El ARRABAL
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Alcalá
la Real .Año 4. Número 8. Tercera Semana de abril de 2004
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Director. Francisco Martín Rosales.
EDITORIAL
LA
RECUPERACIÓN DEL FOLKLORE ALCALAÍNO.
I..Los
cuentos
Intentamos
recuperar todo el folklore, que nos llegue a nuestras manos. Estamos
prácticamente en los últimos momentos de recuperación. No
obstante, algunos restos todavía en nuestra zona rural los abuelos
de nuestros alumnos nos lo han proporcionado.
Lo
iniciaremos con una serie de cuentas de una persona de una gran
facilidad narrativa y del entorno rural de La Pedriza.
Se
llama Sixto León Arroyo, octogenario, rebosa simpatía, y memoria.
Canta canciones de Carnaval, chirigotas y comparsas. Describe hechos
importantes de nuestra Guerra Civil. Y nos ha relatado estos cuentos
muy ingeniosos.
Continuaremos
lo iniciado. Queremos completar el Cancionero Relatos y Leyendas.
Informante.
Sixto León Arroyo
84
años
La
Pedriza (Alcalá la Real)
LOS
PELLEJOS DE MIEL
Había
un pueblo en un paso muy frecuentado por los transeúntes, el cual
ofrecía mucho ambiente por las personas que transitaban por aquellos
lugares. Junto al camino principal, se encontraba una posada, a la
vez, parada de postas, donde muchos arrieros y viajeros solían
acercarse.
Cierto
día, con la caída del sol, se acercaron varias caballerías que
pusieron el cartel de completo a su alojamiento. Pero, al anochecer,
el posadero recibió una visita imprevista. Llegaron a su posada unas
recuas de cuatro asnos con dos arrieros de preocupante aspecto.
Estos
le dijeron al posadero.
-¿Tiene
usted, posadero, sitio para pernoctar hoy?.
-No
lo tengo , ni para vosotros ni para los animales.
Los
arrieros se quedaron aturdidos, pues portaban en sus acémilas unas
cargas de pellejos con miel de caña, que traían de las costas del
Mediterráneo hacia el interior de Andalucía.
-¿Qué
haremos con nuestros pellejos de miel? Se nos derretirá la miel si
los dejamos al intemperie. No los robarán.¿ Dónde podremos dormir
y guardarlos? Le espetaron los caballeros.
Entonces
les contestó muy amablemente el posadero
-No
me queda más remedio que aconsejarles que pidan un favor.
-¿A
quienes?
-A
los señores de enfrente de su posada, para que les permita guardar
los pellejos.
Inmediatamente,
los dos arrieros cruzaron el camino carretero y tocaron con sus puños
la puerta.
-¡Pon!,.¡ Pon!, ¡pon!.
-¿Quien es?
-Paz., unos arrieros de la
posada
Salió el señor de la casa a
la puerta e, inmediatamente, le saludaron muy efusivamente los
arrieros.
-Señor, perdone, que le
molestemos. Pero tenemos un gran problema. La posada esta repleta de
gente, y no podemos dejar en la calle parte de nuestra carga, al
menos lo más valioso, al resguardo de bandoleros, ladrones y
bandidos.
¿Qué son, señores?
-Cuatro pellejos de miel de
caña.
El señor, un poco
desconfiado, y acordándose de los reparos de su señora con
cualquier cosa o persona extraña, les dijo:
-Me es imposible. No tengo
dónde colocarlas.
Apenados, se despidieron los
dos arrieros. El señor se lo comunica a su señora, y ambos quedaron
sumidos en un gran remordimiento. Pero, la señora arrepentida los
llamó desde el la ventana en el momento en el que cruzaban el
camino.
-: Vengan. Vengan. Tráiganlos
lo más pronto posible, y colóquenlos bajo la despensa de la
escalera..
