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viernes, 28 de julio de 2023

JUAN DE ARTEAGA Y LOS NAIPES. NO QUIERE JUGAR MÁS

     




Mira por donde que el escribano Méndez de Sotomayor andaba preocupado por conocer la vida de  la villa del Castillo de Locubín. Sobre todo, le inquietaba que se había extendido el juego por muchos lugares. Venía motivado por muchos acontecimientos que le acontecían diariamente en una villa tan pequeña. No era rara la mañana que acudían al bajo de su casa personas para cambiar de dueño en sus fincas, alzar embargos de sus bienes más preciados como paños y vestidos, o, incluso, desalojar sus casas. Era una enfermedad la pasión por el juego entre las clases más privilegiadas. Y, en medio de tantos desasosiegos, encontró los orígenes del conflicto. Abrió el testamento del capitán Martín de Artiaga. Ya había fallecido, pero lo otorgaba como fundador del hospital, ante su familiar Pedro de Contreras. No quería que quedara ni un cabo suelto. Por gran señor  y caballero  se tenía  en agosto de 1570 en Castillo de Locubín a este hidalgo, vecino de Alcalá, regidor y capitán.  Todos hablaban de su valentía en servicio de Dios nuestro Señor y de su Majestad Felipe II con la  gente que su Majestad mandó levantar de la  ciudad de Alcalá la Real y de su villa del Castillo de Locubín por la guerra  del reino de Granada; y no fue la primera, puesto que estaba dispuesto siempre a lo que nuestro Señor fuera servido disponer de mí en esta dicha jornada de guerra. Así recordaba sus anteriores correrías con el  duque de Osuna, tierra de su nacimiento donde  heredó algunos predios y recogió algunos caudales. Comprendió que su relación con las tierras del Castillo provenían de su matrimonio con Beatriz de Escavias,  a la que enterró y sepultó en su capilla de la iglesia de San Pedro de esta villa, por encima de la de doña Úrsula de Aguilar. Exactamente, la hizo su pariente y descendiente  Bernardo de Aranda por mandato de don Diego de Ávila labrándola a costa de sus bienes y 30.000 maravedíes de su esposa y fundando en ella una  capellanía  con la obligación de decir una  misa diaria. Todo lo planeó al dedo, concedió su oficio de regidor y una parte de mesón del Castillo a su sobrino don Pedro de Pineda, hijo del alcaide y regidor don Pedro de Pineda y Ana de Salazar, su hermana, al que le añadió que por su administración debía decir nueve misas en ls festividades de la Virgen. Y, como era frecuente en las capellanías, nombró, tras la muerte del primer patrón, por segundos a su sobrino Pedro de Pineda y Luís Alfonso de Aranda, hijo de Pedro de Aranda Escabias, casado con doña Francisca, hermana de Martín, y cuñado de Martín de Arteaga. Lo tenía todo controlado, porque la renta de las heredades para las fiestas alcanzaba la cifra de doscientos ducados para pagar obvenciones y estipendios a los clérigos y capellanes. Y no quería que nada saliera de su familia  y reservó este cargo de capellán para  Juan de Artiaga, un hijo adoptivo, que, por la muerte prematura de sus padres, fue criado, tutelado  y formado  bajo los estudios del clérigo Bartolomé de Segura.  No era el único, pero sobresalía por su primogenitura con las hijas adoptivas y criadas  Juana y Apolonia. A ésta le donó 200 ducados para el casamiento y a su criada Juana 100 ducados( también le dieron dinero Guiomar de Escabias y el canónigo de la catedral de Granada Pedro de Aranda). Pedro de Aranda Escabias le trajo de la Alpujarra una niña con nombre de María que la habían criado y le tuvo mucho amor y voluntad, también le dio 100 ducados en su testamento. Como se frecuentaba, dio concedió a libertad a sus esclavos a Catalina, María y Jerónimo.

