TOTAL DECADENCIA DE ALCALÁ LA
REAL EN EL PERIODO FINAL
Total
decadencia
Muy relacionada con la contribución de la Corona está la relación
entre los ganaderos y la nuevas roturaciones de los montes, y los donativos de la ciudad, por lo que
significaba de pérdida de terreno para sus pastos.. Durante este periodo, son reiterados los
ejecutores de las cuentas de los arbitrios de tierras, no se detiene las sus revisiones, compromisos, concordias y conciertos para apañar donativos, los aplazamientos y
alegaciones para librarse de las imposiciones y de gastos de la Corona. Por un lado,
la ciudad estaba atosigada y no podía afrontar muchos gastos ni servicios,
tratando de prorrogar el recudimiento de las cinco mil fanegas de tierra concedidas en los años veinte del siglo XVII,
las mil fanegas de Orduña y las tres mil fanegas de tierras nuevas. Por otro
lado, la Corona
enviando jueces, fiscales, órdenes reales, despachos de veredas y todo tipo de
medidas coercitivas para poder conseguir sumas de dinero para afrontar los gastos
nacionales de las guerras de Italia, Flandes y Francia. En el año 1682, con la
culminación de la peste, la síntesis de la situación no era otra que el
endeudamiento de la ciudad por el
terremoto, falta de cosechas, los temporales, las prevenciones de la
peste y ayuda de los puestos comarcanos, que
“a esta ciudad
la han estrechado que están sus vecinos tan pobres que no tienen para pagar lo
que deben y lo que más le ha estrechado es la baja de la moneda que no había
medios ni para despachar comisarios (Cf. 30.1.1682) “
En el 1684, las epidemias, los continuos pagos de
los censos y las malas cosechas y calamidades por el contagio de la peste del
Castillo dieron lugar a que el rey Carlos II concediera una moratoria de seis
meses ya que no se le podía pagar a los acreedores y el comercio se había
prácticamente anulado. Debió ser un período muy negativo para la vida alcalaína
los siete años que van y se extienden del 1677 hasta 1684[1],
e, incluso todos los anteriores, donde abundan las concesiones de oficios y
artesanos y solares de casas rurales a personas que no podían pagar los
exámenes ni comprar ni alquilar solares.
Un cierto
renacimiento
No obstante, hubo en estos años finales del siglo,
corregidores que lograron ser muy aceptados
por la población y, gracias a su gestión, se mostró un renacimiento de
la ciudad en medio de este reinado tan acuciado por las imposiciones, peste y
miseria. Fernando de Cea y Angulo,
gentilhombre del rey y, posteriormente corregidor de Jaén, donde tuvo que soportar
algunos problemas, Pedro de Ariz y Manuel Hurtado de Mendoza destacan en este
tiempo hasta tal punto que se asiste en
la ciudad a un sentimiento de auténtica renovación calificada de edad de oro. Parecía como si el uso de
señoría y las insignias de la ciudad
(mazas, escudos, cordones, sobremesa y
el dosel) quisieran acompasarse con la nueva situación y se
confeccionaron de nuevo de plata y damasco, porque las anteriores de
madera y se habían quebrado (Cf. 23.8.1675).
En 1673,
Jerónimo de Angulo propuso un nuevo sistema de arrendar los catorce cortijos y
hazas municipales, al mismo tiempo que no se delegaran en personas subsidiarias
los empleos del síndico ni de padre de menores, alcaldes ordinarios, u otras
delegaciones y alguaciles mayores. Un año después, en esta misma línea de
autonomía municipal frente a la figura del corregidor, es el acuerdo en el que se exige el nombramiento de los seis
guardas de la ciudad por los regidores, abandonando la misión que tenía de
ministros de la justicia, que entregaran las medias varas y los escudos de la
ciudad y no se les permitiera ir a
caballo, que era solo facultad del síndico procurador del campo, cargo que
recaía en los regidores por sorteo.
La Pax augusta
de Ariz y Yanguas y Manuel Hurtado de Mendoza: el nacimiento de la Feria de Septiembre.
