,
Tras hacer una pequeña estación,
bajando al Bahodnillo de la Puerta Nueva, contemplando al descubierto la desnudez
de la roca con su conquista humana de
bodegas y lagares, pozos y cámaras olvidadas, la ciudad troglodita, y enfrente
la roca y la muralla, los restos de la casa del horno y las viviendas de los
labriegos, comerciantes, mercaderes y artesanos, se subieron a la entrada de la nueva calle. Es el final del trayecto de
la calle del Preceptor, que cambio de nombre por la de la Encarnación. Desde
finales del siglo XVI, esta calle salía
de la Plaza Alta de la Mota en dirección hacia la Puerta Nueva, Esta calle dejaba a un lado el horno de la
plaza, la casa de la Justicia y la de
los Leyva, se denominaba del Preceptor
de Gramática, porque unas de las viviendas se alquilaban al Preceptor de
Gramática de la Ciudad, un rector o
maestro de retórica que iniciaba a los niños de las clases privilegiadas en los
estudios de la Gramática, la Filosofía y las Matemáticas. Era una casa que no
ofrecía muchas comodidades a los estudiantes por ser muy estrecha, fría y
húmeda y los alumnos se veían sometidos a la propagación de enfermedades
contagiosas. Servía también de vivienda del preceptor, pero pronto la
abandonó por sus incomodidades, cambiando de sitio al arrendarse otra en el entorno del Trabuquete, junto a la
Casa de Hurtado de Aranda Se sabe que finales de XVI, ejercía la docencia en la
casa el cura licenciado Monte, una casa con muy poco espacio para acoger a los
niños en las dependencias y en el recreo, además de verse afectada por las
humedades
-Nos dijo
que se llamaba también de la Encarnación¿ cual es la razón?
- Es muy sencillo- respondió el
guía-.También se denominó así con este
nombre. porque en 1988 se fundó en la
casa de Leonor Méndez de Sotomayor el monasterio dominico de Nuestra Señora de
la Encarnación, una casa que lindaba con la de los Leyva, desde el año 1588
hasta el año 1601, precisamente el año cuando se bajaron al hospital de la
Veracruz. Junto a unas peñas, esta calle
se abría cerca de la casa de Sancho de Aranda, toda ella con fachada de piedra.
Leonor, hija de Alonso y María de Aranda, fundó una memoria por la que aportaba 6.000 ducados con la reserva del
enterramiento en la capilla mayor y dos mojas de familia. Fue bendecida por el
vicario de la provincia dominica fray Juan de Montoya el 24 de junio de este año,
siendo sus primeras monjas y fundadoras Ana
de Rueda, de Almagro, y Isabel de Aranda de Jaén y María de Góngora. En el mismo año, ya Juan Hernández y Miguel de
Bolívar llevaban a cabo el claustro del convento.
- Los conventos no solían ubicarse en las ciudades,
sino a extramuros tengo entendido.
- Alguna razón habrá. No es extraño que se ubicaran
dentro de este recinto, pues la iniciativa partió de importantes caballeros de
la ciudad, entre ellos los
regidores Pedro y Juan de Aranda, Pedro
de Pineda Góngora, Fernando de Ocón, y Pedro de Pineda Valenzuela junto con el
clérigo Francisco de Valenzuela que los solicitaron al abad Mazimiliano de
Austria para que diera la licencia, lo que hizo a cambio de ingresar sus hijas
con una dote de 500 ducados.
- El clero y el cabildo, sabían de la importancia de mantener
con vecinos la ciudad fortificada. Perdían los privilegios, si no lo hacían.
-Juan de Aranda, otro regidor, - interrumpió el asesor
del alcalde- llegó a donar seis mil ducados para su fundación.
