Años de sequía y peste
ALCALA LA REAL EN TIEMPOS CARLOS II (1665-1700)
CAPÍTULO TERCERO
Se había iniciado su reinado gobernando la Reina Regente Mariana de Austria ante la minoría del
rey Carlos II con un período de cortas cosechas a
causa de los fuertes temporales
durante los años 1665 y 1666, que
se repite por motivos distintos en los
años 1673, con un largo período de nieves durante todo el mes de mayo y una
plaga de gusanos por todo los encinares, y 1679, bastante seco, y a mediados de su reinado en el 1685 y 1689
y 1690. Si los años de sequía provocaban algunos problemas, en los de
abundantes lluvias y nieves como 1672, 1674 y 1675 y en las estaciones
invernales como el 1684 y 1677, se acumulaban los problemas de arreglo de
caminos, puentes y calzadas, sobre todo,
en el camino del Castillo hacia Valdepeñas, en los puntos del Palancares, Guadalcotón y los Loberones,
que impedía trajinar en los campos y
el comercio con el reino de Córdoba y otros lugares del campo y, lo que era más
grave, de arreglo de los arruinados edificios públicos y abasto de la ciudad a
la que se obligaba a registros de trigo, acuartelamiento y distribución de
mantenimientos.
Años de torrenciales lluvias como en el invierno de
1680 y 1684 obligaron al arreglo de puentes de la Ribera y, curiosamente, se
vieron afectados por la carestía del pan, fruto de la sequía de otros años, y,
además, temblores de tierra, que en la
noche del nueve de octubre del primer año afectó a muchos edificios religiosos,
entre los que destacó la torre del Convento de san Francisco, y a todo el
sistema de cañerías, arquillas y acueductos de abastecimiento de aguas.
La buena administración del Pósito, la adecuada
cosecha para una pequeña población y los propios recursos de los labradores no
acusaban unos efectos tan trágicos en la ciudad como sucedía en otras grandes
capitales. De ahí que en el año 1666, por el mes de noviembre, la Chancillería
de Granada solicitó una nueva saca de trigo para abastecer la población. Se
hizo un registro que consiguió del casco 1. 666 fanegas sin tener en cuenta lo
que había en el campo y en la villa del Castillo de Locubín. Junto con el
abastecimiento de trigo comenzó a decaer el de la carne, obligando a que se
registrara el ganado vacuno, caprino y lanar y se cumplieran las ordenanzas que
no permitían que un cuarto de las reses registradas se enviaran a otros
lugares, sobre todo, la feria de Noalejo, para su venta y se quedaran para el
consumo de la ciudad.
Año
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Lluvias
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Sequía
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Peste
|
Terremotos
|
Otros
|
1665
|
X
|
||||
1666
|
X
|
||||
1667
|
|||||
1668
|
|||||
1669
|
|||||
1670
|
|||||
1671
|
X Nieves
|
Plaga de la langosta
|
1672
|
Langosta
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1673
|
x muy seco
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Nieve en mayo y plaga de gusanos en montes y langosta
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|||
1674
|
X Nieves
|
||||
1675
|
X Nieves
|
Cosechas escasas
|
|||
1676
|
Cosechas escasas
|
||||
1677
|
X
|
Cosechas escasas
|
|||
1678
|
Cosechas escasas
|
||||
1679
|
X Cosechas escasas
|
||||
1680
|
x invierno
|
Cosechas escasas
|
Terremoto en Octubre
|
||
1681
|
Cosechas escasas
|
||||
1682
|
Falta de cosechas
|
Peste en Castillo
|
|||
1683
|
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1684
|
x abundantes invierno
|
Terremoto en julio
|
|||
1685
|
X Abundantes lluvias a finales de junio y julio y
septiembre.
|
X
|
Falta
de pan
Destrucción
del puente del Castillo y una gran tormenta que arrasó todos los campos.
|
||
1686
|
1687
|
Se agotaron los manantiales de las fuentes
Granada, Peñuela, Cañuelo y Fuente Nueva.
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1688
|
Nieves en enero
|
x muchos calores en junio
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1689
|
X
|
Se hizo rogativa a
|
|||
1690
|
X
|
||||
1691
|
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1692
|
|||||
1693
|
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1694
|
X
principio de año.
