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jueves, 22 de septiembre de 2016

relato histórico. EL SOLDADO DE MEDELLÍN.

UN RELATO HISTÓRICO. EL SOLDADO DE MEDELLÍN

Se celebraba el inicio del acostumbrado sorteo de los quintos de 1818. Presidía los actos protocolarios el corregidor Francisco de Vargas Machuca y Morales, coronel del Reales Ejércitos y subdelegado de las Rentas, Pósitos y Plantíos. En primer lugar, se leyó una carta que había enviado el Intendente de Jaén Vicente Jádenes el 20 de diciembre de 1817: tras las órdenes y articulado de rigor escritos con letra de imprenta, pero con la tinta negra de pluma de caña, se escribía “le correspondía a Alcalá 22 hombres”. Comenzó repasando la documentación que le ofrecía el secretario dentro de un amplio cartapacio. Primer documento; en la esquina de la Pescadería, una tabla emitía el edicto para información de los paisanos (23 de diciembre de 1817); segundo documento, se partió del padrón de 20 de octubre de 1817, dividido en cuatro cuarteles de la ciudad; tercero, leyó la citación a los párrocos y comisarios ( se habían nombrado cuatro comisarios y dos párrocos – que se repartían las demarcaciones religiosas de las iglesias de Santa María Mayor, Santo Domingo de Silos, Frailes, Santa Ana ; Charilla, Ribera, Mures, Cantera Blanca y Ermita Nueva;Valdegranada, Hortichuela y Caserías ; Fuente Álamo, Rábita y Grageras) .A continuación, se revisó que se habían presentado los padres con los hijos comprendidos entre desde 15 y 30 años y que el 17 de enero 1817 habían sido inscritos 237 mozos en la ciudad de Alcalá la Real y 198 en las cortijadas de acuerdo con las listas de los alcaldes de barrio.
Aquel día del mes de enero, volvieron a recordar el nombre de las personas honradas para presenciar el sorteo, José López de Castilla por Frailes, Pablo Romero de Charilla, Francisco de Paula Serrano y José Cejalvo por Alcalá, Antonio García por Mures; José de la Guardia por Ribera, Antonio Hinojosa por La Pedriza y Cantera Blanca, para Fuente Álamo Francisco del Castillo, y Francisco Puerta por Grageras.Habían entrado en el ayuntamiento y tras tocar la queda, permitieron la entrada del resto de los vecinos...
Y, se hizo la revisión de los alistados, de nuevo leyeron que se habían publicado edictos en la Plaza, la Pescadería y el Llanillo y se les habían dado órdenes a los alcaldes de partido para que los fijaran en las puertas de las ermitas. Los padrones de levas quedaban con todo estos pasos filtrados y libres de cualquier fallo mecánico o de defunciones transcurridas a lo largo de la infancia y la adolescencia.
Pero aquel día del mes de enero de 1818, fue especial. Estaba nervioso el corregidor. Asistían los curas don Antonio de Tienda, de Santa María, y Juan Melgarejo, de la parroquia de Santo Domingo, también acudieron los regidores Vicente Mirasol, Fernando de Aranda , Felipe Cano, Jerónimo de Torres, Miguel de Cisneros, Juan Agustín de Robles, Jerónimo de Torres Leoncio González, sindico-diputado de común. Y Diego Fernández de Moya, sindico personero y procurador general.
