I Pedro Gómez, el toldero.
Ante el escribano del
cabildo de 1633, han llegado los
regidores Diego de Utrilla , Pedro Muñoz Díez, Antonio López de Gamboa y Juan de Góngora Aranda
quieren testificar unos duros enfrentamientos
que han ocurrido en el pueblo. Todos quieren abrir el fuego de las acusaciones. Pero, al final se atreve Utrilla. Muy
sofocado y con la respiración jadeante, asustado y como si le persiguieran unos
perros cazadores. Comenzó a narrar.
-Señor
Escribano,ha llegado hace unos día una carta de Manuel Pantoja y Alpuche, regidor perpetuo de Toledo, un comisario oficial
de la administración para Andalucía, y obliga a los vecinos que debía
acopiarse voluntariamente de 1.200 fanegas
con el precio de a 3.286 maravedíes y media , a los que deben añadir
cuatro reales para la fábrica de la sal,
-Ah, los dos reales por otra carga, que se llaman de derecho antiguo.
-Eso es. Y debo manifestarle que
este no se las anda con chiquitas, pues
hace poco el rey le dio facultad nada menos con autoridad en el fenecimiento de la cuenta
de repartimiento de la armada de Antonio
de Oquendo. Como ve, es experimentado en enderezar entuertos.
-Me cuenta, -interrumpe Gamboa-,
conoce en Sevilla todo tipo de embargos en la Casa de la Contratación,
- Los hizo en Villamartin en 1638 siendo administrador de millones por el azucar, cacao, chocolate y oro.
-También, en 1642 y 1642, sigue
en el cargo en Sevilla y se le agradecieron todos los honores que había
realizado con los embargos de los barcos. -Añade Góngora.
-En la Guerra de Portugal, se le
nombró como presidente de la Casa de Contratación , Señor de la villa de
cabañas, del consejo y Contaduría Mayor de Felipe IV. -Redunda el abogado Muño< Díe<.
-Y qué más pedía?
-Pues, que debíamos
hacer frente a todos los costes de la conducción ( animales de carga, estancia
en fondas… ) y lo `peor de estos tiempos, las mermas.
La ciudad no
quería la ciudad afrontar esta medida, porque , para colmo, tenía abiertas
dos importantes salinas: una en la Rábita y otra en Filique, muy antigua la que
se remontaba a tiempos de los musulmanes. Y , sin pensarlo dos veces, por eso se reunieron varios
regidores en casa del alcaide y acordaron convocar un cabildo para tratar de
este asunto. Lo hicieron el día veinte
mayo. Y comenzaron a redactarla al escribano de cabildo.
-Señor escribano, ponga título de apelación de la ciudad al
Concejo.
-Lo tengo hecho , ya venía preparado.
-Pues prosigo, la sal se vendería nada menos, si cumplimos las
órdenes del rey a 86 reales y medio. Y, nosotros , en nuestras salinas, de
buena calidad, sin tener que pasar por miles de imprevistas no nos sale ni a 60 reales, Y eso que se le imponía a los
vecinos un impuesto de 16 reales, y el
resto ( los 34 reales) eran para todo el gasto de elaboración que corría a cargo del arrendador del salina.
-Y ¿quién es?
-Un tal Pedro Gómez pedrero.
-Cantero.
-No de oficio pedrero, pero que se ha metido en el comercio
del sal.
-Pues hay diferencia entre lo que se venía cobrando y las
nuevas reclamaciones que lleva a cabo el ejecutor.
-No es esto lo que me incumbe. Es algo más duro, Parece ser
que la ciudad se ha alzado contra las
autoridades. Han hecho un motín y están
los ánimos muy alterados.
-¿Quienes son los instigadores?
- Este pedrero, que nos trae por la Calle de la Amargura, ya
nos metió en otros líos.
-¿Recuerdas aquella valla del monasterio de san Francisco?.
-Sí, recuerdo.
-Pero esta vez, no ha quedado en una asunto particular. Es más
complicado.
-Expláyese, somos todos oídos
-Pues, déjeme que le explique. Pedro Gómez y otro cuyo nombre ni rostro hemos podido identificar hasta el presente, se juntaron y tramaron una cosa muy sencilla, tocar las
fibras más sensibles de la población. El bolsillo y el alimento. Esto levanta
ampollas. Y, en pocos días han alborotado
a todos los vecinos, y lo que es peor, se han concitado contra nosotros en las
plazas públicas de los cuartes de la ciudad, y en el Llanillo.
-Y,¿ cómo se ha llegado a este extremo?.
-Muy sencillo.Les mostraban un puñado de sal y unas monedas en una bolsa. Dejaba la misma
sal en un saco y en una bolsa , según se referían, al nuevo precio se llenaba de maravedíes que
debían aportar con el nuevo precio impuesto por el ejecutor de la sal y , en
la otra , colocaba una bolsa a medida con el precio que pagaban a ellos como
tolderos.
-Me huelo la reacción de estupor, de nuestros vecinos.
-Claro que sí. Pero, rizaba más el rizo, les decía
claramente, que no, que en modo alguno se diera cantidad alguna, y menos aún la que
se les había cargo sobre el precio que venían pagando. Y, a grandes voces
alteraban a los concitados, vociferando que era una injusticia. En su tramo final
, se pasaban de castaño oscuro y ya en medio de una irritación general , nos decían cabrones, aprovechados, ladrones y
monfíes a todos, los que asistíamos en este cabildo.
-Si ¿al señor corregidor?
-Sí, a usted también y a su alcalde mayor, y al sursum
cordam , menos al abad que era intocable…-se dirige al señor corregidor
con cierta sorna, pues hasta ahora se
había mantenido al margen por completo de aquel
motín.
-Además, señor corregidor, Pedro Gómez no cejaba en sus
palabras sino que se agrandaba con los
aplausos de la gente . Pues, les aportaba
valor a su arrojo por medio de la osadía
de actuaciones que influían mucho más
que las meras palabras del ejecutor.
-Cuales fueron, señor regidor , .
Muy sencillo.
Simplemente, le dijo a los vecinos que no pagasen y, echando la culpa a los miembros del
ayuntamiento y a aquel cobrador extraordinario del impuesto de la sal, se ufanaba
que los libraría de pagar las todas
estas cartas escribiendo al propio rey Felipe IV.
-Y ¿qué les decía?
-Y ¿qué les decía?
-Les decía que sus
palabras eran el pan al pan y al vino al
vino, que no se preocuparan , incluso, les sobornó prometiéndoles que les daría
dinero si se avenían a sus pareceres y proposiciones.
- Entonces claro que muchos se fueron a sus razones, pues
junto el abuso había también otros
intereses ocultos.
-Pues claro que sí. Para evitar males mayores, pues los
ánimos se hallaban muy alterados. No podíamos pasar por la plaza de la Mota y tuvimos que proponer y hacer una mora de
la orden real y detuvimos el cobro de por parte del ejecutor.
- Y ¿qúé más se ha hecho?.
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