EL ORDEN PÚBLICO
A pesar de la estabilidad de la política municipal
y el orden público controlado por la
guardia civil, guardas municipales/serenos y del campo, se asistía al
incremento de la inseguridad ciudadana abundando muchos robos de ganado y de otros tipos de
bienes. Algún que otro incidente acababa
a tiros, como en la calle Caridad, donde en octubre de 1901, se oyeron disparos
en una casa y, dos meses después, en la calle de las
Angustias[1].
Incluso, algún hacendado se vio envuelto en algún litigio con la Justicia en este mismo año.
Tampoco, se puede pasar por alto la
consabida protección de los cargos públicos con armas, que el gobernador civil
procuraba mantener ante los continuos conatos de violencias que se propagaban
por la geografía nacional; [2](Sobre
todo, a los concejales de las aldeas, que solían residir en Santa Ana[3],
Charilla y Ribera) y, además, dirigía
oficios recriminatorios contra los establecimientos expendedores de armas como
las tiendas de las familias de Francisco Sierra, Hermanos Collado y Joaquín Sánchez. También, se ampliaron los puestos de la Benemérita ,
primero en la aldea de la Rábita y Charilla e,
incluso, posteriormente en Mures; en Alcalá el cuartel se ubicaba en una casa
alquilada, primeramente, a María del Carmen Serrano en una de las calles de la Plaza del Ayuntamiento y,
posteriormente, por su mayor amplitud en las casas de Antonio Guardia
Castellano ubicadas en el camino Nuevo. Prueba de este clima de autoprotección
fue el gran número de armas que se incautaron, por la autoridad, en los distintos
juicios y condenas de estos primeros años, así como las continuas licencias de
armas que recibieron determinados particulares y personas influyentes de la
sociedad.
No obstante se dieron grandes
pasos en el control del orden público como manifestaba Guardia Castellano en
1910 “La policía de los campos ha
merecido mi más preferente atención y muy especialmente en la guardia de la
aceituna, en la que por defectos y vicios inherentes al sistema de guardería de que se valen los labradores para
la custodia de sus propiedades, se había llegado a constituir un estado de
anarquía y de despojo en los últimos años, habiendo llegado a conseguir en las
dos últimas cosechas, que fueron estas respetadas hasta el punto de quedar
aceituno en los olivares, embalada, o en montón, durante las noches, sin temor
y sin cuidado. Hanme prestado su valioso con curso en tal empeño, los
tribunales de justicia, el benemérito instituto de la Guardia Civil , los dueños
encargados de las fábricas aceiteras y el público en general. A Todos envío hoy
mi reconocimiento, que si su eficacísima ayuda, hubiese fracasado en mi
propuesta”.
Dentro de este ambiente, no era
extraño el ruido de disparos y explosiones nocturnas como la del día 21 de
noviembre de 1901, denunciada por el Jefe del Orden Público ante la alcaldía.
Pues todo estaba unido a otras desviaciones morales de la sociedad alcalaína.
De ahí que la autoridad pública persiguiera
los juegos prohibidos, castigados por la Justicia. No
obstante, la mayoría de las faltas recaían sobre asuntos de urbanidad,
escándalos de la vida pública y curiosamente la persecución de los blasfemos.
Tan sólo se destaca un incendio a finales de Octubre de 1906 en la iglesia del
Rosario.
Aunque comenzaba a nacer algunas
nuevas industrias derivadas del textil, orujeras, jabón, alcoholes y de
índole agropecuaria-, la ciudad se mantuvo con un gran predominio
agrícola frente a los otros sectores industriales y comerciales. Por estos
años, se multiplican en gran número los
molinos de aceite, lo que indica el cambio de productos en la agricultura
extendiéndose el olivo en lugar del cereal. También nacieron algunas industrias
de alcoholes, como las de la familia Garnica.
