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jueves, 18 de agosto de 2016

SOBRE EL BARRIO NUEVO DESDE EL RASTRO HASTA SAN BARTOLOMÉ.

SOBRE EL BARRIO NUEVO DESDE EL RASTRO HASTA SAN BARTOLOMÉ.










            Introducción


La ciudad de Alcalá la Real jugó un papel fundamental y estratégico entre el reino de Granada y los reinos de Castilla y León. Como puerto interior, era un punto esencial y obligado para el paso de las tropas, trasiego de mercancías, tránsito de viajeros y  refugio de tropas de defensa. Su fortaleza se hallaba en un cruce de  caminos  que provenían del Valle del Guadalquivir, de las tierras granadinas, de la Mancha y del Levante. Pocas son las noticias acerca del poblamiento en la época musulmana,  lo que destaca es su carácter estratégico  en  el camino entre Granada y el reino de Castilla y León y el ambiente comercial que predominaba dentro de su castillo. No es extraño que tuviera relación con la gran importancia  política  de esta fortaleza con respecto a otros  hins y calat de su derredor, lo que coincide con el hecho de que en su  lugar nacieron  y vivieron importantes personajes,  y, además, se asentaron algunos literatos significativos del mundo andalusí como Ibn Jatib.  Por lo demás, los terrenos  y los  futuros arrabales en torno a los caminos se describen como una  zona de ruedos, muladares y viñedos que coinciden con fuentes documentales cristianas posteriores. Partiendo del conocido libro Los Miráculos de Pero Martín, así se describía la Alcalá del siglo XI y XII sin poder determinar los espacios comprendidos entre los arrabales y la ciudad fortificada:
 “En este relato de Pedro Martín  hay también varias referencias sobre las tierras de Alcalá. Una Alcalá que pertenecía al reino moro, flanqueada de territorios de la Orden de Calatrava, con unas tierras plagadas de viñedos, habitada en su fortaleza, donde había personas que se ocupaban de abastecerse para librarse de los fríos. Un  lugar que era fundamental en la ruta entre el reino de Jaén y Granada, porque pasaba un camino fundamental para las correrías de los reyes granadinos cuando se adentraban en tierras castellanas”[1]
 Pronto, la estabilidad política y el crecimiento de su población obligaron a pasar de un castillo defensivo a una extensa fortaleza, compuesta de diversos barrios en torno a sus correspondientes cinturones que se ampliaron gradualmente, a lo largo de los siglos XV y XVI  con la llegada de nuevos vecinos para repoblar esta ciudad.  Pero, como manifiesta el profesor Rodríguez  Molina: “Como a otros enclaves fronterizos avanzadlos y próximos a tierras musulmanas, comprendidas en la franja que corre de Gibraltar hasta Lorca, se le concedió el derecho de asilo. La escasez de población y la poca afluencia de vecinos, dadas las duras condiciones iniciales de Frontera, motivaron a su conquistador, el rey Alfonso XI, conceder a la villa el derecho de homicianos[2]”.
    Desde la época musulmana, la construcción de la muralla del Arrabal Viejo  constituyó un  hito fundamental para el desarrollo urbanístico de  Alcalá la Real, ya  que, con su  edificación,   se pasó de una ciudad fortificada a una  nueva ciudad  que, paulatinamente, se extendió desde el barrio de la  Mota  hasta el de las Cruces ya en tiempos de la Edad Moderna. Pues,  al recinto  fortificado  de la cima del cerro de la Mota, se añadió  un tercer círculo de murallas  que dio lugar al Arrabal Viejo o barrio de Santo Domingo, cuyo centro era  la antigua mezquita transformada en iglesia del santo liberador de cautivos. En tiempos  de los almohades debió fortificarse y sufrir una amplia transformación a la que  le afectaron muchas medidas arquitectónicas de este tiempo[3].   Tras la conquista cristiana por el rey Alfonso XI, mientras que la ciudad fortificada de la Mota  fue ocupada por las familias nobles-estableciéndose en las casas de los caballeros musulmanes  y  aprovechando cualquier rincón edificable de la fortaleza-, el Arrabal Viejo atrajo, en cambio, a los vecinos que se ocuparon de los oficios  básicos para el mantenimiento de la ciudad. Pero ambos barrios-Arrabal Viejo y ciudad fortificada-, en palabras de Guardia Castellanos, estaban caracterizados por su aspecto eminentemente militar. 
  En concreto,  tanto en el recinto fortificado como en el Arrabal Viejo se albergaban 555 vecinos, lo que corresponde a un  mismo número de casas o viviendas, ubicadas entre sendos espacios urbanos y militarizados.