A la voz del corregidor, y de nuevo se inició la lectura de las listas. Se hicieron nuevos censos marcando las incidencias en los dobles folios de registro y señalando todas las eximentes y alegaciones que padres e hijo proclamaban en alta voz. Por la parroquia de Santa María: se leyó en voz alta el nombre de los mozos comenzando por los de la calle San Francisco, se siguió por los de las calles Ancha, Moros, Yedra, Vicentes, Barrero, Mesa, Oeros, Rosario, Pozuelo, San Blas, Cava, Real. Interrumpía el secretario de cabildo que proclamaba a los que se libraban ( por inútil, por ser hijos de viuda, por tener padre sexagenario, por ser curas, o estar quebrado…) No paraba de leer futuros mozos o eximidos nombrando a los de San Bartolomé, Braceros, Pedro Alba, Llana, Puerto, Mudo, Peste, Caños.... Luego seguía por los mozos de las calles de la parroquia de Santo Domingo: los había en Lecheros, Callejuela del Cano, Álamos, Pradillo, Veracruz, Trinidad, Luque, Caridad, Bordador, callejuelas de la Plaza, Llanillo, Tejuela, Antigua, Écija, Antón Alcalá, Piilarejo de las Tórtolas, Parras. Rosa, Espinosa, Pintor, Zalameda, Pajarejos, Juan Jiménez, Tesillo, Utrilla, Marines, Monjas, Pastores, Fuente Nueva. Finalmente concluyó con los de Frailes y el resto de las aldeas.
Elegidos los nombres de mozos, se verificaban si estaban sanos y sin tacha alguna, por eso los médicos Pedro Laguna, Fernando García y Arcadio Mateos los reconocían y depuraban, aún más, la lista.
-Este es corto de vista.
-Este tuerto; sí aquel quebrado.
- …y este padece una enfermedad crónica.
- Este, amaurosis en la vista.
-Vamos, ahora, este viene con una hernia.
- Y este con problemas de dentadura
Luego, intervenían los regidores que ya recogían a los casos más insospechados para salvar completar con sus alegaciones a los hijos y familiares de sus amistades. Unas veces, proclamaban razones sociales o económicas para librar a licenciados o letrados; otras, aducían motivos de ausencia: los había en América buscando aventuras.
-Antonio Ferro, otro desertor.- Interrumpió el portero de cabildo, añadiendo el nombre de varios hermanos que habían huido en los meses anteriores y se desconocía su paradero.
-Bueno, pues, vamos a rematar la faena. Hagamos el sorteo.
-Portero, trae las bolillas, en una bolsa con las blancas meta usted los papelitos de soldado y otras en blanco; en la otra bolsa introduce el nombre de los soldados.
Y así, comenzaba la sepulcral declamación de la ceremonia de los quintos.
-Francisco de Torres.
-Blanca.
-Francisco Pérez
-Blanca
-Manuel de Peña.
-Soldado.
-Hijo de Antonia Márquez, calle Fuente Nueva
(Siempre le tocan a los mismos, los jornaleros, los pastores y los hijos de los artesanos-decían los padres de los mozos)
-Sí, que se mida-interrumpe el corregidor- y sigue con los datos.
- de 26 años, vecino de esta ciudad, de cinco pies media pulgada y una línea de estatura: el pelo castaño oscuro, cara de color triguero, los ojos melados y, para distinguirlo, un hoyo en la barba.
-Sigue,
-Manuel de Pela
-Soldado
-Antoni…….
-Nos faltan nueve. Cosas de al guerra. Nadie quiere sufrir por su patria. Y eso que los convoca el rey y Dios los llama para un sacrificio en una gloriosa empresa, de las del mayor mérito.
Días después, se repetía la misma operación del sorteo y trataba de completar la lista. Pero faltaba uno. El corregidor revisaba y volvía a releer y reponer nombres. En este momento, se aprehendió a un pobre de solemnidad en la plaza pública.
Los alguaciles llevaron ante el coronel que hacía las veces de ministro de justicia.
-Señor, viene sin pasaporte. Nos los entregó José Cano, vio a este hombre muy mal vestido, en la Plaza Pública, se compadeció y le reconoció por ser soldado de los ejércitos españoles. Algunos vecinos decían que habían sido compañero suyo.
-¿Quien?
-Juan José Vicioso.
-Que venga, su testimonio es fundamental para nos fastidiar a más vecinos
-Mi señor, parece que no es sospechoso. Por lo que le hemos podido sonsacar es un desertor del Regimiento de África.
