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lunes, 28 de agosto de 2017

A ACAMUÑA Y EL GUADALCOTÓN

DESDE EL MIRADOR DEL MOLINO DE VIENTO

L





         Los alcalaínos acaban en este lugar, hoy mirador de Fátima, la decimocuarta estación del Vía Crucis. Se levantaba una pequeña primitiva dedicada a San Judas Tadeo, protector de las enfermedades mentales, y se albergaban en sus interiores su imagen y una cripta de cristal que contenía al Cristo Yacente, último paso del paso de la Pasión de Jesús. Junto a la ermita, la cruz con una peana que marcaba con números romanos el orden del camino de la Cruz. En la guerra civil sirvió de puesto de vigilancia y fue destruida en el mes de agosto de 1936. Años más tarde, con motivo de la expansión de la devoción de la Virgen de Fátima  en el pueblo de Alcalá la Real, se formó un pequeño oratorio dedicado a la Virgen de Portugal. Actualmente ha sido restaurado el rincón y es un bello mirador de la ciudad.    (GC, 231)
Para este lugar, la imaginación puede volar hacia diversos puntos. Bajo al valle del Guadalcotón. Mi amigo y profesor Manuel Peñalver me ha traído a colación una leyenda que no tiene muchos visos de realidad ni verosimilitud, pues une elementos  de cambios geológicos con una reciente historia. Pero, es muy bella como todas las palabras que pronunció en su Pregón de la Cereza de la fiesta castillera, y,  aún más, destaca  por  el contexto lírico en la que la incrusta dentro de su bello libro  “Castillo de Locubín. En su diversidad”. Hace referencia a la Acamuña, palabra que designa El término "Camuña" se deriva del árabe kammuniya que significa 'parecido al comino'. El nombre se tomaría probablemente de un mote antroponímico del repoblador de la zona tras la Reconquista.   En algunas partes, se crían toda especie de semillas, menos trigo, centeno o cebada. Y, en verdad que el suelo de esta  sierra se parece al de monte mediterráneo, con gran profusión de hierbas y chaparros y encinares por todas las partes, recientemente conquistado por los olivares más antiguos de la comarca alcalaíno.

         Parece que, muy allá de los tiempos conocidos, cuentan los antepasados que fue el día de “la voz que clama en el desierto”, aquel que porta en su lábaro posesiona el Agnus Dei qui tollit pecta mundi. El día del solsticio de verano, día celebrado por todas las culturas. En dicho día hubo un temblor de tierra impresionante hasta tal punto que rodaron rocas, peñascos y piedras enormes de su cima hasta varios lugares que quedaron anclados entre la maleza y en el valle; uno de ellos fue el famoso paraje de Los peñoncillos de Castillo de Locubín. Si recorremos  la ladera del monte de vez en cuando se levantan pequeños montículos  o sobresalen de la tierra  arenisca y de arrañal  montículos de piedras, muladares acumulados por el hombre y se han formado eras con sus piedras en torno a pequeños cortijos, algunos ya olvidados. Pero sobre todo, los efectos sísmicos más impresionantes consistieron en  que se abrió una falla tan enorme que hizo brotar aun río desde Alcalá la Real, llamada Guadalcotón,  ( no es sino el
étimo árabe Guadal , “río”  y “al Qoton” s un fibra vegetal que crece alrededor de los  granos del cotoniero “Gossypium”, un arbusto del familia Malvaceae).
 Muchos defienden que luego  pasa por el Castillo de Locubín  y se preña de muchas fuentes en nacimiento  actual del río san Juan. Allí le  llamaron Río San Juan. Cuentan que los castilleros le dieron este nombre porque este santo- que lo celebramos como agnus Dei y degollado-  los salvó la vida de este gran terremoto legendario. 

II

Este sitio es  descendiente de un  pasado  rico en cultura y  en trabajo y también de  una tierra que siempre ha sido soporte de las mejores páginas de la historia de la comarca de Alcalá la Real. Pues esta tierra  fue la de la leyenda  de Flora, pero también la tierra de las hazañas de la Boca de Charilla, la tierra de los laboriosos colonos que conquistaron con su trabajo  los salvajes montes  que bajan desde la Martina, y los que sembraron cantos populares con su famoso fandango; la tierra del famoso poeta  Aben Jakán , la de la mujer laboriosa y la de los niños descubridores del famoso tesoro hispanoárabe de Charilla.

Algo oculto debe tener esta tierra;  o  algún espíritu especial  baja todos los días desde el portillo Cerrado de los Llanos hasta  la ermita de San Miguel. Ese arcángel que le dio nombre  a esta ermita a finales del siglo XVI cuando se fundó al amparo de algún noble hidalgo, tal como se conserva  en el escudo de una fuente cercana a la tahona  de Charilla. Este arcángel  que debió insuflar este espíritu superador entre vuestras gentes, para conseguir este entronque tan perfecto entre el personaje y el paisaje, el paisanaje y la naturaleza. 