-Sigamos con la casa, pues no era una mansión cualquiera. Esta casa se recoge
dentro del mundo mistérico, porque fue abandonada por familia propietaria y se
donó como convento sin mucho éxito. Se cuenta cierta leyenda de que las monjas,
hijas de muchos hidalgos, acrecentaron su presencia en esta casa. Pero pronto
se vieron inmersas en un ambiente de enfermedades que achacaban a las aguas
rojizas de sus aljibes y a la visita de un duende. Aunque los cabildos
eclesiástico y civil no les permitieron trasladarse a un recinto más sano y
menos estrecho. Al final, en 1602, llegaron a un acuerdo de transacción con el
Hospital del Dulce Nombre de Jesús, que se encontraba en el Llanillo, que le
cedió su edificio y lo permutaron por otros de la actual calle Caridad.
Es curioso
que las viviendas de esta calle estaban habitadas por hidalgos descendientes de
los primeros conquistadores de las
familias de los Cabrera , Cardera, Mazuelos, Góngora y Aranda, y por los nuevos
advenedizos como acontecía con el alcaide Antonio López de Gamboa, hombre culto
que escribió sobre las Antigüedades de la ciudad de Alcalá la Real y ejerció
una gran influencia en la vida social y política desde finales del siglo XVI,
heredando la alcaldía de sus padre, hasta mediados del mismo siglo como regidor perpetuo. Tampoco no faltaban los nombres de oficios
como los escribanos y labriegos . Cerca de los Cabrera vivía Bartolomé López
Montijano, casado con Francisca del Castillo.
-Ahora no encontramos en La Casa de los Cabrera arrimada a la muralla. Y en ella se abrió una calle, la calle
delante del precepto como recogen los padrones. En el siglo XVI esta calle, por
donde hemos subido, se dirigía hacia
extramuros de la ciudad por la Puerta Nueva y desde esta hasta San Bartolomé,
solía tener bastantes hundideros, y era continuamente arreglada para la
procesión del Corpus ( 4.12. 1612) Para hacer la ampliación de la Puerta hubo
que comprar varias casas por los años treinta del siglo XVI. En esta fecha
estaba hundida y muchos solares ya abandonados y las viviendas vacías, se
reedificó por un cantero portugués colocando vara y media de pretil, que se
conserva y con piedras hiladas con seis estibos. Se dividía en tramos, uno era
la calle Baja de Puerta Nueva. En 1611,
la situación de este entrono está prácticamente derrumbado de modo que
acudieron los dos miembros de la comisión de obras, Pedro de Cabrera y Ruiz
Díaz y vieron la calle que se dirigía a la Puerta Nueva. Y de acuerdo con los
maestros y alarifes de la ciudad, ordenaron que se debían entibar, macizar y
terraplenar todos aquellos solares a consecuencia de que el paso estaba
impedido con la caída de varias casas y era de uso púbico, porque la calle se
sustentaba sobre ellas y se necesitaban para el tránsito de las personas.
-Es los que vemos sin techumbres ni paredes, ni tapiales, solo bodegas, y más
bodegas, escaleruelas, suelos de viviendas, portalones….
No quisieron
detenerse por la calle delante del Precepto, pero el guía le informó que
allí se encontraban las viviendas de las familias de
los Frías, Valenzuela, Trasierra, Escobar y Jamilena entre otros. Lindaba con
el palacio abacial y otras calles, entre ellas la Calancha. Podría enmarcarse
entre calle
antigua del muro de la Especiería y Despeñacaballos. El jeque se interesó por
la casa del monasterio Dominico y preguntó.
-¡Qué
extraño que no permanecieran mucho tiempo en una casona de una ilustre familia!
En medio de casas tan protegidas por el linaje y su buena conservación.
-Es largo
de contar. Su marcha ha dado lugar a un relato entre ficción y novela, le
titulan la Casa del Duende.
-¿Cómo duendes
en la Mota?. Dígame, cuénteme, me interesa.