 

    Quiso dejar su huella para perpetuidad, y la convirtió su casa en un  Hospital, que le puso por nombre de  la Madre de Dios, con su capilla, donde se dijera misa dos días por semana (viernes y domingos por los enfermos); para aclarar la diferencia con otros hospitales, ordenaba que no acogieran pobres sanos  ni mendicantes, sino que solamente fuera para curar en él a los pobres enfermos naturales y extranjeros que hubiera en esta villa y vinieran  y no a los tales sanos, porque entre ellos había mucha gente desvergonzada y de mal vivir y estos tales no quería que gozasen del tal refugio. Lo dotó de camas, médico y medicinas, y ante los imprevistos, le dotó de 70.000 maravedíes  de renta anual para reparos, a su frente puso letrado, y en la capilla ornamentos de casulla, cáliz y patena de plata. 

Parecía que el capitán, antes de ir a la guerra de las Alpujarras, había dejado todo atado y bien atado. Pero no le cuadraron las cuentas a sus sucesores. Y eso que el capellán Juan de Arteaga  fue ordenado  y copaba todas las misas y sacaba la mayoría de los  emolumentos sagrados. 

Pero, aquel  hospital fue su solución y su caída. Pues, por aquel tiempo existía mucha afición a  jugar a los naipes en muchos pueblos y, cómo no, también había jugadores en Castillo de Locubín. Se les había metido el  gusanillo del juego apostando enormes cantidades de maravedíes, fincas, huertas, y todo lo que tenía a su alcance con el ensueño  de desplumar a su contrincante. No era extraño que muchos vecinos lo hicieron con los transeúntes en el mesón de sus familiares en la  Villeta,  en la venta del Carrizal , o en el propio hospital. Comenzaban con las tablas y los dados y daban un paso más avanzado con el juego de los naipes. Primero lo hacían ocultamente y secreto, pero luego no se ocultaban. Acudían a la ciudad de la Mota a comprar los naipes a casa del estanquero de venta y distribución de las barajas, pagándole por derechos medio real en cada baraja comprada. También acudía a la Venta del Vado del Carrizal y al mesón de la Plaza donde le ofrecían naipes, porque aumentaban el consumo del  vino, velas,  y el «barato» .



Juan de Artiaga comenzó, en su mocedad, a llevar dinero en sus bolsillos y , cayó pronto en la trampa del juego.(null).


