  en el intermedio  los legados llegaron. Habiendo oído a sus compañeros decir que poco faltaba para concluir las fortificaciones, se presentó ante  los éforos de los lacedemonios, los cuales tenían el supremo mando ,  y ante ellos afirmó con tesón que era falso cuanto les habían dicho: que por esta razón que era justo que los lacedemonios enviaran unos varones  buenos y de distinción, en quienes se pudiese  confiar , para explorar este asunto,  y , mientras tanto,  los tuviesen como rehenes. Se conformaron con lo que decía, y tres delegados, que habían tenido los mayores cargos, fueron enviados a Atenas. Con estos,  Temístocles ordenó que marcharan sus compañeros y les advirtió que no los dejasen salir de Atenas antes  que le dejasen en libertad. Después que estimó que habían llegado a Atenas se presentó ante el magistrado y senado de los lacedemonios  y dijo con la mayor libertad en presencia de ellos: que,  por consejo suyo que podían llevar a cabo para el  bien común de  los pueblos,  habían cercado de murallas los atenienses a los dioses públicos, a los dioses de su patria y a los penates, para poder más fácilmente defenderse de los enemigos, y que  lo habían hecho tratándose de que  fuera  provechoso para Grecia. Pues la ciudad de los atenienses se había  opuesto como antemural  contra los bárbaros, junto a la cual ya dos veces había sido vencida la armada de los reyes persas. Y, por otro lado, los lacedemonios se comportaban con  malas intenciones  y con injusticia, pues más bien miraban  por ser los que dominaran  a que aquello fuera provechoso para toda Grecia. Por esta razón, si querían recobrar los embajadores, que habían enviado a Atenas, le pusiesen a él en libertad, y de otro modo, que si no lo hacían, aquellos nunca regresarían a la patria.
VIII
Con todo no quedó Temístocles libre de la envidia de sus propios paisanos.  Pues por el mismo temor, con el  que había sido condenado Milcíades, desterrado de la ciudad por los votos del ostracismo, se fue a vivir a Argos. Como quiera que éste viviera, gracias  a sus  grandes virtudes, con ostentación,  los lacedemonios enviaron legados a Atenas para acusarlo en su ausencia de que había hecho alianza con el rey Persa para aplastar Grecia. En su ausencia, fue condenado por este delito de alta traición. Cuando supo por oídas esto,  que no se veían bastante seguro  en Argos, , marchó a Corcira. Como se hubiese dado cuenta de que los principales de aquella ciudad temieran que, por su culpa,  se declararan la guerra entre los lacedemonios y atenienses , se retiró huyendo  junto a Admito, rey  de los molosos, , con el que tenía derecho de hospitalidad. Habiendo llegado a este lugar y a la sazón estando ausente el rey, para procurar que fuera recibido con el mayor respeto,  se asió de la hija pequeña del rey y  con ella se metió  en un lugar sagrado. De aquel lugar no salió antes de que le diese su real palabra de ampararla dada su mano derecha, la cual cumplió. Pues como los lacedemonios y los atenienses lo reclamasen en nombre del público al rey Aadmito, no lo entregó al que se había puesto bajo su real protección y le advirtió que mirase por sí mismo: pues le recordó que  era difícil que pudiera vivir en un lugar tan cercano y seguro. Por eso, ordenó  que se le llevase a Pidna, y le entregó la escolta necesaria. Este, sin saberlo los marineros, se embarcó en una nave.  Como esta fuese arrastrada por una grandísima tempestad hacia Naxos, en donde por aquel tiempo estaba el ejército de los atenienses, Temístocles se dio cuenta de que, si hubiese llegado allí, perecería ante sus manos. Obligado por estas circunstancias, prometió al capitán  que le daría muchos premios  si le libraba.  Pero,  aquel compadecido de este famoso varón, mantuvo la nave ancorada en alta mar durante un día y una noche lejos de la isla, y no permitió salir a nadie de ella. Desde allí llegó a Éfeso, y allí puso en tierra a Temístocles. A este, por sus servicios le dio gran cantidad  de dinero  posteriormente. 
                    IX
Sé que la mayoría de los escritores  habían escrito que Temístocles, bajo el reinado de Herejes, pasó a Asia. Pero yo confío más en Tucídides que, más cercanos a su  tiempo,  recogieron la historia de aquellos episodios ,  y fuerom  de su misma ciudad. , Pues este dice que el llegó ante la presencia de Artajerjes y le envió una carta con estas palabras.” Yo, Temístocles, me ha  presentado ante ti, yo que de todos los griegos  he causado muchísimos males a tu casa, cuando tuve la obligación de  combatir contra tu padre y defender mi patria. Yo mismo he hecho muchas más cosas buenas, cuando  yo mismo comencé a estar seguro y aquel se encontraba en peligro. Pues, como quiera que tu hijo   quisiese regresar a Asia  tras finalizar el combate de Salamina, a través de cartas le informé de que se trataba cortar el  puente, que el había construido en el Helespeonto,  y de estar rodeado de los enemigos, de modo que con aquel mensajero fue liberado. Ahora he venido huyendo hasta ti, y `perseguido por toda Grecia, vengo pidiendo tu amistad; si la lograra , no menos , hallarás en mí un tan buen amigo como Jerjes halló un valeroso enemigo. Te ruego que  me des  un año  para tratar de estos asuntos que quiero tratar contigo, y , pasado este tiempo me permitas llegar a  tu presencia”.

                    X
El rey, admirando la grandeza de ánimo y deseando hacerse  amigo  de un varón de tal catadura moral, le concedió lo que pedía. Temístocles se dedicó durante todo aquel tiempo a la literatura y a la  lengua de los persas, se hizo tan conocedor de los persas   que se dice que habló ante el rey con mucha más facilidad que podían aquellos que habían nacido en Persia. Como este hubiese prometido muchas cosas al rey y, lo que era muy grato para aquel, a saber, que, si  quisiera valerse de sus consejos, aplastaría  Grecia con la guerra,  habiéndole hecho Artajerjes muchas mercedes y regalos, regresó a Asia y determinó vivir en Magnesia. Pues el rey le había hecho donación de la ciudad de Lampsaco, la cual le daría para pan-la cual región recaudaba  cada año cincuenta talentos-;  y también le dio Minta de donde sacaría el vino para su bebida;  y con las cuales tendría para el plato de comida. Para recuerdo suyo se levantaron dos monumentos, un sepulcro cerca de Atenas en el que está sepultado, y una estatua en Magnesia. Sobre su muerte la mayor parte escribieron de diferentes modos, nosotros seguimos a Tucídides , el más famoso escritor, que dice que murió en Magnesia por enfermedad y  afirma que no hay noticia de que  hubiera tomado veneno por su propia cuenta,  porque estaba desesperado de no haber podido cumplir aquellas cosas que había prometido al rey .El mismo dejó escrito que sus huesos fuesen sepultados ocultamente en Ática por sus amigos, porque estaba prohibido por las leyes al ser condenado de alta traición. 

           



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