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miércoles, 14 de diciembre de 2016

HOY, DÍA DE SAN JUAN DE LA CRUZ . RELATOS DE UNA NOCHE DE LA MOTA.



EN LOS MESONES

Los arrieros de la campiña frecuentaban la calle de los Mesones a las faldas de la muralla de la Mota, junto al adarvillo de Mota y lindando con la puerta del Arrabal Viejo y Nuevo. Traían sus acémilas cargadas de cantaras de aceite procedente de los campos de Arjona y Porcuna. Venían cansados tras una larga marcha que se prolongaba durante varios días, en los que el cansancio hacía huellas en sus pies y, también debido a la pernoctación en las desastrosas ventas del camino. Su última parada la hacían en la venta de la Rábita, desde donde madrugaban para llegar pronto al puesto del peso de la Harina, situado junto al Pósito. Aquí se pesaba la carga, se pagaba el impuesto a los encargados del impuesto de millones y, luego, se iban a descansar a una de los mesones que proliferaban por aquella calle. No sólo acudían arrieros, sino también transeúntes del camino de la Corte, camino en el cuyo final del trayecto confluían los de Madrid y Córdoba. En 1581 vino un fraile que era perseguido cruelmente desde sus tierras de Castilla, Se llamaba fray Juan de la Cruz había nacido en Fontiveros, quedó huérfano a los pocos años, dedicándose a trabajos precarios en Medina del Campo; posteriormente estudió en Salamanca y llevó a cabo la reforma de la Orden carmelita con un grupo de frailes en Duruelo , que extendió al resto de los carmelitas calzados. Había estado preso en Toledo y escrito el Cántico Espiritual, varios romances y el poema Fuente. Estuvo, un año en el Calvario, un convento cercano a Villanueva de l Arzobispo, relacionándose con Ana de Jesús y haciendo de padre espiritual del convento carmelita de Beas de Segura, luego lo mismo hizo en Baeza. En 1581, se dirigió a Granada y de allí dirigió el convento de los Mártires, donde fue nombrado prior e hizo iglesia
Y, cuando tenía cuarenta y nueve años, de nuevo, vino de nuevo a Alcalá en uno de los viajes, que llevó a cabo a Andalucía en el 30 de abril del año 1986. Procedía de Granada por el camino de la Corte con destino a Córdoba, donde iba a fundar un convento e iba acompañado por dos frailes carmelitas. Como, en la ciudad abacial, no existía convento de la orden carmelitana, e, incluso los otros conventos se hallaban en obras y no muy dispuestos al alojamiento de personas, por ser simplemente casas familiares adaptadas a usos eclesiales, pernoctó en uno de los mesones de la ciudad, ya en el Llanillo ya en los altos de la ciudad. Era prior de las Carmelitas Descalzos del Convento de los Santos Mártires de Granada y, al mismo tiempo ostentaba el cargo de Vicario Provincial. En Granada había tenido contactos con el alcalaíno Pablo de Rojas, de quien se dice que le contrató el Crucificado de san José para su convento, actualmente en el convento de san José. Como padre provincial prior y definidor, este fray Juan de la Cruz intervino en varios asuntos alcalaínos relacionados con los bienes de sus conventos.
En la última etapa de la vida de san Juan de la Cruz, hubo varias personas, que le amargaron la vida. En primer lugar, nos referimos a las incomprensiones que mantuvo con el Padre Gracián, debido a problemas en el gobierno de la Provincia de Andalucía, en la que fue nombrado vicario el 17 de Octubre de 1585. Por otra parte, Juan de la Cruz se opuso a todo tipo incumplimiento del deber predicando con el ejemplo, con mano férrea y misericordiosa.
En Sevilla, le salieron dos enemigos fray Francisco Crisóstomo y Diego Evangelista, porque no recibían con obediencia conventual las advertencias del vicario, sino que les caló un fuerte resentimiento con una clara intencionalidad vengativa. El primero era, según su biógrafo, un hombre de ciencia y púlpito, pero de carácter agrio y destemplado, carente en absoluto de condiciones de gobierno, que no acertó a regir la casa, el convento de Úbeda, empeñado en llevar a todos los frailes violentamente por el camino de la perfección religiosa “.y como era hombre falto de entrañas de caridad para sus hermanos, quería llevar a los otros a palos a la perfección”. Le quitó el enfermero a Juan de la Cruz en los últimos momentos de su vida, a pesar de la admiración que despertaba en los restantes frailes.
El segundo enemigo de Juan de la Cruz, también dechado de envidia por la fama de santidad de Juan de la Cruz, fue Diego Evangelista. Hombre adulador de los poderosos, moderador a través de la envidia e hipocresías, alcanzó el grado de provincial de Granada, pero a la priora de las carmelitas, cuya fundación estaba relacionada con unas beatas alcalaínas, no le agradó aquel nombramiento pues era muy devota de san Juan de la Cruz. Fray Diego conoció muy de cerca al santo, pues trató de que no alcanzara el reconocimiento de su santidad. Y así, una vez muerto san Juan de la Cruz, fray Diego Evangelista, en la primavera del año 1594, pasó por Alcalá la Real con destino a tomar posesión del nuevo cargo. Curiosamente la priora sor Beatriz de san Miguel, días antes de su llegada a Granada, tuvo una aparición de Cristo crucificado, cuando entre oraciones le pedía que no viviera el recién nombrado prior. Consistió en que el Cristo crucificado le manifestó que el santo no acudiría a Granada, sino era con los pies por delante, es decir muerto. Y, además, que le había de suceder fray Diego de la Trinidad, muy amante de san Juan de la Cruz. Al comunicárselo al confesor aquella monja, este le dijo que mantuviera su confianza en Dios, pues todo habría de ocurrir tal como se lo había manifestado en su aparición. Y así fue. Pues pernoctó en un mesón de Alcalá la Real. Y a media noche un síncope le cortó la vida tras recibir los santos sacramentos, cumpliéndose al día siguiente lo que había sido revelado. Pues entró reclinado en una caballería en Granada.-De ahí que quedó fija su huella en esta ciudad, porque murió su mayor enemigo dentro de la orden carmelitana Fray Juan Evangelista, que pernoctando en un mesón de la ciudad falleció de pronto y sus restos fueron enterados en Granada.
