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lunes, 25 de mayo de 2020

CAPÍTULO XIV. LA MOTA NO SE VENDE. EN LA PLAZA ALTA.





                        PLAZA ALTA DE LA MOTA







Pasan entre las ruinas de la casa del corregidor y la casa de los Leyva, dejando una bodega de una casa hidalga, y todos se adentran en la Plaza Alta. No era el mismo diseño ni la misma extensión y superficie se extendían en la actual plaza, en la que se han celebrado festivales,  y se remodeló la antigua casa del Sacristán con un nuevo ediculo de servicios. 
            -Ahora entramos por esta calle,  donde se pisa un aljibe,  por detrás de la casa de  Leonor Méndez  tenían su entrada los vecinos de la parte alta  de la fortaleza a través de la calle del Preceptor que se unía con la Calancha y el Bahondillo y con la de la propia Iglesia. Pero, les aseguro que existían más entradas. Desde el arrabal Viejo  a través del Cañuto,  bajo el Gabán, se entraba por un pasadizo rodeado de tiendas;  por la misma iglesia y cabildo podía adentrarse  a este espacio público, y por otra calle, entre el Hospital de los Monteses y las casas de Sancho de Aranda y otras tiendas se encaminaban los de los barrios nobles. 
-  Distinguimos claramente la muralla del sur, -interrumpe el jeque-me comentaba la entrada del  cañuto y el gabán, ¿ En qué consistía esta parte de la muralla?
 - No era sino un corredor pendiente y empedrado, como si se tratara de una calle cubierta, que bajaba a través de varias rampas a la puerta de Zaíde y acortaba el camino a los vecinos que venían del barrio de San Bartolomé  o de Santo Domingo.  Se entraba por un pasadizo rodeado de tiendas, en su trayecto final se colocaban los puestos de vender harina, cebada y otros productos de la huerta, incluso, el pescado en ciertas ocasiones. 

Se  ofrece ante la primera vista, una reciente excavacíon, la del palacio del Conde de Cabra, la Casa del Corregidor, y una nueva calle que afectó al muro de los franceses.
-¿Podían hacerse  muchas descripciones de este recinto público?-afirma el guía. 
-De seguro muuy diferente al actual
-Nos interesa el tiempo cercano a nuestros antepasados.
-Me es imposible, hay pocos datos, un palacio de los caballeros, la mezquita aljama, las torres, la muralla-le responde el guía que se empeña en acercarse a los tiempos de frontera, en sus últimos momentos.Y le hace una descripción de tiempos de los Reyes Católicos.
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Con la conquista por el rey Alfonso XI, las torres se reutilizaron y las casas nobles de los habitantes musulmanes se concedieron a los caballeros cristianos, al mismo tiempo que se produjo una importante remodelación en la zona murada.   La plaza sirvió de solar para regocijar fiestas, celebrar corridas de toros, juegos de cañas, y organizar levas; de sitio de reunión y de contrato de trabajadores, lugar de proclamar pregones y almonedas, recinto comercial, y, también, se definieron algunos edificios públicos y religiosos, destacando el palacio del alcaide. La configuración de la plaza de la fortaleza de la Mota y su entorno espacial no ofrecían, en modo alguno, el aspecto actual que, hasta ahora, podemos contemplar. Esta primera plaza fue testigo de reyertas y de la muerte del corregidor Bartolomé de Santa Cruz-

-Una historia apasionante, de los personajes de frontera, los caballeros y sus clientes- le interrumpe el asesor del alcalde.

- Así aconteció, en la mañana del cinco de mayo de 1492 subía el corregidor a la plaza para adentrarse en su posada, en la que residía, junto a la plaza baja, cuando se le acercaron dos jóvenes. Le rodearon y le asestaron varias puñaladas cayendo mortalmente herido al suelo. Los regidores de la Torre del Rey, por las rendijas de sus casas contemplaban el espectáculo y dejaron escapar a los jóvenes. Ningún se acercó a prenderlos. Los dejaron escapar por las callejas de las calles de las cuatro esquinas hacia el Bahondillo. Tras un prudencial tiempo para la evasiva de sus cómplices criminales, se acercaron al lugar y lo recogieron dando sus últimos alaridos. Herido de muerte. Lo llevaron a la posada, avisaron al físico, al cirujano, que le limpiaron la sangre, le vendaron con gasas. Pero no pudieran hacer nada. Con un fuerte esténtor falleció.-¿No quedaría en papel mojado aquel asesinato?

