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martes, 31 de agosto de 2021

MANUEL ARENAS, PINTOR Y LA FIESTA DEL CORPUS DE ALCALÁ LA REAL EN EL SIGLO XVIII

 

 

 

 




 

Tras los tres primeros decenios del siglo XVII, en los que la familia de Luís Melgar y Valladolid, padre e hijos, ocuparon un lugar importante en el mundo artístico de la ciudad de la Mota trabajando y creando un taller de arte y tienda comercial, en la que se contrataban obras de pintura, marquetería, dorado y contratos de retablos, surgen nuevos artistas en la ciudad de Alcalá. La familia de los Arenas comenzó a pujar por entrar en este mundo artístico de la mano del pintor  Manuel de Arenas, y de su hija María Eugenia.

Más que en la pintura figurativa de cuerpos e imágenes  religiosos ( Vírgenes, Cristos  y Santos ), su  línea de escenas, por último, encuadra  a esta  familia . Avecindados en Alcalá, lograron, con su pintura decorativa y anecdótica ocupar el puesto de los artistas granadinos de la arquitectura efímera como los granadinos Perea. Pintura que trasladaron a otros lienzos propios de paredes de capillas, como la Adoración de los Pastores y de los Reyes Magos del convento de las Madres Trinitarias o la Resurrección de Lázaro de la iglesia de Consolación.  

Recogemos un contrato que ilustra de los diversos campos que trataron con su modalidad pictórica a través de un contrato[1] con los comisarios de la fiesta del Corpus de  1737, los regidores don Manuel de Manrique de Estrada y Chumacero y don Felipe del Rincón. Firmaba Manuel de Arenas como maestro de pintor  y lo avalaban los vecinos don Antonio Cano  y don Vicente Arenas. Se comprometía a la composición de la Plaza, el altar en medio de ella  con las 16 columnas y arqueada  y otros cuatro costados con su adorno  correspondiente a semejante festividad y colgadura  por encima de los arcos que hace, cielo o toldo pintado. Y lo fijaba en la cantidad de 1.400 reales y debía recibirlo en varios plazos así establecidos:  600 reales el último día del mes de febrero; otros 600 , cuando se encuentre la fábrica del adorno en el primer cuerpo,  otros 600 cuando esté fabricado el tercer cuerpo de dicho alta ; y   el último  de los 600 reales  en la víspera del día del Corpus a medido dúa , que era cuando debía estar acabada de adornar dicha plaza conforme a la  planta realizada y firmada por los caballeros comisarios. Debía estar acabada en el momento de la entrega y asumir las carencias e incumplimientos.

El contrato conllevaba otras obligaciones. El pintor se obligaba colocar  todas las arañas que se debían poner para el adorno de la plaza en todos los arcos y en todos los adornos que se componían los arcos de la plaza del Ayuntamiento, y en el Altar las candilejas. Por su parte los comisarios debían entregar al pintor el algodón y aceite que necesitara para las arañas y lámparas, que debían encender Manuel de Arenas.

Y muy interesante por su labor pictórica  esta condiciónque el otorgante ha de poner en los claros de los arcos de adentro y entremedias de a pintura  de Historia, de láminas, al óleo finas,  ya adornadas  de caprichos”.

No sólo se obligaba al día del Corpus, sino que era condición  que el día de la Octava a de ser y es obligado  por el dicho otorgante Manuel de Arenas  a poner la colgadura en la plaza de la Mota, y todo el derredor de ella y arco de la puerta de la Iglesia y de las Casas Capitulares antiguas

A mediados de siglo se constata que una familia granadina va ser la encargada de la organización de todos los preparativos, ornamentos, aderezos, danzas, altares, y demás elementos de la Fiesta del Corpus. Era la familia de los Perea, que provenían del Corpus de la ciudad de la Alhambra y, mediante conciertos de siete y ocho años, se obligarán de padres a hijos a organizar los principales actos y adornos. En concreto, el 1757, Juan Perea firma un contrato cuyo memorial recoge el acta del cabildo del día ocho de enero, donde se compromete a  hacer todos los años la función del Corpus y tener pertrechos suficientes, que eran los adornos y altar de la plaza juntamente con las tres danzas de dichos días [3]. El período de duración del contrato suele establecerse con una periodicidad de siete años, que a veces prorrogan como es el caso de este mismo en el año 1763, aunque cada vez exigen nuevos elementos y materiales: en este año precisamente las tablas, madera y rollizo de los altares y de los toldos.[4] Al morir en el año 1772, sus hijos, tutelados por Felipe Guillén, mantienen las mismas cláusulas[5]. En el año 1784, finalizó este contrato y el propio cabildo quien organiza la tramoya del toldo e iluminarias[6].