Sí afirma que es natural de Mérida.-Respondió el otro alguacil.
-¿Cómo te llamas?
-Matías Bote.
-¿Estado?
-Soy soltero
-¿Años?
- 25 años.
-Señoría, nos ha comentado que, va de pueblo en pueblo, y ha llegado a la plaza a pedir limosna.
-Lo que es seguro es que desertó, pero volvió a su Regimiento y le dio licencia el sargento pero cayó de nuevo en la misma piedra, vaga de pueblo en pueblo, sin domicilio fijo...
-Aquí esta el Vicioso.
-Que entre.
-A sus órdenes, mi señoría.
-¿Usted fue soldado en Medellín?
-Sí, mi señor le cuento. Yo estuve en La Batalla de Medellín. Aconteció un 28 de Marzo de 1809 , el sitio se comprendía entre Medellín, Don Benito y Mengabril, le llamaban los "pagos" de Veguillas, Martel, Retamosa,y que sé yo .
-Siga, siga, las batallas siempre enardecen a un militar español.
-Íbamos con el general Gregorio de la Cuesta, al mando del Ejército de Extremadura, unos 13.000 infantes, 2.000 jinetes y 30 cañones. Es verdad que nuestro ejército primero expulsó a la guarnición francesa de Almaraz el 29 de enero, tras un reñido combate en el puente de la localidad. Pro el rey José Bonaparte dio órdenes al mariscal Víctor para que marchase contra nosotros con el Primer Cuerpo de Ejército francés, compuesto de 14.500 infantes, 4.200 jinetes y 48 piezas.

-Estos son los prolegómenos, siga, siga
-El día 18 de marzo Cuesta ordenó a nuestro ejército replegarnos. Nueve días después, en concreto el día 27 se nos unió el Duque de Alburquerque con 4.400 hombres; sin embargo el mariscal Víctor avanzaba dividido por Mérida y Medellín, donde el general Cuesta nos ordeno marchar al día siguiente para atacarle.
-Ya están en el escenario de la batalla, vamos a su desarrollo.
- El día 28 de marzo, los 19.400 españoles de nuestro general Cuesta formaron desde la orilla del río hasta Mengabril. Pero a las once de la mañana se nos presentó el general Víctor con 17.500 soldados, cruzando el Guadiana por el puente de Medellín. Nuestros jinetes hispanos atacaron a la infantería francesa, obligándola a retroceder y formar en cuadros, y así resistieron durante horas; en otros puntos se agruparon en líneas cerradas barridas por la artillería. Cuesta nos ordenó que el ala izquierda española avanzase sobre la derecha francesa para envolverla. Parecía que las cosas nos iban bien.
Pero, en este momento, los dragones franceses al mando de Latour-Maubourg salieron n a repeler nuestro ataque, ahuyentando a la caballería española del flanco izquierdo, que realizó una de las peores desbandadas conocidas, arrollando a su propia infantería y derribando al propio general Cuesta al suelo, con su Estado Mayor.
Nuestra infantería hispana del flanco izquierdo quedó expuesta, siendo dispersada y masacrada en el subsiguiente asalto de la caballería francesa, que luego cargó contra el centro, hasta batir el ala derecha, donde el Duque de Albuquerque resistía mientras los españoles huíamos en desorden; la lucha en sí duró menos de cinco horas.
-¡Qué desenlace más funesto!
-No, peor fue la retirada. Los franceses nos persiguieron a los fugitivos sin darnos cuartel, quedando los campos llenos de cadáveres.
-Fijaros el parte de batalla: los españoles sufrieron más de 10.000 bajas entre muertos y heridos, otros 2.000 cayeron prisioneros; los franceses. Sólo tuvieron unas 4.000 bajas.
- Los que sobrevivimos reagruparon en Monasterio, y desde allí nos retiramos a Sevilla; el general Cuesta castigó a las unidades que se retiraron, destituyendo a nuestro oficial al mando, y a la tropa privándonos del uso de pistola.