Pocas hasta el mes de junio.
|
Subida de pan y falta de abastecimiento.
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1695
|
x
Lluvias y heladas.
Excesivas nieves en el mes de enero y febrero.
|
Afectaron a
la pérdida del ganado lanar.
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1696
|
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1697
|
|||||
1698
|
Lluvias y tormentas a finales de agosto
|
Huracán del día de san Agustín destruyó las Casas
de Justicia por completo
|
|||
1699
|
En el 1677,
el mal tiempo prohibió la salida de trigo a forasteros, debido a que se
beneficiaban del precio módico a 38 y 39 reales la fanega que se entregó del
Pósito para sembrar y a los panaderos. Esto sucedía por el mes de abril, en el
que se repartía sesenta fanegas cada día por entre los cuarteles o barrios, y tan
sólo se abastecía de pequeñas cantidades de arrieros forasteros y particulares,
que permitían abasto para una semana con una reserva de 1000 fanegas
y hasta el verano se necesitaba una
cantidad de 2.300 fanegas. Por el mes de mayo, sin embargo se compraba al
precio de 80 reales. La situación era bastante dramática, porque hubo que hacer
registros del trigo y comprarlo de las comarcas cercanas (como Espejo), incluso
se intentó en pueblos de Extremadura, y en los depósitos de los eclesiásticos.
No se
encontró apenas trigo alguno entre los particulares. En lugares rurales como la
cortijada de Frailes, que solían autoabastecerse, los vecinos hicieron, incluso, peticiones de
abastecimiento. El pan se repartió en las diez panaderías de los tres barrios
que definían la ciudad, san Blas, Rosario y Llanillo. Por los meses de julio,
la expectativas de buena cosecha alivió la situación, aligerando los valores de
los precios que comenzaron a decaer en la compra de los arriero que lo traían
de Espejo, y se dictaron normas para impedir sacar trigo de las eras por
forasteros de las mismas eras y a los vecinos revenderlo, ya que lo guardaban
en sus casas y no querían venderlo al Pósito. Sin embargo las malas cosechas de
los años anteriores, la helada de los campos, el cierre de los mercados
comarcanos, motivado por la peste ( Cañete, Martos, Arjona, Bujalance, Castro y
Baena y otros lugares del reino de Córdoba) y el abandono de muchos
sembrados dio lugar a que las medidas se
recrudecieran ante los malos resultados de la campaña, pues hubo que repartir
el pan por los cuarteles, hacer nuevos registros poner guardar en la
Puerta de los Álamos y cerrar las exportaciones o
ventas del trigo de las rentas de los cortijos, capellanías y de los
rendimientos de los eclesiásticos y comprarse para el abasto común, solicitando
a la Corona
una facultad real para pedir un préstamo:
Los clamores
que hay en la ciudad de que no se halla pan y que hace no poderse trajinar por
los caminos ni vendimiar las vides, ni se puede traer de otra parte y los
arrieros traerlos a vender de la
Campiña como ha sucedido todo este año y se ha hecho que los
particulares y labradores no los hay, por corta cosecha que hubo este año, pues
muchos labradores dejaron los cortijos perdiendo los barbechos.
Como dato significativo este año los cortijos de propios del Ayuntamiento no alcanzaban
una producción de 429 fanegas de trigo
y 261 de cebada en sus rentas con una
extensión de cuatro mil fanegas de
tierra y debieron venderse exclusivamente a los panaderos para abastecimiento
de la ciudad. No obstante, todavía se prolongó la situación de
desabastecimiento hasta el año siguiente, sin que ningún arriero acudiera al
Peso de la Harina y se apresaran
alguno arriero de Vélez que pretendía evadir los controles municipales. Por no
sacar, no se permitió ni la venta a forasteros de garbanzos. Hubo que gestionar
préstamos con el Abad Pedro de Toledo para la adquisición de trigo. Esto dio
lugar a continuas subidas de precios hasta 94 reales la fanega, decayendo por
la cosecha del 1678.