Los documentos
califican este período e los años
ochenta y noventa como pax augusta
por la resolución de varios contenciosos con el estamento eclesiástico y con
cierta estabilidad económica al resolver ciertas imposiciones. Tuvo lugar esta
situación gracias a la colaboración de estos tres corregidores que mantuvieron
sus buenas relaciones con la
Corte : Cea y Angulo, Pedro de Ariz y Yanguas y P^rietoy Manuel Hurtado
de Mendoza, que gobernaron Alcalá en los años finales del reinado de Carlos II.
En tiempos
del primero, el antiguo litigio entre la jurisdicción abacial y civil se plasmó
en una provisión real que logró la concordia entre los dos cabildos el 24 de
septiembre del 1675 y la marcha del abad San Martín hacia el obispado de Toledo
permitió unas nuevas relaciones con el abad don Pedro de Toledo. Las calzadas,
los caminos y los puentes tuvieron importantes renovaciones como el del camino
hacia Valdepeñas en el puente del Castillo (Cf. 7.1.1676). Se le debe el
traslado definitivo de las carnicerías
de la Mota
hacia el Llanillo, donde se ubicaba la arteria comercial de la ciudad y se
plasmó el actual diseño de la ciudad de Alcalá, pues supo superar la división
de los regidores como constatan estas palabras:
por el mayor
servicio de Su Majestad y más conservación de vecinos, respecto a aberse
totalmente arruinado los barrios de la
Mota y barrio de Santo Domingo, en los quales avía más de mil
vecinos, y, oy no permanecen en ellos catorce vecinos, sin aver casas y donde
puedan avitar otros. En Barrio de San
Bartolomé, Peña Horada y San Sebastián, que están contiguos a los dichos barrios
de la Mota y Santo Domingo, en los quales su merced está informado, no vivían mas de trescientos, y oy no quedan
cincuenta casas ni casas donde vivan, porque
las que avían se an caydo y no ay más de los asientos de solares y
aberse ido abajo y estaba toda la población en la calle del Llanillo y demás
barrio como es público.
La medida era un acto consumado, porque el abasto de
la carne ya prácticamente no se hacía en
la fortaleza de la Mota.
Pues los vecinos no subían a ella por la aspereza del terreno
y compraban en las casas de particulares, sobre todo, los eclesiásticos,
incluso a mayor precio para evitar acudir tarde a los tajos. Si a esto añadimos
el deseo de trasladar la cárcel pública a la parte llana por falta de
seguridad, la sentencia de la
Mota estaba firmada y se consumó en los primeros años del
siglo XVIII. Además, se había permitido la tienda de carnicería de Lucas Romero
que años después comprará la ciudad. Como medida de transición se mantuvieron dos Carnicerías, la de la Mota para los que subían a
pagar la
Colectudería Abacial y para los vecinos de aquellos barrios, y la
de Lucas Romero adquirió carácter oficial, porque en el Llanillo donde se
recogían los trabajadores para las labores del campo y se conseguía que los
trabajadores llegar a tiempo (Cf. 14.4.1676).
Aunque tuvo algunos problemas de abastecimiento de
carne supo solucionarlos. En su tiempo
se prohibieron las licencias de
albergues, chozas, y casas en el campo por las muchas que se habían concedido.
La relación de este corregidor con la
Corte favoreció muchísimo a la ciudad en varios litigios que perduraban de tiempo atrás: la
contribución a los tercios militares de los dos reinos de Granada y de Jaén,
quedando restringido en la colaboración al pago el tercio provincial de Jaén.