NUEVAS
FORMAS DE RIQUEZA
“Por eso, Alcalá no marcha en
los presentes momentos a la cabeza de
los pueblos febriles e industriales; porque todos los esfuerzos de sus hijos,
todas sus actividades y todas sus economías, fueron reconcentradas durante diez
lustros en una sola, noble, legítima aspiración: redimir el patrimonio del
pueblo, empeñado en mal hora por leyes injustas, y redimirse y emanciparse de
la humilde condición de colonos a que las mismas los condenaran, para ser
libres, independientes y dueños de sus tierras y de sus acciones, como siempre
lo fueron. Para alzar fábricas y talleres, hace falta algo más que buena
voluntad: hace falta dinero, durante la segunda mitad del siglo pasado, huía
por los cauces de la usura y de la codicia de terratenientes forasteros”
Pero, con un canto casi épico,
exponía el cambio que se estaba produciendo, en una agricultura, a la que
calificaba “abandonando antiguas y rutinarias prácticas, figura en primera
línea entre los pueblos productores; sus aldeas crecen, los caseríos se multiplican,
y los campos se alegran con sus vides nuevas y con las hojas siempre verdes de
sus crecientes olivares, esperanza de un mañana venturosos”. Y, la
construcción como motor de los oficios artesanos, transformaba, por medio
de la inquietud de famosos maestros de
obras como los Granados- que emigraron a Argentina- Manuel López Ramírez y
Cándido García, una ciudad anclada en un estilo pueblerino de corte andaluz
a una moderna ciudad de corte capitalino
“Su población se renueva, sucediendo a los vetustos casuchos de la edad
media, esbeltas y elegantes casas que embellecen y ornamentan las amplias
calles de la Ciudad
Señoril ”. De estos tiempos son todas las casas señoriales
del Llanillo, calle Veracruz, Juego Pelota, Caños, Fuente Nueva y Real, donde
vivían los labradores, hacendados,
profesionales y comerciantes. Este tercer sector que abundaba en la
población, lo regentaban las familias de
los Mármol, Sierra, Collado, Calvo, Serrano, Marín, etc. Pero, lo que más
cambió el panorama fue el ambiente fabril. Pues, en palabras de este cronista “
su industria, hasta aquí estacionaria, empieza a despertar de su letargo,
tenemos fábricas de jabón, de aguardientes y licores, de harinas, de aserrar
maderas, de fundición, de tejidos algodón, de tejas y ladrillos, de extracción
de orujo, y 34 aceiteras)
Jabón
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Aguardientes y licores
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La Cometa
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Garnica
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Gaseosas
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Aceituno
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Fundición y Armas
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Frías y Pérez
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Maderas
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Castillo
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De
tejidos de algodón
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Comercial Castillo
Francisco Serrano del Mármol
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De tejas y ladrillo
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López
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De extracción de Orujo
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Nueva Orujera
Navas
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Almazaras
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Santa Matilde
Nuestra Señora de las Mercedes
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Parecía, además, que se había
extendido la fiebre de conquistar los fondos de la tierra. Pues fueron
numerosas las licencias de aperturas de minas que se solicitaron por este
tiempo: En 1917, San Antonio, la
Matilde y la
Esperanza ; en 1918, la Pura , la Carraca y la Gata Gorda , en 1919, la Carmencita , el Gran
Poder, Ascensión, y Juanito. También
surgieron algunas sociedades económicas,
La Unión
de Alcalá y la Económica
de Charilla.
La población alcalaína cada vez
aumentaba en número de habitantes,
llegando en el 1911 a
las diecisiete mil cuarenta y seis almas entre las aldeas y casco, repartidas
en 6.666 en este último y 10.370 en las primera, y, aún más, alcanzando la
cifra de veinticinco mil personas a mediados de siglo. Pero también era alarmante el número de parados
que, en el promedio de este año,
superaba las mil quinientas personas sin contar mujeres en edad de trabajar.
Eran frecuentes las personas que solicitaban instancias para adquirir el rango
de pobres, con lo que se beneficiaban de medidas de beneficencia consistentes
en los gastos de la lactancia y la gota
de leche en los primeros días de las criaturas.
Como muestra del nivel de vida, se mantuvo durante muchos años un salario
agrícola de 1´75 pesetas por jornal, que sólo podía pagar una dieta básica vegetariana de pan, leche,
habichuelas, queso, manteca o aceite y, en modo alguno, una de carne y huevos
que superaba la cantidad anterior. No obstante, desde 17 abril de 1900, la luz
comenzaba a iluminar las calles por medio de un sistema de alumbrado contratado a
Electra Española, con obra de
candelabros de hierro de la familia de Juan Frías Paredes. También, en el
sector de servicios, se abrió una oficina de correos y telégrafos en la calle
Real en 1900 y se instaló el
teléfono con una alta torreta en la
plaza pública.
[1] AMAR.
Ibid. El gobernador civil le envió dos pistolas a don Rafael Abril.
[1] Jugó un
gran papel en estos primeros decenios
Amaro Sánchez Gon
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