EL PASADIZO
Ya hace más de un año que se puso
de moda el pasadizo de la Mota ,
más bien la contramina alfonsina y el pasadizo musulmán. Frecuenta, cada vez
más, la cantidad de visitantes que se introducen en este amplio y prolongado antro, que baja o,
sube, según el sentido del trayecto,
desde la torre del Homenaje hasta la casa que fue de un zapatero del siglo XVI, de apellido Rosado.
Más misterioso debió ser el recorrido
completo que se prolongaba y salía por debajo de la tercera muralla. Se trazaba
entre adarves, subterráneos y cubiertos,
callejones escondidos y un jalona miento de pozos que calmaban la sed de los
sitiados en tiempos de cerco y asedio. La arqueología descubrió parte de las
entrañas del mundo de Hades, y, deja para los aventureros, una novela dantesca,
en este caso de la mano del capitán López de Haro y de la mora Cava.
Este pasadizo
ha sido el leitmotiv, por el que, por
eso del arte del birlilbirloque, nos encontramos estupefactos, sin saber de qué
forma había sucedido una discusión sin
sentido y muy acorde con el
comportamiento de muchas personas en la actualidad , de modo que nos vimos
imbuidos en un una escena mágica y extravagante. Correspondía a este tiempo de
la posverdad, este término que el sociólogo Ralph Keyes acuñó y divulgó con el
título de su libro Post-truth. Se refería a la manera de tocar el corazón emocional de los hombres y
prolongar sentimental la realidad en las personas.
Pues este espacio intrigante ha
supuesto un aliciente de la visita de la Mota para todo el mundo, al mismo tiempo que ha
despertado la imaginación de muchos
vecinos que , en sus años infantiles,
jugaban a las guerrillas entre pandillas de barrios, y en
aquellos escondrijos se salvaban del
apedreo de sus convecinos. Pero al llegar a la mayoría de edad, se les desbordó la imaginación a la hora de dar explicaciones sobre aquellos parajes de modo que ya no eran pequeñas cuevas convertidas en
gallineros de su tiempo , sino mágicos
pasadizos que se extendía en más millas que el más largo viaducto del Despeña
perro.
Y en esta
escena de posverdad me vi envuelto , hace unos días, por la creencia de un
aprendiz forastero de nuestra
historia a manos de un maestro ilustrado
de los mayores fundamentos históricos, según me exponía mi contertulio. Me refería que
aquel pasadizo no era lo que hoy día se
había puesto al descubierto, era mucho más, no tenia comparación con las cuevas
de Nerja, ,atravesaba todo el valle de la ciudad de la MOTA.
Para aquel discípulo apasionado de las enseñanzas
recibidas de un ilustrado anónimo, ese
pasadizo se extendía hasta llegar a la a
mismísima fuente de la Mora ,
donde tuvo lugar el encuentro de los dos amantes de la leyenda invertida de
Rodrigo y la mora Cava. Y, como frecuentan
los nuevos conversos, no permitía ninguna duda histórica de su relato,
porque su zahorí de turno lo había aleccionado contra cualquier razonamiento
científico, y sus palabras eran el
dogma sublime de la historia local.
Repetía y volvía a enfrentarse en
argumentaciones y contrargumentaciones, sin fundamento ni racionalidad, porque la verdad radicaba en la
autoridad sin paliativos de su maestro.
Mi metodología
de convencimiento no me daba resultado alguno. Le refería la leyenda de la Mina , que alargaba aún más el
pasadizo hasta las faldas del nuevo barrio de los Llanos. Le comentaba que la torre del Farol ofrecía una mina
tapiada que daba a un pozo utilizado para abastecerse de agua, y en su desuso,
como recipiente de las plagas de langostas del siglo XVII. No tenía remedio.
Decepcionado porque creía que habíamos alcanzado el tiempo de la racionalidad,
se había superado la época de los mitos y las leyendas y nos proyectábamos
en el mundo de la ciencia. Pero, era
absurdo mi planteamiento y vano mi intento de hacerle comprender la versión documental. Pues aquel pasadizo no
era nada, para lo que había debajo de tierra. Y me colmó la paciencia,
cuando me manifestaba que su sabio
profesor de la más prestigiosa universidad popular le había informado de que
las autoridades no querían llevar a cabo
la obra de excavación de aquellas minas subterráneas. Aducía unos ocultos
intereses políticos que se remontaban al tiempo de Maricastaña. Vaya, la nueva
política de moda, que ya han bautizado los ingleses con ese término muy
apropiado de post-truth , la posverdad, esa manera de hacer la política de la
mentira para tocar los corazones con falsas promesas, en medio de unas sociedades del bienestar que se vienen a
bajo por el cansancio civil, la
corrupción de todos los campos sociales, sobre todo en el ambiente
político, y el hartazgo de la inercia social. Por eso, no es de
extrañar y ni puede causar sorpresa que gane el Brexit en Inglaterra, triunfe Trump en EEUU y
proliferen los movimientos antisistema
en todos los rincones del mundo. Se encuentra en escala global o local. Por
doquier, surge el zahorí de turno , no
el todoterreno de los antiguos núcleos
rurales, sino el que sabe más que el
científico de base; en el rincón menos esperado se sustituye el historiador
erudito con el cuentista de turno , que
transforma la Mora en la Mercedes del capitán Diego López de Haro, y el
arqueólogo experimentado se sustituye por el escarvador furtivo.
Con estas
mimbres, de seguro que César vino a la Mota antes de Cristo ,
Muza horadó sus cimientos y pasó por
primera vez a través de la ciudad oculta,
y Napoleón se transformó en Nerón para presenciar el incendio de la Iglesia Abacial en
septiembre de 1812. Si se han ganado batallas electorales y se hace tambalear a las sociedades convencionales de la Europa Occidental ,
¿ no se van a atrever a hacerlo con el mundo local?
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