Cualquier incidencia climatológica daba lugar a
bajas cosechas y este año las vegas y los
llanos se anublaron y perdieron hasta la sexta parte, ocasionando que una
carga de dos fanegas y media no pesara ni una fanega y el consiguiente
perjuicio para el año 1679, que hubo que dejar de barbechar una gran parte por
la falta de trigo recogido. En estos momentos la única solución para la comarca
consistía en la compra de los trigos de la campiña que eran más tempranos y
además obligaba a la bajada de los precios. En estos tiempos tan difícil,
solían valerse de la influencia de miembros de la nobleza como el Duque de Sesa
y Baena o el marqués de Valenzuela para
poder comprar trigo en Baena y Luque. Además de extremar la situación, se
hicieron registros de trigo y cebada y
la compra de lo recolectado por el diezmo y por las dos tercias partes
correspondientes que habían de enviarse a la Capilla Real de
Granada. Para impedir que los panaderos se aprovecharan del poco abasto con su
correspondiente subida de precios, se controló con fuertes tazmías, en las que
se calculaba el rendimiento de la carga de
trigo para la elaboración de
panes. El simple control del cabildo daba lugar a que se rebajara de unos meses
anteriores el precio de la fanega a 86 reales o, en un pequeño descuido, en
pocos días, subiera a los 95 reales. Una muestra de la incidencia de los cambios
de precio nos lo ofrece el siguiente cuadro:
Mes
de Junio 7.6.1678
Mes de junio 15.6.78
|
94
reales
85 reales
|
Petición de los vecinos
|
Octubre
7.10.78
Octubre 15.10.78
|
86
reales
95 reales
|
|
Enero
10.1.1679
Enero
13.1.1679
Marzo
18.3.1679
2.5.
1679
4.7.1679
6.7.1679
|
80
reales
79
reales
88
reales
80
reales
72
reales
71
reales
60 reales
|
en
Baena
Se
compraron 609 fanegas.
14
cuartillos
Particulares/79
reales el oficial/85 reales en cuarteles.
68
reales el forastero
10 el cuartillo.
|
1.12.1682
|
11 y 12 reales
subió a 18 y 19 reales
|
|
30.6.1684
|
30 reales la fanega
|
|
15.7.1686
Finales de año
|
14
reales la fanega.
30/51/64
reales la fanega.
|
|
4.5.1692
21.10.1692
|
24 reales la fanega y 14 el celemín
|
la sal
|
30.3.1694
|
35
reales la fanega
y
cuatro días después a 38 reales
|
|
25.5.1695
|
17 reales la fanega
|
Venta de 100 fanegas
|
La epidemia de langostas afectó en los años
comprendidos entre el 1671-73 en gran cantidad en los campos del término
alcalaíno, sobre todo, en la dehesa de Entretorres, de los Caballos, cerro
Gordo y Alamoso y Castillo de Locubín. Aunque se tomaron las medidas normales
de recogida del canutillo, su encierro en los pozos del pie de la cárcel vieja,
e, incluso, los conjuros y rogativas de Santa Ana no alcanzaron los efectos
deseados y repercutieron en la corta cosecha de aquellos años, que obligó a los
labradores a solicitar préstamos anticipados de trigo y a la colaboración económica del estamento
eclesiástico. Como motón de muestra, solamente en el Castillo de Locubín
se recogieron en los lienzos 119 fanegas de langosta. Los campos se
vieron afectados por la ausencia de cosecha y se buscó el abasto de otros
lugares.
El bienio 1682-3 puede calificarse de ser uno de los peores del siglo, porque
se tomaron todas las medidas posibles
para que la ciudad no quedara desabastecida. Se controlaron y registraron
secretamente todos los productores de trigo. Aun así fue imposible impedir la
venta clandestina a arrieros forasteros y hubo que tomar medidas severas de
vigilancia, controlándose en la red de caminos que se dirigían a Granada, a la
venta de Bramaderos, Córdoba, Puertollano, Salobral hacia Noalejo, y hacia
Frailes y todos los del ruedo de la ciudad. En el siguiente bienio1684-1685 la
situación era muy semejante por la falta de agua, provocándose alborotos y
tumultos en la ciudad, y se registraron casas de particulares y eclesiásticos
para conseguir trigo. Con este ambiente
el trigo comprado logró repartirse
entre los barrios ante el temor
de nuevos levantamientos de la ciudad.