 

 

 

 

  Al perderse el eslabón con ellos, la ciudad va a adquirir algunos elementos de tramoya y aparato, que eran sobre todo los lienzos de damasco rojo que colgaban todos los ventanales de las Casas de Cabildo y de las Carnicería y cubrían el altar levantado en el centro de la Plaza del Ayuntamiento. Concuerda con el color de terciopelo rojo que tenían los vestidos de los porteros y los trompeteros y los asientos del cabildo en la Iglesia Mayor.[7] Muestra de esta situación es el año 1748, cuando los comisarios Diego de Moya y Juan de Callava se ven imposibilitados a traer  un adorno decente de la plaza. Los motivos eran claros: no había persona que se comprometiera a venir por la escasa cantidad librada para tal efecto por la ciudad. Acuden , entonces , de nuevo al maestro Arenas, residente en Alcalá, que pide un anticipo de doscientos ducados y se concierte con él un período de ochos años. Así lo refieren los anteriores comisarios:

Han tanteado  al maestro Arenas que se halla en esta ocasión y este se obliga a hazer el adorno nuebo para la plaza con la condición de que salgan con la anticipación doscientos ducados y que éstos se extingan en ocho años a razón de veinticinco en cada uno y con la condición que a de adornarla dicha plaza en los expresados años de nueba pintura y a satisfazión de los caballeros comisarios en quien entrase el turno en los ocho años.[8]

López  Guadalupe califica a Arenas como un pintor eminentemente popular, cultivador de una pintura meliflua, decorativa y anecdótica. Pero realza  su gran capacidad productiva en los diversos campos de la pintura, y además debemos cuidar sobre la autoría por la participación de su hija. No nos extraña que cuadros como la Divina Pastora  y el Divino Pastorcito sean de alguno de los dos.



 

 

 

ANEXO SOBRE EL CORPUS

 

El Corpus Cristi se celebraba en la vísperas, que subían los miembros del Cabildo a la Iglesia Mayor Abacial o a la de San Juan sin la presencia del corregidor ni los caballeros comisarios, organizadores de la fiesta. El Día del Corpus, acudían a la solemne función religiosa y procesión; durante todas las tardes de la Octava acuden un determinado número de caballeros. El día Octava subía toda la ciudad en pleno. Corría con el gasto de la cera y la que sobrara se la daba a Nuestra Señora.

 

 

El día de San Pedro acude invitada por el hermano mayor, que solía ser un clérigo.

 

 

 

LA FESTIVIDAD DEL CORPUS CRISTI

 

Como fiesta capitular,  continuó celebrándose como la más importante de todas las fiestas hasta tal punto que se mantuvo la obligación de nombrar  comisarios en los cabildos últimos del año, hacer presupuesto y contratar todos los elementos de la fiesta del día del Corpus y su Octava, a pesar de las dificultades que asiduamente fueron  resolviendo los miembros del ayuntamiento para contratar y hacer frente a los gastos. Se llegó incluso a tomar créditos por los comisarios hasta que  se les libraba de los más recónditos procedimientos: pagas de arbitrios. Hay momentos de que incluso se anularon las suertes de los comisarios y se aplazó su nombramiento en las fechas próximas de la festividad.

