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miércoles, 16 de febrero de 2011

SAN VALENTÍN 2011

AMOR LATINO DE HYMENEOS

Siempre los hombres hemos celebrado, en todas las culturas, los momentos culminantes de nuestra vida. Lo hacemos cuando nacemos; después, al pasar de la infancia a la adolescencia. Otros muchos lo celebran, al ocupar un puesto de trabajo, ¿Cómo no lo vamos a hacer en uno de los momentos más trascendentales y más esperados, en el momento de dar carta de fe a sus relaciones de amor? El momento que cantaba sublimemente el poeta, y que adaptamos:

Aquesta me guiaba

más cierto que la luz del mediodía,

a donde me esperaba

quien yo bien me sabía,

en parte donde todos aparecían.

.¡Oh noche que guiaste!

¡Oh noche amable más que la alborada!

¡Oh noche que juntaste

amado con amada,

amada en el amado transformada!

Es el momento, en el que los amantes se ciñen sus sienes con el aroma de los mejores perfumes, se ponen los traslucidos velos de encaje blanco, se ajustan los zapatos abrillantados y se les reciben entonando himnos nupciales para solemnizarlo.

Es el momento que los amantes quieren proclamar su amor delante de sus amigos y amigas y de sus familiares. Por eso, lo simbolizan con varios actos la entrega de los anillos, el ósculo sublimado y la fórmula jurídica del compromiso matrimonial.

Los amantes esperan este día, como decía el poeta Catulo, cantando la ceremonia romana de los Himeneos, la de los enlaces matrimoniales

“Y llama la madre a la casa, apasionada por su nuevo esposo, como la hiedra obstinada se abraza al árbol por un lado y por otro. Al mismo tiempo, vosotras doncellas, para quienes llega un día semejante,¡ ea! , cantad a coro: ¡Viva el Matrimonio, viva el Matrimonio!, para que de buen grado, al oír que se llama a su deber, se dirija aquí el que guía una Venus buena y ciñe un buen amor”.

Es el momento en el que, entre los amantes, se resumen tantos desvelos para alcanzar la meta, tantas horas para forjar un hogar, tantos momentos de acuerdos y pactos consensuados, tantas muestras de alabanzas y de intercambiar agasajos, y es la hora del olvido de los malos tragos, de los desaires no intencionados y de los silencios rotos.

Es el momento de la renuncia, y de las futuras entregas. Pues, como cantan los poetas del amor

“una palma de victoria no es fácil, y no está aguardando. La victoria gusta del esfuerzo. ¿Qué astro más alegre brilla en el cielo. Vosotros que confirmáis con las palabras las promesas matrimoniales”.

Este momento se sanciona con la entrega de los anillos que simbolizan el compartir futuro. Y lo refrendan con la palabra convertida en fórmula y ritual de ley natural “Ubi tu Gaius,ego Gaia”.

Los amantes se gustan de dar un paso más y refrendarlo con lo que cantaban nuestros poetas primeros, hacer una muestra de amor simbolizada en un ósculo, que canta esta jarcha.

Boquita de collar,

dulce como la miel,

Ven y bésame.

amiga mía, ven a mí

aún amándome

Como el otro día

Son tres gestos, el protocolo de la ley escrita, la entrega de anillos y el beso del amor. plasmados con la firma de documentos que quedarán recogidos en los archivos del Registro Civil, para convertiros de personas en una nueva cédula social, la de la familia, con sus derechos y sus deberes y su camino y agenda por rellenar.

Y, finalmente, momento magnífico para se les dedique estos versos, primero a los dos amantes:

Aguarda, riguroso pensamiento,

no pierdas el respeto a cuyo eres.

Imagen, sol o sombra, ¿qué me quieres?

dejaos sosegar en vuestro aposento.

.

Después el amante a su esposa

Divina amiga abrasarme siento,

sé blanda como hermosa entre mujeres;

mira que ausente, como estés, me hieres;

afloja ya las cuerdas del tormento.

Y se cierra con estos versos de la amante al esposo:

Hablándote a mis solas me anochece:

Contigo anda cansada el alma mía,

contigo razonando me amanece

Tú la noche me ocupas, y tú el día:

Sin ti, amigo todo me entristece

Y en ti el mismo mal me da alegría.

