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domingo, 10 de mayo de 2020

CAPITULO III . LA MOTA NO SE VENDE. POR EL RASTRO Y ARRABAL VIEJO,


            Se dirigió la comitiva por el parque del Arrabal, entre murallas y jardines. Y se pararon en los cimientos de la puerta Martín Ruiz , donde se hallaba la callle de  las Escaleruelas de Santo Domingo. Bajarona al camino de san Bartolomé, la Carrera de los Caballos nueva.  Al otro lado de la muralla del  Arrabal Viejo, estaba el Rastro, lugar destinado para vender la carne al por mayor. Desde allí se edificó una calle en 1576 hasta el Matadero y desde allí se dirigía otra  a la Puerta Nueva. Además, otra, en forma de anillo y foso,  iba  desde la puerta de Martín Ruiz hasta la de Santiago  y continuaba  pasando por el Rastro. Antes de que exisitiera el matadero, el cabildo alquilaba una casa para peladero de puercos. Este matadero se realizó, en los primeros decenios del siglo XVI, la mayor obra en 1556. Todavía quedan sus cimientos y caja de estanque en una de las fincas de olivar del arrabal. Se componía de un corral cercado, donde en un gran patio se recogían los ganados, provenientes del Corral del Concejo, situado a las laderas de los Llanos,  para sacrificarlos antes de ir a la carnicería, patio al que se accedía por un portón o portada , y se encontraba con algunas galerías de arcos para protegerese de la intemperie,   empedrado y con un pozo en su interior junto con casa de encargado.
Este lugar anterior al Arrbal Viejo fue muy destacado históricamente, pues el rey Alfonso en el 20 de diciembre del año 1340 inició la conquista de Alcalá de Aben Zayde por allí. Como era la parta más baja, `por este motivo arrimaron sus jefes las ecalas a la muralla. Sabemos que los moros la defendieron con entereza. Pero, muestra de que debía ser el flanco más debil fue horadado por varios lugares y entraron por los huecos hasta alcanzar el arrabal Viejo hasta el pie de la Torre de la Cárcel . Como el día de la conquista se celebraba por  la iglesia católica la festividad de   Santo Domingo de Silos, en honor a él se tranformó la mezquita del barrio en la primera iglesia cristiana. La  reconstruyeron posteriormente,  y tranformaron en una iglesia mudejar.
El jequeal escuchar mezquita, se interesó mucho más sobre ella. Y le pidió  al guía que baundara sobre el tema.
-Fue mezquita, y luego iglesia. ¿Qué cambio! Hubo más cosas. Cuénteme.
- Claro que sí.-interrumpió el guia y le endosó esta disertación: Fue una antigua mezquita, como se transmitió a través de los textos y litografías documentales, donde se ubicó esta iglesia en honor a Santo Domingo de Silos por coincidir la fecha del santo con la de la conquista del arrabal el 20 de diciembre de 1340. Se accedió a ella, desde la ciudad fortificada a través de la calle Postigo y la descendida de la salida del Cañuto; desde las afueras a través de las calles que partían de las puertas de Martín Ruiz, Arrabal y Granada. Estaba colocada en la ladera suroriental del cerro de la Mota formando una plazoleta que rodeaba una baranda convertido en un excelente mirador, donde se alojaba un pozo.

Actualmente ha sufrido una fuerte degradación esta iglesia gótica mudéjar, a pesar de las muchas intervenciones de la administración central y autonómica en los últimos cuarenta años. Fue adquirida recientemente por el ayuntamiento alcalaíno en 2006 al Obispado de Jaén.