Lo normal de dicha fiesta radicaba en que el cabildo municipal acudiera  formado como ciudad desde sus casas capitulares, yendo delante al clarinero de librea, seguido de los porteros y el resto de la ciudad.[1] En la iglesia recogían los comisarios al señor abad, vicario o gobernador, que lo acompañaban hasta el coro; en la despedida los mismos comisarios lo hacían hasta la puerta de la Iglesia en el caso del abad y hasta la sacristía con el vicario, de donde lo sacaron. En el coro se repartía la cera por los porteros, parte al coro y otra a la ciudad sin entregarle a los regidores, portadores de palio.


En la procesión general era frecuente  que acudieran todas las cofradías, comunidades religiosas y el cabildo eclesiástico con sus estandartes, cruces  e imágenes, asi como las danzas y los gremios de la ciudad. Estos se vestían y formaban cuadrillas de diablillos y  no sólo con ropas  y rostros de tales, sino con los de los sayones de Semana Santa y otros ridículos y extraordinarios trages, que no vienen al casso para el culto,ni cossa de razón, sino para executar licenciosamente toda suerte de desórdenes. Al final de la manifestación religiosa iba el cabildo, precedido con ochos sujetos vestidos de librea y asistidos por un oficial del cabildo, el clarinero o timbales, los porteros y el resto de la corporación. Al Cabildo eclesiástico- beneficiados, capellanes y clérigos- lo presidía el abad o el gobernador, que era acompañado por dos pajes en el primer caso, asistiéndole con un cojín para bonete.[1]

La villa del Castillo de Locubín también mantenía la tradición festiva y no era extraño que hasta muy entrado el siglo XVIII cooperara el ayuntamiento municipal. Así Juan Beltran de Callava, regidor, contrataba en el año 1742 con Mateo de Molina y Tomás de Santiago tres danzas de dieciséis hombres y ocho mujeres cons sus intrumentos para el trabajo de los nueve días, la octava, fiesta y vípseras del Corpus, dándose 1.100 reales por persona [2].

Los conflictos entre el estamento civil y religioso son frecuentes. No es extraño que se firme un nuevo convenio de concordia el año 1721, donde se recoge entre otras cosas anteriores como la salutación en los sermones y la presidencia y llaves en el día del Jueves Santo, junto con el acompañamiento de dos pajes en la procesión.[3] Se repiten en el año 1751, que se llegó a la concordia con el fin de que todos los estamentos municipales ganasen el jubileo que había otorgado Benedicto X.[4] Pero reverdecieron a finales de siglo, con motivo de llevar la silla el abad, entabándose un pleito que se hizo  comparar los privilegios con el de otros obispados[5]. Incluso, en el año 1783 no acudieron a la fiesta por dicho motivo[6] prorrogando el conflicto hasta el año 1793.

Nuevos elementos diferentes a los siglos anteriores se manifiestan en estos siglos.  En el año 1725, en la víspera del Corpus, aprovechándose de la presencia del Regimiento de Dragones Pavía, se iluminó la plaza del Ayuntamiento en la calle Real, se hicieron  salvas de fusilería por las tropas y una velada, alternada entre la capilla de música de la iglesia Mayor y los cuatro obóes del Regimiento.

Por los años treinta del siglo XVIII, se escribe en el forro de las portadas de los libros de Cabildo, el dato de la probanza de los dulces del Corpus por parte de todos los regidores y oficiales del Ayuntamiento, señalando la fecha exacta de dicho acontecimiento, como un acto importante de la festividad.

 

 

 

Es frecuente que el cabildo costase la cera de la iglesia de los regidores.[7] Esta  se dedicaba a altar de la Iglesia Mayor, al gobernador, los ministros y el cuerpo de la ciudad. Por las circunstancias adversas o económicas, en años como el 1744, se restringe el adorno de la plaza y se sugiere que sea lo menos costoso posible, ocurriendo el caso de que se suspendan las propinas que se daban a los munícipes y los gastos de danzas.[8]

En la misma línea de restricción de gastos, se aceptó en el año 1749 que se cambiaran los dulces y propinas que daban a los miembros del Cabildo por la parte correspondiente de tela de lana para las chupas.[9]

 

