En la víspera de la Invención de la Cruz, llevamos a cabo setenta ruteros de Huerta de Capuchinos una ruta, moteada de cruces a lo largo del recorrido. Nos acompañaron dos charilleros de pro, el alcalde pedáneo Paco y Cristóbal. La primera que nos encontramos en el punto de concentración, en la propia plaza de la aldea, abierta a cuatro calles y jalonada por el pilar de los años treinta del siglo XX, el lavadero, la fuente, la escuela y antigua iglesia de san Miguel, parroquial de Nuestra Señora del Rosario. En el templo, se anunciaba la cruz por diversos puntos de su fachada y espadaña.
Por una calle colateral, nos dirigimos a la carretera de la Joya, camino del Cementerio, y viramos pronto hacia el arroyo de Juan Castillo el solar del antiguo cementerio, vigilados por la torre musulmana. .comentario sobre el cementerio neutro y el origen púnico de las torres.
Al alcanzar un rellano, que nos conducía hacia el Guadalcotón, nos detuvimos para explicar el entorno desde la Dehesa de Potros hasta el Charre por el norte y el sur de Majadillas y Roahuevos. Entorno de olivar, que se plantó sobre los antiguos viñedos con chozones de sus guardadores, y, si nos remontamos a tiempos de conquista y edad moderna, tierras de de ganadería lanar y caprina. Una disertación sobre las dehesas de fomento de cabaña caballar para ganadería militar , la dehesa de potros y de yeguas ( giesa por estos entornos), la casa del potrero, la división de parcelas, otras dehesas de la comarca, los cortijos del siglo pasado, el de Contreras, el punto limpio, y una exhaustiva contemplación del frente republicano, la tierra de nadie, los puestos de ametralladoras, empalizadas, en Charre, Dehesa, Acamuña, Ángel , Portillo Alcalá, las escaramuzas d finales de 1936 y principios de 1927....
Bajamos por el el arroyo, entre sombras de grandes árboles, quejigos, nogueras, álamos negros y muchos zarzales,por tierra de arrañal hasta llegar al río Gudalcotón, por donde seguimos la ribera hasta el punto de la estación elevadora del agua del Robledo, de donde salía un caño enorme de agua este arroyuelo. Vuelta atrás, y ribera arriba, explicamos el origen de río Guadalcotón, las tierras de la Fuente del Gato, las tierras de mis abuelos y el vino que tiene Caroca/ que ni es blanco ni tinto/ pero endulza la boca/. hasta dar con el paraje de las Vegas del Guadalcotón y el camino de cruce al Castillo por el cortijo de la Nava, Nos bordeaban muchas canteras a cielo abierto cerradas y con la huella de haber sido utilizadas en la calzada de las carreteras locales y comarcales. Incluso, una fábrica de grava se encontraba en algún que otro paraje.
Al llegar a la carrera provincial de Charilla, topamos con el paraje de la Cruz del Abogado, en un montículo Cristóbal comentó a la historia de dos muertos del cortijo de Balazos ,al pasar la zona de nadie en una noche de octubre de 1936, y también, el levantamiento de la cruz por los fusilados en septiembre de 1936, rememorando la huida de dos de ellos y su encierro en varios cortijos hasta pasar a tierras del general Queipo de Llano.
Subimos la cuesta del Abogado, entre olivares, hasta dar con el camino de Alcalá a Charilla y , a pocos pasos del recorrido, comentamos la calzada romana y, en la Cruz de las Viñas , la historia de los migueletes que fueron matados por los propios presos que conducían a las cárceles de Alcalá desde el Robledo a principios del siglo XX.
Bajamos hasta el arroyo de Charilla, no sin antes parar y tomar un vaso de bon vino terreno ofrecido gentilmente por Pepe Vega y contemplar los intentos de restaurar la antiguas viñas torrontesas para recuperar los vinos autóctonos a manos de Eusebio, hermano de Cristóbal.
Por la carretera asfaltada que venía de Santa Ana, caminamos entre huertas contemplando por un lado en el horizonte el Sotillo, Cerro Berlango, Palote y asomando la Martina; más cerca Charilla y . varias vías de acceso empinadas como la de las minas de plata, exploradas por Tintín a principios del siglo XX; por otro lado los Tajos de Charilla jalonados por alfombras de olivares . Al llegar al camino que nos introducía a los Llanos de Charilla, comentamos la torre y la batalla de la Boca de Charilla, la falla tectónica, y la leyenda de María Solís. Pasamos por tierras del guía y subimos la cuesta hasta la Montijana; sentada para explicar el auge olivarero a principios del siglo XX, con cuatro almazaras controladas por los hacendados del lugar, la propia fuente, y Charilla, la aldea más importante del siglo XIX, con la primera escuela, estanco, ermita, tierra de Flora y Ben Jakán, el primer movimiento republicano, industria olivarera, cuartel de la Guardia Civil, movimiento social... Cristóbal elevó su población a la alcalaína. No tanto, le dije, que se había sobrepasado en el chorreón del lechero.
Ya no había mas fuerzas, nos dirigimos al Centro Social, comida de convivencia excelentemente preparada por Javier y compañero, al mismo tiempo que ofrecida por las hijas de los dueños, Todos felices, comentarios de nuevas rutas. Y fuimos felices.
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