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sábado, 16 de mayo de 2020

UN BARRIO SE REBELA. LA CASA DE MANCEBÍA



UN BARRIO EN REBELIÓN

El barrio de los Palacios era un conglomerado entre solarines, solares, casas y viñedos, donde vivían muchos hombres dedicados del campo. Los viñedos torrontés, tinto, albariño y otros vidueños se mezclaba en el paisaje con casas que se componía de palacios, tinados, soportales y cuadras en el sentido de grandes corralones, por donde se entraban a unos cuerpos de casas  cada uno diversos y diferentes, compuestos de una o dos plantas con su correspondiente puerta y alguna que otra cámara..  Algunas calles se abrían en aquel Cerro  que se comunicaba, ya, a mediados del siglo XVI, con el edificio del Matadero, y, por otra calle con la Puerta Nueva. Unas eras ocupaban la parte central, donde en tiempos de siega, trillaban sus trigos, cebada, linos, escaña y  otros cereales. Pero, aquellos vecinos necesitaban una ermita. Constituyeron una cofradía, que formaban los vecinos de aquel arrabal,  entre ellos  fue  hermanos mayores Alonso Contador, un escribano que abogó mucho por  mantenerla y que cogió el testigo de otro que  construyó la ermita junto las eras de los Palacios. Junto a la iglesia, un pozo recogía las aguas de aquel cerro. Gracias a las limosnas de los vecinos, fue bendecida por un obispo, y se domaron ornamentos, Se decía misa todos los domingos y días de fiesta y otros días , lo que alegró mucho a esos lugares o barrios, pues  no existía ninguna iglesia. Como era frecuente, llegaban las letanías desde la Iglesia por el mes de Mayo, y por aquellas calles que subían por la Puerta  Nueva, siempre había una procesión en el día de San Bartolomé el 24 de agosto a la Iglesia Mayor. Junto a este barrio, estaba la peña Horqdada, (Hazconada, por Hazcona, lanza,  y deformada en horadada) y por una calle que venía del barrio de San Sebastían se levantaba otro barrio con el nombre de la Puerta de Santiago, una puerta poterna de la ciudad fortificada. El mismo año que llamaron al hermano mayor para que declarara los bienes de esta cofradía. Un 1568. Era el año en el que los miembros del cabildo muinicipal rondaban, un día que otro por estos lugares para levantar un edificio municipal. Los vecinos no eran hidalgos, pero  habían agricultores, letrados y curas como  Francisco de la Torre y Alonso Ruiz de Atencia. Aquellos  paseos del corregidor Gome Mesía de Figueroa, los regidores y los jurados midiendo terrenos, apostando por un lugar cercano, y  otros días,  el alarife con su cuerda delimitando el terreno, no era asunto baladí. Con la mosca tras la oreja estaban los vecinos. Entre ellos, se transmitían la noticia de algo  nuevo que perturbaba el sosiego y tranquilidad de aquel barrio nuevo. 
Un día bajó el corregidor y entabló diálogo con algunos moradores de aquel barrio semiurbanizado. Le preguntaron sobre la obra que proyectaban a escondidas  en el ayuntamiento. Respondió escuetamente.
-No está seguro su emplazamiento.
-Comentan la  mancebía- le dijo Cristóbal Gallego, un vecino escribano .
-No va mal encaminado, vecino.
-Uf, la Mancebía. Casi nada.  le respondió otro.­¿No podía ser la Alhóndiga?-preguntó Gonzalo Muñoz.
-         - Para el cabildo municipal es  una  fuente muy importante  de ingresos de sus fondos  junto con varios bienes inmuebles como casas, tiendas y cortijos. Esta es singular, y hasta  curiosa, porque puede sorprender, pero lleva muchos años, la casa de la Mancebía.


-          -Sí lo sabemos. Seule a arrendarse a un vecino nuestro  que puja por ella.