RASTRO

Presenta un conjunto de estructura compleja y edificado en varias fases. De estructura basilical, con tres naves en la planta rectangular, la cabecera plana en las naves laterales y cuadrada, algo desviada, en la nave central a manera de ábside que constituye la capilla mayor cubierta con una bóveda nervada y dividida en dos tramos, que se repite en la antigua del baptisterio. En el resto de las naves, se colocaba una armadura de madera sobre pilares cuadrangulares para sujetar los arcos ojivales formeros con diferencia entre la nave central y las laterales.  Es de piedra de cantería bien labrada y cortada con sillares sin ladrillo y tan solo revestida por algunos lugares con adornos mudéjares. Además de la iglesia tiene adosadas la sacristía de 6.70 x 6.20 metros, antesacristía 6.70 x 4 metros, las dos de planta rectangular y una torre, las tres de estilo renacentista y construidas por el abad Maximiliano de Austira a finales del siglo XVI. Destacamos las medidas fundamentales de su planta de 33.50 de largo y 22.50 de ancho; la torre de 4.30 metros x 2.50, la capilla mayor trapezoidal, con los lados de 5.80 metros, 6.70 y 6.30. De entre las cuatro fachadas, la meridional es la más importante y está dividida en tres tramos y se abre con la portada   de arco apuntado de centros interiores, algo abocinado, muy sencillo y flanqueado por una archivolta.            Prácticamente, desde 1936 ha venido decayendo hasta su abandono total de modo que solo se mantienen los elementos de soporte, los muros y algunos pilares y arcos, pero, al menos, puede describirse su interior. En el ala de la epístola, existían las capillas del Resucitado, con retablos de la Anunciación y Santa Catalina, la de Santa Ana, y entre esta y la de la Asunción coronada por los Ángeles con santa Catalina y san Roque, la lápida dedicada al vicario gobernador Gil Fernández por el abad Diego de Ávila con motivo de su muerte en 1570 Een el frontal con adornos mudéjaesr la capilla de Nuestra Señora de la Antigua y el retablo de Ecce-Homo y un Cristo En el ala del Evangelio, la capilla del Bautismo, la del  retablo de la Circuncisión y las tablas que se conservan en el retablo recompuesto  de la capilla del Sagrario de la iglesia de las Angustias, y la capilla de Santa Lucía,. En la nave central estaba el retablo de Santa Catalina y destacaba, sobre todo el retablo de la capilla mayor, donado por el cardenal Mendoza y ejecutado en parte por Juan Ramírez, cuya tabla central se encuentra en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Angustias y el resto se vendieron o destruyeron conservándose algunas en casas particulares o de anticuarios.Como sede parroquia, a cuyo cargo estaba un párroco ayudado de varios sacerdotes y capellanes, disfrutaba de beneficios abaciales. Entre sus capellanías y cofradías destacaban la del patrón y la de Nuestra Señora de la Antigua. 



                  



















 Al Rastro se llegaba también desde  el arrabal de san Bartolomé por un camino empedrado y desde el Arrrabal Viego por una puerta, llamada del Rastro,  y anteriormente por la de Zayde que se componía de varios arcos restaurados en 1556. Esta comunicaba con él y con la la alhóndiga, donde se comercializaba el trigo, el vino y el aceite, una especie de lonja muy famosa y necesaria, que se insitituyó en tiempos de Felipe II para controlar el precio y el abastecimiento de los principales alimentos. Era uno de los muros menos consistentes de la ciudad, porque tuvo que ser reconstruido en 1591, y además fue el sitio por el que conquistó la fortaleza en su primer momento. Si nos remontáramos al  final de la época musulmana y a los primeros años de la conquista,  por este lugar la muralla tenía poca altura y favoreció a que se introdujeran las tropas de Alfonso XI hasta llegar a la torre de la Cárcel. Más abajo y junto a la iglesia de san Bartolomé, se extendía la carrera de los caballos, donde los  hidalgos alcalaínos se ejercitaban con sus caballos para la guerra, y para  los juegos de cañas, que celebraban en la plaza. El camino fue arreglado, a principios del siglo XVII, y formaba una empalizada, que  remataba sus lados con alghunos marmolillos.
        