-Ya se lo he había comentado. Lo ha pasado por alto. Le aseguro que muchas leyendas son verdaderas, o,
al menos, tienen viso de realidad. Y esta es una de ellas. Nobleza y alcurnia
no le faltaban, pero todos los vecinos
se referían a esta casa como la casa
del misterio, incluso con más intriga
que los misterios de las cuevas
del Bahondillo y del arrabal de Santo
Domingo. La casa de los Aranda Méndez de Sotomayor hacía a tiempo que su familia la había abandonado a duras penas. La había
recibido Leonor Méndez de Sotomayor como el último eslabón de la herencia
paterna por ser descendientes de las familias de los conquistadores de la
ciudad. lA abandonaron, aunque los poderosos la consideraban de gran valor sentimental y
crematístico por haber sido vecina del
palacio de los primeros señores musulmanes, y, luego, de los alcaides de la fortaleza, -entre ellos el
conde de Cabra-. No podían soportar vivir desgraciadamente en aquella casa que
todo el mundo bautizaba como La Casa del Duende. A ello se
añadió un pariente, por cierto escritor
de la genealogía de los Aranda, sufría ataques de melancolía y delirios.
Tras su abandono, pronto se extendió
como la pólvora las habladurías de los criados de esta familia: afirmaban que
sus señores habían vuelto a aquella casa,
de noche y con sigilo, porque los llamaban seres extraños produciendo ruidos en
las cámaras altas.
-Siga, siga, muy interesante..
-Este fue el
comienzo de esta historia. Sin embargo, cada día surgían nuevos
imprevistos y acciones mágicas, donde se mezclaban los ruidos ocultos con los
seres de ensueño y los efectos fantasmales de la luz y la oscuridad. Al principio, los vecinos achacaron los sonoros ruidos a los fuertes vientos, tan frecuentes por los
altos de la ciudad, los que
arremolinaban los aperos de labranza y
los arrastraban contra las puertas
golpeándolas desordenada y escalonadamente como si cayera ruidosamente
un castillo de naipes. Tampoco, le dieron importancia a los apagones intermitentes de una lámpara que parecía que portaba un encorvado fantasma. Aunque la visita
ocasional de los esporádicos inquilinos lo achacaban a un duende, que había
albergado la familia, los vecinos creían que no era sino una simple alucinación
de las mentes de aquellos señores, víctimas de su afán por la usura de bienes.
Lo cierto es que aquel duende les hizo perder la cabeza a aquellos señores y,
un día sin esperarlo, ya no volvieron a aquella casa y se bajaron a los llanos
de la ciudad para aliviarse de aquella persecución que no sabían interpretar si
era fruto de los duendecillos o del
diablo en forma de fraile.
EN LA CASA , UN CONVENTO DOMINICO
-Pero, pasaron
algunos años y nadie les quiso alquilar aquella casa. Mas, no hay mal que por
bien no venga... Pues esto le vino muy bien a los planes de aquella familia. Pronto, a aquellos señores se les ocurrió una feliz idea con la que les
hiciera purificar aquel lugar y cambiar la mala reputación y fama que se había extendido sobre su familia y sobre
ellos entre algunos vecinos de la
ciudad.
-¿ Cómo lo
hicieron?
-El ama, una
devota y señora emprendedora, huérfana
de padre y madre, pensó fundar un convento. Cedió su casa, buscó personas influyentes y poderosas entre los
notables y ayuntamiento de la ciudad para que le ayudaran a hacer realidad el
proyecto: No tuvo, al principio, muchas dificultades, porque la mayoría de los
regidores y jurados eran familiares
suyos relacionados con las diversas ramas de
los Aranda. Como se suele decir, mató dos pájaros de un tiro, porque su plan
contribuía con la defensa municipal de que no se abandonara la privilegiada fortaleza, y,
por otra parte, sabía que le era
imposible fundarlo en otro sitio, porque a nadie se le permitía edificar
edificios religiosos en los bajos de la ciudad.
