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lunes, 21 de agosto de 2017

QUE NO SE ELEVE POYA NINGUNA ….SIEMPRE QUE NO SOBREPASARA ESTE CUPO DE CELEMINES. LOS HORNOS DE ALCALÁ


De seguro que los hornos y las panaderías se remontan a tiempos inmemoriales. Los debió haber incluso en tiempos prerromanos. Pero acercándonos a tiempos de la conquista se encuentran restos en algunos lugares arqueológicos de la Mota y sus alrededores, junto a la segunda muralla y en alguna casa de la Mota; de piedra, de argamasón, barro y de otros materiales, y con dimensiones variadas. Como referencia documental, existían dos hornos municipales y solían ser arrendados como bienes de propios. Uno en torno a la Cárcel Real y las futuras Casas de la Justicia y del Corregidor; otro junto a la iglesia de Santo Domingo de Silos. Cuando la ciudad se extiende al llano, proliferaron en las casas del valle. Este es el dato de un horno de la calle de los Caños que data de finales del siglo XVI. Recoge la costumbre de arrendarlos a horneros que pagaban una renta de una manera peculiar. Ante Hernán López de Mena en el mes de diciembre de 1598, Juan de Serrano Hinojosa se comprometía arrendar a Hernán González el horno situado en la calle de los Caños, que se situaba entre las casas del jurado Juan de Álvaro. Solía ser el tiempo de contrato de dos años, que prorrogó a cuatro,  y fijaba la famosa fecha comercial del día de San Juan en el mes de junio como inicio de su nueva empresa.  En vez de pagarle con dinero, se obligaba el arrendado a pagar tres libras carniceras de pan de trigo bien cocido en cada uno de los días, siempre que fueran días de trabajo y cuatro libras las vísperas de las fiestas de Pascua. (Esta libra se usaba para pesar carne y pescado y equivalía a 460 gramos, el pan cocido correspondía al que no se horneaba sino se cocía al agua o vapor). Además, le pagaba al propietario con una fanega de ceniza. No podía amasar más de cuatro celemines y curiosamente se obligaba a que no se le elevara  poya ninguna siempre que no sobrepasara este cupo de celemines. Si era más de cuatro celemines, debía pagar un pan de renta.Ojo, con los mal pensados, ...era la parte de renta del contrato por el horno.
Este horno se mantuvo hasta el siglo XX y se declaraba en el Catastro de la Ensenada, en concreto en 1751 respondiendo a las preguntas generales como el del número  séptimo de los once hornos que ya se distribuían a lo largo de las calles de la ciudad. Era propiedad de don Antonio González y producía una renta de 331 reales al año. Lo que queda claro sobre la transmisión de oficios, negocios y familias.

El resto de los hornos declarados en el siglo XVIII eran: el de María Teresa Montijano se encontraba en la calle Tejuela a continuación de un mesón y pertenecía a la familia de los Montijano y se evaluaba su actividad en la misma utilidad. Se relacionaba con un censo de la hermandad de la Virgen de las Mercedes y se reconocía como el primero declarado del Catastro. Solía ser arrendado junto con doña Segunda Antonia de Miranda, monja dominica y se evaluaba en  398 reales, el tercero  de don Juan Fajardo en la calle Antón de Alcalá con la misma ganancia, cuarto de Gabriel Ramírez de Aguilera en el Llanete del Conde que cubría la zona de la calle Real Alta y con 300 reales de ganancia; el  quinto, doña María Mercedes monja dominica, en la misma calle de las Monjas y se mantuvo hasta muy avanzado el siglo XX con 331 reales de ganancia, del mismo convento el sexto en la calle Caridad y con la misma producción o renta  era el sexto; en la calle Veracruz,  propio de doña María de Arroyo, se arrendaba por 300 reales; noveno don Juan de Villalba  en la calle Tejuela, sin funcionamiento y con renta de 330 reales, décimo de Alfonsa de Alba en calle Bordador sin uso y renta de 330 reales y el último o undécimo del cura don José Cabero, arrendado en 398 reales.  
Muchos de estos hornos se mantuvieron hasta el siglo XX; otros se renovaron o se ubicaron en las aldeas junto a los molinos y se servían de los nuevos medios de transporte para venderlo en otras aldeas y en la ciudad de la Mota; y....a finales del siglo XX surgieron otros nuevos; entre ellos los del Polígono Industrial de la Moraleda. Los niños de mi tiempo no olvidarán el de Piñiqui, el de Pinto, los de Lobi en Santa Ana....y ahora el de Madrigal en las Riberas. A él se lo dedico-







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