El año 1753 nos ilustra de los elementos constitutivos de la fiesta al presentar las cuentas los diputados encargados de ellas: Los adornos de la plaza, el altar, la cera, los dulces y, curiosamente, la Danza de los Valencianos completaban el montante de unos siete mil trescientos cincuenta y dos reales. Aunque no quieren introducir estilos ni perjudicar lo esencial de la fiesta, la nueva danza de los Valencianos es una novedad de la fiesta, que se repetió en el año siguiente en el día de la función en el de la Octava al contratarse a Pascual Millares.[10] Esta danza está relacionada con la  moixiganga, que alude a una serie  de danzas de torres humanas que se celebraban, y aún se celebran, en la Comunidad Valenciana, en Cataluña y en Aragón y que, para muchos autores, son el origen común de la muixeranga, de los castellers y del Dance de Tauste entre otras celebraciones aragonesas similares. Las moixigangas mantienen los bailes, su altura no es tan elevada y buscan la vistosidad plástica y el sentido religioso. Su origen es pagano, pero con el tiempo se fue integrando en las manifestaciones religiosas. Durante siglos, estuvo muy presente en los pueblos valencianos. Consistiendo en la ejecución de diversos bailes, solía terminar con la formación de una torre humana no demasiado alta. Aparecía sobre todo al frente de los séquitos populares donde cada uno de los gremios ejecutaba un baile. La documentación más antigua que se ha conseguido es del siglo XV. La tradición se conserva actualmente en algunas poblaciones como AlgemesíAlcudiaOlleríaForcall o Peñíscola y recientemente se ha recuperado en la Safor. La más emblemática es la de muixeranga de Algemesí. Según muchos estudiosos, las moixigangas son el origen de la muixeranga y de los castellers. Según estos estudios, los castells se originaron básicamente en el área de Tarragona-Reus-Valls y, con los años, perdieron los bailes y se centraron en conseguir torres cada vez más altas. Los siglos XVII y XVIII fueron los de su máximo esplendor en los que la tradición estaba muy extendida por las comarcas valencianas. Así lo demuestra un documento del año 1798. El ayuntamiento de Sueca solicitaba a la Capitanía General permiso para celebrar la procesión de la Virgen de Sales. Este documento describe la fiesta como: "...delante de la procesión, a corto espacio de su Cruz, vayan dos o tres Danzas (...) con Torneos y Mojigangas, como se hace en essa Ciudad de Valencia y en la Processión del Corpus, en las de sus parroquias, en la procesión de Nuestra Señora del Carmen y en otras particulares...”.

 

La espectacularidad y el hecho de integrarse en un baile de calle al estilo de las danzas procesionales provocó que la tradición se exportara. Con el nombre de "baile de los valencianos" se integró en diversos séquitos de España. Ya en el siglo XVIII se tienen noticias de que en el 1762, concretamente en Lérida, los "valencianos" actuaron en la colocación de la primera piedra de la nueva catedral y en 1774 participaron dos grupos en el Corpus de Granada. Más tarde, en 1822, otro grupo volvió a intervenir en la procesión del Corpus de Sevilla.

Unos días después, se nos especifica la reiterada probanza y convite de dulces y además se manifiesta que la procesión salía de la iglesia de San Juan hasta la Plaza Nueva. Una arroba de cera para la hermandad del Santísimo Sacramento, veintitrés libras para la iglesia (preste, diáconos, curas, beneficiados, sochantres, sacristanes, organistas, maestro de ceremonias, capellanes, campanero y caniculario), cuarenta y cuatro velas de media libra para el día del Corpus y Octava, catorce velas de media libra para para el preste y altar en los días señalados, otra al abad y gobernador, al fiscal, notario y mayordomo. No se olvidaban de la media libra del paje del Gobernador. El altar de la plaza alcanzaba los dos mil quinientos reales. Los dulces se repartían una arroba para el abad y media para el gobernador, en la misma proporción el corregidor y el alcalde mayor y los regidores y jurados recibían seis libras, dos los escribanos, tres los abogados, dos el capellán del cabildo, dos el contador y el alguacil mayor, administradores de propios y Pósito, y una en el mayordomo, el fiscal, el portero y el trompetero. No obstante, este año se restringió el refresco del Día de la Octava.[1] A veces, se amplía el derecho de cera a los miembros del Tribunal Eclesiástico como en el año 1763. En otras ocasiones, se distingue al corregidor con una cera especial como en el año 1780 [2]. Durante muchos años los presupuestos fijados ascendieron los doscientas y cincuenta mil maravedís.