            Señalaba  el guía  la majestuosidad de la Mota, el recinto inexpugnable, sobre la ernorme roca, que avanza hacia el cielo como un buque rompedor y, al mismo tiempo, caballeresco. Comentaba que se había destruido gran parte del borde de aquella mole, así como algunos lienzos de muralla, la barbacana y su puerta que daba a la torre del Homenaje, las casas adosadas  a las peñas., a pesar de que estaba prohibido de que las casas se adosaran por delante o por detrás a la muralla. Impresionaba a los presentes, el cielo azul en la parte más alta del éter, la silueta de la  roca y de la muralla, y, el verse rodeados de ese fondo en un nuevo paisaje de jardín  bien cuidado. Le preguntan sobre las puertas de la ciudad, y, al inistante, responde. Que se llegaba a ella por el camino de la Corte o el de Córdoba, por la puerta Tejuela; si se venía de Granada por los Álamos o por la Cesta del Cambrón,. Y se venía de Córdoba por San Bartolomé y Santiago.
            -  Eran siete, más otras dos que permitieron abir los Reyes Católicos, la Nueva, y la de los Álamos    , tenían  una función esencial del control de los pasajeros. Muchas veces, impedían la entrada en tiempos de peste o epidemia, simples razones sanitarias. Bastaba que avisaran de Granada, el presidente de la Chancillería, para que colocaran puestos de guardias en ellas, Se limpiaran las calles, se fijaran carteles de ciudades apestadas, y , en la misma puerta, se encendiera una vela, de noche para iluminar su acceso e  impedir que entrara cuaqluier persona, Esto se cumplía a rajatabla, y rara fue  la peste que ocasionó  muertos en la fortaleza alcalaína. Podemos decir que se salvó  en casi  todo el siglo XVI, XVII y XVII, XVIII salvo algunos muertos aislados de extranjeros, forasteros o vecinos del campo. No fue esta la incidencia en el siglo XX, donde, a pesar de que se reforzaron las medidas  preventivas, hubo una en 1835 otra en 1885, que ocasionaron centenares de muertos, enterrados en la misma Mota, convertida en cementerio por aquellos tiempos. En otras ocasiones, se cerraban  para impedir  cualquier ataque imprevisto de los enemigos musulmanes o franceses  en tiempos de guerra o, de algún que otro monfí o bandolero en tiempos de paz.     
           
 - Sería interesante que nos comentara  quienes eran estos personajes. Interrumpio el jeque.
Ambos responden  a los últimos supervivientes de las guerras, que se  echan a estas sierras subbéticas  y se dedican a saltear cortijos,  otros se agrupaban con los evadidos de la justicia y campaban en libertad sin sujección  alguna a ninguna autoridad. Los primeros, que los hubo, fueron perseguidos por los años ochenta del siglo  XVI, por las  auoridades- el corregidor, los regidores y guardas de campo- tras las guerras de los moriscos en  varias ocasiones; los bandoleros,  solían recorrer las sierras de Frailes, el  Castillo de Locubín y San Pedro, siendo perseguidos por las autoridades, sobre todo en el siglo XVII y XIX. Tuvieron  unos  epígonos tras  nuestra reciente guerra civil los que algunos malllamaban la gente de la Sierra, más bien fueron maquis donde dos partidas destacaban  por encima de tod, . la  de Cencerro y Hojarsquilla. Pero esto es otra historia que no me puedo detener. Volviendo a las puertas, cuando la Mota ya se hallaba casi abandonada, las  únicas que servían era la Peña Horadada, para controlar la salida de los campesinos al laboreo por la Mota,  y , en la nueva ciudad la de los Álamos y la Fuente Tejuela, luego la de las caserías de los Valencias o la Cruz de los Moros.
-¿Se mantuivieron siempre con el mismo nombre, y las mismas puertas con la utilidad qe comentas?
-Depende, en 1582, era muy importante la de la Peña Horadada, para todos los barrios del derredor de la Mota, San Sebastián, San Francisco, San Bartolomé y para la salida del campo; la del Aire, perdió algun presigio por los pocos vecinos del Bahiondillo, también llamada la puerta de Santiago, otras fueron la que  se denominaba la  Puerta Nueva por el nombre de la muralla, Y alguos llegaron a a dar un nombre a la Puerta de la Mancebía  que presentaba le primer cerramiento de los barrios del Albaicín y Entrepuertas.

-Y¿la que nos comentaste como Nueva?
  Estaba situada en la muralla de Santiago, se accedía a ella por una subida , que protegía un revellón, u obra exterior que la defendía a ella y a la fortaleza. 
 -Me cuenta que, por la Puerta Zaide exitía una mina que enlazaba la Mota y el cerro de los Llanos. 
-Pura Leyenda. Compruébelo. A los pies de la torre de la Cárcel Real. 

