Archivo del blog

viernes, 22 de mayo de 2020

En Alcala Informacion. Pandemia(I)


PANDEMIAS  .
                No es esta la única epidemia ni la primera peste que hemos sufrido en Alcalá la Real. Menos aún, faltaron los años de calamidades, unas veces aquejados por la sequía de los campos, otras por los torrenciales, y, en otras ocasiones, por pestes y terremotos. La hay cercanas como la que aconteció, a primeros de siglo, con motivo de la  gripe o sus variantes. La del coronavirus ha sorprendido mucho más por ser una pandemia, globalizada y romper por completo los esquemas en los que el hombre actual andaba por la vida. Parecía como si la sociedad del bienestar hubiera alcanzado el edén y el paraíso terrenal, donde todo lo podía conquistar, hasta la luna.  Y un bicho invisible nos ha desnudado y nos ha puesto al  descubierto nuestras carencias individualistas, haciéndonos una llamada a la solidaridad y  a la defensa del bien colectivo, y, sobre todo, a la valoración pro excelencia  de la gratuidad de la vida. Podríamos compararla con la morfología, la evolución y el final de muchas de ellas. Para una simple similitudn, nos vamos a remontar a la epidemia de 1680, una de las que mayormente incidió en la comarca de la abadía de Alcalá la Real, sobre todo en Alcalá la Real y Castillo de Locubín. Venía precedida de años de periodos cortos de cosechas, una plaga de gusanos, otra de langostas, fuertes torrenciales que destrozaban los puentes y los caminos,  y que impedían impedía   el trajinar en los campos y el comercio. Y, lo que era más grave, de arreglo de los arruinados edificios públicos y abasto de la ciudad a la que se obligaba a registros de trigo, acuartelamiento y distribución de mantenimientos. También, actualmente, creíamos que remontábamos la crisis del  2008 y no hubo registros de otros bienes para luchar con el coronavirus. pero debieron tomarse medidas de coordinación superior.
La ciudad de Alcalá la Real tuvo que hacerse cargo de toda la administración y sufrió una crisis especial al tener que afrontar las prevenciones y la incidencia de la  peste, sobre todo, en la villa del Castillo de Locubín, que en el camino hacia Granada tenía dificultades de control del camino de  los forasteros en sus Alamedas como ya previno el prior de los capuchinos en 1680. Sin embargo, las medidas preventivas se remontaban al nueve de julio de 1676, cuando se anunció le noticia del inicio de la peste en Cartagena por el Presidente de la Chancillería de Granada. Con su rebrote en Cartagena y Crevillente en 1677 y, un año después en 1678, se intensificaron las medidas del cerco y cierre de puertas en Arcos, Tejuela y san Bartolomé, y por las partes más abiertas que eran la Peña Horadada, Capuchinos y Pilarejo. En la actual,  se dieron las primeras señales de alarma desde China, Irán, Italia. Y lo mismo que  en en las anteriroes se han llevado a cabo, el confinamiento y cerramiento de Alcalá; ahora no hay puertas pero medidas de control han sido muy eficaces.
A finales del último  año, los arrieros que comerciaban el pescado con Alcalá y el trigo alcalaíno en Málaga trajeron nuevas noticias de su contagio en muchas zonas, entre las que destacaban la capital y la Ajarquía. La economía se resentía porque tan sólo se permitía a los agricultores ir al campo a través del Barranco de Millán y la Cruz de los Moros o quedarse en los cortijos, prohibiendo cualquier tipo de comercio. Tan sólo, los molineros y los abastecedores de hortalizas tenían esta única salida y entrada para comunicarse con la ciudad. La situación se hizo bastante tensa hasta el punto que hubo que encarcelar a algunos labradores que no podían soportar tantos días de inactividad y el propio corregidor propuso que se les concedieran tres reales por cada noche de guarda que realizaba para poder sustentar a sus familias.