 

 

 

 [1] AMAR. Acta del cabildo del 28 de mayo de 1831.

[2] AMAR. Acta del cabildo del veintitrés de marzo de 1848.

[3] AMAR. Acta del cabildo del dos de junio de 1771.

[4] AMAR. Cabildo del trece de enero de 1891.

 


[1] AMAR. Acta de Cabildo del veintiuno de mayo de 1751. La ciudad acuerda comprar los toldos.

[2] AMAR. Libranza del cabildo del veintinueve de junio de 1751.

[3] AMAR. Acta del Cabildo del 16 de junio de 1807.Informe de Miguel de Cisneros, comisario del Corpus.

[4] AMAR. Acta del cabildo del once de agosto de 1891.

[5] AMAR. Acta del cabildo del  diecinueve de mayo de 1885.

[6] AMAR. Acta del cabildo del diez de junio de 1889.

[7] AMAR. Acta del cabildo del veintitrés de agosto de 1900.

[8] AMAR. Acta del Cabildo del 26 de mayo de 1799.

[9]AMAR. Acta del cabildo del 26 de abril y 29 de mayo  de 1793, posteriormente, el cinco de junio de 1820 y.

[10]AMAR. Legajo 76. P.9.

[11] AMAR. Acta del cabildo del catorce de mayo de 1831.

 

 

 

Enel año 1747 va a tomar cartas en la organización de las fiestas el propio Marqués de la Ensenada que transmite una orden a la ciudad.

 

Junto los lienzos y la cera del altar, se entoldaba todo el recorridde las calles de la Plaza. Para las figuras y los paneles de los cuadros se procuraba contratar un maestro pintor, que a veces se quejaba de que no era su obligación el entoldamiento de las  calles de la plaza. Ante soluciones que ocasionalmente se habían producido con encañados y verduras, el cabildo manifiesta que no le parece, no vaya a que llueva y se haga irrisible funzión que debe ser de la mayor venerazión. [1]

 

 

 

 

. Los toldos importaron dos mil cuatro ducados, ochenta y cuatro reales y veintiún maravedís.[2]  En el año 1798, se adquirieron ochenta varas de damasco rojo  que era para los distintos doseles, manteles de altar, cubre balcones y ventanas. En dicho año finaliza el conflicto entre el abad y el cabildo municipal acerca de las andas del Santísimo Sacramento. En el año 1807, sufrió una importante desgracia al incendiarse el altar en la noche del veintisiete de mayo " que se había construido  en medio de la Plaza Pública por la celebración de la festividad cuyo adorno

 

se reducía a colgaduras de damasco, costeados por esta M.N.L.C. y han resultado quemados seis cortinas y cuatro inutilizadas de las noventa y seis que le entregó el caballero diputado don José Revilla, encargado para la custodia de ellas, se entera la ciudad y obliga entregar las ochenta y seis restantes"[3]

La fiesta del Corpus se mantiene hasta entrado el siglo XX y hay relación de gasto presupuestario en el 1891, recogido con la nueva moneda y concretado en doscientas setenta y cinco pesetas[4] Algunos cambios se producen como son la contratación de la Música que intervenía en la función religiosa, la iluminación de las Casas de Cabildo, la velada musical en la víspera y los fuegos artificiales [5] A veces , surgen problemas de competencia entre los dos grupos musicales de la localidad como en el año 1889. La Sociedad Lírica de Alcalá la Real, provista de su banda de música se vió alternar en las distintas funciones y veladas con la banda de música de don Antonio Núñez López a lo largo de las fiestas [6]. La capilla de música, compuesta de músicos locales o foráneos suele ser parte importante en la festividad los días del Corpus y la Octava [7]

La cera y la iluminación del alumbrado público con bombillas solían ser uno de los gastos más importantes en el año 1920.

