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lunes, 26 de diciembre de 2016

CANTERA BLANCA Y PEDRIZA EN LA EDAD MODERNA (i)

EL SIGLO XVII Y LA MITAD DEL SIGLO XVIII
Pero, nos tenemos que remontar hasta el 1640 para determinar, con datos fidedignos de algún documento público, los asentamientos de esta zona denominada del Palancares, por cierto mucho mayor extensa a los que es actualmente (cortijos como el de la Fuente la Negra y cercanos a la ciudad- Chinares- se circunscribían a esta unidad de campo).
Como se puede deducir, a lo largo de los padrones y censos del siglo XVII y principios del siglo XVIII, la siguiente conclusión, a cuyos datos fidedignos nos referimos anteriormente1: “La zona comprendida en las riberas del Palancares y el Velillos se extendía desde Mures hasta Valdegranada, moteada de caserías y cortijos. Era fruto de los repartimientos anteriores y de las nuevas roturaciones de tierras: (dejando aparte los cortijos de la Jineta, Moralejo, Acequia, cortijo de la Cartuja, Pilillas, cortijo de Nieto, Peña del Yeso, por comprender otra unidad que estudiamos y se engloban en Ermita Nueva), se mencionan a los cortijos Las peñuelas, cortijo del Alcayde, Llano de los Muchachos, Peñuela de Nubes, venta de los bramaderos, cortijo de Diego de Aranda, Chaparral, Cerro Gordo y Fuente la Oya (…) Aunque los cortijos del Águila y de Cantera Blanca ( uno de la familia de los Góngora y otro de los Utrilla) procedían de repartimientos anteriores , el Romeral, el Chaparralejo y el Alamoso también fueron otros lugares que tuvieron un gran desarrollo roturador. En su fisonomía se entremezclaban los cortijos con las casas de retama, consecuencia de repartimientos para pagar los arbitrios del siglo XVIII. A pesar que era una zona de dependencia total con el casco urbano de Alcalá la Real, el aumento de población obligó al establecimiento de la industria harinera . Así el molino Cañón se levantó para el abastecimiento de los vecinos, hacia fínales del siglo XVIII, y los vecinos tenían que ir a las Riberas o al de las Juntas para comprar la harina. En esta zona, por su cercanía con el casco de Alcalá la Real, los labradores arrendatarios solían residir hasta mediados del siglo XVIII en el núcleo urbano. Entre sus tierras, se encontraba algunos predios, propios de los conventos de la ciudad y de forasteros, como de Chaparral de Nubes que era propiedad del convento de la Concepción de Loja. ”
Pero, lo que en un principio eran simples aposentos de los labradores durante los periodos del cultivo de sus tierras y para las ganaderías, debió organizarse con el paso de los años en asentamientos más estables y definitivos. Para realizar una buena administración, el cabildo alcalaíno solía distribuir ese extenso terreno en lo que denominaba partidos del campo. Entre estos partidos, se hallaba el del Palancares diferente del de Valdegranada. A lo largo de sus grandes extensiones, se encontraban diseminados los cortijos y los núcleos rurales formados por una concentración de los anteriores. Unos eran de propiedad particular, en ellos, los propietarios concedían permiso para levantar capillas que mantenían con fundaciones; otros eran terrenos de baldíos o de propios en cuyos términos era autorizada por la ciudad la construcción de albergues. Gran parte de los solicitantes los cercaban con corrales., donde encerraban su ganado). Frente a otras aldeas que suelen aparecer oficios del sector secundario y terciario, hasta muy entrado el siglo XIX, toda la población pertenece al sector primario, dedicándose a la agricultura y ganadería. .

En el año 1728 renació el conflicto con la villa del Castillo de Locubín, al recaer una de las alcaldías ordinarias en Fausto de Moya que trató de nombrar como su representante a Alejandro de los Reyes. Pronto, el resto de los regidores contradijeron este nombramiento, porque despertaba el recelo de los vecinos, que alegaban que había cometido diferentes excesos durante el año anterior de tenencia de alcaldía. Incluso, aparecieron en el pueblo coplas y libelos contra su persona. Lo cierto fue que el enfrentamiento trascendió a la esfera del cabildo, ya que el regidor Fausto de Moya pretendía un cambio de sus tierras del Palancares por otras que estaban linderas a los predios de Puertollano, donde muchos vecinos castilleros tenían roturas .
Por otro lado,la falta de pastos, en todos los pueblos de la campiña cordobesa y sevillana, ocasionó una extraordinaria transhumancia hacia los pastos de las sierras alcalaínas invadiendo tierras de labor- lo que daba lugar a que se provocaran situaciones fraudulentas de personas que se habían hecho de una gran cantidad de ganados, y entraran en fricción con los labradores e, incluso, infectaran a los ganados autóctonos-. Por eso, fueron frecuentes los bandos de la autoridad en defensa de los ganaderos y labradores de la localidad, prohibiendo su entrada o expulsando a los intrusos, nombrándose servicios de protección de guardas por los particulares y cercando sus haciendas rurales, al mismo tiempo que se registraron los granos de la cosecha de agosto por el corregidor Montoya. A pesar de los esfuerzos de la justicia en hacer rondas nocturnas, curación de enfermos y vestir desnudos, es sitómatico el cabildo del cuatro de mayo de 1751 que dice: ”... no se pueden contener los robos del campo y de noche el escalamiento de oficinas públicas de carnicería y matadero con otras muchas casas de particulares”.

No era de extrañar que se produjeran en estas circunstancias la invasión de los campos y los robos de sus granos en los cortijos tanto por los pobres jornaleros como por los ganados talando las mieses.
Desde el punto de vista administrativo, para solventar el deteriorado orden público el termino muncipal se dividió como meidad de protección, encargándosele a un regidor y a un guarda montados a caballo, en los siguientes partidos, lo que perduró en años posteriores:
1. Desde la vereda del Coto y camino de la Magdalena, por el camino de Granada, todo el terreno que comprendía las vegas del Palancares, Ermita Nueva, Villalobos, Cantera Blanca, y Agramaderos hasta confinar con el término de Montefrío.
En esta aspecto forestal, se ejecutó una política cortesana de protección de los montes mediante la plantación de nuevo arbolado de la especie de los álamos en los sitios cercanos a los arroyos del Palancares, principalmente, lo mismo que en los laterales de los caminos y calzadas de salida de la ciudad de Alcalá hacia Granada.

1 AAVV. ALCALÁ LA REAL. HISTORIA DE UNA CIUDAD FRONTERIZA Y ABACIAL. Tomo II. Pág. 286-290.









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