En los primeros momentos, los hechos se
fueron desarrollando como si los marcaran inexorablemente las agujas del
reloj de la
Mota. El prelado de los dominicos dio el
visto bueno al proyecto; el abad hizo lo mismo dentro de su jurisdicción,
también a Leonor se le aceptaron todas
las cláusulas de su contrato con el nuevo convento: dos monjas reservadas a la
familia y privilegios de enterramiento para los miembros de la familia en la capilla
mayor del templo. Se trajeron monjas de otros
lugares como Almagro para constituir la cédula inicial de aquel convento,
Cada
día, con el crecimiento de miembros del convento se renovaban
la ilusión y la alegría de Leonor Méndez de Sotomayor, porque continuamente se
veía obligada a acudir a los escribanos
de la plaza alta para recibir las dotes de las novicias. Además, no se
quedaba su gozo en el grupo humano, sino
que se amplió el recinto del convento con las nuevas casas de los Monteses y
Valenzuela; y aún más, se comprometió con los mejores canteros de la familia Bolívar a renovar aquella casa
con un claustro porticado, una capilla y dormitorios para las hermanas; en
pocos años, aquella casa albergó a más
de veinte monjas.
Pero, pronto, comenzaron a surgir raros inconvenientes, acontecimientos extraños e inesperados sobresaltos. Las
primeras monjas venidas de Almagro y
Jaén, como no sabían nada de la historia
reciente de aquel convento, tan solo se quejaban de las malas condiciones
que ofrecía aquella casona al sotavento
y frío del cerro de la
Mota. Pero , con la entrada de las nuevas inquilinas de Alcalá,
muchas de ellas, procedentes de famosas familias hidalgas de la ciudad,
comenzaron a revivir las antiguas
habladurías que corrían de boca en boca a lo largo de la ciudad. A ello se
añadió que se produjeron varias muertes
de las doncellas más delicadas, y comenzaron a levantar los más inesperados
comentarios sobre la salubridad del
convento.
-El agua
rojiza de los aljibes, como adelantaba.
REGRESÓ EL DUENDE
-A la hora
de la verdad, las monjas tan sólo discutían y deliberaban en sus cabildos
lamentándose de estas tristes circunstancias, pero no quedaban en nada, porque no sabían a qué achacárselo, de tal
modo que les hacía conformarse con resignación cristiana a aquellas
adversidades del local y la vida en comunidad. Es verdad, se decían,
que se podría echar la culpa al frío invernal
de la Mota que les hacía mella en su salud , pero ,
muchas muertes acontecieron en otras
estaciones del año; por eso , no olvidaban los calores de agosto que causaban tabardillos y funestas fiebres de verano; y , por lo que más se inclinaban y, de
común acuerdo, solían achacarlo al aljibe de la casa que cambiaba el color del agua convirtiéndola en una especie de
vidueño rosado. Por mucho que el físico les recomendaba que le echaran a los vasos y jarras de beber unos
polvos medicinales mezclados con un jarabe especial elaborado en la botica de la
Plaza Baja ,
muchas se veían afectadas por una continua descomposición del cuerpo,
que no daba abasto para limpiar los pozos ciegos abiertos en la roca de la
fortaleza. Para colmo, aquellos desarreglos provocaban una
anemia corrosiva de los cuerpos
que afectaba hasta la voluntad de sus
almas. La mente se les turbaba, veían visiones a su alrededor.
- De seguro que afectó a la
convivencia.
