La mayoría de los vecinos de
Alcalá la Real solían establecer, a lo largo del año, una serie de fechas que
les marcaban el final del trayecto de su actividad económica y social. Lo
hacían por Navidad, a veces por San Miguel. Y lo que no cabe duda alguna que el
quince de agosto era la fecha emblemática para evaluar los resultados del año.
No olvidaban esta fecha para cumplir con todo tipo de compromisos contractuales
(contratos de oficios, de compraventa, de préstamos, alquiler, renta…) Pues, en
esta fecha finaliza el ciclo agrícola con la recolección de los cereales y en una
sociedad agropecuaria, con los animales convertidos en machos y con los
graneros repletos de géneros, los ganaderos y labradores podían consumar todas
las responsabilidades adquiridas. Y,
beneficiarios de estas fuentes de riquezas, se aprovechaban el resto de los
artesanos y gentes de servicio. Por eso,
para la mayoría de la población esta fecha era una fiesta ansiada, y con mucho
acierto se había convertido a lo largo del orbe cristiano en una fiesta mayor
mariana y celebrada con los mejores espectáculos festivos (desde los juegos de
cañas hasta las corridas de toros) y con las manifestaciones religiosas de
mayor boato procesional.
Llegar al quince de agosto
pervive en muchas personas que cumplen con una serie de actos heredados de sus mayores
y recuerdan tradicionalmente con el encuentro familiar el haber superado el
trayecto anual en medio de todas las vicisitudes físicas o espirituales. Pero,
en otras muchas personas la globalización ha vulgarizado el aspecto festivo de
modo que lo puede encontrar en cualquier acontecimiento comunitario y en el
momento y rincón más insospechado. Además, la concentración de actividades
lúdico-festivas se ha visto sobrepasada por un aluvión de ofertas culturales y
la proyección de otros aspectos prospectivos del ocio. Si a esto se añade a la convivencia
de varias formas de relaciones grupales, es difícil comparar el quince de agosto
actual con los vividos en la infancia y
la juventud por muchas personas. Antes podía llamar a atención la presencia de
un actor o un cantante famoso por estas fechas en los festivales, hoy día muchas
personas pueden disfrutar de esta oferta sin necesidad de aguantar esa espera
ansiada.
Llegar a los quince de agosto
significaba que se hacía realidad “En agosto. Frío en el rostro”. Ahora, surge
una primera pregunta que obliga a replantearse si estos dichos de sabiduría
popular y universal son un invento de Matusalén o un cuento chino. Pues ni marzo mayea, ni mayo marcea como
refiere el calendario zaragozano. Aquí se ha cambiado hasta las estaciones del
año y puede uno sufrir los calores veraniegos en mayo y caer una tormenta
torrencial el quince de agosto, como aconteció en los años noventa inundando
hasta el mismo Llanillo. Menos mal que la oliva resiste con su fiereza todos
los cambios climáticos y. al menos, permite llenar la alcuza de las familias,
porque otro gallo cantaría si, en vez de olivos, dependiéramos de otros
productos agrícolas.
El 15 A era una fiesta
emblemática como el 15 M o el 15 J. Menos mal que con la austeridad y los recortes
no quedó reducido a tres números y una letra mayúscula, sino que sigue
perviviendo en muchas personas. Con otro sentido y con la vivencia de nuevos
tiempos. Ya no se esperan la llegada de tantos emigrantes que acudían por estas
fechas a la ciudad de la Mota. Atrás quedaron muchos que renovaban el
compromiso de esta cita anual; pues los descendientes se desclasaron de sus
orígenes y ahora comparten otras inquietudes lejanas de la tierra que vio nacer
a sus padres. Aquellos cogieron sus maletas y buscaron lo mejor para sus hijos,
y siempre soñaban con esta fecha que les congregaba en los aledaños de la
iglesia de Consolación. Además, últimamente, se sufre la competencia de muchos
actos festivos de los pueblos de su entorno, que se prodigan por estas fechas
en organizar jornadas, festivales, fiestas, encuentros deportivos y miles de
actividades de ocio.
En
una sociedad laica, es digno de admirar que todavía la procesión de la Patrona
acoja una larga hilera de varios miles de personas por esta fecha del quince de
agosto. Cada uno, con su motivación religiosa, su intención íntima y su
celebración graciable. Pero, mostrando que por estas fechas patronales hay un vínculo
que los atrae y los humaniza en medio de una sociedad que los atomiza
diariamente en sus hogares y en la comunicación interna de las nuevas
tecnologías.
Probablemente,
con la rapidez y avaricia de la red financiera, muchas cláusulas de los
contratos se han ejecutado y cumplido de sobra en muchos tratos y conciertos, y
ya no importa la fecha del quince de agosto. Tampoco, es necesario que
sobredimensionen los actos festivos y el aprovechamiento del ocio. Mucho más
interesante de esta fecha y efemérides es su dimensión comunitaria que haga
superar el individualismo posesivo, el hedonismo fomentado por la publicidad y
el consumismo por doquier. Si se consigue, al menos, reflexionar por la
pervivencia de la fiesta en estos principios, de seguro que se hace frente a la
actual crisis de utopías y el vació reinante de sentido. Que no es poco.
Interesante artículo, cargado como siempre de historia y de motivos para la reflexión. Gracias por compartirlo amigo.
ResponderEliminar