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miércoles, 23 de noviembre de 2016

EN IDEAL. ALCALÁ LA REAL. ENTRE BAEZA Y ALCALÁ

ENTRE BAEZA Y ALCALÁ


Hace unas semanas, visitaba nuestra ciudad de Alcalá la Real un numeroso grupo de baezanos, al frente de los cuales  venía Juan Quiles. Este buen hombre había dado sus mejores años de su misión sacerdotal por estos lares de las aldeas alcalaínas de la Sierra Sur y , por estas fechas, pastorea en la ciudad de la Loma, en concreto en la parroquia de El Salvador. Me llamaba mucho la gran atención que despertaba la atención la ciudad fortificada de la Mota para atraer a los vecinos de la ciudad de la Loma, patrimonio de la Humanidad junto la de Úbeda. Y, tras la visita, me sorprendió el grado supremo de satisfacción colectiva que había causado a todos los presentes desde los vestigios arqueológicos del cerro de la Mota hasta los edificios y monumentos de la ciudad del Valle. Aún más, proviniendo de unos defensores del patrimonio artístico de una ciudad emblemática.
Entre las paradas de la visita, mientras subíamos por Entrepuertas, surgió, sin esperarlo, el encuentro entre Alcalá la Real y Baeza. Cayó la fruta por su propio peso con el deseo de contextualizar nuestro recinto fortificado y tratar de compararlo con la ciudad baezana, precisamente al hacer una defensa del la impronta artística del mundo del arte granadino en nuestra ciudad, los adalides de la ciudad de los Carvajales y los Benavides me contraatacaron con el nombre de Ginés Martínez Aranda, natural a de Baeza. Afincado y fallecido en las tierras de la abadía de Alcalá . Y, en verdad que ante la puerta de las Lanzas, emblema de la huella de los Bolívar, maestros vascos de obras afincados en Granada bajo la égida de Diego de Siloé, era un aldabonazo que no podía refutar, por mucho que quisiera distinguir entre la influencia y el andar de Andrés de Vandelvira por tierras de Jaén y la de los maestros de obra granadinos en Alcalá la Real .

A partir de este momento la visita fue otro cantar. No sólo de pan vive el hombre, o , en otras palabras, los manantiales de las obras de Alcalá tuvieron varios veneros y algunos nacieron de sus propias entrañas. Pues, con Ginés Martínez de Aranda se dio un viraje de la influencia granadina en la edilicia de la ciudad de la Mota. Cada vez que  ascendíamos hacia el interior de la “medina”,  su huella era clara y notoria en las antiguas Carnicerías, en la propia Iglesia de Santa María la Mayor ( tercer fase y la sacristía), en la muralla del Gabán y Trabuquete, en la reforma de la Torre del Homenaje, en la desaparecida Casa de la Justicia y en mansiones del barrio de los caballeros. Inmediatamente, como un resorte, alargamos la lista de sus intervenciones en la mayoría de las iglesias locales, desde San Juan a Consolación, pasando por la de San Pedro de Castillo de Locubín, villa donde era vecino, hizo fortuna y murió. Y, para mayor abundancia, fue nada menos que el maestro mayor de obras de la ciudad que debía intervenir, informar y asesorar todos los proyectos arquitectónicos, civiles y religiosos. Además Ginés no vino sólo. Acudieron a finales el siglo XVI y principios del siglo XVII: otro Ginés homónimo suyo con apellido de Baeza; también Gabriel de Aranda, con el que hizo el puente del río san Juan en el Castillo de Locubín, y su hermano Francisco de Aranda. Incluso Ginés, arquitecto en Cádiz,Segovia y Compostela, prolongó sus frutos, en los años posteriores a su muerte,  con el gran maestro de obras de la diócesis de Jaén Juan de Aranda Salazar, nacido  también en la villa del Castillo y formado con las obras de la abadía, dominicas y municipales hasta ocupar la dirección de la Catedral de Jaén.
Compusimos entre los visitantes la primera parte de nuestro Entre Baeza. Pero faltaba la segunda parte del Y Entre Alcalá la Real. Lo encontramos dentro de la Iglesia Mayor Abacial, sin darnos cuenta hicimos referencia a la aportación alcalaína desde tiempos del rector San Juan de Ávila para el mantenimiento de profesores y estructura con el beneficio de Santo Domingo, que se recogía de una parte de los diezmos alcalaínos. No nos olvidamos ante la pantalla del testero de la iglesia abacial, donde se proyectaba las antiguas imágenes ( obra de los Mora) y el fondo de su retablo, importado de la catedral de Baeza, que el vínculo Entre Alcalá y Baeza, era el vínculo del sintagma de nuestro artículo, lo había hecho otro maestro de obras y escultor alcalaíno que había construido los retablos de su catedral y el de nuestra seda abacial con las mismas característica, Manuel del Álamo. Pero el hilo de interconexiones y colaboraciones mutuas ya no se perdió ni al bajar a la ciudad con la huella de Pablo de Rojas en su Cristo de la Columna, o el Albaicín, nuestro primer barrio y en tantas personas que han compartido una u otra localidad con su trabajo para el progreso de ambos pueblo. Comprendíamos que el mundo era un pañuelo. Y como decía su Antonio Machado, su poeta y mi filósofo en el fondo, nuestro prurito siempre se queda en la sabia cotidianidad: ¡Oh, estos pueblos!/Reflexiones,lecturas y acotaciones/ pronto dan en lo que son:/bostezos de Salomón./¡Todo es soledad de soledades, /vanidad de vanidades,/ que dijo el Eciesiastés?/









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