-Qué va. Al día siguiente, la ciudad se sentía liberada, pero sobre las cabezas de los vecinos se movían los comentarios más rencorosos que un ser humano pudiera comprender. Se juraron y se transmitían aquel dicho que no hay culpa alguna ante la muerte de los tiranos, sino que era una liberación del pueblo. Para ellos, morir y matar les eran familiares, acostumbrados como estaban con los moros en la frontera. Está claro que huyeron de Alcalá, sabemos que los Gadea, los Montesinos, y Fernández de Alcaraz vivieron en la ciudad de los Cármenes. Algunos fueron muy influyentes, hubo familias de los Escavias que crearon hasta un convento.

- Pero el hilo que creímos desvelado se nos quedó inconcluso al tener que investigar en los archivos granadinos- lleva razón y le dijo el asesor.- Sin embargo, los reyes no estaban por estos derroteros, pues se habían propuesto meter en vereda a todos los insubordinados de todo lo que fuera indisciplina con su poder. Para este cometido, habían elegido a los corregidores. No les importaba tanto su capacidad de adquirir más recursos para sus empresas militares, sino someter a todos los jefezuelos de la piel de toro bajo su jurisdicción. Primero, lo hicieron con las grandes ciudades, y ya les había tocado a los últimos reductos de su vasto territorio: las ciudades en primera línea de frontera. No importaba que tuvieran que agrupar varias ciudades bajo un mismo corregidor. Sólo le interesaba que tuvieran sometidos a las personas indómitas. Y, en Alcalá los había, pues por los servicios, se excedían en los abusos con los territorios regios y con la política emprendida. Y, con estos precedentes, se pusieron   manos al asunto, primero enviaron un pesquisidor para investigar el crimen de lesa majestad. Un representante suyo asesinado en presencia de todo el pueblo, y sin ningún delator. El pesquisidor se las vio y las deseó, en primer lugar, pregonó un bando en la peña de la plaza obligando a todo el mundo a que declarara quienes habían sido los causantes o autores del crimen.El asunto resultó espinoso. Pues, nadie quería desvelar nada. Llamó a los regidores y escribanos para que le dijeran que hacían aquel día en el cabildo. Ninguno confesaba nada. Pero, entrevía que algo ocultaban. Pues no se sentían autores, pero el pliego de descargos y eximentes, era numeroso. 

-Que el corregidor era un entrometido, no les dejaba relacionarse con sus clientes en el reparto de tierras, les impedía el trato, les atosigaban con nuevas sisas, les acumulaban cargos por invasión de tierras comunales…una sarta de falsas justificaciones, que querían justificar aquel magnicidio. 

-Por ello, el pesquisidor los envió a la Corte para que se presentaran ante el rey y les castigara-prosiguió el guía- .  La ciudad quedó gobernada tan sólo por Pedro de Aranda y Escabias. Nada consiguieron, entonces envió un alguacil real para ejecutar y cortar de raíz, la situación. Hubo algunos tormentos en los vecinos y tenderos de la plaza, y lograron declarar todo al detalle habían sido los hijos de Antón Hortelano juntamente con el padre y otros vecinos. A los primeros les confiscaron los bienes, les derrumbaron las casas, y fueron ajusticiados, sin embargo, los otros acusados, en concreto, dos hermanos, lograron escapar de la cárcel. Se fueron a Granada, allí rehicieron sus vidas. La pista se perdió. Y, eso que su madre Mari Sánchez quería que se les devolviesen los solares donde tenía su casa para reconstruirla. 

