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viernes, 30 de diciembre de 2016

CIMÓN








 Cimón, natural de Atenas, tuvo un duro comienzo en los primeros años de su juventud. Pues su padre pudo librarse de una multa de 50 talentos por la que le condenó el pueblo y, por este motivo, falleció preso en las cárceles públicas. Cimón se vio también encerrado con la misma guardia y no pudo librarse de las leyes de los atenienses, a nos ser que pagara el dinero con el que su padre había sido castigado. Por otro lado, se había casado con una hermana hija de su padre, de nombre Elpinice, obligado menos  por el amor que por las costumbres de Atenas. Pues estaba permitido que los atenienses se pudieran casar con las hijas del mismo padre. Cierto Calías, deseoso de este casamiento, no tan noble como adinerado, porque había hecho gran cantidad de dinero procedente de las minas de metales, trató con Cimón que se la diera en matrimonio, diciéndole que si la hubiera conseguido, el mismo pagaría el dinero para su salvación. Como Cimón no admitiera una condición de tal catadura moral, Elpinice dijo que ella misma no permitiría que muriera un hijo de Milcíades en la cárcel pública, puesto que podía impedirlo, y que ella en persona se casaría con Calías, si cumplía las promesas que había puesto por delante.
II


Cimón fue liberado de esta cárcel por este medio y rápidamente llegó a ser el principal jefe de los ciudadanos en autoridad. Pues tenía bastante elocuencia, la más alta nobleza, y una gran inteligencia en el gobierno civil y también en el arte militar, porque se había ejercitado con su padre desde niño en el ejército. De esta manera no sólo tuvo de su parte a pueblo de la ciudad bajo su poder, sino también su autoridad fue muy grande sobre el ejército. Primero, siendo general, puso en fuga, junto al río Estrymón, a las numerosas tropas de los Tracios, levantó la ciudad fortificada de Anfípolis y envió a ella 10.000 atenienses en forma de colonos. Otra vez, junto a Mycale, apresó, tras derrotarla, una armada de 200 naves chipriotas y púnicas, y tuvo igual éxito en el mismo día por tierra. Pues, una vez apresadas las naves de los enemigos, hizo desembarcar sus tropas y derrotó en un solo combate una gran multitud de bárbaros. Tras apoderarse de un gran botín por esta victoria, como quiera que regresara su país, porque algunas islas se habían rebelado en aquel tiempo a causa de la dureza de su mando, se aseguró a las que eran muy  afectas y obligó a las desafectas cumplir con su obediencia. Despobló a Escyro, que, por aquel tiempo, la habitaban los dolopes, porque se habían comportado con más obstinación que las demás; echó a los antiguos pobladores de la ciudad y de la isla, y repartió los campos entre sus paisanos. Sometió con su llegada a los de Taso, orgullosos por sus riquezas. Con los despojos de esta guerra,  la fortaleza de Atenas, por su parte que mira al mediodía, fue adornada-
III
Siendo el que más sobresalía entre los ciudadanos, le sobrevino el mismo odio , que habían sufrido su padres y el resto de los más principales de Atenas, por los votos de las tejuelas, que llaman ostracismo, fue castigado con 10 años de exilio. Se arrepintieron los atenienses de este aco con más rapidez que el mismo. Pues no habiendo hecho resistencia alguna a la fuerte envidia de sus ingratos paisanos, y habiendo declarado la guerra los lacedemonios a los atenienses, inmediatamente se experimentó la falta que hacía de su acreditado valor. De esta manera, cinco años después que había sido expulsado, fue vuelto a llamar a su patria. . Cimón, porque se valía del derecho de hospitalidad de los lacedemonios, teniendo por más conveniente ir a a Lacedemonia, marchó, voluntariamente, y ajustó la paz entre estas dos ciudades muy poderosas. No mucho después, fue enviado como jefe a Chipre con 200 naves y , habiendo derrotado a una gran parte de la isla, tras caer en una enfermedad, murió en la ciudad de Cicio.
IV

Los atenienses no sólo lo echaron de menos a este en tiempos de paz, sino también en la guerra. Pues fue tan grande su liberalidad que, a pesar de que tenía muchos terrenos y huertos, en muchos sitios, nunca colocó un sistema de guardianes en ellos, para guardar sus productos, sin impedir a nadie a que disfrutase de aquellos, lo que cada uno quisiera. Siempre los criados lo acompañaron con monedas, para donar inmediatamente lo que tuviera que dar si alguna necesidad se le presentaba. Muchas veces, como viera a alguno perseguido por la fortuna y  mal trajeado, le dio su capa. Preparaba, todos los días, la  cena invitando  a cualquiera que veía en la plaza  y  nadie los había convidado., cosa que acostumbraba hacer siempre. A nadie le faltó, su palabra; a nadie trabajo personal para servir a sus amigos; a nadie cuanto tenía en su casa. Puso ricos a muchos, enterró a su cosa a mucho pobres difuntos, que no tenían con qué enterrarse por la cuantiosidad de las pompas fúnebres. Portándose de este modo, no es de admirar que viviese con seguridad y que su muerte fuese sentida.  

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