-          -No es mucha cantidad. Depende. Veamos. Lo normal era cobrar medio real por cada mujer del mundo  en el siglo XIV y en toda Andalucía.
-          -Pero es  frecuente que se sitúe  en las afueras de la ciudad a partir del siglo XVI.
-          -Sí en nuestra ciudad como en otras,  del reino ocupa las  calles cercanas a la Plaza Mayor y al mercado.
-          -Mira qué bien se encontraba  en la Alcalá,  ciudad de frontera, ocupaba uno de los arrabales cercanos a la calle del mercado. En concreto, en el denominado barrio del Albayzin. Junto a las Entrepuertas , hubo una casa, donde las mozas ofrecían sus servicios a los hombres.
-          -Curiosamente, junto a esta casa de propiedad municipal se ubicaban el hospital de pobres y muchas viviendas dedicadas a actividades artesanales: herreros, tejedores, tenderos, zapateros, sastres...-interrumpe el licenciado Matías de Cañete-  No debió ser una casa con una estructura muy firme, pues tuvieron que restaurarrla hace poco , a mediados del siglo XVI por el arquitecto Martín de Bolívar.
-           
-          - Y ahora de nuevo, quieren cambiarla, ¿ no seha restaurado hace poco?

-          Se fueron el corregidor y los regidores y marcharon al cabildo. Tenían preparado  toda la documentación, el informe de los alarifes con un breve boceto, trazas y condiciones, y ,  tras dar el voto cada uno de los regidores, se aprobó la nueva ubicación junto a la Puerta de Santiago. Los vecinos no comprendían que  qusisieran hacer este cambio. Simplemente, por la situación, la actual mancebía tenía un sitio muy transitable, ya que los mesones se encontraban un poco más abajo de ella, el comercio se desarrollaba a su lado y los viajeros debían frecuentarla con asiduidad. También  el aislamiento con la ciudad se conseguía porque el antemural y la entrada a la fortaleza ofrecían un sitio abrupto que obligaba al esfuerzo de subir  a la Casa de la Mancebía. Era, además,  un callejón sin salida al que había que accederse directamente.

-          El barrio se alteró en gran manera. Por doquier, no había momento  que no surgiera la conversación entre los vecinos. Se sentían mancillados por  aquel acuerdo municipal. No respetaba sus buenas costumbres, ni su honor. Ni los jurados se habían molestado en hacerse eco de sus quejas. Tampoco el personero les recogió su parecer en contra de sus intereses. Se negaron de plano. En rotundo. 
No querían vivir en contacto con este mundo nuevo, secreto y de no buenas costumbres. Pues la composición de la casa solía estar formada de varias mujeres dedicadas al oficio de la mancebía y varios rufianes que les buscaban los encuentros de ellas con los vecinos de la ciudad. Se imaginaban al  padre de mancebía, que debía ser un provocador de mujeres, a pesar de que  se ocupaba de que se cumplieran todo tipo de regulaciones, administrativas, fiscales y sanitarias, en un ambiente casi mistérico, donde la tabla de las ordenanzas se colocaba a las puertas. Las mujeres  se quejaban de que el padre de la mancebía las pudiera  importunar, porque las mujeres de mancebía no podía tener encuentros con las personas honestas. Veían que aquellas mujeres sufría restricciones, como  que tampoco debían tener amistad con rufianes ni vestir en público con los atuendos de las personas honestas. Se imaginaban continuos altercados con los vecinos.
Creían que era cosa del pasado. No era de extrañar que en Alcalá hubiera este tipo de oficio, pues, como ciudad de frontera, el gran número de caballeros dedicados a la guerra ofrecía unas posibilidades amplias de abrir estas casas “ sepades que a nos es fecha relación que a esa dicha ciudad e a sus términos vienen muchas mugeres del partido, las quales toman rufianes públicamente” . Y  les irritaba que sus hijos  palparan  las penas de las mujeres que tuvieren rufianes, que eran castigadas con 100 azotes por cada uno de los que se encontrare y perdida del vestido, similar era la pena para los rufianes. Y sospechaban de que  incluso la ley persiguiera la negligencia de los alguaciles. No comprendían el cambio, ya que la actual casa,  cercana a la calle de los Mesones, permitía su trasiego  hasta dichos lugares, lo que beneficiaba a los cargos concejiles como a los alguaciles que solían cobrar por permitirles el desplazamiento. Y, sin embargo, se la colocaran ahora en su barrio, tan honroso.
Movieron el cielo con la Meca, hablaron con el abad, con el corregidor y los caballeros de la ciudad. Llegaron ante la plaza del Cabildo y se concentraron ante las Casas de Cabildo  para pedir la voz de los  jurados y el personero. El intento fue vano. Pues todos esquivaban el asunto, ya que  se veían implicados en mantener los privilegios. No tuvieron más salida  que acudir al rey.
-Vamos, no nos amilanemos. Protestemos ante la Justicia. A la Chancillería de Granada-lanzó esta voz Antón Monte.
-A la escribanía de Alonso de Jamiena. 
-Está abierta- Le replicó su mujer. le replicó Alonso de Jérez.
Era el 21 de marzo de 1568. Y aquel día solo pudo intervenir un pequeño grupo, una pequeña comisión que solicitó los servicios de este escribano. Le dieron los nombres de sus procuradores.
-En Granada 
-Alonso del Castillo- le respondió el tejero Hernán Sánchez de Huelte.
-El de Alcalá-preguntó el escribano.
-Martín de Santisteban- respondieron  a la vez Francisco Serrano y Francisco Muñoz.
-¿El asunto?
-Un poder para que que nos defiendan de los atropellos. No nos queda más remedio. No podemos  aceptar que el ayuntamiento haya hecho señalamiento, junto a la Puerta de Santiago, para hacer y edificar la Mancebía Pública.
-Ponga, ponga "junto a nuestras casas con gran daño y perjuicio"- añadió Antón Monte.