El corregidor
Ariz fue uno de los más emprendedores en la renovación
de la ciudad. Trasladó la
Fuente de la
Mora baja a un sitio más idóneo de la calle Real, porque
estaba inservible y era necesaria en el abastecimiento de los vecinos y del
ganado. Para ello se valió de las monedas de molino recogidas en anteriores registros. Cambió algunas arquetas como la de la imagen
de la Virgen
de las Mercedes reutilizando los antiguos materiales. El convento del Rosario,
centro neurálgico de su barrio, recibió ayudas de 50 ducados para finalizar la
capilla mayor, que levantaba la cofradía del Dulce Nombre de Jesús y la
sacristía que daba a la calle Llana. Mostró en su tiempo un sentido racionalista en el diseño de las calles. Los caminos, calzadas de
entrada de la ciudad recibieron un fuerte impulso de renovación. Era consciente
del valor estratégico de la zona alcalaína, que motivaba el arreglo de muchos
de ellos, el de Granada, Bramaderos, Córdoba, Frailes, Noalejo, Puertollano:
el puente del camino que va a Córdoba y
barranco Moriana ,que es el paso más principal de Andalucía y benida a esta
ciudad y a la de Granada sin aber otra parte para el comercio
Su vivienda en la Mota definitivamente se trasladó a la casa de don
Rodrigo de Sotomayor en la calle Real, por muchos años la sede del
corregimiento, y lo mismo hizo con las carnicerías que se establecieron primero
en el Llanillo y posteriormente en la calle Real.
La ciudad
completamente arruinada y endeudada por la peste, los años de sequía, la baja
de la moneda y la falta de comercio durante siete años, necesitaba una
operación de saneamiento de la hacienda local. La Mota estaba completamente
despoblada y no había más que cuatro o cinco vecinos. Los corredores de la
plaza se encontraban convertidos en pajares para las cabalgaduras de los
regidores. Los pocos vecinos de los arrabales de san Bartolomé y Peña Horadada
abandonaban sus casas y solares y en los solares de la nueva ciudad edificaban
nuevas mansiones con los materiales reutilizados. Sus edificios como el
matadero se encontraba en similares condiciones. Este era el panorama de la
peste del año 1682:
ha obligado a dejarse de cultivar muchos sus
campos que era el fruto único con que se mantenían los naturales, por lo qual
dejan sus casas y se ban a otras probincias como se ha reconocido en la ruina
que desde dos años a esta parte se hallan en barrios y calles, acortándose el
número cada día, pues en el de la
Mota que había 350 vecinos an quedado cuatro, en el de Santo
Domingo de sesenta han quedado catorce o quince, en de rastro de sesenta y cien
sólo han quedado doce, en el de san Bartolomé y Peña Horadada de ciento cincuenta
o ciento sesenta a dieciocho, el de san Sebastián de cien vecinos han quedado
veinticuatro, el de san Blas, Cava hasta la Cruz de Piedra, en la Cava de ciento sesenta a
treinta, y en de la Cruz
la tercia parte de los que había, sin otras muchas casas arruinadas y dejadas
perdidas del todo, lo que no llega el número de los perviven en esta ciudad,
entrando pobres y biudas a 1500 vecinos, quando se regulaba tres mil.
A la peste se le
añadió la carestía de trigo y llevó a cabo una serie de medidas secretas para
la compra de trigo y registro entre los labradores y eclesiásticos, impidiendo
su venta a forasteros, logrando que la
ciudad no pasara las calamidades que en otras ciudades se estaba percibiendo.
A finales de año, por el éxito de sus acciones consiguió
arrebatar a los labradores que vendían trigo a forasteros dos mil fanegas, evitando el alboroto y
ruido. Y a estas calamidades se amontonaban la falta de liquidez del
ayuntamiento que tenía sus bienes embargados e hipotecados por los gastos de la
peste que alcanzaba cuatro mil ducados en el Castillo, la mala cosecha de siete
años ininterrumpidos, la deuda de los arrendamientos de
tierras que alcanzaban los ochenta mil reales, la falta de comercio y granjería
por no poder recoger los frutos con motivo de la peste de 1682, las continuas
acciones represoras de ejecutores, jueces y receptores de la justicia que
venían a la ciudad para cobrar los retrasos de los arbitrios e impuestos. Las
tierras roturadas que hasta ahora solían cubrir muchos gastos extraordinarios
habían sido abandonadas y era muy importante el número de suertes de tierras
que estaban sin arrendar. Excesivo precio
alcanzaron algunos productos básicos como el pan, el aceite y la carne,
poco a poco logró que se establecieran precios más moderados, en 1684 la
panilla de aceite consiguió bajarla de 22 maravedís a veinte, la carne de
carnero a 17 cuartos y la de vaca a once cuartos. Los frutales y hortalizas de
los forasteros que acudían a la ciudad se regularizaron por falta de medidas de
pesos.