F .Martín Rosales

sábado, 5 de febrero de 2011

EL CEMENTERIO DE LA LA MOTA

¡INFORME HISTÓRICO SOBRE EL CEMENTERIO DE LA MOTA

( 1787-1949)

Francisco Martín Rosales

INFORME HISTÓRICO SOBRE EL CEMENTERIO DE LA MOTA

El antiguo cementerio de la Mota respondió a una política ministerial en tiempos de Carlos III con el fin de favorecer las mejores condiciones higiénicas y sanitarias de los pueblos de España. Hasta el primer tercio del siglo XIX, en todas las iglesias alcalaínas y en el cementerio contiguo al templo de la Veracruz, se hacinaban los restos de los muertos en criptas funerarias, fosas de descomposición, osarios y pudrideros de estos recintos religiosos. La salida de los enterramientos de las iglesias, claustros y capillas colaterales obligó a la búsqueda de un espacio público, que respondiera a estas finalidades en favor de los vecinos de Alcalá la Real: se procuraban sitios alejados de la ciudad habitada, con aire y ventilación y sin el menor vestigio de contaminar las fuentes públicas. A pesar de que se hicieron varios intentos de ocupar espacios alejados a la fortaleza de la Mota con la posible ubicación del cementerio en los terrenos de la derruida ermita de San Bartolomé en el siglo XVIII, la ubicación final fue en el recinto fortificado de la Mota.

LA PROPUESTA DE LA MOTA COMO CEMENTERIO EN 1787

El primer intento fallido tuvo lugar, en concreto, en 1787. Por un acuerdo del cabildo alcalaíno, se encomendó a los maestros de obras alcalaínos Antonio Martín Espinosa y Juan Miguel de Contreras su ubicación dentro del recinto fortificado. Estas fueron las palabras del informe:

“Hemos pasado a reconocer el sitio o muralla de la Mota, con el fin de efectuar en dicho sitio un camposanto, que está mandado por orden superior, y habiendo visto y reconocido dicho sitio, con la mayor reflexión(…) declaramos que por ningún caso es conbeniente se execute dicho Camposanto en el citado sitio por cinco razones: la primera y principal , por ser todo de pedriza, sin ser posible el sepultar en ella cuerpo alguno; la segunda, porque , aunque en algunas partes se halla al parecer tierra resulta por las excavaciones que para dicho fin se han hecho, el ser todo vestigios y escombros causados de la ruina de la ciudad que antiguamente se hallaba allí situada(…); la tercera, porque no se sabe quienes son sus dueños; la cuarta por encontrarse cerca de la Iglesia Mayor, por el costado Norte; y la quinta por ser un costo de quasi imposible tasación, por las muchas tapias que se necesitan y el costo tan exorbitante de desmontar peñones y quitar escombros(…)por cuyas razones dimos cuenta a su señoría sin dar principio al Plan(…) el qual enterado de todo nos mandó pasásemos al sitio llamado de San Bartolomé a 642 baras lineales de la última habitación de dicha ciudad. En dicho sitio hay una hermita desierta y para arruinarse con un pedazo de tierra de 72 baras de longitud y 68 de latitud que componen 4.896 incluyendo los gruesos y el cuerpo de la Iglesia[1]”.


Hasta 1805, de nuevo el gobierno de la nación entró en el asunto y se hizo portavoz de sus órdenes el corregidor don Orencio Antonio de Santolaria, convocó a la ciudad y comenzaron a tomar acuerdos para su realización. Se propuso como emplazamiento del cementerio la plaza antigua de la Mota. Para ello, se e mantuvieron los planos, presupuestos y trazas anteriores del cementerio la Mota, y se reformaron tasándose por los de los arquitectos de la Real Academia Juan Miguel de Contreras y Juan López de Paz[2]. En 1807, sustituyó Manuel Granados a Juan Miguel Contreras. Por estos datos de tasación sacamos, las siguientes conclusiones:

-Se hacía una obra de cerramiento, distinto al de la iglesia, donde se ubicaban también nichos y sepulcros (1.204 varas cúbicas para cercas, de buena mampostería, con barro, de seis varas de alto y después enlucido las paredes con buena mezcla, buenas alabardillas y bien forradas con tejas), las tapias importaban 52.976 reales de vellón, la cal 36.000 reales(corte de la piedra y trabajo), la arena, 18.000 reales y el yeso 16.340 reales. ), 900 haces de cañas para alcatifas y cubierta de maderas.).

