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domingo, 30 de enero de 2022

LA TORRE DEL PICO

 





Por una escritura de Leonor Díaz y varios miembros de la familia de Ana López, mujer de Diego Aragonés vendieron en 7 de de junio 1554 unas casas con dos moradas a Cristóbal de Frías. Por su ubicación no las podemos pasar por alto:"unas casas que están divididas en dos moradas, las unas junto a las otras, que avemos e tenenemos en el arrabal de Santo Domingo, linde de casas de vos Cristóbal de la Peña, y con casas de Gerónimo García y con la callejuela que entra de la  puerta del Rastro arrimada al adarve y los adarves de la Torre del Pico". Y las vendía y compraba con todas las costumbres y servidumbres. " y con la posesión y dominio que nos pertenece de la Torre del Pico que nosotros pagamos a eswta ciudad de Alcalá la Real por esta posesión de torre y adarves por precio y contra de 15.000 maravedíes ".

Con esto se concluye
-La puerta del Rastro comunicaba con una callejuela que se diirigía a la Torre y adarves, una muralla de Santo Domingo, en el sentido amplio.

-La torre y los adarves eran bienes de propios que pagaban a la ciudad, ayuntamiento. 

-En torno a la torre existían viviendas  y calles linderas, adarves que daban con la torre. 




domingo, 23 de enero de 2022

PUERTAS DE LA MOTA EN LA SEMANA DEL JÁEN (I) b


 

LAS PUERTAS DE LA CIUDAD FORTIFICADA DE LA MOTA (I)                      )

Siempre se ha considerado que los castillos  y ciudades fortificadas no debían abrir sus murallas por muchos lugares para dar paso a los vecinos en su interior. Muchas puertas, en otras ciudades, servían de entrada de los caminos que partían de ciudades importantes y por los diferentes puntos cardinales  llegaban a las murallas. Hay ciudades que se aluden a estas  puertas,  Martos, o Granada son testigos de Jaén. En Alcalá la Real, siempre se han citado siete puertas, más otras dos nuevas que permitieron los Reyes Católicos  y, es curioso que desaparecen, a lo largo de los siglos, las denominaciones de ciudades para las puertas y se sustituyen por otros aspectos: Martín Ruiz, por un vecino de esta  puerta; Cambrón, Rastro, Postigo o Arrabal por el sitio donde se ubican; Lanzas, e Imagen o Justicia, hacen referencia a instituciones de la ciudad; Aire o Santiago, a accidentes climatológicos; Nueva, a la Historia; y  del Hierro, a oficios que se ejercían en su entorno. Desde este siglo, estas puertas  se localizaron y salieron a la luz gracias al esfuerzo de  las instituciones para recuperar el patrimonio. Desde el gobiernpo nacional  al local, pasando por los campos de Trabajo, estas cuatro puertas abrieron el camino de entrada a la Mota por otros lugares de los nos acostumbrados. 

PUERTA DE GRANADA


Solamente, se cita a principios del siglo XVI, con el nombre de una ciudad, la  de Granada. Era una incógnita su localización. Pues unos la acercaban a la zona del paseíllo de Vinuesa, otros la hacían  coincidir con la de Martín Nieto, cercana de San Blas; y lo más certero es que estuvio subiendo el camino del Cambrón, traspasara la calle Cava y estuviera cercana a los Mesones. Pues como dice este documento de uno de febrero de  1527 ante el escribano Francisco Ordóñez, se vendieron unas casas en el Arrabal Nuevo y junto a la  Puerta de Granada, figurando como vendedor Alonso Hernández de Pareja y su comprador Bartolomé Hernández de Arjona, y en concreto se cita que la casas del primero:   que nosotros tenemos en el arrabal Nuevo de esta ciudad, junto a la Puerta de Granada, que alindan por una parte con casas de Juan Delgado, y, por otra con casas de  Bartolomé de Pareja y la calle Real".  Hay que ser precavidos para su ubicación, porque real no significa el nombre de esta calle que se mantiene hasta hoy, sino de una  calle que, de primeras, era la que bajaba de la Mota hasta la cuesta del Cambrón y tenía al sur las calles de los Mesones. Pero de estos bajaban otras calles (  una real que aludía más a su carácter recto, de regalis, de regla, y  a su pertenencia o dominio real), y, en otros  documentos, se asegura que  se dirigía hacia la calle Caba y camino de Granada. Por eso la puerta que existía en el actual jardín  de los arrabales debió ser la puerta  del Cambrón, llamada por este tiempo de Granada. Entrada para los viajeros y pasajeros que ven´çia de tierras granadinas. Via que comunicaba con el nuevo barrio del Cambrón, luego el de San Blas, y las calles altas de la parte meridional del caso urbano.