                                    El barrio exterior al recinto fortificado

Con respecto al exterior de la fortaleza, podemos concluir que este arrabal, -siguiendo con reservas a este escritor por sus deficiencias de trascripción  e inexactitudes documentales-,  estaba compuesto por las calles siguientes de 1495:

Peña Horadada, Sebastián Díaz, Matadero,  Alonso Gérez, Antonio de Córdoba, Rastro, Puerta Nueva, Santo Domingo, Postigo, Pie de la Torre,  las Entrepuertas, Albaicín, Lagares, Salto, San Bartolomé, Santa María, San Sebastián, Martín, Alhondiguilla, Cristo de la Piedra, Pósito Bajo y Torre Bermeja”.

Si nos ceñimos a la zona del Rastro, donde se van a realizar estudios y trabajos de excavación, está claro que es un conglomerado de calles- formadas por casas diseminadas y huertos colaterales y en el fondo de los solares- referentes a los que se extendían desde la Peña Horadada  hasta el arrabal de Santo Domingo,  pasando por la calles de  Sebastián Díaz,  Alonso Gérez, Antonio de Córdoba, que hacen referencia a propietarios de los asentamientos, el  Rastro, centro de la excavación y  Puerta Nueva.
Varios caminos, procedentes de Granada, Córdoba, Jaén, Sierras de Frailes y Riveras, subían a la fortaleza y  desembocaban en la Carrera de los Caballos, espacio inmediatamente exterior a la muralla,  que se extendía desde la era de San  Bartolomé hasta el final de la calle Cava junto a la  Puerta del Arrabal. En este lugar, se ejercitaban los caballeros y servía de doma y adiestramiento de la caballería local.

Otro aspecto de este arrabal  era el  carácter semifortificado de los alrededores de la ciudad fortificada:

            “Y esta vez la escaramuza fue en la era que dizen de los Palazios, que es junto y fuera del Adarve Nuevo, que está fuera de los zimientos, en el arrabal de la Puerta Nueva. Y después de cansados de escaramuzar los unos y los otros se retiraron los moros al cabo de dichas eras, hazía las viñas que juntan con ellas. Y los cristianos, arrimados a un palenque  de madera que para su defensa tenían hecho, que iva desde el dicho adarve asta zerrar y juntar con una torre que dizen del Espezería, que está poco arriba de la peña Hazconada, a do Juan Sánchez de Arjona, su padre, como arriva se dijo, avía enclavado el moro[4]”.
           
Por otra parte, en  1621 el  erudito don Antonio de Gamboa, alcaide y regidor perpetuo, escribió un documento sobre los orígenes de Alcalá la Real, muy  posterior a  la época de la conquista de Alcalá  de Aben Zayde, que  pone de manifiesto algunas  referencias de esta zona y la  importancia de la  muralla de la fortaleza alcalaína[5]:

“Para lo qual les dio un ingenio y dos cabritas, machinas de guerra de aquel tiempo, y de esta suerte sitiada  y cercada la villa del Castillo Locubín, venían seguros los bastimentos  al exército y quanto quiera que la ciudad de Alcalá, entonces llamada de Aben Çaide, así por la natural fortaleza del sitio como por la fortaleça de sus murallas y torres que, para aquel tiempo, eran muy gallardas, como oy se muestran, parescía inexpugnable, como lo era, y que avía conservado la frontera por los moros tanto tiempo; estando tan cerca de Jaén y Martos y Alcaudete y todo lo demás de Andalucía, que era de xristianos, y sólo ella y su castillo de Locubín hacían reparo a la entrada de xristianos”.

Pero, este documento, si es importante por su fundamento histórico, lo es más por haberse servido de las descripciones de los elementos defensivos y de  los barrios de la ciudad fortificada  en tiempos del autor del  documento (el reinado de Felipe III) con  los de la época anterior a la conquista. Por eso, es un dato ineludible que, antes del reinado de Alfonso XI, el Arrabal Viejo y la muralla circundante  se  encontraban en pie, como lo manifiestan estas palabras:

“Por esta causa insistía el rey  don Alonso para ganar fuerça  tan importante y, así animando a los suios, arrimando las escalas por lo bajo, que es la parte que oy está el Rastro y la muralla más baja, aunque la defendieron valientemente. Como  los xristianos estaban en presencia del Rey  y victoriosos de la  del Saldado acometieron a los moros de tal suerte que, horadando por muchas partes la muralla, ganaron el arrabal hasta  donde oy está la Torre de la Cárçel, que bate y llega su corona y sobrepuja la muralla de la Plaça de la Mota; esta torre era muy fuerte, como oy lo es, y fue la primera entrada y, el ganarse este arrabal por el  rei don Alonso, día de Santo Domingo de Silos”.

