Un convenio colectivo con mediador Salvador Frías |
Entre los
últimos meses de 1931 y los primeros meses de 1932, en algunos lugares de
España la gente desbordó las pasiones contenidas durante los muchos años de
represión y se abrieron todo tipo de sentimientos libertarios. El mal llamado
problema religioso provocó el principal conflicto de la República y le atrajo un
buen número de enemigos innecesarios. Tenía razón Indalecio Prieto, cuando
confesaba: “Nos dedicamos a arañar, simplemente a arañar, y los arañazos,
siempre superficiales, suelen irritar mucho más que las puñaladas”[1].
Aconteció
cuando comenzaron a hacerse realidad las medidas gubernamentales de “en la secularización de los usos sociales, el control
estatal de las actividades religiosas, en la reversión al patrimonio nacional de una parte de los bienes
eclesiásticos y en la eliminación del clero en el sistema educativo”.
Algunas de ellas tuvieron cierto impacto
en la política local de Alcalá Es
evidente, como dice Gil Pecharromán. “La inclusión de medidas
manifiestamente anticlericales en el texto constitucional y los apasionados
debates que ello originó una dimensión excesiva a un problema que debía haberse
relegado a una regulación legal
posterior y más específica. Sin embargo lo cierto es que, contra el
parecer de muchos republicanos, el anticlericalismo se convirtió en uno de los pilares normativos del régimen,
difuminando el efecto democratizador de la legislación laicista y otorgando a
los adversarios de la
República una baza psicológica que supieron utilizar
adecuadamente”[2].
separación
entre Iglesia y Estado, promovidas por la nueva constitución. Se centraron
principalmente
En Alcalá,
también surgieron, en los últimos días de diciembre, aquellos momentos de ira
popular, en modo alguno planificados por las autoridades locales, ya que
controlaron todo tipo de violencia; además no acontecieron los hechos
lamentables como en otros muchos pueblos
y ciudades de España. Claro ejemplo fue la aplicación de las normativas legales referentes a la religión cuya
responsabilidad nunca pudo atribuirse al propio Ayuntamiento alcalaíno.
Pues Montefrío, cercana a Alcalá, el cabildo municipal llegó a enviar un
telegrama de apoyo a la separación de iglesia y Estado y confiscación de bienes
de las Congregaciones religiosas, y propuso,
en un acuerdo plenario, la secularización del cementerio, la derogación
de subvenciones para fiestas religiosas, la inasistencia de autoridades a los
actos religiosos, la limitación de las manifestaciones religiosas, fijación de
presupuesto y subvenciones para matrimonio y entierros civiles. En Alcalá, sin
embargo, no hubo acuerdo alguno sobre
estos temas. Tan sólo los concejales republicanos y socialistas dejaron
entrever cierto laicismo con motivo de algunos acontecimientos que le desbordaron.
Pues, creían que estas competencias eran propias de la faceta gubernativa del
alcalde.
El laicismo y
anticlericalismo se habían convertido
más en una manifestación privada y partidista de muchos partidos
republicanos, principalmente los radicales, que
en una postura oficial contra la Iglesia. Por eso, no era de extrañar que de ello
se hiciera eco en las fiestas populares
como las de Carnaval. Clara expresión eran las canciones populares en Alcalá la Real[3]. Y,
además con un significativo contraste con respecto a los anteriores carnavales, pues, antes de que
se proclamara la Republica ,
las comparsas presentaban, tan sólo,
canciones con letras alusivas a la grandeza de su tierra, a sus devociones, a la mujer
alcalaína, y a la pobreza. Pero no llegaba la sangre al río, porque, aunque la
forma reflejaba ciertas connotaciones filorrepublicanas, el fondo no
ofrecía agresividad alguna, sino una
autocensura sumamente contenida. Sirvan de ejemplo estas estrofas de ambos
periodos:
Cuando Dios hizo este mundo
Y, por tanto,
Alcalá,
Le dio a su
Madre bendita
Por Patrona
titular.
Por eso cuando
miramos
Con cariño a
sus mujeres
Nos parece
estar mirando
Paisanitas,
paisanitas,
Que escucháis
nuestro cantar,
No os riáis de
los obreros
Que os vienen
a saludar.
Alcalaínas
preciosas,
Burguesas o
menestradas,
Todas sois
fragantes rosas,
Todas sois flores hermanas.
..Las obreras
de la fábrica
Que radica en la Tejuela ,
Todas son si
bien se miran
Bizcochitos de
canela.
..
Por eso, en
todas las crisis
Nuestros
hidalgos paisanos
Trataron a los
obreros
Como queridos
hermanos.
Y, por eso,
aprovechando
Que estamos en
Carnaval,
Esta comparsa
de obreros
Les vienen a
saludar.
Como escasean
jornales
Y, por tanto,
el dinero
Si a cantar no se dedican,
¿Qué van a
hacer los obreros?
Paisanos, que
vuestras trojes
Están de trigo
repletas,
Mirad por
vuestros hermanos
Que no tienen
dos pesetas.
Las patatas
están caras,
Los garbanzos,
por las nubes;
El jornal baja
que baja;
Y el comer
sube que sube.
Las obras
están paradas,
Los campos, si
sementera;
Y el pan, que
está a dos reales,
Ya no lo fían
en las tiendas.
En nuestras
casas no hay lumbre,
Ni rescoldo en
el bracero;
Ni en los
candiles aceite,
Ni tocino en
el puchero.
El remendar
los calzones
Hoy nos cuesta
un dineral;
Y el tío de la
perra gorda
Ya no nos
quiere fiar.
Paisano
burgués que tienes
Billetes en la
gaveta,
Da trabajo a
los obreros
Que no tienen
dos pesetas.
Mira que te
mira Dios,
Mira que te
está mirando,
Mira que te
has de morir,
Mira que no
sabes cuándo[4].
Pero, al año siguiente, este pueblo sumamente
religioso, por su tradición abacial, comenzó a
cantar las canciones de clara
influencia anticlerical, fruto del momento en el que se vivía nacionalmente:
Unos dicen con
sotana,
Y otros que con abrigo
Y otros con
menos motivo
En la cárcel
los han metido.
Y aconteció
que esta efervescencia social hizo saltar el primer incidente, porque, a
finales del año 1931, se quitaron los
crucifijos de las escuelas, y por el mes de diciembre, Alcalá amaneció con
algunas cruces de piedra colocadas a la orilla de los caminos y entradas de la
ciudad, rotas, destrozadas y esparcidas por el suelo. Incluso, el pueblo lo cantaba satíricamente[5].
[1] PRIETO TUERO. Indalecio. Esperanzas muertas. Vol. I pág.96. y del libro de Martín Nájera, pág. 281
[2] GIL PECHARROMÁM, J.
ob.cit. pág. 142.
[3] Testimonio de Sixto León
Arroyo . Y esta otra recogida de la comparsa de la Pedriza.
Tiene mi primo una novia
Que es un primor,
con dos metros de estatura
negro el color.
Y de pechera una tabla,
Y un ojo bizco
Y por detrás nunca puedes
Darle un pellizco.
[4] MURCIA ROSALES,
Domingo Carnaval, Programa a la Virgen de las Mercedes 2004.
Pág. 122.
le han hecho miles de peñones,
para que se den los curas,
miles de
“calamochones”,
Otra vez quieren ponerlas
Y en los periódicos dicen
Que habrá temblores de tierra”
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