Se encontraban en el cabildo tratando sobre el asunto de la
sal. Y todos querían apuntar argumentos sobre el repartimiento del
impuesto de la sal. Fue Gamboa el que abrió fuego y dijo:
-Ya sucedió lo que se esperaba. Hubo una cabeza de turco. El primer
responsable. Pues como se negaba la gente a comprar sal y pagar esas
nuevas imposiciones que reclamaba el rey, pagó con sus huesos
en la cárcel el ejecutor de Pantoja. No había manera de hacer frente a
los que nos reclamaba el rey.
-Claro, y los Tercios de Flandes esperando fondos.
-Y qué culpa tiene el pobre ejecutor para estar la cárcel. Quien
debería estar encerrado en la cárcel es el mismísimo Pedro Gómez.
-Y los que lo apoyan con los disturbios-espetó Utrilla.
- Pues evidentemente, por sediciosos con esta república.
-Sí en contra de la ciudad, su cabildo, sus privilegios...
-Por haber levantado a los que quieren escribir al Rey.
-¡Cómo si no tuviera calentamientos de cabeza!
-Le apoyo-dice y corta el corregidor.
-Además, palabra que sale del cabildo, acuerdo de la ciudad ..
-sÍ ...pero ... por orden de usía, , y sin que tenga que ver con la sal, sienta mal a los vecinos, los pone a rabiar, ye incita a la desobediencia
-sÍ ...pero ... por orden de usía, , y sin que tenga que ver con la sal, sienta mal a los vecinos, los pone a rabiar, ye incita a la desobediencia
-Pues, en palabras claras y rotundas, señor escribano, escriba. Por orden
mía ordeno que se castigue ejemplarmente a Pedro Gómez y sus secuaces.
-Pero, si en parte tiene razón el pueblo. La sal es más barata con nuestros
tolderos. Y este conflicto no es ajeno.-corrige Góngora.
Se levanta el regidor más antiguo y da su voto refrendado por todos los
presentes. Lo hace solemnemente con estas palabras:
-. Pues que se nos aclare con un auto judicial, y el abogado
Pedro Muñoz de los Diez tome las riendas del asunto, sí incluso querellándose
con el comisario Pantoja. Que vaya a la Chancillería.
-………
Se marchan todos los presentes al cabildo. Mientras el escribano no
hacía sino darle vueltas a la cabeza sobre la labor de Manuel de Pantoja y su
ejecutor. Le vino a cuenta las relaciones que este último año había
tenido en el conflicto con los comerciantes extranjeros por el 1622,
cuando se quejaba ante el rey que lo había dejado al descubierto al lamentarse sobre la anulación de su autoridad para el pago del
almojarifazgo en los tiempos de la guerra comercial con los barcos
extranjeros. Había sido la ruina de Castilla, pues se empleó para vengarse
contra los extranjeros enemigos de la patria, pero afectó al
desabastecimiento de las ciudades y al impago de muchos ingresos por el
impuesto. Aquello correspondía a las luchas intestinas entre el rey y su
Gobernador, el capitán general del Mar Océano, el duque de Medina
Sidonia. Este pleito no era sino una nueva batalla, una escaramuza, entre la
Corona y la ciudad. Por una parte, los que se aliaban con su proyecto bélico y, por otra parte, los
que querían vivir en paz recogiendo los frutos de sus tierras. Pero, aunque
lo dejó con la casa puesta, no lo dejó sin méritos pues en 1626 le
agració con el título de la caballero calatravo. Y l o elevó a corregidor
de la ciudad Salamanca en 1628.
El escribano dejó de darle vueltas al pasado del eyector Pantoja. Acabó el
El escribano dejó de darle vueltas al pasado del eyector Pantoja. Acabó el
escrito de apelar a la Chancillería. Y buscó unos cosarios que lo trasladaran
a Granada.
Pero, tres días después, esta vez quien quiso intervenir en el asunto
es el corregidor, trajo una Comunicación de la Chancillería de Granada y
se convocó a los regidores y jurados. El escribano y , a la orden del corregidor, leyó la
provisión real emanada de la Audiencia de Granada. La resumió e el secretario de esta manera:
-Lo que se nos pide está muy claro. Se impide a los vecinos dar largas y a prolongar el pleito del cupo de la sal. Ordena que se detuviera a Pedro Gómez y a los vecinos levantiscos. También deja una puerta abierta a las negociaciones.
-Lo que se nos pide está muy claro. Se impide a los vecinos dar largas y a prolongar el pleito del cupo de la sal. Ordena que se detuviera a Pedro Gómez y a los vecinos levantiscos. También deja una puerta abierta a las negociaciones.
Enviaron a regidor Luis Mendez de Sotomayor y el abogado de la ciudad , para que
se le dieran poderes para acudir a Cádiz y Écija y a Sevilla con el fin de
entrevistarse con Manuel Pantoja. Se le pagó al alcalde mayor a un tal Diego Álvarez
250 reales, porque se limpiaron todas las
pozas de la sal a instancias y orden del corregidor. Se impidió que se
hicieran ventas hasta que se trajera la orden Manuel Pantoja. Se leyeron
las cuentas de los libros, donde aparecía un precio de la sal a 25 reales la
fanega y 4 el celemín.
El corregidor no quería confundir a
la ciudad. Una cosa era el pleito de la sal, y otra el acto violento de Pedro Gómez.
Por eso, de nuevo envió a la
Chancillería al síndico Juan Sánchez para dwefenderse.
En el
mes de junio el corregidor andaba inquieto por la visita de un nuevo ejecutor, que no cejaba de exigir el impuesto
del cupo de la sal para poder pagarlos al rey. Este cumplía órdenes reales, exigía la cobranza a los vecinos. Se había informado
de que se habían sacado muchas partidas clandestinas. Incluso
exigía que debían responder a la imposición de 16 reales la fanega.
Puso bandos y edictos para que los
vecinos pagasen las cantidades que les había correspondido.
Salinas de Filique. Grabado de Baldi. Finales del siglo XVII. |
Entretanto, el toldero miraba a otro lado del cielo. No era en modo alguno tonto Pedro Gómez, pues se asesoró de
buenos abogados y respondió al corregidor que el no tenía facultad para cobrar
los 16 reales en este acoplamiento de la sal, ya que no tenía facultad para
cobrarlos a los vecinos y, por lo tanto, no se debía nada a la Corona. Y
estalló el conflicto. Otra vez. Los regidores se enfrentaron al ejecutor y apelaron
de nuevo a la Chancillería. Otra vez se siguió
enredando el ovillo de la madeja…
-No te metas en pleitos, que sales malparado…-comentaban entre sí los regidores entre sí, mientras el toldero Gómez se frotaba las manos
y las introducía en el bolsillo, donde resonaba el cobre de los maravedíes.
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