-Tuve la suerte de encontar lapista final- cortó de plano el asesor e investigador-. Años más tarde, arrepentidos los asesinos enviaron desde Granada a Alcalá una misiva. que desveló toda la trama del crimen. Hubo una capilla en la iglesia de Santo Domingo de Silos, que nadie sabía quien la había instituido, cuando se había creado, era un secreto de confesión. Lo habían perpetrado dos hermanos que se habían ido a Granada por los años siguientes a la entrega de la capital del reino nazarí por Boabdil a los Isabel y Fernando. Habían combatido hasta el último momento con los reyes y esperaban el momento de recibir mercedes, por eso vendieron sus bienes de Alcalá, se trasladaron a Granada, eran de la familia de los Gadea, de los Montesino, ¿Quién sabe? Lo cierto que se arrepintieron de sus actos y mandaron en su testamento una gran cantidad de dinero para fundar una capilla en la primera de la iglesia de Alcalá. -Un relato de frontera. No eran tan pacíficos. Por algo, les puso el rey un corregidor El guía no quería ceñirse a acontecimientos notables, sino que le destacó el  desarrollo histórico para configurar distintos momentos de este espacio urbano. Pues, la plaza no fue un espacio amplio, cuadrado o racionalizado, ni tampoco se mantuvo el mismo aspecto, distribución y mantenimiento de los mismos edificios que se nos ha transmitido documentalmente hasta el siglo XX. Por estos tiempos, la plaza era muy angosta, reducida, sin red viaria con diversos salientes que correspondían a la organización musulmana del espacio. 

-Ya decía un regidor antes de su reforma sobre ella  que por lo muncho que importa el adorno e pulicia (policía) de la plaza de esta ciudad, la qual está dentro de la fuerça della con privilegio de que no aya otra en esta ciudad por su conservación, la qual, demás de ser muy pequeña, está desproporcionada sin parezer plaza”.

             El núcleo más importante de este espacio fue el palacio del gobernador musulmán y las casas  de los caballeros musulmanes, en torno al cual se levantaron la mezquita aljama, un hospital, viviendas de caballeros, zoco, que pasó a manos cristianas con otros términos adaptados. 

Sacó el guía el libro de la genealogía de los Arandas (1454. Folio 25 v, Libro IV Capítulo II) donde se encontraba unna muy interesante descripción de la plaza con motivo de una reyerta entre bandos de la ciudad, los Aranda y los Montesinos de la Isla. Sería ora prima ya salido el sol.  Y como asomaron por ella vieron estar tres escuadrones de hombres armados, el uno a la puerta, el otro en la calzada que es mirador que está frontero de la dicha plaza, y el otro y tercero junto a la casa de Palacio, que entonces era, y ahora es plaza. Los quales, como los vieron para pelear, aunque eran tan pocos que había diez para cada uno de ellos, no se atrevieron a atender y esperar. Que los de la puerta las iglesias se entraron en ella, por tener cerca de la guarida. Estos eran gente de Martín Alonso de Montemayor que favorecía a los Monteses, porque algunos de ellos vivían con él. Los de la calzada que eran los mismos contrarios, bajándose de ella se fueron la calle arriba de la Plaza para sus casas y algunos de ellos llevaban tanto temor que no pararon asta esconderse en los gallineros(..)Los que estaban junto a la casa de Palacio que eran los criados de Diego de Merlo, que a la sazón era alcaide de Alcalá, y les debería favorecer, entrarónse en ella, y, como entrasen dentro ellos, tras de ellos, no pararon hasta las faldas doña García Carrillo, su mujer”.

-¿Queda algún resto del palacio musulmán?
-El sitio, donde lo levantó posteriormente el alcaide alcalaíno, el que llaman el conde de Cabra.
-¿Nada más?
-Alguna camisa de la muralla almohade, y la huella de los alarifes mudejares en la torre de la Cárcel.
-Poca cosa.
-La guerra y el asalto de la ciudad fortificada destruyeron  todo el  recinto con los nuevos moradores cristianos.
El jeque miraba el sur, y contemplaba Sierra Nevada. Le señalaron el castillo de Moclín, las torres vigías y los antiguos caminos. Quedaba ensimismado, y no soltaba palabra. Un almohade, un palacio, una mezquita, mansiones árabes, muros y una torre albarrana  y mudejar. Guardó silencio. Y se dirigió por el nuevo pasadizo hacia la torre de la Cárcel. 

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