PUERTA NUEVA DE LA MOTA





Se han realizado  actualmente las obras de parte de la muralla de Santiago, desde la Torre Nueva de la Cárcel hasta la Puerta Nueva del Bahondillo. Esta última se abrió en tiempos de las Reyes Católicos, pero fue un acceso fundamental para todos los vecinos que provenían de los barrios o arrabales de San Sebastián, Peña Horadada, Cerro de los Palacios o San Bartolomé, Matadero, Rastro y entorno de esta puerta; fue, también, salida de los campesinos de la ciudad fortificada y de sus vecinos al campo en momentos, como el actual, de epidemias, pandemias y peste. Ganó importancia en tiempos de Carlos I hasta tal punto que el famoso maestro Martín de Bolívar la ejecutó a la manera de la puerta de las Lanzas y con una imagen, probablemente de Santa Ana, y escudos de la ciudad a mediados del siglo XVI. Aquel barrio y este lugar desaparecieron prácticamente a finales del siglo XVIII, y se transformó el hábitat humano en una tierra de cultivo. Ahora se ha vuelto a sus orígenes y se ha revitalizado por ser una magnífica y novedosa entrada de la Mota, por la que  se ofrece al visitante una nueva lectura del monumento  alcalaíno: por un lado, se comprende perfectamente, la historia alcalaína del mundo troglodita hasta los tiempos abaciales; por otro lado, es un magnífico mirador de las tierras que se orientan a Priego y Montefrío; y, por último, pueden recuperarse restos arqueológicos importantes de la zona y lugares como  el paramento de la Carrera de los Caballos, la  Puerta del Rastro, el Matadero y las Carnicerías Viejas, así como la Puerta de Zayde que comunicaba estos barrios con el de Santo Domingo. Una  puerta, hasta ahora desconocida, que se conserva en todo su arranque hasta la mitad de sus pilares y  adentra a la calle que se dirigía a la perdida puerta del Cañuto, al pie de la muralla del Gabán. Es extraño el nombre de San Bartolomé, que hace alusión más bien una puerta cercana a las eras  de esta ermita para cerrar la salida al campo. Esta era u na salida de los vecinos del Bahondillo y una entrada para  los que acudían a la ciudad de  Priego y sur de Córdoba y los labradores que lindaba con sus cortijos este camino y el de Montefío.

 

PUERTA ZAYDE

Entre las puertas de la entrada de la Mota, quedan en pie las del Arrabal, Lanzas, Imagen y Peso de la Harina o de la Plaza Baja o de la Villa; cerrada la de la Puerta Nueva; localizadas y recuperadas con nuevo formato de Santiago o del Aire; la del Cambrón y Granada, en buen estado, localizadas y con arranque de pilares de entrada, Martín Ruiz y Zayde. Esta última se encuentra localizada al pie de la Torre de la Cárcel Real, y, abierta su calle de entrada, real como se llamaba cualquier calle que se abría, desde el Rastro a la calle del Postigo. Comunicaba el barrio del Rastro, Puerta Nueva y Matadero con el de Santo Domingo, y, a través de la calle Postigo con el de la ciudad fortificada de la Mota; y a la Plaza por el Cañuto hasta que se mantuvo levantado en 1580. En su entorno existían casas, como lo demuestra un documento de 1526, ante Francisco Ordoñez, por un censo de Pedro Jiménez de las Vacas casado con Catalina González  que le hizo el licenciado Diego López de   Villalobos en la cantidad de 10.000 maravedíes sobre unas casas  bajo la Puerta de Martín Zayde, linderas con Pedro Martín de Castilla, Por estas imágenes  recreamos, el contexto, son obra de Pacomures, Francisco García Pérez a quien le agradezco la colaboración. Por su colocación y ubicación se comprende la Leyenda de la Mina, por aquí acabaría el pasadizo de salida de la ciudad fortificada y no por la falda de los Llanos.

LA PUERTA MARTÍN RUIZ

Siempre fue una cuestión interesante de interpretar la ubicación de las Puertas de la fortaleza de Alcalá la Real. Entre ellas, ofrecían alguna duda las de Granada, Martín Ruiz, Rastro y Zayde. Las anteriores están prácticamente identificadas, Pero, por  la puerta del Cambrón o Martín Ruiz  siempre nos inclinamos por la ubicación cercana a la iglesia de San Blas, que, antes de su construcción, se encontraba un barrio de casas con el nombre de Cuesta del Cambrón. Por una  escritura entre el sastre Alonso Sánchez como vendedor de unas casas a Fernando de Valladolid, podemos manifestar que se acertó en aquella apuesta, ya que es muy explícito el documento del contrato, realizado ante el escribano Francisco Ordóñez en 24 de mayo de 1540 del Archivo Histórico Provincial de Jaén. Dice así:
"unas casas con toda su posesión que les pertenece, que yo tengo en la Cuesta del Cambrón de esa ciudad, que alindan con casas de Alonso Hernández de Arjona, e casas de Juan Martínez de Jerez, e, por las espaldas con el camino que está junto el Portillo de la Puerta de Martín Ruiz, y va hacia la Puerta de Santiago".
Entre los barrios de expansión de la ciudad fortificada de la Mota, se encuentra este de la Cuesta del Cambrón, posteriormente, de San Blas entre   los que se concedieron, en forma de grandes hazas, delimitadas por entre las caminos, que se repartieron entre los descendientes de los caballeros conquistadores y estos vendieron en solares y se estructuraron con calles interiores, Esta haza entre el camino de Granada, el que se dirigía a la Puerta de Santiago, y tierras del ruedo, que entre los agraciados fue la de Juan de Narváez.