-El enterramiento tenía en sus claustrados (nichos) 650 varas cúbicas con los machones, resaltes, y arcos, lo que suponía 42.900 reales, 400 vigas para la techumbre (11.200 reales); 34.000 tejas (8.160 reales)

-En el testero donde está figurada la iglesia, se puede formar un cubierto, esto es, (donde está la letra D y E) se podía ede dejar la fábrica en los mismos términos que aparecen en los diseños, y podrán servir para los enterramientos para personas de distinción como sacerdotes, caballeros particulares .Esta galería tendrá de costa los seis machones y las dos medias maestras (…) hacen treinta y cinco varas de fábrica, de seis varas de altura, (estas serán de cantería )y su costo de cada vara 32 reales, -estas de cantería-, que multiplicadas por las 35 varas importan 1120 reales. Los puentes para cobijar los machones son 14 maderas, aljofaradas con sus tomiza , clavos, yeso y manos suman 630 reales. Seis maderas para las cadenas de dicha galería importan 180 reales. Para la armadura son menester 110 pares de parejuelos, que importan 2.200 reales y 100 haces de caña. Son menester diez mil tejas para cobijar dicho pavimento que hacían 2.500 reales. Son necesarias 400 fanegas de yeso para las alcatifas y demás enlucidos que su costo es 1.600 reales.

- En la iglesia, 300 v aras cúbicas que importaban 19.800 reales; la solería 1800 reales, el embovedado de la iglesia( cañas, vigas, y yeso , que son menester más de 100, importaba 10.000 reales, puertas, ventanas, marcos, cerchas para arcos. Vidrios. Rejuelas de alambre (4.831 reales)

-Se necesitaban 2.320 varas para 2000 losas de sepulcros (16.240 reales). Con este motivo quedaban señalados los sepulcros y figurados con las letras F.G. y H, en donde queda distinción para cofradías, párvulos y otros. .

-Se pavimentaba la iglesia con 1.200 baldosas (1.800)

OTROS DATOS GLOBALES

-Las techumbres de la iglesia y cementerio suponían 14.000 reales con destino a 40.000 tejas (9.600 reales)

-La puerta de la calle se fabricaba con 160 sillares cuyo costo en saca, porte, labra y manufactura, junto con el de las columnas o pilastras que hagan el mismo orden de arquitectura, importa 1.600 reales, arquitrabe, friso y piedras de pilastras ( 1.800 reales), cahices de cal (720) 20 cahices de arena (480) 30 días de trabajo de maestro oficial y dos peones (1.050), las puertas de madera (500). , .

-El pago de los Jornales (maestro, oficial y tres peones) alcanzaba la cifra 30.030 reales.

-Era el total del coste de la obra: 200.000 reales. Y, en palabras de los arquitectos, como declaración más breve.

Importe de las tapias y cercas del cementerio 79.464 reales, enterramiento general y nichos 84.105 reales; Iglesia y agregado 36.431 reales.

Pero, mientras tanto se llevaran a cabo la finalización de las obras, siguió enterrándose en las criptas funerarias las iglesias y ermitas de la ciudad.

En 1812, los franceses incendiaron la iglesia de Santa María la Mayor, y esto dejó expedito el camino para reubicar los enterramientos en dicho recinto. Además, en palabras de Guardia Castellano “ los restantes sótanos de las demás iglesias venían siendo insuficientes para la mortandad de la población, por lo que fue necesario habilitar un local para los enterramientos[3]. A esta medida de crear un recinto, destinado específicamente a camposanto, coadyuvó de nuevo la restrictiva política ministerial de Fernando VII que prohibía expresamente el enterramiento en las iglesias abiertas al público, y, por lo tanto, fue elegida la Iglesia Mayor de la Mota como el lugar más idóneo para la ubicación del cementerio de la ciudad.

En 1814, el abad y la Junta de Sanidad instaron al cabildo municipal a llevar a cabo la instalación del cementerio dentro del recinto fortificado de la Mota y, a su vez, en la abandonada Iglesia Mayor[4]. Los informes y los acuerdos municipales manifestaban que era el sitio más adecuado y, hasta incluso se at4revían calificarlo el mejor de la provincia: razones de cerramiento amurallado, poco coste de obra y de ventilación. Hasta su funcionamiento de cementerio, se utilizaron las iglesias de San Blas y Santo Domingo de Silos de depósito de cadáveres y oficio de misas.