Cuatro años más tarde, ante la petición del servicio
de millones por parte del corregidor de Jaén el Conde de Torrepalma, que luego
sería de Alcalá, esta era la situación:
Esta ciudad está tan apurada de medios y vecindad, pues, siendo sus principales frutos los del trigo y
de la cebada y habiendo tenido tan cortos, pues los años antecedentes y el presente ha sido motivo para dejar sus
casas muchos labradores y la labor de
los cortijos que tenían en arrendamiento de los vecinos de esta ciudad, con que
a todos generalmente a tocado las pérdidas que a ávido
A esto se
añadía las continuas vejaciones y molestias de dos tercios del regimiento de la Armada , el envío de
dieciocho soldados a la Costa
y otros servicios como envío de acémilas y donativo de las bodas reales.
En el año 1694, muchas ciudades
comarcanas quedaron desabastecidas y por el mes de abril comenzó a subir el
precio del pan hasta treinta y ocho reales. Esto venía motivado porque lo
guardaban preventivamente algunas personas en sus casas, dando lugar a que el
Pósito tuviera que abastecer a los vecinos.
No sólo era la sequía la que producía dificultades
de abastecimiento, sino que los inviernos de nieve, helada y lluvia ocasionaban
otros males a la ciudad. En el año 1695, es un claro ejemplo, de la unión de
los tres males: falta de abasto de alimentos, en este caso, la carne, paro y
hambre, que incidía también sobre la ganadería:
la rigurosidad
del invierno con tan excesivas nieves y yelos se a muerto todo lo más del
ganado de lana y lo que a quedado está muy flaco y sin que sea de gusto ni sustento para enfermos y en
caso de que algunos tengan algunas carnes capadas y de bastante carne no las pueden comer ...se
traigan carnes de calidad a veinte y diecinueve cuartos la libra.....atendiendo
a la calamidad de los tiempos y que esta ciudad
se compone de mucha gente pobre trabajadores del campo que por el rigor
de los yelos, niebes y aguas a más de dos meses que no pueden valerse de su
trabajo (Cf. 19.2. y 1.3. 1695)
La peste de 1682 en el Castillo
de Locubín
Una de las más importantes epidemias que influyeron
en la comarca, concretamente en la villa del Castillo de Locubín, fue la peste
que se extendió desde Cartagena desde 1676. En la comarca, al principio,
afectó en el gran desembolso económico que suponía los preparativos,
prevenciones y colaboraciones con otras ciudades, y, la villa sufrió los
efectos mortales en 1682, que tuvo una gran trascendencia en la vida
económica de la comarca.
Hubo necesidad de solicitar nuevas roturaciones de
tierras para afrontar todos los gastos que se produjeron relacionados con la
peste y otros muchos que se pueden concretar en la reedificación de casas y murallas,
las malas cosechas de años anteriores, la baja de la moneda, el pago de los
cuarenta guardas diarios que suponían cuatrocientos ducados para lo que se
vendieron 100 fanegas de trigo. La construcción del nuevo lavadero de Mari
Ramos, el pago de los donativos anteriores y la parte correspondiente del
servicio ordinario que suponía cada año 121.653 maravedís y no se habían
pagados en el trienio de 1667 al 1668.
La ciudad de Alcalá la Real que tuvo que hacerse
cargo de toda la administración sufrió una crisis especial al tener que
afrontar las prevenciones y la incidencia de la
peste, sobre todo, en la villa del Castillo de Locubín, que en el camino
hacia Granada tenía dificultades de control del camino de los forasteros en sus Alamedas como ya previno
el prior de los capuchinos en 1680. Sin embargo, las medidas preventivas se
remontaban al nueve de julio de 1676, cuando se le noticia del inicio de la
peste en Cartagena por el Presidente de la Chancillería de
Granada don Carlos Villamayor Urbano. Con su rebroote en Cartagena y
Crevillente en 1677 y un año después en 1678, se intensificaron las medidas
del cerco y cierre de puertas en Arcos, Tejuela y san Bartolomé, por las partes
más abiertas que eran la
Peña Horadada , Capuchinos y Pilarejo.
