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lunes, 9 de enero de 2017

DIÓN

     

                                    I
Dión, hijo de Hiparino, natural de Siracusa, nacido de noble linaje, empeñado por razón de parentesco con las dos  tiranías de los Dionisios. Pues Dionisio el mayor se casó con Aristomaque, hermana de Dión; de la cual tuvo dos hijos, Hiparión y Niseo y procreó otras tantas hijas, de nombre Sofrosine y Areté;  la primera de las cuales se casó con el mismo hijo Dionisio, a quien dejó en herencia el reino; y la otra Areté se casó con Dión. Por otro lado, Dión, además de su parentesco y noble fama de sus antepasados, tuvo muchas otras cosas buenas por naturaleza,  entre estas su porte dócil,  servicial,  dispuesto para las mejores artes,  gran dignidad de cuerpo, que se no es poca recomendación, además de grandes riquezas heredadas de su padre, que había acrecentado  con los obsequios del tirano.
Era íntimo amigo  del Dionisio el mayor, más por modo de seR que por su parentesco. Pues, aunque la crueldad de Dionisio no le parecía bien, sin embargo  procuraba estar a salvo por la amistad, y más aún por atención  de los suyos. Dión participaba en muchos asuntos y el tirano se dejaba influir  mucho por su  consejo, a nos ser que se dejara arrastrar por la fuerza de su pasión. En efecto, todas las delegaciones, que pudieran ser más importantes, se gestionaban a través de Dion;  pues, ejecutándolas con gran diligencia y  portándose   fielmente, suavizaba  el nombre muy cruel  del tirano gracias a su humanidad. Los cartagineses  lo miraron con tanto respeto y veneración que  de ningún griego, cuando fue enviado por Dionisio, se admiraron más  que hablara mejor en lengua griega.
                                      


II


 Pero esto no se le escapaba a Dionisio, pues se daba cuenta de cuanto  lo  honraba; por eso acontecía que sólo favorecía a Dión especialmente Dionisio   y lo amaba como si se tratara de un hijo; éste, habiéndose enterado de que Platón había llegado a Tarento, no pudo decir al joven Dión  que no  se acercara a él, porque estaba ansioso de escucharlo. Le dio permiso y con gran ostentación lo llevó hasta Siracusa. Dion se quedó tan admirado del filósofo  y se enamoró de  tal modo del filósofo que  se entregó por completo a él. Pero, no menos Platón  quedó deleitado de la familiaridad  con Dión. Pues habiendo sido tratado  cruelmente por el  tirano, porque había mandado venderle,  sin embargo lo hizo regresar  Siracusa  a instancias  del mismo Dión. En este intermedio, Dionisio cayó enfermo. Y poniéndose peor,  Dión preguntó a los médicos  cómo se encontraba, y,  al mismo tiempo, le pidió que le  confesaran si   estaba en peligro de muerte por casualidad, alegando que él mismo quería hablar con Dionisio sobre repartir el reino, porque pensaba que sus sobrinos, hijos de Dionisio, debían tener una parte del reino. No se  quedaron callados los médicos sobre este asunto  y dieron parte a Dionisio el menor sobre la pregunta. Conmovido por esto, con el fin de que Dión no pudiera hacer nada, obligó a que los médicos le dieran  un somnífero a su padre. Tras tomarlo, enfermo cayó muerto como si quedara amodorrado por un profundo sueño.                                   