EL CEMENTERIO DE LA MOTA EN 1819

A partir de esa decisión municipal, en 1816, se descombró su interior, se desmontaron los restos de las bóvedas que amenazaban peligro y se ampliaron los lugares de inhumación de cadáveres. En 1818, las largas que se habían dado en la instauración del cementerio, ya no importaron, se prohibió el enterramiento en la Iglesia Mayor Abacial hasta que se hicieran las obras necesarias para ubicar el cementerio y, provisionalmente, los cadáveres se enterraron en las iglesias anteriormente mencionadas. En 1819, la Junta de Sanidad, ya estableció “el cementerio común fuera de los muros de la ciudad en el sitio nominado de la Mota a bastante distancia de la población, en una altura que la domina en todas las partes, y, en su consiguiente los vientos cruzándose en direcciones opuestas, ningún perjuicio acarrean a las salubridad del vecindario: cercado d altas paredes y de los muros de la fortaleza y en su seno contiene el mencionado sitio. Prevenido de firmes puertas, y con extensión muy sobrada un sinnúmero de años a este destino y cuya naturaleza del terreno es muy a propósito para la más pronta conjunción de los cadáveres y que de él ningunas aguas se filtran ni comunican con las potables del pueblo. Asimismo dentro de este recinto en la Iglesia que fue arruinado a la retirada del Exército francés, se restableció y reparó una capilla en donde se celebra el Sacrificio de la Misa, y no a muy larga distancia se destinó la hermita de san Blas , también separada de la población , para depósito de cadáveres y celebración de l oficio de Difuntos, todos estos objetos y atenciones fueron cumplidas puntualmente en observancia de las órdenes Superiores, y solo han quedado en execución , por haberse apurado los arbitrios para ello, el Osario y la habitación para un capellán y sepulturero. La limpieza y la extracción de la ruina de la citada iglesia y sus bóvedas para colocar en ellas las correspondientes sepulturas en que con distinción de párvulos a otras edades, y de sacerdotes a otras personas, se hiciese depósito y enterramiento de cadáveres., según está prevenido, señalando al mismo tiempo el terreno y, en seguida a la ocupación de la memorada iglesia que se necesitaba para nuevas sepulturas, aún el sobrante para ocurrencias y extraordinarias de alguna epidemia, para cuyos objetos han concurrido los peritos y manifestado el importe que se ha menester para llenarlos en todas sus partes. Por tanto, no hallándose otro mejor local para cementerio, que el que ya establecido, por las circunstancias preferentes a otro cualquiera que en el concurren, informan que no debe hacerse traslación a ninguna de las Iglesias vacantes, sino repararse lo que sea necesario en él lo que se está haciendo uso para este vecindario.[5]

El plan de la obra se encargó al maestro Manuel Granados hizo este proyecto con su correspondiente presupuesto:

- Emparedamiento del osario (2.800 reales de vellón)

-Excavación, extensión de tierra y allanamiento para sepulturas en el suelo (18.525)

-Composición y limpieza de sepulturas (5.095).

-Tejado del paso que cubría la capilla mayor y otro igual que está pegado a la torre (4.800)

-Tres galerías de nichos en su interior (4.000)

-Techado y tabicado de la casa del capellán sacristán ( 200 vigas, clavos, 66 haces de cañas, tercio de tomizas, 60 cahices de yeso, puertas u ventanas , trabajo y peones que suman 17.680 reales9

El total de la obra consistía en 52.900 reales.

En 1823, de nuevo se hicieron eco de un acuerdo de las Cortes sobre la salubridad pública y el emplazamiento de los cementerios, y de ello dio fe incluso el alcalde del estado del cementerio y de las reformas previstas. Y se pusieron de mano a la obra las propuestas de Granados.

La operación también fue descrita por el cronista Guardia Castellano, recogiendo las actas y un informe con motivo de la construcción del cementerio hoy día desaparecido:

“ no ya en sus antiguas criptas y sótanos, que habían sido con anterioridad cegadas por los franceses sino en la totalidad de su superficie, sobre el haz de la tierra , bien fosas cavadas someramente entre ruinas y escombros, bien formando pilas con los ataúdes colocados los unos sobre los otros, recubiertos con una capa de yeso. Cuando ya estas pilas alcanzaban alguna altura, se formaban otras delante y luego otras, por lo que iba reduciéndose el área del antiguo templo con aquel revoltijo sin orden ni concierto en que se iban acumulando las sagradas cenizas de aquellas generaciones”[6].

La falta de una planificación y diseño de su interior, así como sus continuos derrumbes, dieron lugar a un aspecto insano, lúgubre e inhóspito que obligaba a tomar medidas lo más pronto posible para darle un giro a este nuevo cementerio. Pues realmente no respondía dicho espacio a un auténtico cementerio sino, más bien a la reutilización de un espacio religioso abandonado con fines de enterramiento. No obstante, los miembros del cabildo municipal se sentían complacidos con el hecho de haber dispuesto este espacio para camposanto y, además, se creían sumamente satisfechos de que respondía con todas las garantías, por que ya no se enterraba en las iglesias. Por eso, no era de extrañar que, a los requerimientos de las memorias de las autoridades provinciales, se contestara afirmativamente que existía un cementerio público y este, por su parte, reunía todas las características de lo que se le preguntaba en los interrogatorios del gobierno civil ( así, se hizo en 1823 y 1834).