A pesar del cerco de la ciudad y del Castillo de Locubín, y, tras haber adoptado medidas oportunas en los cortijos y caserías, habiendo avanzado su contagio a los pueblos cercanos de Íllora  por la parte de Granada, a Lucena y Priego por Córdoba y por el norte a Torredonjimeno y Alcaudete en la provincia de Jaén, también afectó a la comarca, particularmente al Castillo de Locubín en el 1682. Para ello de nuevo se cerraron las puertas, se puso un aduana a media legua de la ciudad y se prohibió el comercio y la salida de sus habitantes, tan sólo se permitió la entrada para los hombres del campo por las puertas de los Álamos y Tejuela mediante registro de dos caballeros y en el portillo del Cambrón a través del Postigo. Tampoco sirvieron las medidas de restricciones a mesoneros, bodegueros y taberneros impidiendo el alojamiento de personas sin licencia,  ni el que las boticas dispusieran de las medicinas necesarias, sobre todo la trinca de Toledo, el control sanitario de las personas viajeras, los 60 guardas de día y de noche, ni la comisión especial para asuntos de urgencia, constituida por varios regidores y jurados y el corregidor, ni los registros ni la prohibición de ventas y comercio de ropa, lienzos, paños ni especería. Se impidió que la población lavara la ropa en el lavadero de la Fuente Rey, levantándose el de Mari Ramos.  El comercio se cerró con Motril, Antequera y algunas ciudades de Málaga contagiadas; tan sólo se permitió el abastecimiento con los campos cercanos a través de las puertas de Cambrón y Cruz de Los Moros. Incluso, algunas medidas llegaron a ser trágicas como la demolición de las casas y albergues de Frailes y el alojamiento de sus vecinos a Alcalá por la primavera de los años 1680.
Y, en nuestras aldeas, la situación parece distinta, como aconteció en la peste de 1680. Pues la población de los doscientos cincuenta cortijos  también se vio afectada con medidas de alojamiento de mujeres y niños en Alcalá y control exhaustivo de los hombres que tan sólo se les permitía ir a trabajar o, a lo más residir en los cortijos durante el contagio, recibiendo el alimento necesario en las puertas de la ciudad para impedir que metieran  el trigo y la cebada entre las ropas. Este fue el principio de la peste, lo mismo que nos encontramos ahora hasta la solución de una vacuna y los medicamentos adecuados para combatirla,  ahora toca a cuidarse, avecinarnos con otra forma de vida que corte lo que aconteció en los rebrotes posteriores de muchas epidemias.
Aunque se aplicaron en 1680 todas estas  medidas y la proliferación de  grandes rogativas dedicadas a la patrona santa Ana, Virgen de las Mercedes, San Roque y San Sebastián, en el Castillo de Locubín, su alcalde  Sebastián Pérez de Aranda anunció en veinte de mayo de 1682 que la peste se había propagado en la villa (muertes, contagios, confinamientos fuera de la ciudad…) .  Con la extensión de la epidemia de la peste, el bienio 1682-3 puede calificarse de  ser uno de los peores del siglo, porque se   tomaron todas las medidas posibles para que la ciudad no quedara desabastecida.  Aun así fue imposible impedir la venta clandestina a arrieros forasteros y hubo que tomar medidas severas de vigilancia, controlándose en la red de caminos que se dirigían a Granada, a la venta de Bramaderos, Córdoba, Puertollano, Salobral hacia Noalejo, y hacia Frailes y todos los del ruedo de la ciudad. Afortunadamente, en los tiempos actuales el abastecimiento y la distribución de suministros se ha conseguido y mejorado con relación a otros tiempos, donde eran propicios el  aumento de precios, el contrabando y estraperlo. En la comarca, al principio, afectó en el gran desembolso económico que suponía los preparativos, prevenciones y colaboraciones con otras ciudades, y, la villa sufrió los efectos mortales en 1682, que tuvo una gran trascendencia en la vida económica de la comarca. En la misma situación, desde el gobierno de la nación hasta el local se afronta la situación con ERTEs, Salario Mínimo, Plan Real, ayudas de la Junta y de la Diputación. Sin olvidar la ayuda inconmensurable del voluntariado, ONGs, particulares, mundo del transporte, lugares de alimentación,  tiendas básicas. Servicio a Domicilio, Auxiliares sociales…Y, por encima de todo la sanidad pública, con sus profesionales , desde los médicos hasta el último celador o auxiliar. La lección histórica es evidente y el comparativismo nos sirve para adelantarnos a los años posteriores que fueron duros. Curiosamente, tuvo una recompensa por aquellos tiempos  el Rey Carlos II concedió una feria, la actual feria de septiembre que, en los primeros años, se celebraba en San Agustín para restaurar el decaimiento de la ciudad. Esperemos que  del coronavirus  pasemos a la feria sin que se desarrollen los periodos posteriores. En nuestras manos está, cuidarnos y cuidarse.



No hay comentarios:

Publicar un comentario