 Se inició con el flux  y se afanaba en  usar todas las artimañas, para combinar todas las cartas de un palo, Siguió con el de la primera, que era famosa la  de Alemania., donde las cartas tenían  otros valores que no eran los suyos de tal manera que repartía cuatro cartas a cada jugador y se ganaba todo con la suertecontinuó con el de la veintiuna tratando de juntar ese número con un as de valor de once puntos, y, a pesar de su bisoñez, a veces él jugaba como caja; en la flor destacaba cuando jugaba y conseguía tres cartas del mismo palo y lo anunciaba diciendo flor: afrontaba situaciones o partidas cuando. si algún jugador más tenía  flor, el equipo del jugador que la tuviera de más valor se anotaba, además de tres  puntos de la flor propia, tres más por cada flor anunciada. Otro día, lo hacía a ls pollas que era una manera de hacer porra con los compañeros de naipes. Con el juego de la pinta, le encantaba salir con  la carta que al comienzo del juego se descubría e indicaba el palo de triunfos, es decir, el palo principal de más valor  sobre el resto, de modo que  se ufanaba al  colocar la pinta boca arriba en la mesa asomada debajo del mazo. Otro día, se entusiasmanba con el tenderete,  repartiendo  tres, ò mas cartas à los jugadores  y poniendo en la mesa algunas cartas,  y otras boca arriba, de modo que procuraban cada uno por su orden emparejar en puntos o figuras sus cartas con las de la mesa; y acabada la mano, ganaba la cota del juego el que más cartas había  recogido en bazas. Otro juego habitual era los cientos, lo que frecuentaba cuando no encontraba nadie, jugando con  dos personas, de las que ganaba el que conseguía reunir primero cien puntos;  con las quínolas le encantaba conseguir tener en la mano cuatro cartas de un mismo palo; si lo hacían  dos al mismo tiempo, ganaba la mano que tenía más puntos. Buenos días pasaba con el Siete y llevar, que consistía en el siete y medio actual; también le gustaba jugar los sábados, con los juegos de la Andaboba o Carteta, en la que sacaba  primero una carta para los puntos y otra para el banquero, ganando la primera que hiciera pareja con las que luego fueran saliendo de la baraja. A veces las sustituía con la Cargada, en el que todos los participantes debían hacer una baza de modo que todo aquel que no la hiciera la perdía y, si todos la hicieran,  perdería  el que tuviera  más, ya que se había «cargado» de bazas. No se le agotaban la gama de juegos, pues llegó a aprender  Dobladilla, consistente en doblar la parada a cada suerte; la Malilla, donde la carta superior era el nueve;  y Rentoy, donde cada jugador recibía tres cartas y se volvía  otra como muestra de triunfo, cuyas reglas se basaban en las que el dos del palo gana a todas las demás, y  se ordenaba la escalera con el rey, caballo, sota, siete, seis, cinco, cuatro y tres. de manera que se robaba  y se hacían  bazas como en el tresillo, se envidaba y se permitía  señas entre los compañeros,  de modo que recordaba al  mus. También se jugaba al repáralo, quince, treinta, la flor, capadillo, bazas, triunfo, reinado, báciga, cuco, matacán, vueltos y las el pasar. Para disimular el lugar de juego lo llamaba cocina, palomar, mandracho y leonera. Era curioso, como Juan de Arteaga, manejaba todos los trucos de la baraja, que incluso utilizaba los términos vulgares para llamarla como la descuadernada, masclucas, los bueyes, o el libro impreso con licencia de Su Majestad. Sustituía llamar las monedas por granos. Dominaba el masecoral que no era otra cosa que el escamotes; el  hurtar la baraja empleado en el sentido de morder dinero  o agarro; el engañar por engarruchar y el abrir el garito por abrir tienda o asentar conversación y delatarlo  por bramo o soplo. 

Lo mismo jugaba con sus parientes de los más hacendados que humildes labriegos y hortelanos. hombres y mujeres. Como le pudo pasar  a él, muchos se arruinaban. Como ocurre hoy en día,  existían profesionales que convirtieron el juego en su trabajo diario

.Un día, se jugaba  el dinero de las obvenciones de las misas, otras veces las joyas que le legaron en la herencia, hasta llegar a jugarse sus vestimentas talares y preseas. Y, si se arrepentía, porque le amenazaban las normas de las constituciones abaciales, daba prestado y obtenía resultados con la usura más descarada. Y, atendiendo a su situación privilegiada, dejaba su casa y dependencias de hospital para que se practicasen este juego. Hubo quien lo denunciaba al alguacil del Castillo, pero se justificaba que no actuaba ilegalmente, sino que solamente sus apuestas alcanzaban lo que le permitían las leyes reales y las constituciones del abad juan de Ávila, dos reales.

-Señor, de qué  me acusa?

-De jugar a los naipes. 

-No hago nada malo. 

- ¿En qué se basa?

-Me limitó, como mandan las ordenanzas reales, en   apuestas de un máximo de dos reales (68 maravedís) o a productos o animales menores para comer como una gallina o un pavón de mi cortijo,

Pero no cejaban las justicias de acosarle ante las habladurías de los lugareños y se valían del poder real  parar continuar la labor persecutoria y punitiva, amenazándolo de ponerles sanciones  de poca monta, que se repartían entre la justicia, las penas de cámara y los acusadores; otras veces lo amenazaban de meterlo en prisión y ponerle  penas de altas sumas de dinero al caer en la consideración de jugadores viciosos. El las evitaba, les contradecía diciendo:

-Toma, mi señor, el capítulo XI de las Constituciones del abad Juan de Ávila , leo: empero permitimos , por evitar otros inconvenientes,  conformándonos con las constituciones antiguas de esta abadía , que puedan, siendo con honestidad,  jugar hasta dos reales  a juegos honestos, con personas honestas,  y en lugares honestos y no públicos, como dicho es, con tal que no lo tengan con continuo ejercicio. Pero a  un panal de rica miel dos mil moscas acudieron, que por golosas murieron presas  de patas en él. Otras dentro de un pastel enterró su golosina. Pues una región de pícaros, truhanes y tahúres recorrían el camino de la Corte a Granada, con sus naipes  trucados guardados en el jubón,  y, como vivían y comían de lo que estafaban en las ventas y mesones de estas tierras, no era raro el día que cayera en la trampa de alguno de ellos. 

 

Pero, Juan de Arteaga no se daba por enterado. Cada día, arriesgaba más en las apuestas y proliferaba  en muchos rincones secretos. Se había hecho un adicto al juego. A su  abogado Magaña, le daba todos los poderes para cobrar dinaro  de los rincones más inéditos. Se lo recriminaba el vicario de la iglesia de San Pedro. Y le amenazaba con los alguaciles eclesiásticos. Le hacía meditar que ya no sólo perdía la hacienda, sino que  había dejado en los más bajos fondos su alma. Le argüía con su condición de cura, que debía dar ejemplo a los demás y dedicarse a los ejercicios de la buena moral y culto.  Lo intentó por las buenas, le dio un primer aviso con la amenaza de sanción de dos ducados, de nada le sirvió; le dobló la sanción en una nueva recaída de Juan. Y, ya no podía más dejó en manos de los jueces  eclesiásticos que consideraran la sanción pues se había excedido apostando con una finca suya. Y la gota colmó el vaso, llevando personas a jugar a su propia casa. Por eso, el vicario  inició autos  y lo dejó por completo en manos de la justicia.

Hizo recapacitar esta situación al capellán Arteaga. Y bajo los consejos del vicario abacial, se presentó en la plaza, donde levantaba tienda el escribano Luís Méndez, una mañana otoñal de 1593.

- ¿Que le trae por estos lares, Juan?

--No vengo a embargar nada, no se preocupe.

- ¿Ha donado una finca o se la han hurtado en el juego?

-Nada de nada.

-No puedo dejar perder mi reputación ni la de mi familia, ¡ay, si  mi padre el capitán Arteaga levantara la cabeza!.

-Dime, dime, vengo a hacer una donación.

¿Cómo otra casa para un jugador!

-Que no, que no, Luis.

-Entonces dígame…

-Escriba: por quanto por quietud de su consciencia y persona, y , principalmente a servicio del Dios Nuestro Señor siendo muy dañoso el juego de cartas y naipes y otros juegos de qualquier manera donde intervengan dineros y en seres para abstenerse de lo susodicho tiene prometido…

-Ya me lo figuraba, al fin nos ha hecho caso a todos.

-Siga, siga.  De no jugar los dichos naipes y otros juegos.

-¿Es que jugaba a otros?

-Todos los que podía. Los dados, las tablas y que sé yo…en mi palomar, mandracho o leonera. No me interrumpa. Quiero hacer escritura  de ello.

..”(null)

-De seguro que no jugaba a las damas, ajedrez y a la pelota en la calle.

-También, pero, como no había dinero, no lo frecuentaba. Pero ponga en derecho:

-Con las penas que de susodicho declaradas y puniendo lo en efecto dixo y otorgo por el tenor de la presente que se obligaba y obligo de jugar los dichos juegos de naipes ni otro cualquier  juego, donde intervenga  interés por tiempo de diez años que corren desde el el día de hoy.

-Enhorabuena, Juan, pero prosiga escribiendo.

-Por sí ni por interpósita persona ni prestará dineros   ningunos para el efecto de los juegos,

-Estupendo, esa fue tu ruina.