La segunda huella de fray Juan de la Cruz fue un milagro, que aconteció años más tarde, en tiempos del definidor de la Orden, fray Pedro de la Madre de Dios ( del que dicen las crónicas que era una persona muy ejemplar y riguroso con su creencias sin caer en la superstición ni en las falsas adivinaciones . Este pasó por Alcalá a principios del siglo XVII y se quedó a dormir en un mesón donde servía una turca berberisca, comprada por el posadero en los mercados de Vélez. Portaba el definidor una reliquia del santo, pero el no llegaba a convencerse de los tantos milagros, que, hasta el presente, se le habían atribuido al santo (decían que en Calatayud, tres mujeres de una casa de mancebías se habían convertido al contemplar sus reliquias y aparecérsele Cristo). Entre sus compañeros de orden, se autojusttificaba diciendo que lo había motivado su cerrazón mental y, anteponiendo el temor de Dios de que no fueran sino puras invenciones suyas o ensoñaciones. Por eso, en los últimos, tiempos se afanaba en no dejarse llevar de esta rectitud de conciencia, y oficiaba con gran devoción la misa para que Dios le iluminara sobre la posible fuerza misteriosa de las reliquias. En medio de este deambular de su mente, oraba y meditaba, cuando topó, durante su estancia en el patio del mesón con la moza berberisca. El posadero, entre risas le comentó:
-Padre, no se fíe de ella, es una mora que no la convence nadie a nuestra religión.
-¿Cómo puede ser eso?
-Así es, se ha hecho lo imposible, se le ha invitado a todos nuestros actos y celebraciones, ni los predicares de buena labia que nos visitan en Cuaresma han podido con ella . Ni el mismísimo abad ni el cura más santo le han podido cambiar de su Alá.
-¿Cómo te llamas? –se dirigió fray Pedro a Fátima con afecto y seriedad.
-Fátima es mi nombre, con mucho orgullo, muy acorde con mi tierra otomana.
-El mío, fray Pedro, conoces a un tal Juan de la Cruz, que pasó por aquí y ha obrado muchos milagros.
-No sé, pasan por esta tierra tantos mendicantes, clérigos., soldados, arrieros… que recuerdo en penumbra a esta persona, un frailecillo, poca cosa….
El fraile se retiró a su estrecho aposento, y sacó de su alforja su relicario de madera con un trozo de parte del cuerpo de su antiguo definidor. La colocó sobre la cama, al lado de su jergón y pasó la noche dando vueltas para ver cómo, a la mañana siguiente, enseñársela a la moza. Reflexionó, y muy de mañana parece como si le viniera una luz especial desde la ventana del aposento al hilo de la oración: Veni, Creator, Spiritus./ mentes tuorum ilumina…/ Bajó al patio con la reliquia entre sus manos y llamó al posadero para que le trajera ante su presencia a Fátima. Ella, presta a la voz de su amo, le dijo:
-¿Qué quiere mi señor?
-Te solicita el fraile.
Fray Pedro comienza a contarle la muerte de aquel fraile que ella había conocido en su adolescencia, la misteriosa muerte anunciada de su máximo perseguidor en una posada de Alcalá, y le muestra la reliquia de Juan de Yepes.
-Mira, Fátima, qué linda cosa.- le dijo el fraile, al entregarle el relicario rodeado de bellas pinturas, y una pequeña portichuela desde donde se veían los restos del santo.
-Dime, qué es una reliquia.
- Algo del santo.
Fátima inmediatamente quedó estupefacta, no veía hueso alguno ni trozo de tela, sino que, exclamando con un fuerte grito, dijo:
-Bella Señora, bello Niño. Ese que me cuenta mi amiga, la esclava cristiana.Catalina, ven, que te voy a enseñar una cosa sorprendente.
-Hermoso Niño, Hermosa Señora. No es nadie de la tierra, esta señora es la Virgen María Santísima, Y el Niño Precioso es el Hijo de Dios.
Inmediatamente, Fátima le preguntó a la esclava cristiana cómo podía llegar a ser cristiana. Esta, llena de gozo, y sin creerse todavía el cambio tan brusco que había acompañado a su compañera de trabajo, le espetó:
-Ve a la iglesia de Santo Domingo, que te bautice el cura párroco y arrepiéntete de tantos pecados que has cometido.
Así lo hizo, el fraile le acompañó hasta la entrada de la iglesia satisfecho con lo que le había acontecido y, al llegar al cura, le dijo:
-Ahora creo más en los milagros, y más en este prodigio de mi frailecillo, que para mí será san Juan de la Cruz. Ahora comprendo que Dios los hace cuando quiere, pues convierte a los enemigos de la fe, en su momento, no cuando se les obliga con las armas.

 Cuentan que Fátima no cesaba de exclamar, a lo largo de su vida, “ he visto a la Virgen María con el Niño Jesús en los brazos” .Por ello, se convirtió al cristianismo, recibió el bautismo y fue muy devota de la Virgen de las Mercedes , que también tenía un niño en sus brazos




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