A finales de este año, los arrieros que comerciaban
el pescado con Alcalá y el trigo alcalaíno en Málaga trajeron nuevas noticias
de su contagio en muchas zonas, entre las que destacaban la capital y la Ajarquía. A esto se
añadió la situación financiera embarazosa de retrasos en los pagos y la
morosidad de muchos labradores, sobre todo, en los impuestos de millones y
rentas reales, que se quejaban ante la ciudad de las medidas de los receptores,
como aconteció a finales del año 1678. Los gastos de veinte guardas a caballo y
de las puertas de los Álamos, Tejuela y San Bartolomé, recaían en vecinos y
trabajadores elegidos a suerte sobrepasando los 550 reales diarios, con el fin
de impedir la llegada de vecinos de Málaga y obligar a los transeúntes a la correspondiente
cuarentena.
La economía se resentía porque tan sólo se permitía
a los agricultores ir al campo a través del Barranco de Millán y la Cruz de los Moros o quedarse
en los cortijos, prohibiendo cualquier tipo de comercio. Tan sólo, los
molineros y los abastecedores de hortalizas tenían esta única salida y entrada
para comunicarse con la ciudad. La situación se hizo bastante tensa hasta el
punto que hubo que meter encarcelar a algunos labradores que no podían soportar
tantos días de inactividad y el propio corregidor propuso que se les
concedieran tres reales por cada noche de guarda que realizaba para poder
sustentar a sus familias. A las circunstancias de la peste se unía la carestía
del pan, acudiendo al Duque de Sesa que les conseguía salvar la situación con
el envío de 600 fanegas desde Baena.
A pesar del cerco de la ciudad y del Castillo de Locubín, y, tras haber adoptado medidas oportunas en los
cortijos y caserías, habiendo avanzado su contagio a los pueblos cercanos de
Íllora por la parte de Granada, a Lucena
y Priego por Córdoba y por el norte a Torredonjimeno y Alcaudete en la
provincia de Jaén, también afectó a la comarca, particularmente al Castillo de
Locubín en el 1682. Para ello de nuevo se cerraron las puertas, se puso un aduana a media legua de la ciudad y se prohibió el comercio y la salida de sus
habitantes, tan sólo se permitió la entrada para los hombres del campo por las
puertas de los Álamos y Tejuela mediante registro de dos caballeros y en el
portillo del Cambrón a través del Postigo. Tampoco sirvieron las medidas de
restricciones a mesoneros, bodegueros y taberneros impidiendo el alojamiento de
personas sin licencia, ni el que las
boticas dispusieran de las medicinas necesarias, sobre todo la trinca de
Toledo, el control sanitario de las personas viajeras, los 60 guardas de día y
de noche ni la comisión especial para asuntos de urgencia, constituida por
varios regidores y jurados y el corregidor, ni los registros ni la prohibición
de ventas y comercio de ropa, lienzos, paños ni especería.
La población de los doscientos cincuenta
cortijos también se vio afectada con
medidas de alojamiento de mujeres y niños en Alcalá y control exhaustivo de los
hombres que tan sólo se les permitía ira a trabajar o, a lo más residir en los
cortijos durante el contagio, recibiendo el alimento necesario en las puertas
de la ciudad para impedir que metieran
el trigo y la cebada entre las ropas. Se impidió que la población lavara
la ropa en el lavadero de la
Fuente Rey , levantándose el de Mari Ramos. El comercio se cerró con Motril, Antequera y
algunas ciudades de Málaga contagiadas; tan sólo se permitió el abastecimiento
con los campos cercanos a través de las puertas de Cambrón y Cruz de Los Moros.
Incluso, algunas medidas llegaron a ser trágicas como la demolición de las
casas y albergues de Frailes y el alojamiento de sus vecinos a Alcalá por la
primavera de los años 1680:
O salgan del
término por no estar cercadas dichas casas y es contingente que reciban en
dichas algún forastero que benga de parte contagiosa y que participe con lo que residen en dichas Casas de Frailes
a los vecinos de esta dicha ciudad por tener en ella libre entrada
En el Castillo, en el año 1680, había avisos de que
los forasteros, que corrían por las alamedas, pudieran estar afectados y de que
el ganado caprino se veía afectado por una peste de zangarriana.
Aunque se aplicaron en el año 1680 dichas medidas y la proliferación de grandes rogativas dedicadas a la patrona
santa Ana, Virgen de las Mercedes, San Roque y San Sebastián, en el Castillo de
Locubín, su alcalde Sebastián Pérez de
Aranda anunció en veinte de mayo de 1682 que la peste se había propagado en la
villa en donde se habían encargado dos
regidores locales y los alcaldes ordinarios y también se había cercado.