-Hecho. Escribo ahora las fórmulas de rigor. Todo el poder que le concedéis para la defensa, con todo tipo de justicias, buscar testigos, hacer alegaciones, recabar provisiones y apeñlar si fuera necesario.



-Que firmen los testigos. Ninguno de vosotros.
-No, aquí están Diego Sánchez, Juan de Montiel y Andrés Triana.
Salieron y se lo comentaron al resto de los congregados. 
Antón de Monte, muy envalentonado hizo otro poder  por su cuenta. Y, al día siguiente, otro grupo de gente bien los curas, el hijo del escribano Cristóbal Gallego, Bernardo Pérez de Herrera, el licenciado Matías  de Cañete, nada menos que jurista, Cristóbal Pérez de Luque, Diego del Pozo, Antón Gutiérrez el Viejo, Luis García de Saeta,  Cristóbal Sánchez, yerno de Aguilera, Juan de Gámez, Juan Torrrs y Pedro Gonzñález  Pesues firmaron un similar documento de poder  para que no se edificara ni hiciera la casa de las Mujeres Mundanas en el sitio nombrado y deslindado. 
Y tuvo sus consecuencias y sus buenas noticias.

Pues, aquella casa reformada, pasó a un solar de la calle Cava, a las afueras del recinto fortificado. Un año después,  en 1569 . Tampoco agradó el lugar a los vecinos, porque  por último  se ubicó  en las afueras de la ciudad junto al Molinillo. Hubo reyes que mantuvieron esta merced al cabildo, pero, a principios del siglo XVII, desapareció de acuerdo con la nueva moralidad de la época. En el Albaicín, la casa de la Mancebía se quedó hecha escuela de niños, más tarde un corralón  y un gallnero. La de la Cava, al ser arrendada, quedó en manos de su propietarios. Y la del Molinillo duró hasta nuestro días en las afueras de la ciudad. Unas veces, por la Tejuela; otras por las carreteras. 
ESTE RELATO CORRESPONDE A TRES  DOCUMENTOS DE PODER ANTE ALONSO DE JAMILENA , 21 Y 22 DE FEBRERO DE 1568 POR LOS VECINOS DEL BARRIO DE SAN BARTOLOMÉ Y PUERTA DE SANTIAGO.

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