-Claro, y
evidente. No tardaron en producirse algunas bajas o deserciones marchándose del convento, y, eso que casi se incrementaba el claustro
a dos novicias por año y se les quedaba aquella casa estrecha y sin posibilidad
de albergar a tantas doncellas que esperaban la llamada del mayordomo para ajustar
la dote ante el escribano. El agua les
había puesto nerviosas y enfermas, por un lado; por otra parte, tampoco podían
soportar los cotilleos frecuentes entre
ellas sobre unos ruidos nocturnos
que se asemejaban a los lobos
de la sierras; también , se
asustaban por otros muchos imprevistos: pues, de un día para otro, un objeto estaba sobre un bufete y a la mañana
siguiente, aparecía colgado en la cámara; o lo que más acontecía , el hecho de que
un velón apagado al anochecer en un
cuarto de dormir a la hora de completas, a los matines del otro día había
aparecido en el comedor; y, por encima de todo, les colmaba la paciencia que desparecieran
con mucha frecuencia los ramos de
flores del altar de la capilla y al día
siguiente aparecieran pisados con gran violencia como si
quisieran destruirlos. La priora no se
lo tomaba a broma, sino que se le achacaba al antiguo espíritu que se había
cobijado en algún escondrijo de las cámaras y
renacía moviéndose de un modo imprevisto
por las diferentes habitaciones y
cuartos.
-Ya entiendo
que el duende sea un personaje que
influyó en muchas personas por estos tiempos, incluso en los escritores
escribieron comedias sobre los duendes.
- Por eso, entre
ellas, de nuevo reapareció en sus conversaciones la antigua figura del duende de la casa
cumpliéndose aquel dicho que “a perro
muerto todo son pulgas”.
- ¿Se lo
inventa esto?
Ni corto ni
perezoso, el guía saca de su cartera unos documentos. Y los entrega a los
presentes. Decían así:
Acta de 23 de noviembre de 1601 Pleito
por la pretensión vecinal de querer poner parroquia en la Veracruz y haberse ido
las monjas de la
Encarnación al Llanillo.
-Miércoles del
pasado cabildo se hizo el recaudo por don Francisco de Pineda Mesía al señor
abad de que “se le expuso lo inconvenientes
anteriormente puestos ante sus antecesores
de poner parroquia en los arrabales de la Mota ante Alonso Ramírez.”
-Lo hacía en
defensa de la ciudad y lo trataron con los curas Francisco de Góngora y Villalobos que le dieron las gracias.
-Las monjas
han intentado pasarse a las casas de Cristóbal de Ibáñez junto a la ermita de la Veracruz para hacer en ella su convento sin habérselo advertido al abad ni el beneplácito de la ciudad, lo mismo era
injusto e iba en contra de los intereses de la fuerza y
conservación de la Mota
-Solicitaba que
no se hiciera la mudanza del convento.
.-Se hace
referencia de que el abad estaba en Valladolid en la Corte
-Se pide que hablase con el prior del convento de los dominicos para que
no se bajen porque no tienen decencia ni custodia las casas que ahora viven. (
postura de Narváez , Mejorada y Diego de
Cabrera).
Acta del cabildo de 20 de febrero de
1602.Sobre el traslado de la Casa
de Mancebía por estar cercana al Convento de las Dominicas.