Pues, parece como si, en estos lares, sucediera  que se entablara  un  bello diálogo de  amor entre sus aldeanos y la tierra, un diálogo de orgullo entre el ser   y el ensueño,  un bello vínculo que se parece a todos aquellos enamorados de la poesía,  el mismo que cantaba  Ben Jakán, poeta charillero,  cuando lo hacía con estas bellas palabras:


Me perdí, y dejé mi continencia en el desierto;
Y monté mi gozo a rienda suelta.
Me ofreció la rosa de sus mejillas,
Y la recogí  con la mirada sin pecado.
Quise abstenerme de su amor, pero no pude,
Mostrándole seriedad en medio de la broma.
Y dejé que mi corazón fuese, por el ardiente afecto,
Como un ave con la que vuelan, sin ala, los deseos.

Por eso, no es de extrañar que los charilleros siempre se ufanen de que  han nacido en esta tierra, y Charilla sea su escudo y honor, su tarjeta de presentación en muchos  lugares de España, porque esta tierra ha dado muchos frutos. Ya hace ciento cincuenta años, de esta manera nos la describía bellamente  el ministro  Madoz  en tiempos de Isabel II
aldea con dos alcaldes pedáneos en la provincia de Jaén. Es uno de  los doce partidos de campos de la ciudad de Alcalá la  Real, y, por tanto, corresponde a su partido judicial  y abadía, distando de ella media legua. Está al sur al pie del cerro de la Torre, sobre la cañada de la Boca de Charilla, en terreno bastante alegre y pintoresco, por las muchas aguas que fertilizan sus ruedos y la multitud de  cerros que la circundan, formando variados paisajes. Su figura es irregular, sus once calles tortuosas y la mayor parte sin empedrar, aunque casi todas llanas y  anchas; sus 184 casas, una de  un piso, dos de tres y las demás de dos pisos”
  Esta tierra tiene vida, y  el agua  oculta que llora, se esconde y lagrimea de  sus manantiales para  convertir las tierras áridas en ricas huertas. Esta tierra, la del nacimiento del río Juncal, con el que se regaban los ricos frutales y hortalizas en otros tiempos, la de la Fuente Grade  y las de la Majadillas, Hoyo del Peñón y Joya. De ahí que, al marchar a otros lugares,  nunca se olviden  de ella  sino que, en el lugar de la diáspora donde se asentaron , siempre tengan  su alma puesta en volver al sitio donde les vio nacer, o lo añoren en sus escritos o sus estudios literarios, o, como decía su famoso poeta

Mis alas se agitan cada vez que se te menciona
O pasa tu céfiro perfumado.

Y es que ese aire que baja de las Sierra del Marroquí, Rompezapatos, el Marroquín  o  la Acamuña les deja  una huella imperdurable, e imborrable de la victoria del hombre  ante aridez de la tierra y  el disfrute de la huerta conquistada. El emigrante siempre añorará  estas tierras labradas  y roturadas por sus manos en los parajes agrestes de la Dehesa o  de los aledaños de los tajos cercanos al portillo de los Aspadores;   las tierras de olivos arracadas de la madre tierra de la Celada o de  los parajes asilvestrados de las Entretorres;  soñará con los prados del pastor en  las majadas cercanas al Rompezapatos, La Lastra, Balazos, portillo de Alcalá o el Zurreadero; su  pensamiento se difuminará e n  los ensueños y encantaciones plasmados en las  leyendas  y cuentos de fantasmas  y bandoleros de vuestras sierras, en  María Solís, la bella durmiente charillera de uno de vuestros cortijos desimanados, donde se plasmaron tantas ansias de amor. Si hablaran las paredes de las tinas, los techos de las caballerizas, se podría formar una ruta turística de las leyendas imaginadas,  de relatos compartidos  y  de  vivencias bucólicas al  amparo de  viejas alquerías. ¡Cuánto podrían hablar  de ensueños y triángulos de amor  los cortijos del Hoyo del Peñón, la Nava, el Pozuelo, los Sordos,  Sotillo, la Charloca o los Barrios! …

En suma, esa lucha que hizo del charillero,  adalid del dominio de la naturaleza,  y  excelente labrador que porfía en  convertir en  paraíso  muchos lugares en torno a los riachuelos, a los pozos de las entrañas de la tierra y ,sobre todo, en torno a la rica ribera del arroyo del Guadalcotón. Por eso, me viene, estos versos de un poeta jiennense que fue maestro en esta tierra Tomás Beviá, en forma de fandanguillo:



La debla,
Tristísimo canto….
El amargo sudor
De tus olivareros
Se hace óleo santo.
Al venirme de tu tierra
Fue mi adiós un fandanguillo

Que canté junto a un castillo..

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