- y , usted, se salvó.
-Claro que sí. Usted ha dado cifras. Yo se las voy ampliar. Creo haber oído que las bajas el ejército español se cifraron en 10.000 hombres junto a cerca de 20 piezas de artillería abandonadas. Las bajas francesas, tan sólo, se estimaron entre 2.000 y 4.000 hombres. Para el pueblo de Medellín, las consecuencias fueron muy graves : pérdidas humanas, económicas, inmobiliarias y monumentales. Y, eso, que fue corta la ocupación francesa (del 28 de Marzo al 12 de Mayo de 1809)
-Graves, no ; desastrosas las consecuencias de la permanencia de los franceses en Medellín y su comarca fueron desastrosas:
- Me he venido con datos, que recogí de un periódico de la época que dice “Entre Villar, Rena y Mengabril sólo quedaron 80 vecinos (unos 308 habitantes); de las 458 casas (unos dos mil habitantes) y 5 posadas (en la calle Puente) que tenía Medellín en 1908, sólo quedaron habitadas 170. El resto de la población huyó a otros pueblos o buscó refugio en montes cercanos, debido al expolio a que sometió a la villa una guarnición de 3.000 hombres que debía vivir de sus recursos. Se destruyeron 290 casas y se produjeron destrozos en los dos conventos de religiosas (Concepcionistas y Agustinas), las Casas Consistoriales, las del Cabildo Eclesiástico, el Asilo de Huérfanas, el Hospital de la Caridad, la cárcel y la carnicería. Desapareció la ermita de San Blas y el convento de Franciscanos quedó parcialmente destruido, convertido en hospital de sangre. También se produjeron n daños en la Iglesia de Santiago. Se perdió la riqueza ganadera de la villa, cifrada en 90 yeguas, 130 cabras, 306 yuntas de caballerías, 1200 cabezas de vacuno, 1350 cerdos y 14.000 ovejas. En Octubre de 1809, un informe del Alcalde mayor de la villa, D. Francisco María de Castilla, indicó que ya no había vacas y que sólo quedaban la cuarta parte de los carneros. De trigo, cebada, avena y garbanzos no hay existencias, siendo preciso comprar alimentos en los pueblos cercanos”.
-Basta, basta, ya sabemos de sobra que usted allí estuvo. No insista, pobre transeúnte?
- Pues, claro que lo reconozco, lo mismo que lo hizo ayer Juan Sevilla.
-Además, para que me crea, le voy a precisar: la batalla terminó a las 4 de la tarde y, eso que tuvimos suerte, una fuerte tormenta de dos horas de duración impidió una mayor mortandad.
-Bueno déjeme de desgracias. Si usted lo asegura, ya tenemos la solución del reemplazo
-Se lo aseguro.
-Pues, el que nos faltaba para la lista.¡Matías Bote!
-Servidor.
-Se declara soldado, póngase a las órdenes del sargento Rafael del Río.
Con este soldado, los mozos elegidos fueron convocados dos semanas después y fueron n conducidos acompañados de un capitán y varios miembros del Ejército a Jaén, al mismo tiempo que les asistían varios familiares en el viaje.
Desde entonces el nombre de Medellín figura en el Arco del Triunfo parisino -orgullo del imperio napoleónico- junto al resto de victorias francesas. Días después, los alcalaínos ajustaban cuentas con las autoridades provinciales por el débito del impago de los impuestos, reparaban los desastres de las tropas francesas en la fortaleza de la Mota y ajustaban cuentas con el corregidor interino Fernando de Tapia, que devolvía papeles para justificar su colaboración ficticia y forzada a los franceses.










 Las señales del fuego de las paredes de la Iglesias, el regreso de los afrancesados y el recuerdo de la muerte del corregidor afrancesado pesaron en el alma popular de los alcalaínos, porque tardaron mucho en sobreponerse como los de la villa de Medellín.

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