III
Tal fue el principio  de la rivalidad entre Dión y Dionisio y  fue aumentando por muchos motivos. Sin embargo, al principio  se mantuvo  su amistad aunque ellos la fingían  en algunas ocasiones.  Dión no desistiendo de pedir a Dionisio   traerse de Atenas a Platón y servirse de sus consejos,  por su parte este, porque quería imitar a su padre en  alguna cosa,  le concedió lo que le pedía. Por el mismo tiempo hizo regresar al historiador Filisto a Siracusa, amigo menos del tirano que de la tiranía (Pero sobre este historiador  expuse  muchas más cosas en el libro que escribí sobre los historiadores griegos). Mas Platón tuvo tanta autoridad con Dionisio y  pudo tanto con  su elocuencia  que le persuadió a que pusiese  fin a la tiranía y devolviera la libertad a los siracusanos, Disuadido de este propósito  y desterrado por el consejo de Filisto comenzó a ser algo más cruel.
                              IV
Considerando, pues,  que Dión era más superior que él en talento, autoridad y amor del pueblo y con el recelo de que , si lo tenía en su compañía, podía darle una ocasión de que lo derribara del trono, le entregó una nave trirreme, para conducirlo a Corinto,  al mismo tiempo que le daba a entender que él hacía esto por el bien de los dos ,  para que ,  al tenerse desconfianza el uno con  otro, uno de ellos no se anticipase a derribar al otro . Al indignarse muchos por esta acción y provocando un  gran odio contra el tirano, Dionisio colocó en la nave todos los bienes muebles que podía trasladar  perteneciente a Dión y las envió a él. Pues quería que se considerara de esta manera, a saber, que el no había hecho esto por odio que tuviese a Dión  sino porque estuviese más seguro.  
Luego que  escuchó que Dión preparaba un ejército en el Peloponeso y se disponía hacer la guerra contra el,   casó a Arete con otro y ordenó que su hijo fuera educado de modo que, dándole muchos gustos, fuera imbuido en los más vergonzosos  placeres. Pues, antes de llegar a la pubertad, le traían prostitutas siendo aún niño; le abrumaban con el vino y banquetes y no le quedaba tiempo alguno para un sano juicio. El hijo de Dión  no pudo soportar el cambio de estado de vida hasta tal punto que, después que su padre volvió a su patria- pues le habían sido puestos unos guardianes, para sacarlo de esta forma de  vida-, se cayó de la parte más alta del palacio y murió de esta manera. Pero yo vuelvo al principio del asunto.
                                       V
Después que Dión llegó a Corinto y , tras la expulsión de  Dionisio,  Heráclides,  que  había sido prefecto de caballería, se retiró huyendo a la misma ciudad,  con todo tipo de planes empezaron a preparar la guerra. Pero no obtenían resultados, porque se consideraba con muchas raíces  el poder de los tiranos;  y , por este motivo, pocos se les unían a afrontar la alianza contra el peligro.. Pero Dión, confiado no tanto en sus tropas como en el odio que le tenían al tirano, habiendo marchado para conquistarla con gran ánimo, con dos naves de carga, derribó a un imperio de  50 años,  apoyado de 500 largas, diez mil soldados de caballería, cien mil de infantería  lo que pareció admirable para todos los pueblos,   de una manera tan fácil que, tras tres días de ataque, entró en Siracusa, que lindaba con Sicilia. De lo que puede comprenderse que ningún imperio  está completamente seguro  con el buen afecto de sus súbditos.  Por este tiempo Dionisio se  había  retirado a Italia y, allí,  esperaba la armada de los enemigos, creyendo que nadie  vendría en contra suya con grandes tropas. Este hecho lo engañó. Pues Dión reprimió el  orgullo del Rey con los mismos, que habían estado bajo el poder del adversario,  y del mismo modo se apoderó de toda Sicilia, que había estado bajo el  poder de Dionisio, y también  de la ciudad de Siracusa, excepto la fortaleza e isla unida  a la ciudad fortificada y avanzó en la conquista tanto que el tirano quería hacer la paz  con estas condiciones, proponiéndole que Dión se quedase con Sicilia, Dionisio con Italia, Apolocrates, hijo mayor de Dionisio,  con Siracusa, (precisamente este era el único en quien confiaba muchísimo Dionisio.
                              VI 
Un repentino cambio siguió a estos acontecimientos tan prósperos e inesperados, porque la fortuna siempre ha procurado hundir con su variedad a aquel que un poco antes había liberado. En primer lugar, descargó su ira contra su hijo, al que mencioné hace un momento. Pues, habiendo hecho vuelto a casar con Arete, que había sido entregada a otro y queriendo volver a  la virtud  después de su perdición por la lujuria, el padre recibió una puñalada  muy cruel  al conocer la muerte de este su hijo. Tras ello, se originó una discordia entre él y Heráclides., porque este no podía soportar que Dión estuviese a mayor altura que él,  preparó una conjuración contra él. Pues Heráclides  no tenía menos influencia entre los más nobles,  por cuyo consenso estaba al frente de la armada, mientras Dión mandaba el ejército de infantería.
Dión no soportó esto con ecuanimidad y refirió aquel verso de Homero del segundo canto, en el que se contiene esta sentencia: no puede gestionarse bien el estado bajo el poder de muchos. Gran odio contra él provocó este dicho.   Pues parecía que había dado a entender que todo lo quería mandar. Aquel se apasionó en no suavizar este odio  con el buen trato , sino extinguirlo con crueldades, y, habiendo llegado a Siracusa, trato matar a Heráclides.
                               