Esta casa se ubica perfectamente, en la zona de Cuesta del Cambrón, y, por  el Portillo, o pequeña puerta  a su espalda, la que existía en este camino  era la de la Puerta de Martín Ruiz, que todavía se conserva. No puede ser ni la de Granada, ni la del Arrabal ni Rastro, está claro la ubicación comentada en otras ocasiones, y que se encontraron su base y arranque 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 21 de enero de 2022

EL PRIMER MOLINO DE ACEITE DE ALCALÁ LA REAL



Por un documento del notario García Ibáñez, se sabe que el primer molino de aceite de Alcalá la Real en su casco urbano era propiedad de Diego Eusebio de Moya, que se trasladó a Granada por los años treinta del siglo XIX. Se ubicaba en la calle de las Monjas, por debajo de una casa  de Manuel de Robles  que , a su vez, era lindera con la casa-horno de don Fernaando de Tapia. La casa-molino de aceite era propiedad del mencionado Robles, pero vendio, según el contrato de compraventa a José Sanchez en 1835.  Ya había constancia del molino de Marroun en la Camuña. Pero de este no había noticias, ni quedan testigos, más bien se urbanizó y edicaron casas, porque el horno, sin embargo, se mantuvo hasta muy avanzado el siglo XX. Fuimos testigos de su presencia. 

martes, 18 de enero de 2022

LA ESCUELA DE CRISTO EN LA VERACRUZ




Recogemos este artículo publicado anteriormente sobre la Escuela de Cristo de Alcalá la Real para añadir al final un nuevo dato. 
La Escuela de Cristo fue una fundación que estuvo ligada a la historia del Barrio de San Juan desde sus orígenes hasta su extinción. Se estableció en la iglesia de San Blas el día nueve de Septiembre de 1663, siendo su fundador don Diego Núñez Cabrera, que era hermano de la misma institución en Talavera de la Reina, además de chantre y canónigo de su Iglesia. Parece ser que conectó con las personas más importantes del clero y de la ciudad y posteriormente presentó un memorial al señor Abad Salgado de Somoza que la aprobó y se inscribió dentro de dicha Escuela el dieciséis de septiembre del mismo año.
Se componía dicha escuela de sesenta y dos miembros relacionados con la vida religiosa de la ciudad, imitando el número a los discípulos de Cristo. De ellos, cuarenta y ocho deberían ser seglares y el resto sacerdotes. Su organización interna se basaba en una presidencia que recaía en una padre sacerdote, que denominaban Padre Obediencia. Su función consistía en dirigir espiritualmente al grupo y organizar los ejercicios espirituales. Los restantes cargos eran el tesorero, el  celador, el secretario, que solía firmar con el nombre del indigno secretario e iniciaba los escritos con el vito de Viva Jesús,  los Nuncios de Altar y  de la Puerta  y los coadjutores de los Nuncios.
Si en algún momento superaba el número a los miembros de los discípulos de Cristo, los hermanos excedentes solían constituir una cédula de la que surgía una nueva escuela, cosa que en Alcalá la Real no aconteció.


En muchos escritos ajenos a la institución se ecuentra su influencia tanto en escribanos de cabildos como de la Iglesia que inician sus libros con el Viva Jesús y Jesús María.
Esta escuelas se fundaron por primera vez el veintiséis de febrero de 1653 por el sacerdote Juan Bautista Feruza, obispo de Nápoles, en el oratorio del Hospital de los Italianos de Madrid. Se basaban en la congregación anteriormente fundada por San Felipe Neri.
El oratorio solía ser el sitio más importante de esta fundación, donde el altar era presidido por un Crucifijado que solía mirar hacia abajo en dirección a una cabeza de una Dolorosa. De ahí que en los posteriores traslados siempre se ubicaron en capillas alcalaínas con estas devociones. Es el caso de la capilla, probablemente del Cristo de la Salud en San Blas, la  de los tres altares del convento de San Francisco, o el Cristo de las Penas en la de la Veracruz. A los pies del altar, colocaban dos calaveras, dos manojos de disciplinas de cuerdas y dos tibias cruzadas; en otra parte de la iglesia, generalmente en el coro se sitúa una mesa con un Cristo, una calavera, un reloj, dos velas encendidas, un hisopo de cerda y una campanilla para dar señales.
La ceremonia principal de meditación y mortificación solía celebrarse con los hermanos de la congregación sentados en los laterales de la mesa que presidía el Padre Obediencia. Para la entrada, se pedía permiso a dicho director, siempre  que se llegaba tarde. El Obediencia llevaba a cabo varias aspersiones sobre los congregados y besaba el suelo al lado de las calaveras, mientras recitaba varias oraciones. Vuelto a su sitio invitaba, sonando la campanilla,  al resto de los hermanos de la escuela para que repitieran el movimiento de postración. Se rezaba y todos, arodillados, hacían la oración mental. Las luces se apagaban en toda la sala, quedando tan sólo las velas del altar y las  de la mesa del Padre Obediencia. A continuación, éste proponía temas de  meditación. Uno de los más frecuentes era el conocido de Santo Tomás
"Ven acá y mete tus manos en mi costado"
El segundo acto consistía en en el examen de faltas o ejercicio del banquillo. Todos los hermanos, bajo la interpelación del Padre, respondían de las faltas cometidas por lo que se refería a las obligaciones de las constituciones de la Santa Escuela. Ninguna culpa particular era declarada. Se imponía una penitencia que debían cumplir. Todas estas ceremonias  se llevaban a cabo en medio de postraciones y besos al suelo.


El acto de la penitencia era el tercero y se realizaba de la siguiente manera: El obediencia ordenaba a los nuncios de Altar que repartieran las disciplinas, que los hermanos recibían besándolas. También  lo mismo hacía el que la entregaba a los demás. Posteriormente los nuncios de altar apagaban las velas y el secretario, las de la mesa. A continuación entraba el nuncio de Puerta con una fanal o farol grande iluminado por una vela y con un Cristo pintado en uno de los cristales. Lo depositaba en las gradas del altar y su figura quedaba como si fuera la única luz que iluminaba la estancia del oratorio. Todos adivinaban a Cristo en la Cruz. Se oía en el silencio sepulcral los latigazos y el rezo de salmos penitenciales. No es de extrañar que el Cristo de la Salud, ofreciera en sus pies uno de los salmos penitenciales, propios de estos ejercicios, que frecuentarían los capellanes de la cofradía, pues en su capilla de san Blas tal como hemos manifestado estuvo la Escuela de Cristo. Los cilicios era abundantes entre los miembros. Pues durante la cuaresma abundaba este ejercicio de mortificación. El escritor Morales Padrón escribía sobre este acto: 
"Es tremendo. Ahora esto sólo se hace en cuaresma. La plástica presencia de la muerte nos obliga a meditar  y a considerar una recapitulación de nuestra vida. No podemos olvidar nunca a la muerte si queremos comprenderla vida y su sentido, como no podemos prescindir de la oscuridad para entender la luz "[1]
 