“La ciudad, atento que la casa
pública de las mugeres está junto a el convento de momxas de la Encarnación y de la Veracruz , barrio muy puro,
aquerda y manda que Pedro Veneroso
regidor vea un sitio honesto y secreto, donde con comodidad pueda estar la dicha casa
pública y alquile la casa en nombre de la dicha ciudad u otro sitio que le
pareciere y haga se pasen a él y lo demás que convenga, de manera que haya
efecto y el mayordomo dé lo necesario”
Acta de 23 de abril de 1602. Petición de Fernández Alcaraz para
que el convento se traslade al Hospital del Dulce Nombre de Jesús. Historia y
leyenda. Lo presenta Pedro Fernández de Alcaraz
“Por ser
notorio a esta ciudad las causas, por do
procede El señor Abad mayor tiene descomulgadas a las monxas de la Encarnación no las
refiero más de que
Don Pedro
Fernández Alcaraz Cabrera digo que, al
servicio de Dios Nuestro Señor y a el Rey y bien de esta república, conviene
que esta ciudad nombre dos caballeros de este ayuntamiento que, representándoles, por su parte
se les suplique al Señor abad haga merced de absolver de excomunión, que
tiene puesta a la priora y superiora de la Encarnación , sirviéndose
de no vejarlas más, porque en haber dejado, por primera y segunda vez, desmantelado el monasterio- que tenían en
esta Mota-, piadosamente se les debía permitir por muchas causas, que se
podrían referir, -entre las cuales de más de no ser capaces y enfermas las dichas casas-; por ser como
son frías y de verano muy calurosas y
con otros inconvenientes más que son tener como tienen duende
que las tenían muy inquietas; el cual sabemos
los traían tanto a los que vivieron antes que fue monasterio en las dichas
casas; que traían sacerdotes exorcistas para que lo conjurasen; a cuya causa la
dejarían deshabitada, como es notorio, y asimismo, por esta causa con ser como es el dicho monasterio, tan
ejemplar, huían todas las que lo servían de recibir en el hábito. Y, si se las hubieran
tenido allí abajo en los arrabales, estuviera muy poblado y no estuvieran ellas
con el extremo y pobreza, que no tienen
con que se pueden sustentar ni pagar las deudas y corridos de censos que tienen
pereciendo de hambre.
Otro sí que asimismo se le debe
suplicar a el dicho señor abad haga merced a esta ciudad que, quedándose la
pila de bautismo como hoy está en la Sancta Veracruz ,
que la dé a las dichas monjas, llevándose siempre las obvenciones sus clérigos
y administrando desde allí su parroquia para que quede perpetuada en ellos para
siempre jamás. Pues no impide el estar allí las dichas monxas para que deje de
serlo, como lo es en la ciudad de Granada la Encarnación , y para
esta dejando en su buena honra e fama la orden y prelados de Santo
Domingo, se podría imprecar un breve de
Su Señoría, el señor abad, y de los más
ordinarios que en esta abadía de aquí en adelante hubiere; y, en esto, no sería en contra el intento de la fundadora
, porque, con su acuerdo y por su orden,
se juntó la ciudad en casa del
corregidor Juan de Guedeja y por la
ciudad se suplicó a su Señoría la dicha
gracia, para que quedasen sujetas la dichas monjas de su fundación al
ordinario (y, en este dicho cabildo , a lo que me quiero
acordar fueron uno de los señores Pedro
Pineda Góngora y don Francisco de Pineda Mexía y yo, y uno de los escribanos del cabildo, Pedro de
Contreras y Miguel de Molina ante quien pasó).
Otrosí digo que no va en contra de la conservación
de la dicha Mota, en que vaya la dicha parroquia en la dicha Sancta Veracruz ni
es razón- por las causas que diré- que a ello la ciudad haga contradicción con
que siempre los oficios que, por la real ejecutoria, mandan vivan en ella, en la forma que lo manda, y se
castigue con el rigor de ella siempre para que se perpetúe y guarde. Lo otro
porque no a sido parte del no haber habido hasta hoy perroqua, para que deje de estar poblada, como es tanto, todos aquellos arrabales tan remotos de la parroquias,
que hay en esta ciudad; a cuya causa han acabado muchas personas, las grandes
como recién nacidos, los unos sin confesiones ni los demás sacramentos, e las criaturas sin bautismo: cosas de grañidísima
lástima y sentimiento. Y esto que ha hecho el dicho abad de haber puesto la dicha pila sancta, no mira al interés
de su renta , pues antes se añade quiebra
de ella por aumentar un escusado; que esto mira al bien común de las ánimas; y así, por estas causas como
por otras muchas que avía bien que decir, pido en suplico a la ciudad nombre
dos caballeros de ella para todo lo dicho tocante a esta causa de que favorezcan
a estas sanctas monxas- Y si el señor abad no fuere servido( que sí será pues
es tan cristiano e caballero) que, si no quisiere hacer merced a esta ciudad de
lo que aquí se suplica de manera que se consiga lo que se le suplica y, si no hubiere en ello, se nombre dos caballeros comisarios para que les
ayuden a defender las dichas monjas en
todo lo conforme a conciencia y justicia
pudieren , Pues en esto será bien no ir contra el dicho señor abad, - que no es razón esta
ciudad imagine tal, que es nuestro
prelado- y sino por ser justa e sancta defensa; y ansí
lo pido e suplico y lo pido por testimonio don Pedro Fernández Alcaraz Cabrera.