 

 

 

 

El itinerario sufre un cambio según se produce el desarrollo urbanístico se va plasmando. A finales del siglo XVIII, se  desplaza a la iglesia de la Veracruz, Llanillo, Real, Llana y calle Veracruz, pasando por alto el antiguo que llegaba por la calle Rosario.[8] Curiosamente,  la procesión va acompañada de la Virgen de las Mercedes que, por aquel tiempo, permanecía en la Iglesia de la Veracruz. En el año 1793, se aprueba la Cofradía del Santísimo Sacramento de esta iglesia y se comunica al cabildo para conocimiento[9]. Esta hermandad se mantendrá a lo largo del siglo XIX y, junto con la de las Animas de la dicha iglesia, ocuparán el vacío dejado por la Cofradía de la Veracruz. La riqueza de sus fondos nos muestra ya en el año 1842 una hermandad languidecida y pendiente de las limosnas por los demandantes de las calles y de los campos para celebrar una función de iglesia precedida de unos fuegos marciales y música marcial cuando la llevaban  a los enfermos.[10]

 

 

miércoles, 8 de febrero de 2017

FIESTAS EN EL SIGLO XVIII


 A mediados del siglo XVII, se va a producir un movimiento de influencia de los distintos conventos de la ciudad en la vida cultural. Hasta ahora, la cátedra religiosa era ejercida  en los momentos solemnes de las fiestas patronales y de acontecimientos regios por el abad o por los famosos clérigos contratados de la catedral de Granada, colegio de la Compañía de Jesús de Montilla y, a partir de estas fechas, los priores de los distintos conventos celebrarán la mayoría de las celebraciones litúrgicas. Otro dato importante es el incremento de capellanías, memorias y fundaciones que reciben a lo largo del siglo XVIII frente al mantenimiento de las que ya existían en las iglesias y parroquias dependientes de la autoridad abacial. Como una obligación de muchas personas y del propio abad, era mantener a los jornaleros y las clases desfavorecidas por medio de las limosnas que otorgaban compartiendo el reparto con las autoridades civiles, controlando los clérigos los repartimientos de pan. La preocupación por el elemento religioso era compartida por los dos estamentos- el eclesiástico y el civil- que frecuentaban las rogativas en los  momentos estacionales de sequía o de lluvias intensas. Aún más,  la obligación de ofrecer servicios religiosos les obligaba a la reformas de ermitas como la de la Magdalena, situada a las afueras de la ciudad en el camino de Granada:

se construyó para que los vecinos hallavan sacando los agostos en las heras del Coto y Magdalena no creciesen en los días de fiesta de ver el sacrificio de la misa, pues desde las mismas parvas tienen el beneficio de oirlas y de lo carecen de él por no abandonar sus parbas cf.22-10-1798.

o  para evitar las irreverencias a un señor Crucificado que existe en ella poralgunas personas que acuden de noche y evitar los pecados mortales de no ira misa en los Agostos y evitar el refugio de  los contrabandistas que dirigen insultos a transeúntes cf 31-10-1798.  

La iglesia va a extenderse en todos los núcleos rurales por medio de los capellanes de las ermitas, donde suelen celebrar misas dominicales y las fiestas de los partonos, así como el cobro de diezmo y asistencia en los últimos actos de la vida. 

 