Finalmente, el Obediencia subía al altar y tomaba una calavera entre sus manos. La besaba y se la ofrecía todos los hermanos que en forma de fila de comunión la besan, al tiempo que les decía:
 
"Acordémonos, hemanos, que hemos de morir "
 
Y cada hermano de la Escuela contestaba:
 
Que sea en gracia de Dios.
 
Otro miembro de la Escuela hacía la misma ceremonia con una calavera desde  otro punto del Oratorio, repitiendo el mismo rito y el resto de los congregados se depedían aportando una limosna.             
El significado de dicha escena los describe y explica el propio catedrático insular, arriba indicado:
 
 
"Sé que el beso en la calavera no debe tener carácter lúgubre ni dárselo a la Escuela de Cristo, puesto que sólo sirve para recordar la realidad de la corrupción de la materia y la esperanza de la resurrección dichosa"
 
La ermita de San Blas resultó pequeña para el número de hermanos de la Esuela de Cristo y se trasladó el dieciocho de septiembre de 1664 a la Iglesia de San Juan Bautista. El motivo de su traslado no era otro sino la soledad que se requería  para el concurso de los vecinos y demás. El veintisiete de julio de 1671  de nuevo tuvo un nuevo oratorio en el convento  de San Francisco de la Observancia, en la capilla de las Ánimas del Pulgartorio. Dias más tarde, tuvo una nueva ubicación en la iglesia de la Caridad, en el Llanillo, donde vivía la mayoria de la población de Alcalá la Real. En este período recibió la licencia del abad y pudo sacar a la calle entre sus cultos el rito del Vía Crucis, tan frecuente en su difusión por aquel tiempo. En 1779, de nuevo se trasladó a la Iglesia de San Antón, finalizando sus cambios en el 1784, cuando se puso en el Oratorio definitvo de la Iglesia de la Veracruz en un lugar que  anteriormente fue corral de comedias.


De esta época hemos encontrado un documento interesante, que  manifiesta la participación del propio abad en dicha escuela, en concreto, el abad Palomino Lerena. El documento relacionado on el testamento del abad así se manifiesta:
 
"Illmo. Obispo Abad don fray Manuel María Trujillo y Jurado.
El Obediencia y hermanos de la santa Escuela de Cristo en esta ciudad ha recibido el oficio de U.S y con el debido respeto y atención y en el consta haber dejado la buena memoria de trescientos veinte reales anuales el Illmo. Sr. don Joseph Martínez Palomino López de Lerena, abad que fue de esta abadía, para que ddicha Escuela gastase en cera y demás gastos indispensables, según las Constituciones del Santo Oratorio, sin más recompensa que se le encomiende a Dos, así lo vio el Jueves antecedente y lo hará en lo sucesivo el encomendarle a Dios su alma, para que le conzeda un desacanso eterno.
Así también han recibido cuatrocientos reales y veintidós maravedís, con que comenzó esta fundación por todo lo que a V.S. le dan las gracias y y le encomiendan a Dios Ntro. Señor en los ejercicios del Oratorio, como se acostumbra ahora y ahora con más motivo como patrón de dicha fundación.
Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años muchos años, que le desea en ambos felicidad. El Obediencia y hermano de la Santa  Escuela Manuel José de Gómez, el secretario Miguel de Alcalá, Alonso Blas de Pineda, don Manuel Gallardo y don Manuel García Berlango[2].
Por un documento de 1857 ante  el escribano José Nuñez Juan de Callava Jiménez vendía  la mitad de su casa a su hermano Juan Fermín de Callava . Es ,muy interesante, porque se situa lindera con la casa del  cura don Narciso Robles  por la parte alta, y, por la baja, con el Oratorio o Ermita de la Escuela de Cristo. Y se señala exactamenmte la nnumeración de cuatro para la casa ( el dos para iglesia y oratorio), estava vinculada a una memoria de Juan Fermín de Callava  4.400 reales que se pagaban una cuota anual a la fundación del abad San Martín y a la cofradía de Nuestra Señora de Carmen. 

LA PLAZA DE TOROS DE SAN FRANCISCO DE ALCALÁ LA REAL




 

Desde el siglo XVI, huno en Alcalá la Real corridas de  toros. Se celebraban con motivo de las festividades religiosas o extraordinarias como tratados de paz, llegada de corregidor o abad, ferias. El concurso de gente daba lugar al desarrollo de otras actividades que venían celebrándose en otras fechas festivas del año, como eran  los toros, las veladas musicales y los espectáculos públicos. Y aunque en fechas cercanas y posteriores a la feria solían celebrarse corridas de toros y fiestas de moros y cristianos, -la mayoría de ellas organizadas por cofradías o conventos, como las que se hicieron para el dorado del retablo de la iglesia de Consolación-, en el siglo XIX, una vez que se restableció la tradición taurina, prohibida por Carlos III, se van a correr toros durante los días de la feria. Así en el año 182O, llegaron a celebrarse cuatro corridas de toros, según manifiesta el acta del dos de septiembre. Lo normal eran dos novilladas en los días más importantes de feria.