El testimonio de Antonio de
Gamboa y don Francisco de Góngora Pineda
se resumía en los siguientes puntos
:
-“En días pasados tratan algunos
vecinos de poner pila en la ermita de la Veracruz por ser notorios los daños que
resultaban y destrucción toda de esta
fuerça y parroquia de Santo Domingo se denegó por el perlado pasado”
-Se trajo
juez apostólico a la ciudad que la
contradijo y estaba el pleito pendiente.
-Hay noticia de que el abad mayor había puesto de
hecho y contra derecho pila en la dicha ermita, so color que por esta vía
impedir que las monjas de la
Encarnación no puedan
ni sigan su justicia y excluirles de la pretensión
que tienen a la dicha ermita llevando el impuesto a su particular; y no a lo
que esto sea a el servicio de Su Majestad y a el bien público en la
conservación de esta fuerza y de que de ello nazcan otros pleitos contra su
libertad y franqueza.
-El
licenciado Haro, abogado de la ciudad, para conservación de su franqueza pidió
cumplir la ejecutoria… y solicitó mande
auto y diligencia para quitar la pila
ante su Majestad
Apoya
Sotomayor esto y no se gasten dineros de los propios, no está de acuerdo en que la ciudad entre en
este pleito entre abad y monjas siguiendo el recaudo hecho a los curas Francisco de Góngora Aranda y Juan
de Villalobos en el cabildo pasado para
que se lo transmitieran al abad.
Acta de cabildo de siete de mayo
de 1602. La pila estaba puesta.
Ya se había
puesto la pila en la Veracruz
por el abad e hizo requerimiento Antonio de Gamboa, ordena que lo lleven a cabo los comisarios al abad
Archivo Histórico provincial. Legajo
4748. Folios 237 y ss. Acta notarial ante Alonso Ramírez con fecha de 27 de septiembre de 1602. Compra
del hospital del Dulce Nombre de Jesús y
venta de las casas de Alonso Ballartas, compradas por el convento de la Encarnación , junto a la iglesia de la Veracruz , para se instale
el Hospital
-Se
solicitaba al abad” por mandato del
provincial, se trasladaron a las casas que compraron Pedro Martínez Serrano,
vecino de la ciudad (…) aunque han surgido algunas diferencias, con el de
buscar la paz y la quietud, y ser un lugar de más anchura, sano y cómodo con
sol y agua” y se le pedía al señor abad
dé licencia con varias condiciones para
la compra del Hospital. Entre ellas, con los bienes muebles, ornamentos,
retablos y otros elementos se quedaba este último y a cambio se le daba la casa
de Ballartas y unirlo con el de la Veracruz.
También se pagaron varias
cantidades por la transacción
ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL. Legajo
4847. Año 1603. Escribano Alonso Ramírez. Venta de las casas DOMINICAS de la Mota Francisco de Córdoba.
-Estos son
los documentos, y su final.
- Días
después, de que, regresara de Valladolid el abad mayor y
mantuviera la excomunión de todas las monjas, al mismo tiempo les tramó un ardid jurídico muy complicado.