Esta muralla fue  una de los lugares mejor descritos  a lo largo de la historia de Alcalá la Real. Así, nos lo cuenta Sancho de Aranda en una escaramuza con los moros:
:
“El qual, como una vez con otros cavalleros hiziese una entrada llegando de noche a los muros de Alcalá, en un adarve, que está devajo de la fortaleza, puso una escala por la qual subió sólo sin otra compañía. Y, subido,  saltó adentro, el andén del adarve, era poco más alto y, por partes casi igual al suelo del dicho corral, a do halló un moro que esta va con una manada[6]”.

Como muy bien manifiesta Carmen Juan,  por la parte occidental “encerraba un pequeño barrio llamado el Adarve (luego del Rastro y Matadero) y una liza,  la carrera de caballería y donde, a veces, entraban los enemigos en sus frecuentes ataques”.

No es de extrañar que, cercana a esta zona, estuvieran los muladares de la ciudad,  lo que preocupaba mucho a las autoridades de la ciudad[7].

“Que se saquen las inmundicias   que se echan  en este sitio, en el sitio de enfrente de la casa de Diego Ramírez en un muladar que allí está, que alinda con el camino de San Bartolomé, porque el de la Peña Horadada se ha cerrado de piedras e inmundicias”

Dentro de una unidad urbanística superior, que se encargaba de la  defensa, seguridad ciudad, abastecimiento popular y defensa militar, formaba parte del segundo de los cuarteles o barrios de  mediados del siglo XVI, constituido por “Arrabal Viejo y San Bartolomé,  Cuesta del Cambrón y  la Cava, descendiendo en la calle de Mari Nieves  y  a dar a la esquina de la viuda de Pedro de Martos, descendiendo por la calle del Pozuelo a dar a las hazas a mano derecha hasta salir a las hazas del descansadero”.
                                               Contraste entre el Arrbal Viejo y los Nuevos Barrios

El Arrabal Viejo debió ofrecer, como señalan las Ordenanzas Municipales posteriores , un aspecto  y ambiente asfixiante para los vecinos, que, conforme se acercaban a la  fortaleza,   vivían en calles estrechas,  y en  casas completamente amontonadas , como si quisieran trepar hacia la roca de la ciudad fortificada y ,al mismo tiempo,  se cobijaran en el seno de sus profundidades cavernarias. Hasta muy avanzado el siglo XVI, el aspecto que circundaba la muralla, quedaba establecido de acuerdo con un criterio defensivo que impedía cualquier tipo de obstáculo para el tránsito de la milicia urbana en el caso de un posible ataque y se encaminaba, al mismo tiempo,  a presentar la mayor dificultad de tránsito entre la muralla y la vivienda urbana, creando un espacio vacío de adarve o anillo amurallado:

“Debía mantener en buen estado los muros del recinto ciudadano, procurando tener alejado de sus cercanías todo cuanto pudiera dañarlos, que, en definitiva, en una población marcada por unas condiciones profundamente rurales, se reducían a apartar el estiércol que sobre las murallas solían amontonar los vecinos, evitar que se hiciese fosa o estancal en los lugares  perjudiciales a las murallas, procurar el mantenimiento de un notable espacio entre muros y casas de vecinos de diez pasadas de ancho, y procurar que no hubiese brechas en el recinto murado, fuera de su puerta o puertas ´que no finque cosa alguna por donde quepa hombre[8].
 
En su interior, las  ordenanzas nos recogen varias normas para mantener el orden, la urbanidad y la disciplina urbanística, que nos  ilustran de su tipología de vivienda y diseño urbano. En primer lugar, se daba una primordial importancia a  los edificios públicos (en este caso la iglesia de Santo Domingo, horno, Casa de Mancebía, Alhóndiga., Posito.) y se obligaba a mantenerlos reparados juntamente con otros elementos de uso público como puertas de acceso, calles, o medianerías. En segundo lugar, este espacio urbano se nos presentaba como  una importante unidad  de concentración urbana  dentro del recinto amurallado, en donde no se permitía, antes de la conquista, ninguna construcción de viviendas fuera de su recinto amurallado, tal como se manifiesta muy explícitamente en esta ordenanza:

“los hombres del pueblo que quieren hazer casas o fraguar algunas labores deben fazer  que sean todas dentro  de la zerca de los muros e, fuera de los muros, que sea  merced del Rey e a su mandamiento[9]….  