--Y quiero dar un nuevo paso. “sopena que si le quebrantara lo que susodicho o qualquier cosa o parte de ello  que  es ya por bien de dar

- Otro documento de donación.

-Que no, que no, Luis. Solemnemente se lo digo “para la cera del Santísimo Sacramento de la dicha villa diez  ducados y otros diez ducados para la cofradía de Nuestra Señora del Rosario de la dicha villa, los cuales de susodichos se obligó de pagar luego de contado a los mayordomos de las dichas cofradía ala persona o personas  quien los hayan de haber para ellos, a los quales encargo  las conciencias  luego incontinente, de como quebrantare lo que tiene dicho no lo ejecutaren  por los dichos susodichos.

- Le doy, un abrazo. Eso esperaba, por bien de su imagen y reputación

-Y por mi señor Jesucristo…

_ Ya lo sabe, que le adjunto todos los pormenores.

-Ya lo sé

-Que baste la declaración de unos acusadores para que se declare el delito de haber jugado o poner persona interpósita en la que se  ganaba el interés.

-Está claro

-Ls testigos y los mayordomos serán los garantes para reclamarle la donación. Y no una vez, todas las veces que cometiera el delito.

- Que se me imponga la sanción y no revoco esta escritura, así de claro.

-. Lo fijamos en diez años

- Lo firmo ante mis testigos  ante los señores el o licenciado Magaña, el agricultor don Francisco de Mazuelo y su pariente el escribano Diego de Contreras.

-Sabe de lo que se ha librado. El auto estaba muy avanzado. Lee estos papeles-le apostilló su abogado Magaña.

-Ya no me lo tiene que decir  ni yo leer, porque me he librado de la picota  a la vergüenza y medio cuerpo arriba en carnes y los naipes al pescuezo. Qué espectáculo en los últimos años del siglo XVI.



BASADO EN EL LEGAJO 5744. folio 189. Escribano Luís Méndez de Sotomayor. 22 de julio 1593.

 

jueves, 27 de julio de 2023

bengala

 bengala

















Del port. bengala, y este del persa bangāle 'Bengala', provincia del Indostán.

1. f. ratán (‖ planta).

2. f. luz de Bengala.

3. f. Insignia antigua de mando militar a modo de cetro o bastón.

4. f. desus. Tela fina.