Convirtió en parroquia la ermita de la Veracruz , con lo que conseguía que no se pudieran
levantar iglesia y convento cercano a sus
alrededores. Pero as monjas no podían aguantar más. Habían vencido la
casa de los duendes. Y ahora se veían rotas por los abandonos, deshechas por los sinsabores de la ciudad y
arruinadas porque no podían afrontar la destrucción
económica de sus bienes. Como si se
tratara un milagro, a primeros de año
1602, nació un rayo de esperanza en la
comunidad dominica. No podían levantar un convento, pero sus patronos le
sugirieron que podían comprar y trasladarse a un recinto en forma de convento.
Se buscó un lugar casi religioso, un hospital que, por supuesto, tuviera un oratorio; y lo consiguieron, en el
Llanillo, junto a la iglesia de la Veracruz.
Le llamaban Hospital del Dulce Nombre de Jesús, donde se
albergaba la imagen de la
Coronada , patrona de los Desamparados y Madre de la Caridad. Aquel amplio recinto de casas tenía capacidad para
albergar aquella numerosa familia religiosa, Tan sólo, debían buscarle traslado al hospital y les compraron
las casas de enfrente, las que estaba anejas a la ermita de la Veracruz. La jugada era
perfecta.
Además le favorecieron las
circunstancias, el cambio de criterio de las autoridades y hasta
el tiempo. La peste intensa que azotaba a la ciudad fomentó la marcha de la fortaleza de muchas
personas y los regidores cambiaron de opinión con
respecto a las monjas. Consideraban que los nuevos barrios de la ciudad
necesitaban de servicios religiosos y, si el abad había permitido la instalación de la
parroquia en la ermita de la Veracruz , no creía que
fuera un obstáculo que estos se realizaran, como en otros lugares y obispados, en
las nuevas dependencias del monasterio.
Por eso, no es extraño, que un famoso
regidor alzara el tono y dijera en la sesión
del veinte de febrero de 1602 tocando el corazón de los presentes:
“No le demos más vueltas, y dejemos que
las monjas tengan allí el convento y se
hagan en su templo los servicios religiosos de
impartir los sacramentos, Lo digo con mucha razón, porque no ha sido
parte del no haber habido hasta hoy parroquia
para que deje de estar poblada como están todos aquellos arrabales tan remotos de la parroquias
antiguas que hay en esta ciudad. Por cuya causa, han acabado muchas personas, grandes como
recién nacidos, los unos sin confesiones
y los demás sacramentos; e las criaturas sin bautismo: cosas de grandísima
lástima y sentimiento. Y esto que ha
hecho el dicho abad de haber puesto la
dicha pila santa, no mira al interés de
su renta , pues, antes, se añade quiebra
de ella por aumentar un escusado; y que esto( que yos os digo) mira al bien
común de las ánimas; y así, por estas causas como por otras muchas que
avía bien que decir, os pido e suplico a la ciudad nombre dos caballeros de
ella para todo lo dicho tocante a esta causa de que favorezcan a estas santas
monjas y, si el señor abad no fuere servido , (que sí será, pues es tan cristiano e caballero) de que, si no
quisiere hacer merced a esta ciudad de lo que aquí se suplica de manera que se
consiga lo que se le suplica y , si no hubiere
en ello, se nombre dos caballeros comisarios para que les
ayuden a defender las dichas monjas en
todo lo conforme a conciencia y justicia
pudieren. Pues en esto sería bien no ir
contra a el dicho señor abad, que no es
razón para esta ciudad que lo imagine
tal que es nuestro prelado, y sino
por ser justa e sancta defensa y así lo pido e suplico y lo pido por testimonio
don Pedro Fernández Alcaraz Cabrera"
No hizo falta más. Se trasladó el
convento al Hospital, el duende quedó en la Mota , en la casa vendida en 1603 a un tal Francisco de Córdoba; que sepamos años
después se abandonó todo el recinto
fortificado y con ella su casa. Por un encanto especial de aquel rincón los
cernícalos y las aves migratorias solían
posar en los recovecos de las bodegas y planta baja de la casa del misterio,
del duende, buscaban tal vez matar al duendecillo.
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