En 1935, los vecinos comentaban que “las derechas
campaban a sus anchas”. La únicas voz sonante y con fuerza en la comarca era la
del parlamentario y director general del
Ministerio de Agricultura, el paisano castillero Carlos Álvarez. Su
influencia era notoria y, a pesar de las
rencillas pueblerinas, el ayuntamiento
de Alcalá lo felicitó por el mes de
abril, con motivo de haber ascendido al alto cargo ministerial anteriormente
mencionado en Madrid. Lo mismo hizo su
pueblo natal, ya que fue nombrado Hijo Predilecto por la Sociedad de Labradores en
el Castillo de Locubín.
Durante este
tiempo, las aspiraciones campesinas y sus reivindicaciones por nuevas tierras,
mejoras sociales y salarios más progresivos quedaron a años luz de los primeros años de la República. No es
extraño que el diputado jienense,
Jerónimo Bujeda fuese requerido en las Cortes Españolas por varios suplicatorios por la publicación de un artículo muy crítico con
respecto a la nueva situación
política y en consonancia con lo que
respiraban los azañistas y los socialistas[1]. Se
titulaba “Aunque sea cierto la reconquista de la República ”. Sin embargo,
por este año fue denegado el proceso judicial[2].
En palabras de
Martín Nájera, el clima político se desenvolvía en estos términos “el año
1935 estuvo marcado por el orden externo, por las gestiones nacionales e
internacionales en pro de la conmutación de las penas e muerte y la liberación
de los presos, y n el orden interno, por la polémica sobre el retorno de la
actividad parlamentarias y la recomposición de la alianza electoral de
republicanos de izquierda”[3]. Por eso, se trataba de coartar la libertad y cualquier
iniciativa de renacimiento de los partidos de izquierdas y, continuamente, se alarmaba a la población cuando comenzaban
las sociedades obreras a denunciar y
a organizarse tal como lo hacía el Eco de Jaén con motivo de la denuncia
de los tipógrafos de Madrid en el mes de marzo[4].
En el ámbito local, con la ausencia de
republicanos de izquierdas y socialistas de la corporación municipal alcalaína,
desapareció el debate político de la corporación alcalaina, pues ningún asunto municipal era debatido entre los diversos miembros de la coalición
radical-agrario-cedista. Comenzaron a formar una piña, en la que ya ni siquiera
se marcaban las diferencias entre los monárquicos y las distintas gamas de los
republicanos de derechas. Además, para acallar cualquier intento de rebelión
externa, se abrió un expediente contra
los concejales destituidos y el propio gobernador civil recabó datos sobre su
conducta en los meses que compartieron labores de oposición dentro del
ayuntamiento[5]. Ya las fórmulas no respondían a una visión
social de marginar la pobreza, se volvía a las antiguas medidas con la
instalación de la
Cocina Económica en el Palacio Abacial y, la instalación de la Oficina de la Gota Leche en la calle
Real, obra de Manuel López Ramírez. Para atraerse a las fuerzas de orden y
seguridad, se arreglaban las dependencias judiciales[6]
y se homenajeaban a las fuerzas de orden público. Y, para redondear su
política, trataban de poner en marcha
nuevas obras como el Puente Suárez o la reparación de la Plaza del Ayuntamiento.
En la vida de
sociedad, la cultura se refugió a los antros elitistas, de casinos y círculos
recreativos. Entre ellos, con un viso de profesionalidad e independencia,
destacaba entre la clase media el Club de “La Amistad ”, situado en la
calle de los Álamos y regentado por
Manuel Torres. Este centro, en concreto, no era sino un cambio de fachada del Círculo
Conservador Obrero de la Paz
tiñéndolo de un tinte profesional para aparentar independencia política y
apertura a la sociedad. Y, en parte que lo consiguieron, porque allí
acudían muchos vecinos a las horas de
asueto y en las fiestas tradicionales. El periódico de la Mañana , órgano derechista
de los agrarios, recogía todas las noticias sociales de Alcalá escritas por un
corresponsal poco comprometido y muchas
de ellas procedían de estos locales. Allí, se celebraron los carnavales de
1935, sin la intervención de comparsistas, y con un tono versallesco amenizado
por la orquesta granadina “Melody Jazz” que interpretaban blues, danzones,
tangos y faxctrop, al mismo tiempo que se servía una cena fría y se
interpretaban algunas copillas de carácter literario[7]. Por
eso no nos extraña que el órgano tradicional
Eco de Jaén ofreciera una columna
con el titular “El Carnaval ha muerto”[8].
Además, se
pusieron de moda en la localidad por
parte de las clases medias los viajes
turísticos a las capitales de provincia y, entre la juventud, la práctica del deporte del football, en
la que un equipo local competía con los
de los pueblos comarcanos en las eras del Coto, subvencionado por el
Ayuntamiento[9].
Tan sólo, se
requirió el traslado del Archivo Eclesiásticola C.E .D.A. La normalidad
alcanzó, incluso, en el campo religioso. Claro testimonio son las palabras del
erudito y arcipreste Montañés Chiquero:
“Alguna vez
pudo creerse que ese fuego estaba del todo muerto; más sólo eran apariencias.
Sólo era, al parecer el fuego sacro que Nehemías hallara escondido en el fondo
del pozo, y al cabo de largos años, dio señales de vid, al despuntar la Aurora , provocando voraz
incendio. De igual manera, el fuego de
la devoción a nuestra Virgen, escondido en las cenizas de la ignorancia, de la
sensualidad, de la ambición y demás
humanas pasiones, al toque de la gracia del Sol divino, surgió potente,
esplenderoso y triunfador. Siempre fue esa devoción para nuestro pueblo como el
hilo de oro, invisible conductor de la gracia y caridad cristiana, y para
muchos desdichados, el único elemento que les unía a Dios ......en las últimas
pruebas porque pasó la fe de este pueblo , la maldita vergüenza y el temor
mundano habían regresado y escondido la bendita luz y ese calor celestial,
convirtiendo a muchos creyentes en hijos pródigos y en “perros cobardes”; pero
cesó la tormenta, amaneció el Sol de la fe y
la Virgen
de nuestros amores, el Faro de nuestra Esperanza volvió como nunca a brillar en
las calles de esta ciudad para que millares de gargantas enronquecieran,
aclamando a su Reina y Madre de las
Mercedes[10]”
[1] SANTOS JULIÁ. Op. cit. Pp.300-427.
[2] EL SOCIALISTA. 20 de junio
de 1934. La denegación por las Cortes 5.II.35.
[3] MARTÍN NÁJERA pp. 485
[4] ECO DE JAÉN. cinco de
marzo de 1935.
[5] AMAR. Registro del cuatro
y veintiséis de enero de 1934.
[6] AMAR. Manuel López Ramírez
cobró en 1934, el arreglo de la Cocina Económica y la solería del Juzgado de
Instrucción.
[7] LA MAÑANA. Nueve de
marzo de 1935.
[8] ECO DE JAÉN. 4 de marzo de
1935.
[9] LA MAÑANA. Ocho de abril
de 1934.
[10] MONTAÑÉS CHIQUERO, A. La Virgen de las
Mercedes, patrona de Alcalá la
Real. La Mañana. Suplemento del 14 de agosto de 1935.Pp-8
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