Los dos señores se pusieron a
comer y, en medio de la cena, comenzaron a preguntarse por aquellos
objetos extraños, y de tan grandes dimensiones. No se hacían sino
preguntas, repreguntas, envueltas en una nube de temores encubiertos
por si encerraran algunos monstruo espantosos o reptiles, que se
despertaran en la oscuridad de la noche. Además, nos le gustó en
modo alguno el aspecto de aquellos arrieros y, menos aún, que no
concordaban su recua de asnos con la de los pellejos y arrieros. Dos
pellejos, dos arrieros y cuatro asnos. Por eso, ordenaron a sus
criadas a que se mantuvieran despiertas durante toda aquella noche y
estuvieran alertas ante cualquier incidencia que pudieran escuchar o
percibir `proveniente de aquellos sacos o del exterior de la casa.
-No os marcháis, debéis
quedaros vigilantes en las mecedoras del portal, con un ojo puesto en
la chimenea y otro en la despensa.
-¿Porqué?
-Debéis vigilar, sobre todo,
esos pellejos, que están llenos de miel, y son muy valiosos, según
me han contado sus amos.
Las criadas no sabían
cómo pasar las horas. Ya se levantaban, ya avivaban la lumbre con
el soplador. Y las horas no pasaban. A eso de las una de la noche,
les entraron unas ganas enormes de comer. Y, se dispusieron a
preparar unas gachas. Nos falta la azúcar que la tiene guardada la
señora en el arca de las tres llaves.
-¿Para qué?¡Con lo ricas
que están con miel!
-Ni, a adrede, hubiéramos
tenido un mejor regalo.
Colocaron las trébedes en el
fogón, y una sartén mediana. Le echaron el agua, el aceite y la
harina, y con un enorme cucharón comenzaron a darles vueltas.
Estaban ya a punto de sacar un plato, cuando una le dice a la otra.
-Muy herméticos están los
pellejos para poder sacar la miel, ¿Cómo los podremos desatar?
Tienen nudos miles y de los tipos más extraños. Además, podría
derramarse, si consiguiéramos desatarlos.
-Y si inventamos otro modo de
sacarla.
-¿Cual?
-Toma una aguja de coser
sacos, lo más gorda posible. Pincha uno de ellos, y coloca un jarro
debajo del agujero, desde donde recojas el rico líquido.
Así lo hicieron. Una sujetó
la piel del saco mediante un pellizco en la parte alta del pellejo.
La otra, con gran fuerza, lo pinchó..
Desde dentro, inmediatamente
salió un sonido agudo que se mezcló con el rasguillo de la aguja en
el pellejo. .
-¡Ay!. Cuidado, que me habéis
pinchado en la frente.
Mientras
se retorcía el furtivo ladrón, encerrado en el pellejo pinchado,
las dos criadas sacaron la aguja, y , de nuevo , volvieron a pinchar
el otro pellejo. El hundimiento de la aguja fue más suave y no tan
duro como en el anterior pellejo.
-¡Ay, Ten más cuidado que me
has pinchado en un ojo.
Cierran la despensa.
Espantadas, pero, ufanas por su aventura, subieron a los cuartos del
primer piso de la casona. Y golpearon la puerta del dormitorio de
los señores.
Ya no pudieron dormir más.
La ama abrió el arca y dio varias cucharadas de azúcar para las
gachas. Y, el amo se colocó con una escopeta apuntando hacia la
despensa.
Al amanecer, la señora se dirigió hacia las dependencias Justicia. Esta le envió unos ministros del alguacil, que detuvieran a los ladrones.
Al amanecer, la señora se dirigió hacia las dependencias Justicia. Esta le envió unos ministros del alguacil, que detuvieran a los ladrones.
-¿Estos son los ladrones?
-Sí , dos están dentro del
pellejo. Pero aquellos dos están dormidos fuera esperando la
llamada. También son dos ladrones.
Los detuvieron a todos, de
improviso a los dos de la calle y a los del pellejo en su caldo.
Las criadas comentaban que,
aquella noche, las gachas tuvieron sabor agridulce. Pero, aún así,
se las comieron.
FIN
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