El lugar, que actuaba como coso taurino, eran las plazas de Alcalá la Real. Durante los siglos XVI y XVII, la plaza de Alta de la ciudad fortificada ofrecía un recinto adecuado con la balconada de los corredores, casas de cabildo, corregidor y de señores hidalgos, Al bajar la ciudad  al llano, las cercanías del nuevo ayuntamiento fueron los sitios propios para ubicar el ruedo. En, primer lugar, cerca de la fuente de la Mora, junto a las casas de Tapia, donde se había ubicado el cabildo en los primeros años del siglo XVIII; a partir de los años treinta, la nueva plaza del Ayuntamiento y Casas de Enfrente fue el sitio del coso taurino hasta el siglo XIX.

Con motivo de la desamortización de Mendizabal, el monasterio de San Francisco de la Observancia pasó a manos privadas. Quedaron en pie algunos edificios de vivienda: celdas, refectorio, corredores; templo, sacristía y otras dependencias. Se les adjudicaron a varios vecinos de la ciudad en nueve partes, tres para Vicente García Ibáñez, tres para José Montañés, una para Vicente  García Taheño, y dos para Antonio Arjona. En concreto, el 18 de marzo de 1856 se firmó un contrato de venta de estas dos partes que pasaron al hacendado liberal Juan de la Cruz Sánchez Cañete, persona que había adquirido más posesiones en este proceso desamortizado. Las cláusulas del documento son muy interesantes. Reflejan claramente que la plaza de toros se hallaba inclusa en el exconvento de San Francisco, en concreto por la zona del claustro, cuyos corredores se transformaron en el graderío, y la parte central en el coso.

Como es lógico, se celebraban corridas de toros a la manera de principios de siglo. Y prosiguieron hasta los años treinta, Acontecimientos nacionales motivaron que, en el año 1928, con motivo de la Guerra de África, en Melilla, se suspendiera la feria empleándose su presupuesto en favor de las familias de los soldados muertos y de los heridos.

No obstante, en momentos en los que otras actividades festivas se prohibieron como en la República, la feria de septiembre nunca desapareció y seguía considerándose como una actividad comercial de importancia.

A veces, circunstancias luctuosas como en el 1956, dio lugar a la interrupción de las actividades festivas con motivo de la caída de la plaza de toros.

Por otro lado, el edificio quedó en ruinas, y no se salvó hasta hace un año una parte de una habitación adosada a la cabecera de la iglesia. Hoy, la plaza de toros es un huerto urbano y el resto son casas adosadas, unas en  pie y otras en ruina. 

    

jueves, 6 de enero de 2022

QUE VIENEN LOS FRANCESES (II), TRAS LA NAVIDAD DE 1810. ME QUEDÉ CON EL HATO PUESTO.

Los vecinos franceses comenzaron sufrir las pullas de los alcalaínos. Pero pasó el momento tormentoso, y llegó la tranquilidad. Pues se libraron del cautiverio en el ayuntamiento, e, incluso, no se les llegaron a incautar sus bienes, porque  se remontaron a la presencia de sus padres desde los últimos decenios del siglo anterior para justificar que ya eran vecinos de pleno derecho. Así lo hizo Luís Fullierat, un comerciante que en el Llanillo regentaba una tienda y arrendaba el mesón de la Trinidad. Y, sobre todo, Vicente Mirasol, administrador de los bienes de la desamortización. Este, sobre todo,  por su padre Bernardo Mirasol. Se había casado con una castillera Antonia Extremera  y había adquirido algunos bienes desamortizados a obras pías y cofradías, vivía en la esquina del Llanillo con la calle Bordador y gozaba de un gran prestigio, porque no solo regentaba con gran aceptación del público su comercio, sino que se le  adjudicaban muchois servicios de la hacienda naciona, provincial y local.  

Tras la batalla de Bailén, llegó el otoño y hubo una tregua, Pero el invierno de 1809 a 1810 fue aciago para la causa nacional. Ciento cincuenta mil hombres atravesaron los Pirineos para venir a reforzar las tropas de ocupación en la Península, sometiendo en su  avance cuantas villas y ciudades encontrara al paso, y hasta entonces libres de la tiranía extranjera. En los últimos meses del año 1809 fueron un continuo ejercicio de prácticas devotas, y mientras tres cuerpos de ejército fuertes ochenta mil hombres al mando de los más prestigiosos mariscales del Imperio amenazaban invadir las provincias andaluza, el Ayuntamiento y la Junta de Gobierno Local, celebraban reunidos frecuentes asambleas, deponían  sus odios y sus antagonismos para organizar novenas, procesiones y rogativas a todos nuestros santos titulares, antiguos y modernos, Santa Ana, San Sebastián,  Santo Domingo de Silos y Nuestras Señora de las Mercedes y amén de cumplir con todas las fiestas votivas como la de Santiago Apóstol, san Blas, san Roque y la de san Miguel Arcángel.......


    Pasaron las navidades y el día de Reyes. Y el alcalde mayor  se alertaba  ante la situación inminente de invasión francesa. Pues sabía que, el veinte de enero de 1810, atravesó José Bonaparte el puerto de Sierra Morena con cincuenta mil franceses, derrotando en Despeñaperros  a las fuerzas españolas que intentaron cerrarle el paso, a la vez que otros entraron por Almadén y Villamanrique, reuniéndose en Andújar, La Carolina, y Baílén, pernoctando sobre los mismos campos donde año y medio antes tantos laureles cosecharon los españoles. Desde Córdoba le venían noticias de que, dividido aquel poderoso ejército en tres columnas, el rey José se dirigio a Córdoba con los mariscales Victor y Soult y el General Mortier, donde entraron entre aclamaciones del pueblo que los recibió con fiestas, mientras Desoyes tomó la ruta  de Linares y Baeza, y el Conde Sebastiani Úbeda y Jaén, cuyas plazas, como así mismo las demás del tránsito, se rindieron sin disparar un tiro. 

