I
Trasílabo, hijo de Lyco, era natural de
Atenas. Si la virtud debe ser ponderada por sí sola sin
fortuna, dudo si pondría a éste el
primero de todos. Sin duda alguna lo pongo: no prefiero a nadie delante de este en fidelidad, constancia,
grandeza de ánimo y amor a la patria. Pues, porque muchos quisieron y pocos pudieron liberar a la patria de un tirano, a éste le
tocó en suerte liberarla de la
esclavitud oprimida por los 30 tiranos. Pero no sé de qué modo muchos
le aventajaron en reputación, cuando
nadie lo precedía en estas virtudes.
En primer
lugar, en la guerra del Peloponesio Trasíbulo llevó a cabo muchas empresass sin Alcibíades, y aquel
no hizo ninguna cosa sin éste;
todo se lo grangeó con cierta
gracia , que le había dotado la naturaleza. Sin embargo, todas las circunstancias son
comunes para los generales y para los
soldados y el azar, porque, en el concurso del combate, el buen final de los acontecimientos ya no depende de
la conducta y disposiciones del jefe,
sino del esfuerzo y valor de los datos que se aparten del plan hacia las fuerzas y
fuerza de los que combaten. Así pues, por derecho propio el soldado reivindica del
jefe algunas cosas; puede gloriarse su fortuna de que en semejantes lances se debió la victoria más que al
acierto del jefe..
Por este
motivo, aquel magnífico hecho de la liberación de la patria le perteneció a Trasíbulo. Pues, como los 30
tiranos, que los espartanos habían puesto al frente, tuvieran oprimida en
esclavitud a Atenas, y hubieran expulsado de la patria a una parte de muchos
ciudadanos, a los que la fortuna les había perdonado la vida en la guerra, y hubieran matado a otros tantos y hubieran repartido
muchos de sus bienes confiscados entre ellos, Trasíbulo no sólo fue el primero sino el único
que declaró la guerra contra los espartanos desde el principio.
II
Habiendo
huido este a Files, castillo muy fortificado en Ática, no tuvo de su parte a
más de 30 hombres que le acopañaran. Este fue el
principio de la salvación los acteos,
esta fuerza de la libertad de la fortísima ciudad. Y , al principio, los tiranos hicieron poco caso de Trasíbulo y
también de su poca gente. Pues este asunto perjudicó a los que lo despreciaban y salvó a este que había sido despreciado. Pues esto los hizo tardos para perseguirlo y a estos los alentó para prepararse cuando llegara la ocasión.
Más que esta máxima debe estar en el alma de todos aquella, que dice, que ,
en la guerra, nada es conveniente que se
desprecie, ni decirse sin motivo que es
propio de un cauteloso que no le cueste
lágrimas a su madre. Sin embargo, las fuerzas a favor de la opinión de Trasílabo no aumentaron. Pues, ya entonces, los
buenos hablaban con más fuerza a favor de la libertad que luchaban. Después de
esto, pasó a Pireo y fortificó Muniquia.
Dos veces los tiranos emprendieron el ataque contra esta ciudad y fueron rechazados de ella; y, una vez perdidas las armas y los bagajes, se
retiraron a la ciudad. Trasíbulo se valió más de la prudencia que de la
fortaleza. Pues mandó dar cuartel a los que se rindiesen- pues creía que es
justo que los ciudadanos perdonen a los ciudadanos- y que ninguno fuera herido
a no ser el que quiso atacar en primer lugar. A ninguno, que estuviese muerto, permitió que
se le quitase el vestido; también, ordenó que no se tomase otra cosa que armas
y víveres, de las que estaban faltos. En
el segundo combate, murió Critias, jefe de los tiranos, mientras luchaba con
gran valentía contra Trasíbulo.
III
Una vez
derrotado y muerto Critias, Pausanias, rey de los espartanos, vino a socorrer a
los Áticos. Este ajustó la paz entre Trasíbulo y los que mandaban la ciudad,
acordando que ninguno fuera desterrado salvo los 30 tiranos y los 10 que elegidos como jefes que se habían portado con tan
gran crueldad como los tiranos, ni tampoco los bienes fueran confiscados, y que la gobernación de la república se le
devolviera al pueblo. Es, también, notorio
de Trasíbulo el que, una restablecida la
paz, teniendo mucha su autoridad entre los ciudadanos, promulgó una ley que a nadie se le acusara por lo pasado ni fuera castigado, y
la llamaron la de la amnistía. Y no
solo se preocupó de promulgarla tan sólo, sino que
trató de que observase. Pues, queriendo
algunos de los que habían estado con él en el exilio, hacer la matanza de
aquellos con quienes había hecho la paz, lo impidió y cumplió lo que les había prometido.
IV
Le fue
dada por el pueblo la corona del honor
por tan señalados servicios, hecha de dos ramas de olivo entretejidos. Porque estba agraciado con el amor de los ciudadanos y no la había adquirido por
violencia, nadie le tuvo envido su vida y le fue muy honrosa. Con razón, aquel famoso
Pitaco, que era considerado uno de los siete sabios, dándole en recompensa los
habitantes de Mitilene muchos miles de pasos de bueyes de campo, les respondió:
“no me deis a mí lo que muchos envidian y
muchos más ansían. Por esta razón, no quiero más que 100 pasos de bueyes que indiquen mi moderación de animo
y vuestro buen afecto. Pues los pequeños regalos son duraderos, los grandes
no suelen durar, porque están expuestos a
la envidia”. Así pues, contento por aquella corona Trasíbulo ni apeteció más, ni consideró que nadie le
había hecho ventaja en honores. Tras el paso del tiempo siguiente, este
habiendo arribado con la armada a
Cicilia y haciéndose con bastante descuido las centinela en su campamento, tras
hacer un ataque los bárbaros de noche desde la ciudad, fue matado en su tienda.
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