El comisario de la peste don José de Narváez estaba
ausente en su cortijo y hubo que nombrar nuevos comisarios. Pronto se tomaron
las medidas sanitarias, médicas y hacendísticas, cerrando por completo las
puertas y cercas de Alcalá mediante una aduana y unos 36 hombres de guarda y
solicitando una provisión real de más de tres mil ducados para afrontar los
gastos. Afectó a más de noventa y cuatro casas, ciento cincuenta personas
tuvieron que curarse de cuarentena, y murieron unas ciento diez personas. El
comercio quedó completamente paralizado y no se permitió la salida al trabajado
en la villa del Castillo. Como la villa estaba desabastecida de Hospital y
servicios médicos, se invirtieron cuatro mil ducados en un hospital en las
Almenillas, servicios médicos, farmacéuticos y cuatro franceses para quemar los
enseres de los afectados. Además durante los meses de mayo hasta parte de
agosto debieron vivir de las limosnas la mayor parte de la población, y, sobre
todo, la parte jornalera. El efecto de la peste fue enorme simplemente la quema
de todo tipo de enseres, la pérdida de cosechas, la ausencia de comercio y el
abandono de los campos supusieron unas pérdidas de treinta tres mil reales para
aquella villa, a lo que había que añadir los cuatro mil ducados invertidos por
la ciudad de Alcalá la Real
y la limosnas de los vecinos para alimentarlos durante este período. Se vieron afectadas noventa y cuatro
familias en los que ellos llamaban estar picadas sus casas, murieron ciento
diez personas, no se pudo comerciar y se perdieron muchos alquileres de casas,
que alcanzaba la cifra catorce mil cien reales según la tasación de los
albañiles del Castillo de Locubín.
La peste también influyó en el año 1680 en el
abandono de los barrios altos de la ciudad, ante la imposibilidad de poner
guardas en una gran extensión amurallada, debido a la pobreza y las malas
cosechas, obligaron a los pocos vecinos del barrio de San Bartolomé
Que todos son
gente pobre y trabajadora se recojan y abriguen en el cuerpo de esta dicha ciudad
y la de toda la cerca que ay desde la
Puerta de Santiago hasta las casas de don Francisco Angulo y
Peña Horadada.
También se produjo un fuerte movimiento migratorio y
una pobreza que no podía ni corresponder con los servicios recaudatorios de la Corona hasta el punto que
se había reducido el consumo de abastos un cuarto, pues
En el Castillo por epidemia murieron y se
ausentaron muchos vecinos, se consumieron y quemaron muchos caudales y quedó
tan aniquilada que pide se le perdone de todas las contribuciones... y los
vecinos en la suma pobreza en que se hallaban como al presente lo están hasta
la ruina fue motivo de que se fuesen a otros lugares, donde no tuviesen dicha bravosidad
La calle Nueva,
junto a la Cruz
de los Moros, cerraba la parte suroriental de la ciudad en el año 1682.
La higiene de la ciudad dio también lugar a la de
edificación de un nuevo pilar en la zona
distante del recinto amurallado en la zona del corral del Concejo cerca del
nacimiento de agua de los Llanos, junto al pilar de Mari Ramos, obra de Manuel
del Álamo con un presupuesto de 2400 reales, compuesto de unos acueductos para conducir el agua,
estanque, lavadero y caños y orlado con las armas de la ciudad.
El final de la peste dejó otras huellas importantes,
pues la baja de la moneda de molino de cuatro maravedís a uno y de ocho a dos,
provocó situaciones de desabastecimiento de trigo. En 1681, se había trasladado
una gran cantidad de moneda de molino a la Casa de Moneda para ser fundida en vellón grueso.
Sólo en arbitrios 1034 reales.
No obstante se recompensó a la ciudad con una feria,
que era tradicional entre los comarcanos, donde se vendía, sobre todo, ganado y había entrado en
litigio con la de Noalejo que se celebraba por las mismas fechas. La
importancia económica de dicha feria
consistió en convertirla
Perpetua, desde el día doce hasta el veinte
de septiembre de cada año, pagándose alcabalas y demás derechos reales de todo
lo que no es franco y reservado más de
que por sí dicha Ciudad en virtud de privilegios estuviese excepta.
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