EULOGIO
ROMERO GARCÍA
Eulogio Romero García es el prototipo de aquel devoto de la Virgen,
campesino y creyente, que acudía a la
Virgen en cualquier momento de su vida para imprecar su medianería con su Hijo,
en los momentos importantes de su vida familiar y en los de su vida laboral. Hacía
suyos estos versos:
La Virgen de las Mercedes,
La patrona de Alcalá,
Danos tu gracia divina
para poder explicar.
Pues encarnaba a aquellos recios hombres de la ciudad de la
Mota, caballeros de pro sin alcurnia ni hidalguía, aquellos alcalaínos que se
habían ganado su situación social con su esfuerzo y el sudor de su frente sin
recibir nada a cambio. Desde una bicicleta haciendo de recovero al típico e inquieto comerciante,
en su caso de chotos y cabritos vendiendo pieles por doquier para las
zambombas de Navidad , hasta alcanzar el grado de doctorado en corredor y
tratante de fincas, lo que se acostumbraba en la Alcalá por aquellos tiempos. Madrugando
para llevar el sustento a su familia desde las primeras horas del alba.
Trabajando en todos los campos que el destino le ofrecía para buscar una casa
decente a su prole. Emprendiendo nuevas iniciativas y arriesgando para mejorar
su calidad de vida de su entorno.
Vivía
en la calle Llana de Gutierre de Burgos, una calle que , hasta nuestros días no
muy alejados del siglo XXI, compartía hidalguía y espíritu de empresa, labranza
y servicios, vecindad y familiaridad, amistad y generosidad. Martínez Montañés
y los Sotomayor, la taberna del Belbel o del Atranque y el bodegón de los
Muertos. Su casa era el centro social a la que acudían los vecinos para
adquirir algunos alimentos básicos, en concreto la fruta que comenzaba a llegar
las casas del barrio alto de San Juan desde mediados del siglo XX, y su
casa-tienda se abría a los vecinos con el espíritu familiar de una persona de
bien, que era su esposa Lola. En su casa, se compartieron tiempos de familia
numerosa y de unos hijos que alegraban a sus padres y compartían su inquietud
para afrontar el futuro. Mari Carmen, Merce, Eulogio y Lola fueron los últimos
niños de una generación que dejó aquel barrio convertido en un recinto de personas
y familias de mayor edad. En aquella casa se vivieron los primeros momentos de
la extensión del cultivo de la cereza, que, en manos de su padre, ofrecían un
calibre y un sabor especial, sobrepasaban las de otras tierras y lugares.
Y mira por donde el sino se topó
en su camino. Y como dice el romance de los Cigarrones:
Compró tres cigarrones,
Y se fue a Consolación
Y en el altar de la Virgen,
Una salve le rezó:
-Toma, madre mía,
Lo que ganaste.
Y te doy las gracias,
Que nos remediaste.
Y lo
hizo con tres cigarrones de oro que luce la Virgen sobre su manto desde los
años finales del siglo pasado. Como aquel campesino del siglo XVIII que le
libró de la plaga de los saltamontes de sus campos a pesar de todos los
conjuros y esfuerzos de limpieza y abolición hasta echarlos en el pozo de la
Mota. En esta ocasión, Eulogio entonó un Te Deum en la iglesia de Consolación engastado
en oro para darle las gracias por haberse acordado de su persona a la hora de afrontar con una nueva perspectiva la hacienda
de su vida familiar. Sin nada a cambio, ni sin pensar en la oblación romana do
ut des. De corazón agradecido y abierto,
Vinieron
tiempos de una prolongada y feliz vida hasta su jubilación. Pero, la desgracia
se cebó en la familia perdiendo a su hija más pequeña. Con el desvelo y la
dedicación que Eulogio había tenido para proporcionarle estudios a todos sus
hijos para que se defendieran en la vida. Fue un día oscuro, en el que bebió el cáliz amargo del huerto de los olivos, cuando le rezabas por su alma en la iglesia de Consolación:
Un día
amanece raso,
Sale el
sol y se tapó;
Un nublo de cigarrones,
En el
sembrado cayó.
Y
parecía que aquellos cigarrones te introducían en un túnel oscuro como dice el
romance:
Un nublo
de cigarrones
En el
sembrado cayó
Y los
labradores dice:
-Ay,
Dios mío,
Estos
cigarrones
Nos
dejan perdidos.
Y
aconteció tu final en el camino de la tierra. Pero estoy seguro que aquellos
cigarrones de oro fueron tu carta de entrada en el camino de la auténtica vida
y le dijiste a la Virgen para que sus hijos aquellas palabras sencillas del
primer donante de los cigarrones:
Y a mi
hijo amado,
Le dejo
encargado
Que su
madre reina,
La
tienen a su lado.
Paco, gracias de nuevo, por todo.
ResponderEliminara TODA LA FAMILIA, UN ABRAZO.
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