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martes, 25 de octubre de 2011

FEDRO DE NUEVO: EL GRAJO SOBERBIO Y EL PAVO REAL



Sucede que,  con frecuencia, abunda, en la especie humana  un grupo de personas que se metamorfosean al sol que más calienta o que son culillo de mal asiento para acercarse a un panal de rica miel. Son los travestidos políticos, los oportunistas de turno, los chaqueteros de conveniencia, los tiralevitas de los altos poderes, los fontaneros de las  cortes gubernamentales, los todoterrenos de cualquier situación, los que se consideran imprescindibles  y no ven más allá de sí mismos, los desertores de su frente de batalla a la hora de la victoria enemiga, los pesebristas de cualquier bando. Este tipo de personas ocupan siempre un lugar preeminente en cualquier campo de la vida social, política y económica durante la transición de  una situación hasta la consolidación de un acto.
Son como aquel grajo que renunció al rango de su especie animal  y, adentrándose a una granja de pavos reales cogió las bellas plumas de un pavo real con el fin de simular que ya no era un animal modesto y sencillo, sino que se había convertido en  animal triunfador revestido de la torpe soberbia pavoneada con aquel exuberante plumaje. Lo curioso del caso es el afligido final que suele acontecer a este tipo de personajillos; pues inmediatamente son descubiertos dentro del campo  en el que aterrizan, y  pronto se les ve el plumero al caérsele la falsa peluca con la que se habían encubierto,  no pudiendo resistir los continuos picotazos de adentrarse en filas enemigas. Además, lo qué es más triste, suele acontecer cuando deben regresar a su  grupo natural, cabizbajos, sin el plumaje multicolor, heridos hasta el fondo de los más profundos sentimientos, soportando los improperios de sus antiguos compañeros, a quienes, en el momento de su metamorfosis,  este grajo soberbio los había despreciado.
Y es que a veces es preferible, como en la fábula de Fedro, compartir la vivencia de aquellos grajos que se sintieron contentos dentro de sus moradas, soportando lo que la naturaleza o las circunstancias les habían otorgado ( o mejor dicho como dice Fedro, sobrellevando las adversidades, poniendo al mal tiempo buena cara) sin tener que afrontar las desgracias ni los desprecios de los triunfadores, donde los que son ajenos  no pintan nada, sino solamente forman un montón de paja, de plumas ficticias que las aventa el viento del poder cuando lo considere oportuno.
Por eso nos parece muy sabia la sentencia de este fábula del grajo soberbio y el pavo real  Que nadie se atreva a vanagloriarse con los bienes ajenos, sino que cada persona lleve su propio rango de vida”. Más bien” suo habitu vitam degere” que sacando todos los matices a la traducción latina, “que vivamos nuestra manera de ser, nuestra forma de comportarnos y nuestros proyectos a partir de lo que  tenemos por esencia, por condición y por formación y no sobrepasemos otras fronteras del orgullo banal, cuya enseñanza nos es muy explicita en estos momentos de crisis”. Pues, a muchos le ha sucedió que se  creían que todos eran pavos reales y tan sólo eran unos grajos pelados, cuando comenzaron los duros picotazos de los pavos especulativos.

miércoles, 5 de octubre de 2011

LA MOSCA Y LA MULA

En la Ribera Baja
LA MOSCA Y LA MULA
Esta fábula  acontece a muchas personas  con mucha frecuencia,  pues vivimos tranquilos como aquella mula que fue acosada por una mosca “cojonera”, ( no se puede calificar con mejor epíteto  a esta mosca tal  como  nos la describió Fedro hace muchos siglos) y nos faltan  respuestas, a veces, por no saber distinguir la paja del trigo. Pues, como la mula,  transportamos  un carro, repleto  de una carga pesada, que se arrastra placenteramente  bajo la dirección de un arriero. Un arriero  que nos guía continua y rectamente, pero con suave amabilidad, látigo de seda, control  de freno manso  y dirección segura.
Mas, en medio del camino nos azuzan, a veces, esas moscas, subidas al cuello  como lo hizo a la cerviz de aquella mula fedriana,  de modo que nos inquietan en nuestro comportamiento normal  para querer sacarnos de nuestras casillas y sufrir los envites de la impaciencia.  Estas moscas nos piden prisa,  y más prisa, nos acusan de una extrema  lentitud en nuestras acciones cotidianas, parece como si el mundo se fuera a acabar en veinticuatro horas y hubiera que arreglarlo todo en un segundo  para tener la conciencia tranquila. Son culillos de mal asiento  que quieren revolucionar en un solo momento  todo  el camino marcado  con una rectitud y horizonte dignos del mayor  elogio. Parece  como si se derrumbara un castillo, claro de naipes,  porque se prevé la llegada de huracán incontrolado.  Y nos falta la respuesta de aquella mula, amenazada con estas  palabras de la mosca: “Mira, cuida de que no te pinche en el cuello con el aguijón”. Palabras que no perturbaron a la mula.  Pues  su respuesta correspondió a  la  tranquilidad del sabio, muy cercana a la ataraxia,  de aquel que sabe reconocer que una buena dirección, pausada, con visión de futuro, con perspectivas halagüeñas, con el  mantenerse  y progresar en una economía sostenible es mucho más adecuada que emprender aventuras  vacías,  sin un guía ideológico que  nos marque una razón de ser y de convivir: el oportunista de turno, el  frívolo insolente que a todo le saca punta, el resabiado que todo le parece mal, el perfecto  que cree que  todo está mal hecho. Bella lección de Fedro, pues podríamos poner nombres a muchas moscas cojoneras de hoy  impacientes, insolentes e insensibles con los seres humanos, sobre todo en el campo de la política. Por eso, aquel fabulista, convertido en mula criticó  a estas moscas contraponiendo su actitud  con la respuesta de la mula “ yo sé muy bien cuándo es preciso ir quedo y cuáedo correr”. Pues esperamos como el autor latino que, al menos, queden en ridículo cuando las circunstancias del camino hayan atravesado los baches más profundos de la crisis actual.