-La última vez que me recordaron el nombre de La Mina fue con motivo de una  conducción de agua que bajaba al Cuartel de la Guardia Civil- interrumpió el alcalde-. Se había agotado aquel canal de agua y los miembros de la benemérita, larmados me pidieron ayuda en mi servicio municipal. Y ahondé en los derechos adquiridos su historia. La mina había sido vista por mí, de pequeño, y mis abuelos me habían contado miles de historias. La mina se ubicaba en la falda del nuevo barrio que había nacido en tono a las calles de Moreas de Gamboa y Tal de Arroba. La orientaba un cronista hacia el occidente del barrio de las Cruces, moteado de blancas  cruces. Pero realmente se hallaba en dirección sur, en la ladera de los peñascos de la linde majestuosa de los Llanos, hacia el promedio de ese cerro, que como decía este insigne personaje “a cuyos pies tiene Alcalá su caserío, abre su boca una mina, cubierta  de zarzas y tomillos, cuya senda tortuosa y estrecha, descendiendo con el declive de la ladera, 


parece como que va a perderse por bajo de las primeras casas enclavadas en sus faldas”. 

-Pero continue,  guía.
-Hubo un antepasado que me comentó las célebres brujas cerniendo higos que se transformaron en personajes provistos del espíritu de la hechicería; otro me comentaba que a un familiar suyo aquella hechicera lo había dejado encantado y no daba respuesta a nadie; algunos se remontaban a los tiempos del principio de la Edad Moderna y comentaban que allí acudían y se refugiaban los duendes que acudían por la noche a la Mota, a la casa del Miedo; más consistencia tenía el hecho de que esta mina había sido refugio de los monfíes cuando acudían a  asaltar a los arrieros y sus recuas en su paso desde la Campiña a Granada; dicen que un pariente mío vio algunos bandoleros de la Sierra de Ronda esconderse en aquella Mina para despistar a los alguaciles y caballeros de la sierra que le seguían los pasos. Con mi padre, me acerqué una vez al hueco de aquella mina, pero, lleno de miedo, no me atrevía a bajar al fondo de aquella oquedad y nunca pude descifrar su misterio. No sé si allí había tiestos de vasijas o restos de fuego, ni jergones de paja, ni nada de nada. Pero un amigo de mi niñez M. el Pacuco, nos condujo en una día de batalla infantil entre barrios alcalaínos. Se introdujo entre sus matorrales, buscando el palacio de oro, que le había comentado su abuela, lleno 
de estalactitas y estalagmitas, para descubrir la presencia de una reina de hadas sentada en el trono de marfil, que había salvado del hambre a un niño pobre del barrio del Arrabal. Fue el único que se atrevió a avanzar con una caja de cerillas,  cerillas actuales, y un pedernal por si fallaba la cerilla y estopa. Le acompañaba el amigo Toni Sánchez, con una capacha de su padre portando todos aquellos elementos incendiarios  y una vela. Lo esperábamos sentados bajo un almendro; y se nos hacían los minutos horas, y a ellos semanas. Al principio sentíamos algún que otro alarido y grito, pues parecían que topaba su cabeza con alguna piedra imprevista de la bóveda natural de aquella oquedad circular. Al fin, los vimos salir. Nos abrazamos. Andamos con un azogue especial, para preguntarles muchas cosas. Ávidos de conocer muchas historias, de contemplar los tesoros escondidos. Nuestra primera pregunta consistió en si habían visto a los hombres de piedra, aquellos liliputienses de que habían poblado las entrañas de la tierra, si les habían quitado las hachas de sílex. No nos daban satisfacción alguna, solo los harapos 
y zancajos de sus ropas se nos presentaban a nuestra vista. Dejando aparte estos seres, le preguntamos ya por historias de moros y cristianos. 

-Escucha, señor, señor,

-Bueno, que no habéis visto nada.

-Pero mi padre me dijo que leyó sobre un pasadizo que desde aquí llegaba por debajo de tierra a otra mina del pie de la torre de la Cárcel Real.