Las noticias corrían como la pólvora. El alcalde Jover recibió el último Diario de Jaén sobre las noticias de la guerra; pues,   19 de enero de 1810,  unos días antes de la entrada de las tropas bonapartistas en la ciudad de Jaén, ya, se cortó  la comunicación, porque no se editó más este diario y  dio comienzo el régimen josefino en la capital y provincia del Santo Reino.

El 23 de enero, el general Sebastián cercó a la ciudad de Jaén, y le hicieron frente  unos 7.500 soldados patriotas capitaneados por Areizaga y que apostaron 48 cañones en las murallas del alcazar jiennense. Pero, poco pudieron conseguir, pues  cundió el desánimo como la pólvora, Pues Areizaga abandonó la capital en direccion a Guadix y  el  grueso de soldados se despojó  de sus uniformes y se dispersóa. Este mismo día, los franceses entran en Jaén sin encontrar resistencia alguna. 

        En poder del invasor la capital y las principales plazas de la Provincia, el alcalde mayor auguraba  que no podía tardar en correr la misma suerte, máxime teniendo en cuenta que era paso forzoso para Granada, donde aún funcionaba una Junta que se titulaba Suprema y aspiraba a compartir la dirección del Reino con la Junta de Sevilla.

Y así aconteció.  En la misma capital Sebastiani organizó el nuevo avance disponiendo dos columnas:  la una con los dragones de Milhaud como fuerza de choque, tomó camino de Alcalá la Real y la segunda, con la brigada de caballería de Perreymond, marchó por Cambil e Iznalloz hacia Granada. 

En las primeras horas del veintiséis de enero de 1810, corrió por la población, como una chispa eléctrica, la noticia que los franceses se acercaban. Las campanas tocaron a rebato; se cerraron los comercios y talleres, y en todos los conventos y parroquias se puso a la adoración de los fieles el Santo Manifiesto, en tanto que la campana de la Ciudad convocaba a sus ediles y a los vocales de la Junta de Gobierno. Al caer la tarde, un bando pregonado a son de clarín en las esquinas, mandaba a los habitantes de la población iluminar las fachadas de sus casas durante la noche, prohibiendo salir a la calle niños y mujeres, y un tamborilero de las “Milicias Honradas” atronaba las desiertas calles tocando a generala Cerró la noche...en el salón de las casas consistoriales, los señores regidores y vocales de la Junta del Gobierno, constituidos en asamblea de Seguridad Pública, tomaban acuerdos y dictaban órdenes que, aunque tardíos, respondían, acaso por primera  vez, a las circunstancias del momento y al patriotismo y tradiciones del pueblo alcalaíno”

Al amanecer el día veinte y siete, un cuerpo armado  compuesto de dos secciones de “Milicias Honradas”, la una, y otra de “Voluntarios Municipales” salía por la Tejuela y Cruz de Villena, despedido por el ronco sonido de la campana del Concejo. Iban doscientos o más; gente brava mandada por señores principales. Entre ellos el señor Provisor don Antonio María Ruiz, siendo uno de los individuos de la Junta de Gobierno en el año 1810, y conocida la entrada del enemigo,  preparó para la defensa según acuerdo de dicha Junta, saliendo con cuarenta hombres al Barranco de los Postigos a cortarlo y defenderlo. Llegados que fueron al Barranco de los Postigos y parapateados en sus escarpes y cortaduras, vieron avanzar un destacamento de fuerzas españolas. Era el General Freyre que derrotado  el día veinte en Sierra Morena, se dirigía sorteando los peligros de un nuevo encuentro con el enemigo, a ponerse a las órdenes de la Junta Suprema de Granada; con los mil quinientos hombres a caballo y un parque de artillería compuesto de treinta cañones que los acompañaban, salvados de la derrota-Alegando no ser el expresado barranco el sitio más a propósito para hacer maniobrar su caballería, dejó  en él apostados algunos de aquellos bravos para señalar la presencia del enemigo y fue a situarse con sus tropas y el resto del paisanaje a un paraje más adecuado y por él elegido, bastante más aproximado a la ciudad. Actuó con lógica, afirmaba el alcalde mayor que era de presumir que, descontada la derrota por aquel experto militar, buscara de intento la proximidad de nuestra población contando con que aquellos paisanos, sus auxiliares, al batirse en retirada, opondrían en las calles de la misma una tenaz resistencia al enemigo que entretenido por estos y por la codicia del botín de la ciudad entrada a saco, darían espacio a sus tropas para ponerse a salvo; y así lo pensó, y el alcalde se ratificaba que fuerza era reconocer que los hechos respondieran a la previsión.