En la peste destacaron varias medidas de prevención
y restablecimiento económico entre las que sus gestiones con el presidente de la Audiencia de Granada
consiguieron el restablecimiento del
comercio con Granada. El Castillo de Locubín
pudo contar con los medios y recursos necesarios ante la fuerte
incidencia, y, la ciudad de Alcalá logró salvarse a su dedicación recorriendo a
pie y caballo todos los puestos de control. El hospital de la ermita de san
Marcos se mantuvo en cuarentena impidiendo incluso la entrada del médico para
evitar cualquier tipo de contagio.
Ante esta situación, logró una moratoria de seis
meses para poder afrontar los pagos de los censos y sus réditos, consiguiendo
pagar a todos los prestamistas que tenían hipotecada la ciudad. Para ello se
valió de los noventa mil reales de moneda de molino que se convirtieron en los
cuarenta y cinco mil para pagar de los réditos valorados en cuarenta y cinco
mil reales. Llegó a cabo un concierto con Leonardo de la Cueva , administrador real de
los cuatro por ciento sobre productos de la aceite, vino, carne y jabón, que
tenían atrasos, desde los años setenta, por fallidos sin caudal ni posesión, y
desde el año 1674 no se habían pagado hasta el 1682, alcanzando la cantidad de
3.576.178 maravedíes. Para ello se tomaron medidas de encabezamiento y reparto
de vecinos, y se condonó la mitad de la deuda.
Las cargas
militares eran una gran rémora para la ciudad. La libró de varios alojamientos y
medidas de reclutamiento militar que tanto agravaban la hacienda pública,
reduciendo las levas y aportaciones a los tercios provinciales ( de veintiséis soldados a 22
en Alcalá, de a catorce en Loja y siete en Alhama). Así libró de la deuda de 25.000 reales para
el pago de milicias, de varias arboladas y de cuarenta y siete soldados para el
tercio de Jaén. El Pósito logró recobrar su vitalidad cobrando atrasos de
labradores.
Como medida de modernización de la ciudad, intentó
bajar las casas de Cabildo a la calle del Rosario, y la cárcel en la calle Tejuela, y reconstruyó
toda la cañería de abastecimiento, que
se remontaba al tiempo de los conquistadores de la ciudad- según las
noticias, era de 1283- y levantó la fuente nueva de la Mora en el año 1682, que se
componía de un frontis, coronado de relieve, paseo, pilón, tres caños y donde
puso asientos entre el pilar y en el frontis mandó grabar sus armas y el nombre
del corregidor, y aún mas importante renovó toda la cañería del agua, obra del
arquitecto Francisco Rueda, maestro de cañería que se hallaba en Alcaudete:
Librar dos mil
ducados para los gastos de cañerías y ocho mil reales vellón para pagar la
fuente nueva que se está fabricando enfrente del convento de Consolación, para
el abasto de los vecinos de esta ciudad, frontis, pilón y todo lo demás
necesario que las subastó Diego de Lara y Garrido.
Durante su tiempo, los cortijos de propios,
comenzaron a levantar casas,
caballerizas, tinados, pajares, dando lugar al asentamiento de la población
rural en Acequia la Baja ,
Cabeza Carnero, de piedra y teja, Acequia Alta, la Mesa. Las tierras
roturadas ofrecían una situación bastante penosa en la que muchas tierras se
encontraban baldías y yermas y abandonadas
y otros se habían aprovechado de
la situación entrando en abrevaderos, aguaderos, caminos y tierras sin roturar,
lo que dio lugar a que llevara una remedida de todas estas tierras para
clarificar la situación en la Rábita ,
dehesa de los Caballos. Había casos como el de Felipe Cañadas con diecinueve
fanegas sin ningún tipo de arrendamiento en la Rábita.
Para ello emprendió la realización de un nuevo
padrón de viviendas, población y movimientos porque:
“el no averse
hecho nuevos
padrones a sido causa averse le dado bolsas fantásticas de dichos derechos y
estar oy por cobrar muchas cantidades ... y por no tenerse noticias de muchos
de los contribuyentes y, aviendo estos muerto, no se sabe quienes tienen
herederos a haberse ido muchos vecinos
de esta ciudad a otras”.