Estas son sus manifestaciones del ayuntamiento de Alcalá la Real en el segundo año 1834:

“Hacía algunos años que en los extramuros de la ciudad se construyó, hacia el sur y en un sitio elevado, un cementerio donde sepultaban los cadáveres de Alcalá y las aldeas, excepto los de Frailes y Charilla que tenían el suyo propio. La misión del gobierno civil solicita que se construyan cementerios en todas las aldeas y así evitar de la vista del público los cadáveres que puestos sobre borricos se conducen al cementerio de esta ciudad. Por este medio se disiparán aires malsanos que lentamente consumen ka especie humana por la respiración y en tiempos epidémicos nos se comunicarán los cadáveres de una ladea contagiada con los habitantes de la aldea[7]”.

Prueba de que el cementerio público era una realidad, se encuentra en el libro primero de sepulturas que alude que en 1850 existía un conserje José Moyano y que este ya organizaba la distribución de sepulturas Durante este tiempo, se utilizó como capilla y lugares del sacristán los pies de la iglesia y la capilla del Descendimiento o de los Aranda que daba a la escalera del campanario.

EL CEMENTERIO DE 1865

Sin embargo, realmente, el cementerio antiguo de la Mota, hoy desparecido, responde a un acuerdo municipal de 1865 atendiendo a los requerimientos del gobernador civil de la provincia de Jaén.

“Se presentó el expediente que el señor alcalde ha instruido en consecuencia de la circular del señor gobernador civil de esta provincia con fecha 25 de febrero último y lo acordado por la corporación en dos del actual para reparación del cementerio público de esta ciudad, resultando de el que lo que se proyecta es sólo levantar una cerca dentro de la plaza de la Mota con sus correspondientes techumbres en el punto que existe entre la Iglesia ya derruida y el Castillo, como sitio más a propósito tanto por tener fondo suficiente para inhumación de cadáveres cuanto por que, desde el año diez y siete , está todo ello adentro destinado a camposanto , y resultando finalmente la conformidad de las Autoridades eclesiásticas de esta Abadía , quien conoce como el Ayuntamiento la urgentísima e imprescindible necesidad de dichos reparos a los que no puede subvenir la fábrica por carecer absolutamente de recursos según la prueba en repetidos expedientes , siendo fácil del fondo municipal proporcionarlos incluyendo en el presupuesto ordinario los 15.000 reales que resulta consignados en la certificación(…) en vista de todo esto acordó la aprobación de él disponiendo se remita original a la aprobación del Gobernador de la Provincia[8]” .

Para ello, se solicitó la presencia del arquitecto provincial José María Cuenca. Este acudió a la ciudad delimitó la localización del cementerio y diseñó y trazó los planos adecuados. Los ubicó entre la iglesia mayor y el antiguo torreón del Homenaje

por ser un terreno que es yermo conocido con el nombre de la Mota el qual por los años 1341 fue conquistado a los moros, levantándose después dentro de sus murallas la Iglesia Abacial, Casas y edificios para su Ayuntamiento y demás pobladores quedando de frontera o plaza fuerte con su Alcayde. Así continuó, hasta que, pasado el tiempo y variando las leyes y costumbres, fue bajándose la población al punto que hoy ocupa. Dejando dicha plaza completamente desierta y sus antiguas murallas destruidas en su mayor parte . Por los años de 1814, en virtud de las órdenes superiores y, oído el informe de la Junta de Sanidad y Autoridad Eclesiástica , se dispuso que todo el espacio comprendido dentro de dichas murallas sirviese de Cementerio público por ser un terreno que nadie utilizaban y reunían cuantas condiciones se deseaban y con efecto verídico dentro de la Iglesia Abacial y en algún otro punto de dicho yermo pero dentro de murallas, por lo que siempre se ha considerado y reconocido del Ayuntamiento “ [9] (…)

, Desde 1817, todo ocupaban en planos y proyectos 3.249 metros cuadrados ( un cuadrado de cincuenta metros por cada lado)[10], pero aquel año los munícipes solo se comprometieron a “verificar las obras comprendidas en dicho proyecto en la sección primera o sea la pared de cerramiento de la fachada y su ornamentación importando 2.690 escudo 500 milésimas” dejando el resto de las partidas para años futuros. .

Formaban parte del cementerio el cerramiento, dos patios, una capilla, sacristía, pabellones de administración y anatomía y una casa habitación del conserje y sepulturero. El presupuesto de la obra alcanzó la suma de 6.952 escudos.