            Por una  memoria de la capellanía de la parroquia de Santa María la Mayor, podemos  hacernos una idea del aspecto urbanístico que ofrecía este barrio: la vivienda se unía con la tienda, y, esta, a su vez, con  otras viviendas a través de los miradores de sus alturas, aspecto  muy similar que deberían ofrecer las partes altas del barrio de Santo Domingo, como la calle del Postigo cercano a la Puerta de la Imagen, las calles linderas con el Gabán por la parte baja,  y las viviendas de la Puerta Zayde[10]

“Ana Martínez Pareja vivía en casas, tiendas y dos moradas a ellas anejas en las Entrepuertas, que los miradores suben al Albaicín, linderas con tiendas de Catalina de Aranda y Teresa de Ávalos”.

Curiosamente, el mismo día que se tomó Granada, los Reyes Católicos emitieron un  cédula real a la ciudad de Alcalá la Real,  fechada en Córdoba y  otorgaba al la ciudad la posibilidad de vender solares, hacer hornos y censos para que, con sus ganancias, se pudieran sufragar los propios de la ciudad, que permitían afrontar  los servicios a la Corona. Antes de iniciar esta operación urbanística, tan sólo  se encontraban  el Mesón de Yeguas, el mesón de la Torre, el Mesón de Hernando de Aranda, la Alhóndiga y las cantarerías.
El mecanismo de adquirir los solares se iniciaba con la petición vecinal, la zona de ubicación solía ser dentro de la fortaleza, si la hubiere, y en el Arrabal y, sobre todo, en la Era de los Palacios. Tras la conquista se pagaron muchos solares en el  Arrabal Nuevo y surgieron los  primeros escollos de la población, porque hubo casos de malversación de fondos a la hora de la venta y distribución de los solares.
El Arrabal Viejo y sus alrededores ofrecían, a veces, un aspecto desalentador en sus exteriores, con  muladares por doquier, acumulación  de excrementos de animales, basura  y  desechos del matadero dando un aspecto maloliente, tal como señalaba el libro de Ordenanzas  a principios del siglo XVI:
“Item  por quanto en la ordenanza antesdicha, se da lugar a los dichos menuderos de la dicha carnicería que puedan vaciar las dichas panzas, cuajares e tripas  del adarbejo a esa parte , e podía que sobiese del dicho adarbejo, se volviese a la calle real o llegase al camino  por debajo, ordenamos e mandamos que , en ellegando a emparexar el estiércol con el dicho adarbejo o al camino abaxo, los dichos obligados hagan a los dichos menuderos  a las personas que dieren cargo de limpiar el dicho matadero , que se eche el estiércol  en el mirador de la ciudad  o en las hazas a la redonda donde le dieren lugar de manera que pueda volver el estiércol  a la calle Real[11]”.



             MARTÍN ROSALES, F. “Alcalá  y los milagros de Santo Domingo”. V Congreso de Frontera. Año 2003.
[2]             AAVV. Alcalá la Real, historia de una ciudad fronteriza y medieval. Tomo II, página. 236.
[3]             SÁNCHEZ MÁRMOL, Fernando. Andalucía monumental ( de la Mezquita al mudéjar). Biblioteca de Cultura Andaluza. Pp. 111. Muy fuerte es la influencia del sistema defensivo almohade, pues desarrolló extraordinariamente el arte de las  fortificaciones “Se perfecciona el sistema de puertas de recodo, se hace uso de la barbacana o antemural  que envolvía el recinto y se utilizó como norma la construcción de torres albarranas”.
[4]          Ibídem. Libro IV. Capítulo I de Pedro Fernández de Aranda del Discurso Genealógico de los Aranda. fol .14 r en tiempos del rey Juan II.
        
[5]      MARTÍN ROSALES, Francisco. Dos documentos para el estudio de la frontera de Alcalá la Real. III Jornadas sobre  estudios de  frontera. 1999.
[6]      MARTÍN ROSALES, Francisco. Dos documentos para el estudio de la frontera de Alcalá la Real. III Jornadas sobre  estudios de  frontera. 1999.

[7]      AMAR. Acta de 18 de junio de 1600.
[8]      Ibíd. Tomo II. Pág. 17.
[9]      AMAR. Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552.
[10]    APSM Fecha de la memoria 25 de marzo de .1597.
[11]    AMAR.  Legajo 87. Pieza 1.

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