El día doce de diciembre, el alcalde convocaba un pleno, en el que
acudió Batmala y se prolongó más de cuatro horas. Como asunto más
importante venía fijado en el orden del día era la solución a la
crisis obrera. El paro era general, entre albañiles, carpinteros, y
la gente del campo Para todos, se buscaron fondos y obras para
solucionarlo. A los albañiles se les encomendó la tarea de
restaurar el Palacio Abacial, a los carpinteros los muebles del
Juzgado, y a los campesinos, los más numerosos, se les propuso
darles dinero y ayudarlos con la Cocina Económica.
Pero no fue este el asunto principal. Pues los ánimos estaban muy
tensos entre los católicos, que presentaron un pliego con firmas a
través del independiente Ruiz de la Fuente, en el que denunciaban
los hechos acaecidos con motivo del derribo de algunas cruces de la
ciudad y al que se adhirió personalmente este concejal a su
contenido calificándolo de atropello1.
Es interesante conocer la postura de todos los miembros que
intervinieron en el debate, porque demuestra el sentido de la
política de cada uno de ellos. El alcalde el socialista Frías Pino
manifiesta
“ soy el primero en lamentar lo sucedido y en respetar las
creencias de todos, y, por ello y por su deber como autoridad, está
haciendo las gestiones para averiguar quienes sean los autores y
ponerlos a disposición de la autoridad, pero estimo que la conducta
de los que protestan por tal hecho, les hace olvidar la doctrina de
Jesucristo, que perdona a sus asesinos”.
Los monárquicos, al frente de los cuales estaba Francisco Sierra,
cofrade de la patrona., consideraban que esta conducta no debe
tolerarse. Ante esto, Batmala manifiesta que este asunto no es propio
de una sesión municipal sino que esta cuestión no
“Esto no debe traerse al Ayuntamiento, y sí a las
autoridades”.
Frías, con su sentido de participación municipal le contradijo que
los concejales pueden traer todas las quejas que crean oportunas,
pero
“ Hay que dejar los sentimientos, puesto que esas cruces
esparcidas por todo el pueblo pueden herir los sentimientos de los
laicos”.
En un debate enconado, le respondió Sierra diciendo
“ no las han herido antes y es indudable que hay alguien que
manda y otros que ejecutan”.
Hacía referencia a la decisión de quitar las cruces de las
escuelas. Ante el alto grado de crispación, que se acrecentaba con
cada uno de los interlocutores del debate, Ruiz de la Fuente le
manifestó que sólo había traído la queja sin otro interés que
recoger lo que manifestaba el grupo de católicos. A lo que el
alcalde respondió
“Sse culpa en muchas ocasiones a quien no es responsable, pues
el otro día se dio el caso deque los mismos encargados de la
custodia de la Ermita de San Blas, se llevaban las esteras, y , sino
se hubieran visto, hubieran pagado otros”.
A continuación, intervino Esteban Gutiérrez,
“ También se hieren los sentimientos de los laicos con las
cruces, que de una manera incisiva llevan muchos firmantes al cuello
haciendo provocación”.
No pudo aguantar Sierra que le acusó con palabras indignas del
sitio. Y, el alcalde le invitó a que retirara dichas palabras y
cortó el incidente entre ambos. Sin embargo, Batmala intervino con
unas palabras que le costaron posteriormente la pena de muerte.
Siempre, con su actitud preventiva, y de no afrontar el ayuntamiento
la responsabilidad gubernativa comentó:
“entiendo que esto obedece a una dejación de las autoridades de
la República que debieron acordar el derribo de las cruces”.
Nunca se lo perdonarían. Se lo malinterpretaron y le costó la
muerte. El alcalde cerró el debate diciendo
“ lamento lo sucedido, estima que se exagera al calificarlo de
crimen, pues entiende que no hay tal, puesto que no lo han sido el
derribo de varias Iglesias vendidas por el Obispo”2.
El ambiente seguía cada vez más tenso, pues por el mes de enero,
algunos vecinos destruyeron la ermita de la Magdalena, que se
encontraba a las afueras de la ciudad.
Todo ello se enmarcaba dentro de la política nacional laicista sobre la Iglesia,
pues atacaba directamente la base de sistema educativo confesional al
decretar el cierre de los centros de enseñanza de la Iglesia, con
excepción de los seminarios, fijando la fecha del 31 de diciembre el
cese de las actividades docentes de los religiosos a finales de
¡diciembre, lo que no llevaron a cabo al no aplicarse al Ley de
Congregaciones. Pero, si esta era la postura gubernamental , como
declara Gil Pecharromán, lo que era evidente: “ La respuesta de
los medios católicos a este cúmulo de medidas secularizadoras fue
progresivamente intolerante, sobre todo en lo que afectaba a los
privilegios jurídicos del clero y su ámbito educativo(..)se
recomendaba acatar el poder civil en la forma que de hecho exista, si
bien n vindicaba el papel de la Iglesia como custodia de la más
cierta y alta noción de loa soberanía política, puesto que la hace
derivar de Dios. Pero el uno de enero de 1932, en pleno auge de la
marea anticlerical, otra durísima pastoral colectiva condenaba sin
paliativos la actuación de las Cortes, exigiendo a sus fieles
trabajar por la modificación de las Leyes, que afectaran a los
intereses de la Iglesia, y prohibiéndoles, de hecho, la asistencia
de sus hijos a colegios públicos, en los que los obispos apreciaban
la base del sistema educativo laico que estaban dispuestos a destruir
por todos los medios”3.
En le mes de febrero del año siguiente, debió enrarecerse la
situación, pues se respiraba un ambiente de desasosiego entre la
población. Los cofrades de la Virgen de las Mercedes, a instancias
de su párroco Montañés Chiquero celebraron un triduo en honor a
Cristo Crucificado y la Magdalena desagravio por todos los desafueros
cometidos contra la religión católica, las cruces, la ermita de la
Magdalena, y crucifijos en las escuela. Tuvo lugar los días del 21
al 23 de febrero, y ya no acudieron sino los labradores pegujareros
a la convocatoria de los cultos4.
Sin embargo las asociaciones mantenían sus cultos privadamente y las
celebraciones de sus asambleas y juntas. Pues , por estos años, hay
ejemplares y litografías de mantener las devociones en las casas.
1
AMAR. Acta de cabildo del 12 de diciembre de 1932.
2
AMAR. Acta de la sesión del 13 de diciembre, que duró nada menos
que cuatro horas en un debate religioso.
3
GIL PECHARROMÁN Op.cit. Pág.. 144
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