La obra se fue ejecutando de acuerdo con las posibilidades económicas municipales: se convirtió el suelo de la iglesia en camposanto de tumbas de inhumación, se mantuvo la antigua capilla hasta principios del siglo XX dentro de la Iglesia Mayor Abacial y se llevaron a cabo las tapias del cerramiento .

LAS REFORMAS DE 1874

En 1874, se cayó la bóveda por la parte de la cabecera de la iglesia, provocando el derrumbe de ataúdes y cegando los pasillos de los pabellones interiores del cementerio. Además, una intensa epidemia de viruelas y su consiguiente mortandad dio lugar a la habilitación del cementerio nuevo. No hubo posibilidad de llevar a cabo la obra y el traslado de las sepulturas del interior con la mesura y la planificación que exigía un espacio urbano tan importante, sino que primaron la precipitación, el tropel y la falta de recursos municipales para ejecutar las obras. Se vendieron a bajo precio y perpetuidad todas las bóvedas y panteones familiares para poder realizar las obras. Se modificaron los planos del arquitecto Cuenca, atendiendo más aun criterio de comodidad y posibilidad constructiva que a razones estéticas omitiendo todas las obras de gran envergadura. Se dividió el patio en dos, por medio de un muro con dirección norte-sur : el primer patio se dedicaba mausoleos, nichos y panteones de familias, con sus correspondientes galerías , en las que también podían hacerse sepulturas perpetuas, había pocos nichos y panteones que fueron ocupados por las familias hacendadas y pudientes ; el segundo patio se dedicaba exclusivamente para fosas comunes. Tan sólo, se emprendieron parte de ala izquierda. En un principio, para comenzar las obras, consiguieron 16 panteones de familia (curiosamente estas respondían a las clases altas de la ciudad- los antiguos hidalgos, familias enriquecidas por la desamortización, industriales y altos funcionarios) y 128 nichos ( para las clases medias como funcionarios municipales y estatales, labradores, iglesia …).

En 1875, los munícipes se hacían eco de esa situación

“Queda concluida la primera serie de aquellos ciento ochenta nichos y diez panteones de familias de vecinos, un espacio local en el segundo patio , con que el edificio cuenta paras inhumaciones particulares y zanja común a más de la separación local a los que deban enterrarse en virtud del decreto judicial[11]”.

Acordaron que en 1876 se cerraba definitivamente el cementerio de interior de la iglesia, también obligaba a trasladar los panteones del interior de la Iglesia al cementerio nuevo y debían usarse las inhumaciones y los nichos en el nuevo cementerio. También se organizaron los aspectos administrativos y de gestión del nuevo cementerio y se nombró de capellán al sacerdote Manuel Fernández Pariente.[12].

La inauguración del nuevo cementerio tuvo lugar el 23 de diciembre de 1875 por medio de una ceremonia solemne donde participaron personalidades, autoridades y el clero de la ciudad que hizo procesión y responso. Esto conllevó el cierre del anterior cementerio y la inhumación a principios de enero de los primeros muertos

Se hicieron varias zonas ( la primera nos puede ilustrar del resto con 117 sepulturas, y, a su vez la segunda , dividida en varias secciones de un termino de 10 a 12 con 12 sepulturas aproximadamente, nos conforma el aspecto distribuidor de este espacio público; las restantes tercera; cuarta, quinta, sexta, séptima, octava, novena, décima, undécima y duodécima, décimo tercera , décimo cuarta, décima quinta y décimo sexta ofrecían una distribución parecida de sepulturas y nichos).

Conforme se avanzaba el siglo se aumentaba en sepulturas, panteones familiares y nichos sin destacar en su ornamentación salvo algunos con algunas esculturas

. En 1877, faltaba para cerrar el proyecto inicial por construir la construcción de las galerías, bóvedas y nichos del ala derecha de la puerta de entrada, con lo cual se formó un paralelogramo armónico y uniforme en su construcción dejando el centro un espacio extenso y regular para mausoleos y sepulturas especiales; y la espalda, por el lado oeste, un gran patio de iguales dimensiones para las fosas comunes.

En 1878 ya había 28 panteones familiares y los nichos se acercaban a los 300.En torno a 1887, ya había dos galerías en el primer patio predominando las sepulturas de tierras con más de dos millares a finales de siglo.