caña de Bengala


NGALA. f. Cos... y sobre todo muy genero-sos> Guevara, Reloj de Prlnc., ed. 1658. p. 83.,.,-r «Tácito ... era muy templado en todas sus cosas,manso y benigno.» P. Mejía, Híst. Imp., ed. 1547,f. 130, col. 3. ,.,-r «El benigno lector tenga paciencia, \a cuya corrección estoy sujetc.» VilIaviciosa, La
Mosquea, ed. Riv., t. 17, p. 577. ,.,-r «Pidiendo todospostrados \ a tan benigno auditorio \ perdón de de-fectos tantoa.» G. del Castillo, Obr., ed. Acad., t. 3,p. 297. ~«Un poco más tarde vino el benignoD. Valentín.» J. Velera. El Comend. Mendoza, Obr.,t. 7, p. 189.2. Lo favorable, apacible, moderado o templado. «Ay otra tercera especie [de hyoscyamo] muy másbenigna... , cuyo uso es loable en medícína.» Laguna,Dioscórides, ed. 1733, t. 2, p. 63. ,.,-r «Las provinciascolocadas entre las dos zonas destempladas gozan deun benigno cíelo.» Saavedra Fajardo, Obr., ed. Rív..t. 25, p. 217, col. 2. ,.,-r «Gozamos un poco del recreodel campo y del benigno calor del sol,s Víllarroel,Obr., ed.1794, t. 6, p. 14. 'IT <¿Mas cuál benigna sua-vidad se siente? M. Quintana, Obr., ed. Rív., t. 19,p. 6, col. 2. -¡r cMientras que del pozo, \ los dos cu-bos alternando, \ agua benigna sacaban \ de la garru-cha al son agrío.» Alarcón, Poesías, ed. 1885, p. 237.BENINAMENTE. adv. m. ant. Benígnamente.~ «Suplicándole beninamente se quisiese levantardesabre la cíbdat.s Sentíllana. Obr., ed. 1852, p. 88.~ cEl qual, tornándose de la batalla de Troya, Felísle recibió beninamente en su posada y en su cama.»Rodríguez de la Cámara, Obr., ed. Bibli6f. Esp..
p.202.BENINIDAD. f. ant. Benignidad. 'IT <La benini-dad en esto lo amostrará.• Canciller López de Ayala,Rimado de Palacio, 1313, ed. Rív.. t. 57, p. 468.,-r «La sesta es noble, es beninidat.» Canco de Baena,p. 249. ,.,-r «La tu charídat piadosa \ benína benini-dat.» Santillana, Obr., ed. 1852, p. 314.BENINO, NA. adj. ant . Benigno. ~ eBenino egracioso mucho fuera tenido \ santo Samuel prefectoungtdo.s Canciller López de Ayala, Rimado de Pala-cío, 1348, ed. Rív.. t. 57, p. 469. ,-r <Belísarto... era...muy noble, manso y benino y dotado de otras virtu-des.» P. Mejía, Hist. Imn., ed. 1547. f. 207, col. 4. <El Nuncio de inmortal naturaleza \ acabó; y conespíritu benino \ y tiernos ojos Cristo le despide.•Hojeda, La Cristiada, ed. Riv.. t. 17, p. 425. col. 2.~ «No has visto alguna vez, lector benino \ (no teofenda mi rústico Idioma) .• Víllaviciosa, La Mos-quea, ed. Rlv .. t. 17, p. 616.BENITO, TA. adj. Bendito. 'IT <Et hanla de encen-der en horno COn fuego benito.» Partidas, 1. tít. 4,ley 35. ~ «Quando estas estrellas suben ante los ra-yos de sol, que las lluvias que en aquel tiempo vie-nen son benitas, et fazen bien et abondamiento en latierra.s Lib. del Sab. de Astron., ed. Rico y S., t. 1,
p.132.2. Benedictino. Apl. a pers., Ú. t. c. s. ~ «Os doymi fe como cristiano, que más veces os arrepintáis dehaberos tornado cortesano, que no yo de metermeahí monje benito.» Guevara, Cartas, ed. Riv., t. 13.p. 121, col. 2. ,.,-r «y al cabo de sus delitos, \ sin que elPapa lo otorgó. \ a San Francisco J,legó \ por tornar-se de benitos.» Castillejo, Obr. poet., ed. Riv., t. 32,tones.2. Insignia antigua de mando militarI a modo decetro o bastón. «Plumas entre las bengalas, \ demil colores diversas, \ y más altas que las lanzas. \pues fueron más flojas que ellas .• Lope de Vega,Obr., ed. Acad.. t. 13, p. 419, col. 2. 'IT <A él leharemos árbitro juez de la causa, \ sacándole de pri-sión \ y dándole la bengala Calderón, Comed., ed.Rív., t. 12, p. 575, col. 2. ~ «De su magestad ennombre, \ por tan completo servicio, \ os doy la ben-gala .. D. de Rívas , Obr., ed. 1854, t. 4, p. 340.~[ «Inmediatamente marchaban los individuos delayuntamiento con el alcalde a la cabeza, el cualllevaba bengala con puño y borlas de oro.> J. Vale-ra, Juanita la Larga, Obr., t. 9, p. 99.3. Luz de Bengala. ~ «Envuelta en humo rojizode bengalas.» Picón, Obr., ed. 1921, t. 1, p. 30.4. ant. Santo Muselina. Se llamó así por habervenido las primeras de Bengala. ,-r «Mas porque más
le ilustra la madexa \ de seda, y oro en hebras estira-do, \ y en telas preciosísimas texído, \ que de Benga-la toman su apellido. \ Ben~ala de quien nombretoma el seno. \ y la india ropa