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viernes, 18 de agosto de 2017

ESTE HUEVO PIDE SAL . LA SAL TENSIONA AL PUEBLO . PRIMER CAPÍTULO DE ESTE RELATO.

ESTE HUEVO PIDE SAL . LA SAL TENSIONA AL PUEBLO

I Pedro Gómez, el toldero.

Ante el escribano del cabildo  de 1633, han llegado los regidores  Diego de Utrilla , Pedro Muñoz Díez, Antonio López de Gamboa y Juan de  Góngora Aranda   quieren testificar unos duros enfrentamientos que han ocurrido en el pueblo. Todos quieren abrir el fuego de las acusaciones. Pero, al final se atreve Utrilla.  Muy sofocado y con la respiración jadeante, asustado y como si le persiguieran unos perros cazadores. Comenzó a narrar.
            -Señor Escribano,ha  llegado hace unos día una carta de Manuel Pantoja y Alpuche,  regidor perpetuo de Toledo, un comisario oficial de la administración para Andalucía, y obliga a los vecinos que debía acopiarse voluntariamente de 1.200 fanegas  con el precio de a 3.286 maravedíes y media , a los que deben añadir cuatro reales para la fábrica de la sal,
-Ah, los dos reales por otra carga, que se llaman de derecho antiguo.
-Eso es. Y debo manifestarle que este no se las anda con chiquitas, pues  hace poco el rey le dio facultad nada menos  con autoridad en el fenecimiento de la cuenta de repartimiento  de la armada de Antonio de Oquendo. Como ve, es experimentado en enderezar entuertos.
-Me cuenta, -interrumpe Gamboa-, conoce en Sevilla todo tipo de embargos en la Casa de la Contratación,
- Los hizo en  Villamartin en 1638  siendo administrador de millones  por el azucar, cacao, chocolate y oro.
-También, en 1642 y 1642, sigue en el cargo en Sevilla y se le agradecieron todos los honores que había realizado con los embargos de los barcos. -Añade Góngora.
-En la Guerra de Portugal, se le nombró como presidente de la Casa de Contratación , Señor de la villa de cabañas,  del consejo  y Contaduría Mayor de Felipe IV. -Redunda el abogado Muño< Díe<.
            -Y qué más pedía?
            -Pues, que debíamos hacer frente a todos los costes de la conducción ( animales de carga, estancia en fondas… ) y lo `peor de estos tiempos, las mermas.
            La ciudad no quería la ciudad afrontar esta medida, porque , para colmo, tenía abiertas dos importantes salinas: una en la Rábita y otra en Filique, muy antigua la que se remontaba a tiempos de los musulmanes. Y , sin  pensarlo dos veces, por eso se reunieron  varios regidores en casa del alcaide y acordaron convocar un cabildo para tratar de este asunto. Lo hicieron  el día veinte mayo. Y comenzaron a redactarla al escribano de cabildo.
-Señor escribano, ponga título de apelación de la ciudad al Concejo.
-Lo tengo hecho , ya venía preparado.         
-Pues prosigo, la sal se vendería nada menos, si cumplimos las órdenes del rey a 86 reales y medio. Y, nosotros , en nuestras salinas, de buena calidad, sin tener que pasar por miles de imprevistas no nos  sale ni  a 60 reales, Y eso que se le imponía a los vecinos un impuesto de 16 reales,  y el resto ( los 34 reales) eran para todo el gasto de elaboración  que corría a cargo del arrendador del salina.
-Y ¿quién es?
-Un tal Pedro Gómez pedrero.
-Cantero.
-No de oficio pedrero, pero que se ha metido en el comercio del sal.
-Pues hay diferencia entre lo que se venía cobrando y las nuevas reclamaciones que lleva a cabo el ejecutor.
-No es esto lo que me incumbe. Es algo más duro, Parece ser que la ciudad se ha  alzado contra las autoridades. Han hecho un motín  y están los ánimos muy alterados.
-¿Quienes son los instigadores?
- Este pedrero, que nos trae por la Calle de la Amargura, ya nos metió en otros líos.
-¿Recuerdas aquella valla del monasterio de  san Francisco?.
-Sí, recuerdo.
-Pero esta vez, no ha quedado en una asunto particular. Es más complicado.
-Expláyese, somos todos oídos
-Pues, déjeme que le explique. Pedro Gómez y otro  cuyo nombre  ni rostro hemos podido identificar hasta el presente, se juntaron  y tramaron una cosa muy sencilla, tocar las fibras más sensibles de la población. El bolsillo y el alimento. Esto levanta ampollas.  Y, en pocos días han alborotado a todos los vecinos, y lo que es peor, se han concitado contra nosotros en las plazas públicas de los cuartes de la ciudad, y en el Llanillo.   
-Y,¿ cómo se ha llegado a este extremo?.
-Muy sencillo.Les mostraban un puñado de sal y  unas monedas en una bolsa. Dejaba la misma sal en un saco  y en una bolsa , según se referían,  al nuevo precio se llenaba de maravedíes que debían aportar con el nuevo precio impuesto por el ejecutor de la sal y , en la otra , colocaba una bolsa a medida con el precio que pagaban a ellos como tolderos.
-Me huelo la reacción de estupor, de nuestros vecinos.
-Claro que sí. Pero, rizaba más el rizo, les decía claramente,  que no, que en modo alguno  se diera cantidad alguna, y menos aún la que se les había cargo sobre el precio que venían pagando. Y, a grandes voces alteraban a los concitados, vociferando que era una injusticia. En su tramo final , se pasaban de castaño oscuro y ya en medio de una irritación general ,  nos decían cabrones, aprovechados, ladrones y monfíes  a todos,  los que asistíamos  en este cabildo.
-Si ¿al señor corregidor?
-Sí, a usted también y a su alcalde mayor, y al sursum cordam , menos al abad que era intocable…-se dirige al señor corregidor con  cierta sorna, pues hasta ahora se había mantenido al margen por completo de aquel  motín.
-Además, señor corregidor, Pedro Gómez no cejaba en sus palabras sino que  se agrandaba con los aplausos de la gente . Pues, les  aportaba valor a su arrojo por medio de  la osadía de actuaciones que  influían mucho más que las meras palabras del ejecutor.
-Cuales fueron, señor regidor , .
Muy sencillo.  Simplemente, le dijo a los vecinos que no pagasen  y, echando la culpa a los miembros del ayuntamiento y a aquel cobrador extraordinario del impuesto de la sal, se ufanaba que los libraría de pagar  las todas estas cartas escribiendo al propio rey Felipe IV.
-Y ¿qué les decía?
-Les decía  que sus palabras eran el pan al pan y al vino  al vino, que no se preocuparan , incluso, les sobornó prometiéndoles que les daría dinero si se avenían a sus pareceres  y proposiciones.
- Entonces claro que muchos se fueron a sus razones, pues junto el abuso  había también otros intereses ocultos.
-Pues claro que sí. Para evitar males mayores, pues los ánimos se hallaban muy alterados. No podíamos  pasar por la plaza de la Mota  y tuvimos que proponer y hacer una mora de la orden real  y  detuvimos el cobro de por parte del ejecutor.


- Y ¿qúé más se ha hecho?.

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