Pervivencia de los siglos anteriores son las tradicionales  fiestas oficiales del Corpus Cristi y la festividad del 15 de Agosto. La primera era una fiesta en la que la intervención del cabildo tenía una gran participación organizativa. De sus propios fondos y con permiso real, mantuvo las principales actividades de la fiesta. La proximidad con Granada nos hace ver una ciudad , en la que se le imponía las modas culturales de la ciudad de la Alhambra. Los comisarios- diputados de fiestas contrataban las mejores danzas, los mejores autores de comedias y los artistas de los distintos monumentos que se encargaban de la procesión del Corpus y de la Octava. Al principio, un elemento básico fue las danzas de cascabel y castañuelas, interpretadas por gitanos, pero después se va cediendo paso a grupos de damas, hombres y diablillos. Los coloquios de los niños nos recuerdan otras danzas que se  interpretaban en la iglesia mediante representaciones de pequeños relatos o pasajes evangélicos y bíblicos como el Diálogo de los Niños en el Templo, generalmente eran dirigidos por el maestro de capilla (cf.10.5.1624). También eran frecuentes, la representación de autos sacramentales y la interpretación de villancicos, sonetos o cantos poéticos durante la procesión en honor al Santísimo. Uno de las preocupaciones más importantes va a consistir en la escenificación de los tablados  en los que se colocaba el Corpus Cristi en la Mota, y, posteriormente, en las plazas del nuevo ayuntamiento de la zona baja que se construyó en el siglo XVIII. Tampoco, se puede olvidar los adornos de toda la estación así como la portada del propio cabildo. Generalmente, se contrataba a los autores de comedias que llevaran a cabo las danzas y a casas especializadas del Corpus granadino, tendiéndose en el siglo XVIII a contratos de periodos fijos de ocho años, que solían ser prorrogados, con familias como los Perea, por la complicación, artificio y fastuosidad barroco   de  todos los elementos. Aunque suele ser muy parecidas, las del año 1634, destacan por el número de danzas que nos ilustran de la importancia de esta fiesta y que fueran contratadas con Pedro de Contreras y Quiteria de Toledo, viuda del autor de comedias Juan Rodriguez. Fueron cuatro danzas: la primera era de calza entera, cuatro hombres y cuatro en hábito de mujeres; el vestido de hombres, con sus estelas y ropillas verdes, con sus mangas vestidas y sueltas y bandas de tafetán verde y puntas de oro con cuellos de solieras y las mujeres en aguas de la misma tela de siete paños con armadores, con mangas pedidas largas y la guarnición de oro y toda la tela nueva. Tanto hombres como mujeres llevaban penachos enteros y la guía de la danza  sacó laúd. La segunda danza fue de emperadores romanos de ocho personas. Los vestidos de cordelan de cuatro colores, bordados de hojuela de plata y lentejuelas, mantos de tafetan con puntas de oro y rosas en los hombros, coronas de laurel y penachos y cabelleras con un violín por guía. La tercera de hábito de bandoleros de ocho hombres, vestidos de tela verde con guarnición de oro y ropilla que se entiende de  gabardina abierta y bandas donde vayan pendientes y pistolas que ha de dar el dicho comisario, sombreros de color con penacho caídos, con un vitola por guía : La cuarta se visitó de traje de indios  de lana anacarada con cajetillas y calzones marineros con puntas de oro y llorones de pasamano en lugar de guarnición, rostros de color de pasa con estrellas de oro en la frente, cabelleras, cascabeles y un arco de plumas en la cabeza y una guía pedida con tambor. los comisarios pagaban los hombres en sus ensayos y los seis hombres que se vestían de diablillos con vestido de lienzo y sus rostros. La fiesta religiosa era solemne, en la que participaban   todas las hermandades, cofradías y clero secular y regular, acompañados del cabildo civil y religioso.  El primero llevaba las  varas de palio, motivo que provocó gran número de discusiones.  El Barroco complicará los pequeños escenarios, tablados de la Mota con arcos de frucias, columnas de decoradas, colgaduras altares simbólicos, entoldando toda la plaza, colocando grandes  galerías a la entrada del cabildo y en todos los ventanales con cornucopias, arañas e iluminarias al mismo  tiempo [1] .

Añadir leyenda

 El itinerario se mantuvo hasta que los abades pudieron en la Mota realizándose la procesión en un recinto fortificado lleno de escombros, casas derrumbadas, patios, corralones. Sin embargo, la nueva plaza municipal va a dar un impulso barroco a la fiesta entoldándose para el paso de la custodia, adornándose con templetes, acompañamiento de regimientos militares y nuevos itinerarios hacia la calle Veracruz y calle Llana, evadiendo la calle Rosario, que un tiempo perduró mientras salía la procesión de la Iglesia de san Juan. Hay muestras de carocas en la plaza como en Granada.







[1] AHPJ LEGAJO 5311.  15. ESCRIBANO JUAN MANUEL DE LA GUARDIA.  12 DE FEBRERO DE 1737.