El absentismo de los regidores en la asistencia de
los cabildos era excesivo y lo regularizó penalizando y distribuyendo las
suertes entre los regidores que acudieran a 33 cabildos anuales. En esta línea
de saneamiento administrativo, los regidores tuvieron que devolver el trigo que
habían recibido del Pósito desde los tiempos de Luis Gudiel en 1646, que
superaban las mil fanegas y se confirmaron los privilegios que tenía la ciudad
desde los reyes anteriores, dando lugar a que no le afectaran el servicio
ordinario ni extraordinario de los que estaba exenta la ciudad por la exención
de alcabalas.
Puso orden al abuso de escribanos, que solían
enredar pleitos con ejecutores y evadiendo controles con el traslado de
documentos a sus casas, entre ellos los de Domingo de Santiago, que logró
recuperarlos para la población. El desorden era tal que en 1684 se
decretaron varias paulinas de excomunión
contra todos los que tenían ocultos documentos en sus casas, obligándolos a que
los devolvieran. Lo mismo acontecía con los guardas del campo, nombrados por
los regidores y provistos de varas de
justicia, se aprovechaban del cargo y se apropiaban de las pagas de los
arbitrios de las caserías y cortijos, al ser denunciados no le falto valor para
destruirlos.
Consiguió la facultad real de tres mil ducados para
los gastos de la peste, sobre todo, la del contagio del Castillo, a la que
suspendió del servicio de millones. Los vecinos del Castillo pretendían que se
les liberarse de deudas como las de los millones a causa de la incidencia de la
peste y consiguieron que de los 52834 reales quedaran en 34.890. Hasta el final
de su corregimiento consiguió nuevas provisiones que aliviaron la situación de
la hacienda.
En el mes de
mayo se nombró a Manuel Hurtado de Mendoza. Mientras
ocupó el cargo y el corregidor Ariz se encontraba en Madrid la situación de
desgobierno y falta de justicia se agravó.
En el mes de septiembre de 1685 se constata la
siguiente situación que el cabildo del día 24 nos describe junto con el cuadro de una corta cosecha, en la que se
añadía el fraude de los privilegiados en
otras actividades, solicitando al alcalde mayor que pusiera fin a todos estos
excesos:
públicamente,
de día y de noche, desde que se empezó a seguir la cosecha de este año, se está sacando el trigo de esta ciudad,
llevándolo vecinos de otras partes, y esto con tanto exceso, que oy día , según
las cabalgaduras que salen cargadas, parece pasarán de cuatrocientas fanegas de
trigo además que dentro de esta ciudad se la llevan diferentes personas de
Granada, Écija, Espejo y Castro y otros lugares con cantidades de dinero de pronto
y públicamente están comprando trigo y remitiéndolo en carreta cabañas que
continuamente van y bienen que atento a la cosechas de esta ciudad es
incierta podría faltar el trigo en los
meses de abril y mayo.....
dando lugar a
que se padezca falta de pan y alborotos
y ruidos que sobre ello suceden , como lo experimentó en el mes de mayo
próximo pasado,- refiriéndose a 1684- que en sólo dos días que ubo falta de pan
se experimentó el daño que consigo
trujo, obligando a hallanar las casas y
sacar el trigo que tenían para sus
gastos para evitar mayores incovenientes..
“ es
notorio que, en muchas casas así de eclesiásticos como particulares seglares, públicamente
y sin ningún emboco ni tener privilegio ni excepción, se están vendiendo y pesado el carnero y vaca en grave perjuicio de
los derechos reales como del buen gobierno, asimismo todos
los montes propios de esta ciudad y los arbitrios de que usa y de los
particulares públicamente los está talando y destruyendo sin que se castigue ni
se ponga remedio a esto”
Cuando en el mes de noviembre se incorporó a la ciudad desde el
corregimiento de Soria, este caballero de la Orden de Santiago, emprendió una serie de
acciones que lo calificaron como uno de los mejores corregidores de Alcalá. La
remedida de tierras roturadas se
emprendió por medio del juez de la Corte Julio Rospillosi. Se estableció una
comisión que llevó a cabo la elaboración de un libro donde se encontraba
señalado el número de trances y suertes, el control de las tierras arrendadas,
y las que estaban vacantes de
arrendamiento. Afectaron a la zona de Mures, por donde se principió la
actividad. La situación se nos describe en el año 1688:
“ hace
mucho tiempo que no se remiden ni se arriendan mucha parte de las roturas de que
esta ciudad usa para sus negocios, y que nuevos an roto las lindes, por cuya
causa se han confundido unos con otros sin poder distinguir la cantidad de
fanegas que cada uno tenga (Cf.25.2.)”