LA IGLESIA DEL CEMENTERIO

Todo esto obligó que se trasladaran exteriormente los antiguos pabellones o mausoleos que aumentaron más de la veintena; se reconvirtiera el antiguo aljibe de la Casa de los Aranda en osario

En 1899, se inauguró una nueva capilla neogótica en su exterior. Esta se hizo nueva, situada a espaldas del patio primero sepultura común número 1. Capilla bendecida con toda solemnidad y aparecida la noticia en la prensa. El capellán del cementerio lo recogía de esta manera en una nota extensa del libro 5º de Sepelios:

“Ad perepetuam rei memoriam

El día 24 de octubre de 1898 se dio principio a la construcción de la Capilla del Cementerio y finalizaron las obras el 18 del mismo año, y el 12 de enero de 1899, a las once de la mañana se bendijo solemnemente por el señor arcipreste y párroco de Santa María la Mayor, don Ildelfonso Díaz Herrera quien, acto seguido, celebró el santo Sacrificio de la misa con los vestuarios Don Francisco Villuendas Romero y don Agustín del Espino, aplicando la misa por todos los fieles difuntos de ambos panteones , concluyendo el acto con un responso general y doble de campanas. Asistieron el excapellán don José de la Torre Escribano, y otros varios señores sacerdotes m entre ellos don José Carrillo Aguayo que ofició la misa y cantó el responso. El retablo lo donó la parroquia de Santa María y la pila de agua bendita la parroquia de Santo Domingo de Silos. Las casullas y ropa blanca eran de la capilla de la cárcel. Todos los demás utensilios de cáliz, vinajeras se compró con los fondos del Panteón. .

Asistió el señor alcalde don José Suárez Trujillo y co misión de Beneficencia y Caridad con su presidente y segundo teniente alcalde don Blas Ramírez Castillo u numerosos concurso de fieles- El Santo Cristo que hay en el altar es el mismo que hubo en 1814 en la antigua capilla del dicho panteón, situada al pie de la torre y dentro de la Iglesia. El cuadro de lienzo de gran tamaño y que es el Patrocinio de San José lo donó don José de la Torre Arenas, y el lienzo que representa el Descendimiento lo regaló el conserge del cementerio José Moyano. El cuadro lienzo de la Purísima don José de la Torre Escribano, presbítero y el de san Vicente de Paúl el capellán don Francisco Villuendas[13].

El personal del ayuntamiento se componía de un capellán eclesiástico que ejercía de administrador y controlaba el registro de cadáveres, así como realizaba las misas del cementerio; de un conserje y de varios sepultureros. A principio de abril de 1906, se puso a andar el reloj de la torre de la Mota, lo que coadyuvó a las entradas económicas del conserje.

En 1 de diciembre se bendijo el Vía Crucis de la ermita por el presbítero don José González y fue colocado por el sacerdote don de la Torre Escribano. Lo bendijo el capellán Villuendas y los regaló don Concepción Montañés del Mármol .

EL CEMENTERIO EN EL SIGLO XX

El 18 de mayo de 1906, día de frío y viento, hizo visita pastoral el obispo don Salvador Castellote tanto al cementerio como en la plaza pública.

A finales del primer tercio del siglo XIX, ofrecía el recinto dos patios bien diferenciados, uno delante de la iglesia con panteones y sepulturas de tierra y un pabellón lateral de nichos con diversas galerías; y un segundo patio con tres pabellones en forma de U y una reserva de patio exterior para casos indigentes y extraordinarios.

Los panteones familiares del interior se habían trasladado prácticamente al exterior, entre los que destacan algunos con unas tumbas suntuosas. Como curiosidad la primera de ellos era la de la familia Abril, otro el ayuntamiento había donado al general Lastres y el número 18 la de la familia del médico Ruiz Mata Écija, masón que fue enterrado en 1 de abril de 1920.

En cinco de julio de 1906, se principió a sepultar de nuevo en las fosas comunes del Patio ya que habían transcurrido los cinco años, curiosamente esta noticia está recogida por el capellán del cementerio que aducía que había crisis ministerial del gobierno Moret. Este patio se encontraba con árboles en medio: en la zona primera se dedicaba a los niños junto a un árbol y al segundo árbol a los hombres.

El departamento judicial y otras dependencias como las fosas comunes para accidentes, beneficencia y suicidas ocupaban un lugar especial en el segundo patio .

En 1933, se abrió un patio nuevo que fue el que acaparó la mayoría de los cadáveres hasta el cierre del cementerio, junto con el de las fosas comunes para adultos y párvulos.