El alcalde  los comprobó  y nunca concibió esta acción de Alcalá como una batalla, tan solo permitió que se salvaran las tropas del general francés que se dirigió desde Jaén hacia Alcalá la Real y más acá de dicho punto le hizo frente la caballería española de Freyre que, atacada por fuerzas superiores, fue rota y en parte dispersa. Fue en  el sitio de las Azacallas, y tan cerca del pueblo, que los cañonazos hacían retemblar las casas, retumbando en las calles como truenos. En las primeras horas de la tarde, la victoria se había declarado por los franceses, y los cañones del parque que conducía el General Freyre, pasaban en huida rebotando  con estruendo sobre el empedrado del Llanillo, mientras la Caballería para proteger su retirada, intentaba aun a la entrada del pueblo contener al enemigo. El formidable empuje de este y su superioridad numérica hizo breve tal resistencia, y un momento después los dragones franceses pasaban por la población como un huracán de sangre y fuego en seguimiento de los fugitivos. Los voluntarios alcalaínos, apostados en los tapiales de las entradas en los bordales de los patios y corralizas y en las esquinas de las calles, contribuyeron con certeros disparos a retardar un tanto la entrada del enemigo, y ya dentro de la población y retirándose de calle en calle, conforme este iba avanzando siguieron haciendo fuego por buen espacio, hasta que habiendo entrado una sección de franceses por los barrios altos de la Ciudad, cogiéndolos al descender entre dos fuegos, tuvieron que disolverse, huyendo desperdigados en demanda de sus domicilios, no sin haber quedado muchos tendidos en las calles...

 

 

En los libros de cuentas del Hospital Militar del Dulce Nombre de Jesús y Santa Ana , a partir del día 27 de enero, se pasó de veinte enfermos hasta más de cien. Este fue el enfrentamiento. Unos cien vecinos  cayeron heridos en el avance de las tropas.  Poca debió ser la resistencia ante el avance del ejército imperial.

Evidentemente quince mil hombres de los ejércitos imperiales eran muchos, incluso, pernoctaron dos días en Alcalá como castigo por su resistencia. Fueron asaltados los comercios, las casas de los hidalgos, los conventos, las bodegas, el Palacio Abacial, donde destruyeron los archivos, y los graneros de la Casa de Misericordia, el de la Ciudad, el de la Capilla Real y muchos particulares. Importaron los gastos doscientas ochenta y cinco mil reales con veinte maravedíes sin contar las raciones para la tropa y la caballería que no se incluyeron en unas facturas justificativas que se presentaron a los Perfectos Provinciales unos años después. Además, sacrificaron 30 vacas para alimento de aquellos días  y  se llevaron 120  terneras. Como botín, se llevaron las mazas de plata de los porteros, el Escudo de Armas. Conchas de agua bendita. Candeleros y cruces de oratorio y el retrato de Fernando VII  

El 28 ambas columnas sostuvieron combates frente a Alcaudete e Iznalloz, respectivamente con fuerzas del General Freyre. Pero en Granada la moral se derrumbó también, y al anochecer del mismo día entró triunfante en otra importante ciudad que se le entregó sin la menor resistencia.

 El  alcalde se preocupó de la intendencia  de la derrota reservando al corregidor que se encontraba enfermo. No tuvo muchos problemas de  enterramientos, pues ni se levantó una partida  de defunción en el archivo de la parroquia de Santo Domingo. Y, además, no inscribía ningún el libro de fallecimientos del año 1810. Ni un solo fallecimiento ni una mención a la muerte de algún alcalaíno que justificara las palabras de las habladurías de la gente. Más bien, se quedaba desbordado y sin  poder para la diáspora de la gente te bien. Con sus propios ojos, contempló que Vicente Mirasol, recaudador de Rentas Estancadas, funcionario de aquella época, huyó de Alcalá con su familia por aquellos días  y atravesando por sierras y lugares montuosos, y volvió días después. El mismo alcalde confirma que la historia se escribió con renglones torcidos.  Tampoco hubo enterramiento alguno  por aquellos días. Muchos huidos, cómplices de los franceses. Tal vez debieron sufrir las consecuencias de haber hecho frente, pero no con la intensidad que la gente le relataba, incluso algunos se apuntaban a su tropa. El 28 ambas columnas sostuvieron  combates frente a Alcaudete e Iznalloz, respectivamente con fuerzas del General Freyre. Pero en Granada la moral se derrumbó también, y al anochecer del mismo día entró triunfante en otra importante ciudad que se le entregó sin la menor resistencia. 

El alcalde se vio implicado  en emprender muchos  pleitos de arrendamientos, embargos, desahucios y fraudes. A esto se añadía que  a la entrada del Ejército Imperial sufrió  todo el rigor de la guerra a causa de la oposición que a su entrada hizo el General  de Caballería Freyre; las cortas y pocas casas de comercio que en ella había, las unas padecieron mucho en sus intereses y las otras quedaron arruinadas; que igual suerte corrieron las otras pocas cosas de algún poder y de labradores, y algunos perdieron sus  vidas. En Alcalá, se disolvió la Junta de Gobierno, se ausentó el Obispo-Abad, se disolvieron las comunidades religiosas, se cerraron las oficinas públicas y muchos afamados hidalgos huyeron de ella. Quedó un destacamento francés, bajo cuyo control  estaba el comandante de la Plaza y Fortaleza Monsieur Mareschal. Este comenzó a imponer a los vecinos un tributo de cien mil reales para obras de fortificación de murallas y castillo de la Mota. Cada día obligaba a los maestros de obras a acudir a las obras de amurallamiento acompañado de los forzosos arrieros y jornaleros que hacían de peones de obras. El plan de los franceses consistió en  fortificar parte de la fortaleza, con un muro interior que se extendía desde  la Torre de la Cárcel  hasta el castillo o alcázar, donde albergó  el almacén, el alto Estado Mayor,  el polvorín,  y siete tahonas. El ejército se albergó en alojamientos de la ciudad. Conventos, posadas convertidas en cuarteles y domicilios particulares.  