Las medidas contra el absentismo de los regidores se
recrudecieron para evitar que los asuntos reales se aplazaran. Para ello, se
suspendió de voto, activo o pasivo, y de todo tipo de preeminencias en actos públicos al que no acudiera por seis
meses, cuatro meses y un año según el número de asistencias. Persuadió a
cumplir su delegación a algunos regidores que dejaban olvidados asuntos de su
delegación sobre todo, de la protección de los montes y sobre la caza y la
pesca.
El estado lamentable de calzadas, puentes y calles
se arreglaron con la colaboración de los vecinos, sobre todo la de las calles
Braceros, Santillán, Llanillo hasta Álamos e Izquierdo, la calzada de la Magdalena desde el Coto
hasta la Peña el
Yeso, la vereda del Carmen, puente de la Ribera y del arroyo de las Parras y del río Carrizal.
Lo mismo se arregló el aguadero de las Caserías de san Isidro, situado entre
las dos Moralejas, en el camino real que se dirigía a Priego desde la Fuente Tejuela y la fuente del
Pozuelo de san Juan. En este tiempo, el servicio de locomoción en los coches de
caballos obligaba a todas estas reformas, sobre todo, los del Presidente de la Audiencia de Granada y,
por otra parte, no se podía olvidar el importante comercio de esta zona de
Andalucía. El Corral de las Comedias se
remozó en los aposentos de la ciudad
fijando las armas reales, de la ciudad y de la Cofradía de la Veracruz. La iglesia
del convento de san Francisco, afectada
por el terremoto de 1680, acabó de terminarse, lo mismo que las bóvedas del
Convento del Rosario que recibieron una limosna de doscientos reales. De su tiempo data la ordenanza que no
permitía la entrada de ganado en la ciudad, salvo el caprino, estableciendo una
distancia de un cuarto de legua. Solicitó una provisión real para levantar las
obras públicas de la
Carnicería , del Cabildo y de la Cárcel en sitios cercanos
al Llanillo. Fue muy interesante el debate de la ubicación de cada una de ellas
que fijaban como centro el triángulo Llanillo, Real hasta el Rosario, y
Tejuela, ya que, si hubiera conseguido la facultad real, pudo haber salvado
este barrio en siglos posteriores. Sus propuestas hubieran significado la recuperación, al menos, de muchos
materiales de las antiguas dependencias
que hubieran servido para la creación de las nuevas, aunque todavía permanecen
testigos de aquellas por no llevarse a cabo esta decisión. Fue una realidad la
nueva ubicación de las Carnicerías en la calle Real, y, prueba del dinamismo
que se experimentaba en la ciudad:
de sólo averse empeçado la fábrica, se reconoce que se an reparado las casas que
se caían, y arrendadas, las que estaban desiertas Cf.
15,2,1687
Tuvo que hacer frente a partir de este año al
nuevo encabezonamiento para el servicio de 24 millones y ocho mil soldados,
realizando un control exhaustivo de medidas, aforos, pesas y de entrada y
salida de la ciudad en las puertas de Álamos y Tejuela y concertando la
contribución eclesiástica con el abad Pedro de Toledo en una cantidad de cuatro
mil reales a los 916,3000 maravedíes para el servicio de millones y 130.900 de los
ocho mil soldados, lo que suponía 1.047.200 maravedíes. Sin embargo su gestión no fue fácil, ya que las
dificultades en cobrarlo y repartirlo eran muy poderosas sobre todo, en los
continuos aplazamientos que provocaban el estamento eclesiástico y los vecinos
del Castillo de Locubín, dando lugar a la excomunión de los comisarios en el
año 1688.(Cf. 23.7.)
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