Si levantaran la
cabeza nuestros antepasados, en modo alguno se imaginarían la actual
recolección de la aceituna. Han cambiado tanto las formas y el contenido, que
se asemeja a dos fotografías muy diferentes, una en blanco y negro y otra en
color. Desde la organización del trabajo, coordinándose los miembros de las
cuadrillas entre los pequeños propietarios, pegujareros y aparceros; hasta su
recogida, transporte y transformación casi artesanal en los molinos de viga,
vapor o primeros de electricidad. Se ha pasado en los terrenos completamente
llanos a la mecanización del campo casi
completa con máquinas y vehículos de transporte ( de los mulos de carga a las máquinas que desarrollan todo tipo de
tareas agrícolas), salvo en los puestos imprescindibles como son los apuros de
los olivos; se cuestiona los tradicionales cultivos de montaña y pendiente y se
favorece los olivares de territorio llano, de regadío e invaden los terrenos
olivares en cultivo superproductivo que parece más un jardín arrayanado que un
comedido y distanciado olivar diseñado por el hombre.
La presencia de
trabajadores emigrantes no data en la comarca de la sierra desde hace muchos decenios, tal vez un poco antes en los
grandes latifundios de las tierras de la Loma , el Condado y las campiñas de Jaén. Algunos
recuerdan los primeros africanos de raza negra que toparon con la ciudad de la Mota , y despistados se
encerraron en la iglesia del convento dominico donde las monjas alarmadas avisaron a los servicios
caritativos para buscarle el alojamiento vetado, la comida de aquel día y un
trabajo, si fuera posible. Tuvieron suerte, corrían nuevos tiempos. eran pocos,
-sóolo cuatro-, gracias a los voluntarios encontraron trabajo ( uno llegó a
formar parte de la comunidad alcalaína) , alojamiento en el cortijo del patrón,
y, gracias al sudor y esfuerzo de sus manos, no les faltó el alimento y
obtuvieron los ahorros para la vuelta y manutención de su familia de origen. Se
establecía un mecanismo sencillo de contratación entre los dos protagonistas de
esta actividad agrícola, el trabajador y el patrón, casi sin intermediarios al
amparo de unas bases establecidas
salariales.
VEinte o treinta
años después, el paisaje urbano en los primeros y últimos meses de cada año ha
cambiado por completo. Envejeció la población del sector primario y se abrieron
las puertas a trabajadores extranjeros. Se abrió y se mantiene un albergue, como lugar
de permanencia y alojamiento temporales para intentar la posibilidad de contrato de
los trabajadores ( emigrantes y nacionales) que acuden a la recogida de la
aceituna. El paro aumentó en toda la comarca y la demanda de trabajo nacional abunda con creces, y más
si se tirara de la lista de desempleados. En sentido contrario, la oferta
oficial casi es ridícula por las cifras
aportadas por el SAE y son casos
aislados los que se contratan a través de esta oficina de empleo. Sin embargo
la presencia de emigrantes pretendiendo la entrada en un tajo es notoria y significativa en las calles: algunos acudieron
con sus contratos en regla y forman parte de la comunidad productiva de los
empresarios locales ya desde hace años, son los más agraciados con su salario,
alojamiento arrendado o proporcionado por el contratante, con la alimentación y
las condiciones legales derivadas de una buena relación contractual; otros se
las ven para encontrar alojamiento y
trabajo, y, salvo algunas ocasiones, disfrutan de unos pocos jornales
que les permiten malvivir en los rincones más inéditos de infrahumanidad;
otros obtendrán trabajo en las circunstancias económicas muy
vejatorias, que contrasta o se intensifica con los que no podrán ni siquiera obtener ni un día de
trabajo. Y no digamos, una vivienda y alimentación dignas. Grandes filas se intensificarán sobre los muros
de la estación de autobuses, sustituyendo a los antiguos mercados de trabajo de
aquellos tiempos cuando abundaban las clases jornaleras en nuestra localidad
junto al bar Ferreira, bares de la
Tejuela o plaza del Ayuntamiento.
Está
claro que la respuesta debe ser global como lo han puesto de manifiesto en las
jornadas Agricultura y Convivencia. Y,
gran esfuerzo realizan las
instituciones previniendo, estableciendo
y obligando a cumplir las condiciones laborales, tratando de evitar el efecto de llamada y
proporcionando un alojamiento en los primeros pasos de la contratación. Por cierto, único entre todas
las provincias andaluzas. No digamos los voluntarios de las organizaciones no
gubernamentales y de Cáritas que, al menos, no dejan en la estacada a este
flujo tan intenso de personas, por lo menos en la alimentación, en el vestido y,
en muchas ocasiones, proporcionando alojamiento en sus casas sin techo como en
Jaén capital.
Pero,
nuestros antiguos emigrantes se pregunta si España pertenece a Europa, o por
qué aquí no es una realidad lo que ellos han disfrutado en tierras extrañas y
deben disfrutar todos los seres humanos. sean del país de origen que sean. A
ellos no les faltó desde su salida el contrato de trabajo , que lo establecían
entre el patrón y empresario; disfrutaron del alojamiento vital y su salario
legal que le permitió alimentarse, mantener a la familia e, incluso, enviar
algunos ahorros que salvaron la economía nacional. ¿Acaso no hemos avanzado en
las relaciones y condiciones laborales ya inmersos en el tercer milenio? Pues,
con razón, muchos emigrantes actuales agradecen toda la ayuda y colaboración
vecinal y humana, pero siempre te apostillan. "nosotros lo que queremos es
trabajo". De ahí deriva el alojamiento, la manutención y las buenas consecuencias
del salario recibido. Ese es quid de la cuestión, sino este año será un año perdido para muchos de
ellos.
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