Una fotografía de 1936 es testigo de la distribución de patios y del cementerio. En ellas, se ocultaba la capilla junto al osario y camino entre patio primero y segundo. El patio primero es de menor extensión y alcanzaba el solar de la antigua Casa Abacial, se observa que estaba prácticamente completo de sepulturas de tierras, una galería junto a la línea divisoria; el segundo patio mantiene tres galerías de nichos en forma de U y dos patios interiores de sepulturas d tierras dejando reservado un espacio para las sepulturas especiales (de beneficencia, párvulos, y casos excepcionales como suicidios, muertes violentas…). La extensión de ambos es un perfecto cuadrilátero: un lado se extendía desde la torre de la Iglesia Mayor Abacial hasta el lado de la torre del Homenaje; otro, desde el extremo sur de la fachada principal de la Iglesia Mayor hasta la Calancha; otro lado coincidía en su diseño con la paralela de la muralla de Santiago, y el último iba de la torre del Homenaje hasta el segundo dentro de la ciudad fortificada.

EL CIERRE DEL CEMENTERIO

Tras la guerra civil, el hacinamiento de cadáveres y sepulturas desbordaba dicho lugar y esto dio lugar a que se emprendiera por el año 1947 la construcción de un nuevo cementerio en el Cerrico Vílchez. Dicho cementerio fue realizado por la Dirección de Regiones Devastadas y fue inaugurado el uno de julio de 1949. Unos meses antes, se hicieron ordenanzas sobre el nuevo cementerio y comenzaron a trasladarse y venderse mausoleos. Los últimos cadáveres que se sepultaron en la Mota fueron los de Miguel Guardia Sánchez y Carmen Roldán Conde. El número de cadáveres inscritos en el libro de sepulturas había alcanzado la cifra de 4.101 ( hay que tener en cuenta que sólo se registran desde 1875 y, a partir de los últimos decenios del siglo XIX primeros del XX, hay cementerios en Charilla, Frailes, Mures, Pedriza, San José de la Rabita, Ermita Nueva, Santa Ana y Riberas. Muchos cadáveres de nichos, bóvedas y panteones del antiguo cementerio de la Mota se trasladaron al primer piso de las nuevas galerías de nichos del nuevo cementerio, produciéndose poco a poco un paulatino abandono del antiguo camposanto, que cegó prácticamente la entrada del templo de Santa María la Mayor y convirtió en una terreno tétrico e inhóspito las ruinas de pabellones, galerías de nichos y tumbas de tierra,

En los años setenta del pasado siglo XX, el ayuntamiento de Alcalá la Real llevó a cabo una labor de limpieza del recinto del cementerio, dejando expedito de cadáveres todo el espacio destinado a este fin y derribando las edificaciones de las galerías de nichos. No quedó otro testigo del anterior cementerio por los años ochenta sino, los árboles, el antiguo aljibe transformado en osario y algunas paredes divisionarias de los dos patios y del cerramiento del cementerio.

En los años noventa, se emprendieron de nuevo acciones de excavaciones, eliminación de osarios y restos de sepulturas y tumbas y restauración del interior de la iglesia y en la plaza de la iglesia, donde se quitaron la mayoría de los vestigios del cementerio salvo algunos restos de paredes y se mantuvo allanado sin sepulturas el antiguo patio de comunes y especiales llevándose a cabo una la gran labor de excavación que descubrió el trazado de calles y casas de la Época Moderna.

En los años noventa, se desarrolló un plan urbanístico con fondos europeos cuyo núcleo más importante se basó en formar una plaza delantera a la portada principal de la Iglesia Mayor con diseño del arquitecto José Luís Vico y eliminación de la totalidad de elementos funerarios.

ANEXO DE PLANOS Y FOTOGRAFÍCO.

Plano de Manuel López Ramírez

Fotos de interior de Iglesia.



[1] AMAR.. Caja 77.Legajo 8.

[2] AMAR. Caja 77. Legajo 10.

[3] GUARDIA CASTELLANO, Antonio, “Leyenda y Notas para la historia de Alcalá la Real. Edición facsímil de Francisco Toro y Domingo Murcia. Ayuntamiento de Alcalá la Real Págs. 367-371.

[4] Amar. Caja 77. Legajo 12.

[5] AMAR 77.14. Declaraciones de los médicos en 10 de abril de 1823.

[6] Ibidem. Ob.cit. Guardia Castellano.

[7] BARQUERO MESA, Federico, A LA PATRONA DE ALCALÁ LA REAL. Informe social de Alcalá la Real. 1834.

[8] AMAR. Acta de 13 de marzo de 1865.

[9] AMAR. Acta de 4 diciembre de 1865.

[10] AMAR. Acta de 13 de julio de 1865.

[11] AMAR. Acta de 26 de julio de 1875.

[12] AMAR- Acta de cabildo de 13 de diciembre de 1875.

[13] AMAR . Libro 5º de sepulturas de la Mota.