El alcalde mayor recibió a personas afectadas por la situación. Pero no faltaban los pícaros. Era el caso de la familia de Paula Ocaña. Sus tres hijas se quejaban que su padrastro se había apoderado de sus bienes como tutor y curador. Y es revelador lo que aconteció en la sala de audiencia de la calle Real.

-Soy el procurador de las hijas de Paula Ocaña.

-¿Qué asunto le trae?

-El colmo de la desgracia, señor alcalde.

-Dígame.

-Han sido estafadas. 

-Cómo puede ser, si no nos quedan ni el hato que poner.

-Pues, así ha acontecido, señor alcalde.

-Le contaré que eran tres huérfanas de pocos meses, María, Josefa y Magdalena  pues su madre había muerto  y vuelto a casas con Antonio de Zafra.

-Y ya la trama está servida, aprovecha el desmadre para hacerse de sus bienes.

-Así fue.

-Pero Zafra me cuenta que los franceses  le habían arruinado y usurpado todos sus bienes.

-Ya me sé el relato. A alguien hay que écharle la culpa.

-No, señor alcalde. Así aconteció. los franceses cuando marcharon hacia Granada. No marcharon de rositas. Como Atila, todo lo asolaban y destruían.

-¿Eran labradores esta familia?

-Sí, tenían arrendado el cortijo de Verdugo. Por cierto, Juan de la Fuente que avala a Zafra también labraba un cortijo de la Fuente en  las Ventas. 

-Un cortijo misterioso, se presta su ubicación.

-No mi señor, no hubo duendes ni verdugos. Su nombre era por el regidor Alonso Verdugo. Pero, en este caso, los franceses fueron sus verdugos. Llegaron las tropas imperiales, tras pasar arrasando los cortijos de la Mesa, Cabeza Carnero, Pernia, todo lo que encontraban por el camino de Granada. Siempre con la misma táctica. Se encontraban con las puertas abiertas. Zafra huyó en un caballo. Pero dejó a su familia  en el cortijo. Y ellas pudieron comprobar todas sus fechorías. Se llevaron las cinco vacas, el asno, todos los alimentos de las cámaras (tocinos, jamones, y frutos) y, reventaron las cerraduras de los arcones y arcas para hacer pillaje de las ropas y zapatos de más abrigo. Los dejaron con el hato puesto.

- Ya me ha puesto en aviso, pero¿ a qué viene todo este relato?

-Que el tutor no quiere pagarles a las hijas todas las rentas.

-Ni en guerra hay caridad. 

 Tras  disgregarse la Junta de Gobierno, el comandante obligó a constituirse al “Municipalidad”. Pero no había medio alguno de encontrarlos, pues muchos habían huido a sus cortijos, otros no ponían sino exculpaciones para no participar ni colaborar con esta institución. Al final, el Perfecto de la Provincia consiguió que se reunieran  algunos antiguos regidores y otros nombrados por él el día tres de febrero.   

Unos días después, el alcalde mayor, recibía  el periódico de la época, el “Diario de Gobierno Granada” del año 1810. Leía las noticias más importantes. Se había constituido una nueva junta al mando de Horacio Sebastiani, Tomás Solís, Félix Antonio Ruiz, Idelfonso Montalvo, y Joaquín Luque que recibieron al Gobernador en Pinos Puente. Desde allí se trasladaron a la Chancillería. El día 31 se celebraron actos solemnes con misa, asistencia de los jefes militares autoridades religiosas, estado mayor y oficiales. También se prestó juramento al Rey José Bonaparte.

Reflexionó y comparó la actuación de los alcalaínos con la del recibimiento de la ciudad de la Alhambra. En Granda  parabienes; en Alcalá, imposición de tributos  tras imposición de tributos. A partir de mes de este mes,  el Diario le refería  anécdota tras anécdota, puyas contra los frailes,  y algunos poemas, más bien, panegíricos en honor a los franceses. 

Pasado el primer momento de estupor, el pueblo empezó a mostrar abiertamente su repugnancia a soportar los alojamientos de su odiada guarnición,  El 26 de febrero , se acordó constituir un cuartel capaz para alojar estas tropas, con sus oficinas correspondientes, en el exconvento de la Orden Tercera de San Francisco, sito en la iglesia de Consolación, mandándose secuestrar todas las cazuelas y pucheros de los cuatro conventos suprimidos, para atender el apuro de suministrar diariamente el gran pedido de estos menesteres que hacían las tropas francesa para guisar sus ranchos. Y habiendo llegado el veinte de marzo un destacamento  de ciento veinte hombres a caballo para reforzar la guarnición permanente de la plaza, se acordó  en sesión de día veinte y seis que se construyeran pesebreras de madera en los ángulos del claustro bajo el referido exconvento, para atender dicha necesidad”.

Y llegó marzo. Cambió  su  papel. El día seis de marzo de 1810 murió el corregidor. Se llamaba don Orencio Antonio de Santaloria y Ramírez, natural de Huesca, donde había sido regidor y colegial de Sanvicente Mártir. Alcanzó el grado de académico de las Buenas Artes en Barcelona. Casado con doña Josefa Godoy que se quedó en Alcalá.  Vacante el corregimiento de la ciudad la municipalidad acordó costear el enterramiento y exequias, y el señor ministro de la Casa Calvo, nombró para sucederle don Tomás Antonio Ruiz.

Mientras don Orencio fue un hombre abierto a las inquietudes de la ciudad y del agrado de los vecinos, el nombramiento del  nuevo corregidor don Antonio Ruiz no fue del agrado de los  alcalaínos. Pero merece otro capítulo.