-Cuenta, cuenta, hemos visto una oscuridad.

-Te cuento: Sabes las veces que hemos entrado  por esa mina en el torreón de la Mazmorra, que se yergue como torre barbacana de la fortaleza de la Mota.


-No es la Mazmorra, es la Cárcel Real. Sigue.

--Claro que sí. Allí, hay un hueco similar, oscuro. Lanzamos piedras  y suena el agua y retumba en su fondo.


-Pues, entonces me confirma la leyenda de la Mina. Aquella que hicieron bajo tierra en tiempos de los cartagineses, la utilizaron los romanos y no nos extraña que los visigodos se escondieran.

-Más que camino oculto subterráneo que arranca de la mazmorra, de la Carcel Real con mis perdones, es un escondrijo o guarida de animales.

-Déjame, que prosiga. Desemboca en el Cerro de enfrente, tenlo por seguro, bajo un peñón. Fue obra humana.  Pasaron los tiempos, y quedó en el olvido, como si fuera 
un túnel sin fondo. Algunos intentaron atravesarlo por curiosidad, sobre todo, algunos muladíes para salvarse de las garras de otros musulmanes. Pero no pudieron volver. Lo que te puedo asegurar es esta historia.

-Dime cual.

-En 1340, Alcalá se encontraba asediada y cercada por las tropas de Alfonso  XI. No podían salir sus moradores de la fortaleza para enviar misivas al rey granadino. Entonces el alcaide Ibrahim cayó en la cuenta de que existía este paasadizo comentado en muchas ocasiones por los ancianos del lugar. Convocó al pueblo en el patio de armas de la torre del caid. Allí les pidió que necesitaba un hombre valiente para que asumiese una hazaña especial. Tenía que avisar al rey granadino que estaban cercados y debía acudir en su ayuda. Se ofreció Tayre. Era un hombre de espíritu inquieto, capaz de todo como un adalid castellano, un auténtico almogávar, osado, de mediana estatura, su guardia personal, y también arquero distinguido; no necesitaba altura para hacer muestras de su valor. El alcaide lo llamó al aposentó de su palacete y le desveló que existía un pasadizo que nacía de la mazmorra y moría en las Torres Bermejas, a quinientos pasos de la cuartel castellano, a través de aquel conducto debía pasar por el camino de Guadix, y de allí avisar a las tropas granadinas que estaban cercados. Tayre no dudó, no podía soportar más la humillación que sufrían de parte los cristianos, los padecimientos de sed y hambre durante tantos meses de asedio. No se lo pensó dos veces, se hizo de una lucerna de bronce y de una antorcha, se introdujo 
por la sal de la mazmorra de la torre de la Cárcel Real, y, logró atravesar aquel pasadizo. Llegó a la corte granadina, donde fue recibido por su rey. Pero, de nada le valieron sus lamentos y dotes de persuasión. No recibió respuesta alguna. Volvió a su tierra, con la callada como respuesta. El rey no tenía tropas de refuerzo en aquellos momentos, porque estaban dedicadas a cubrir otros flancos. Ante el alcaide alcalaíno no hacía sino lanzar improperios contra su rey. El rey convocó al pueblo y no les dio más opción que entregarse a las tropas cristianas. Unos meses después, un grupo de ellos se avecindaba en Moclín y otro en el 
Norte de África, donde recuerdan el nombre de Said en algunas aldeas del Atlas.Nos contaron que los rasguños recibidos no eran sino fruto de haberse arrastrado 
como cangrejos y los descosidos de pantalones y camisas se los había causado la estrechez de la parte final. Desilusionados, decían que ni la esfinge ni la sibila de Cumas habían salido a su encuentro. Tan sólo al final se contemplaba una profunda sima que goteaba y formaba un pozo de agua. Pero, de ahí que hubiera un pasadizo era otro cantar.

-Probablemente, el emisario del alcaide Ibrahim buscó otras salidas de la fortaleza asediada, la puerta poterna, la Peña Horadada… O se vistió de cristiano para evadir la vigilancia de los asediadores -se dijo el otro guia muy alicaído por su vano intento.



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