Este acontecimiento causó a todos un temor muy grande. pues nadie creía que, una vez muerto el adversario, estaba seguro. Por otra parte, aquel, retirado el adversario, repartió con bastante libertad, los  bienes de aquel ,  a los que creía que se habían sentido en contra suya. Una vez  repartidos estos, como se hicieran cuantiosos gastos diarios, comenzó a faltar rápidamente dinero; y no le quedaba ni  a qué echar mano, a no ser  a los bienes de sus amigos.  Esto era un asunto de  tal calibre que, si ganaba a la tropa,  rompía con la nobleza.  Andaba afligido con  esta preocupacióno. Y como no estaba hecho a que hablasen mal de él, llevaba a mal  que aquellos lo tuviesen en mala opinión, los que, un poco antes, lo habían puesto sobre los cuernos de la luna. Pues el pueblo, estando disgustados los soldados, podían hablar con más libertad y andar diciendo que no debían soportar a un tirano.
                              VIII
Mientras Dión pensaba esto,  sin saber cómo  calmar la situación  y con el recelo de qué fin tendrían estas cosas,  un tal Calícrates, paisano de Atenas, que había venido con él desde el Peloponeso a Sicilia, hombre enredoso y astuto para armar traiciones, , sin respeto ni fidelidad alguna, se acercó a él y le dijo: “que estaba en un gran peligro  por lo disgustado que el pueblo estaba con él y por el odio que le tenían los soldados, lo que  podía evitar, a no ser que encargase a alguno de sus amigos, que se fingiese enemigo de Dión. Que, si  hubiese encontrado a este,  fácilmente  sabría que se libraría de sus contrarios; porque habían de revelar sus secretos al que se mostrase enemigo de Dión.  Con la aprobación de este plan, se encargó  de este negocio el mismo Calícrates y se valió  de la imprudencia de Dión. Buscó unos compañeros para matarlo, habló con sus adversarios,  y dio vigor a la conjura. Habiendo llegado a descubrir algo de la conjuración que traía entre manos, porque muchos la conocían, llegó a oídos de Aristomaque, hermana de Dión, de su esposa Arete. Estas, atemorizadas, fueron a hablar con Dión  acerca del peligro que corrían. Pero Dión les dice que Calícrates no haría nada contra ellas, sino que, por su mandato se  llevaba a cabo lo que estaba haciendo. No obstante a lo que les había dicho, las mujeres, sin embargo, llevaron a Calícrates  al templo de Proserpina, y le obligaron a que jurase que no le seguiría peligro alguno a Dión. Con este juramento, aquel no sólo lo apartó  sino lo incitó a apresurar la ejecución de la obra comenzada , temiendo que se descubriese su resolución antes de terminar lo que había intentado.    
                              IX
Con esta idea, en el siguiente día festivo,  estando Dión retirado en su casa sin haber querido concurrir a la fiesta y habiéndose acostado en un cuarto alto, entregó a los que sabían la conspiración los sitios más protegidos de la fortaleza,  cercó el palacio con guardias, encargó a sujetos de su confianza que no se apartasen de las puertas tripuló de gente armada una nave de tres órdenes de remos, se la entregó a su hermano Filóstrato y le ordenó que esta se mostrase en el puerto como si quisiese  que se ejercitasen los remeros; pensando que si acaso no le salía bien el lance, se vería obligado a salir huyendo para salvarse. Por otro lado, eligió entre los suyos a unos jóvenes  naturales de Zante, que no sólo eran muy atrevidos, sino también de muy robustas fuerzas y les encargó que se presentaran sin armas ante Dión, como si parecieran que iban a hablar con él.  Se les dio entrada por el conocimiento que tenían de la casa de Dión. . Luego que entraron en el cuarto donde estaba durmiendo  Dión, habiendo echado la llave a la puerta se echaron encima del que esta acostado sobre la cama- Lo ataron. Metieron un ruido tal que pudo oírse fuera. En este lance, de la misma manera que anteriormente he dicho, para cualquier persona es fácil de entender cuán aborrecible es el poder de un solo sujeto, cuán desdichada es la vida de aquellos que  prefieren ser temidos a ser amados. Pues aquellos mismos guardianes, si hubieran querido bien a Dión, habrían podido libertarle, rotas las puertas, porque aquellos desarmados, blandiendo una espada a los que estaban fuera, tenían vivo a Dión.  Como nadie acudiese a socorrerloe, cierto siracusano de nombre Licón, entregó a través de la ventana la espada, con la que Dión fue matado.
                              X

Habiendo matado a Dión, como la multitud hubiese entrado a verlo, los que no sabían quienes eran los agresores de su muerte mataron  a algunos inocentes, creyendo que ellos eran los que habían muerto. Pues, habiéndose esparcido pronto la noticia de que habían quitado violentamente la vida a Dión,  se habían aglomerado muchos a quienes no les sentaba bien tal fechoría. Estos, arrastrados por una falsa sospecha, mataron a los inocentes, como  si fuesen los agresores.  Luego que se hizo pública en la ciudad la muerte de Dión, de un modo digno de admiración  cambiaron las intenciones del pueblo. Pues los que   lo habían llamado continuamente  tirano estando vivo, estos mismos  lo proclamaban ahora como  libertador de la patria y  el que había expulsado al tirano. Así, la compasión había dejado paso al repentino odio de modo que deseaban comprar a costa de su sangre la vida de Dión. Así pues, en un lugar muy célebre de la ciudad,  habiéndole hecho exequias a expensas del erario público,  le levantaron un mausoleo. Murió a 55 años a los cuatro


que volvió Sicilia desde el Peloponeso.   

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