MANUEL SERRANO SERRANO
En el contacto
institucional hay personas que
dejan huella a todos los miembros
de la comunidad. Sobre todo, las que muestran su asunción de funcionario
público, considerándose que no son poseedores ni señores perennes de un cargo. Su lema es desempeñarlo con
todas sus facultades en beneficio de la comunidad y bajo los principìos y mandatos de las
autoridades democráticas en beneficio del bien común. En palabras sencillas, que no me gustaría emplear por
su carácter esclavista, son auténticos servidores
públicos. Y lo digo, por no confundirlos con criados o esclavos que
deben someterse hasta la más profunda vejación. Uno se los encuentra en el
mundo de la pluma, de las obras, o de los servicios sociales. Los hay también en el campo importante de la seguridad ciudadana.
Este es el caso de Manuel Serrano, un
vecino del barrio de San Juan, en la casa grande de la calle Real, allá por los aledaños del Llanete el Conde.
En concreto vivió en aquella casa de vecinos tan majestuosa que hizo los
primeros experimentos de los numerosos bloques de la ciudad de la
Mota. Allí , conocimos a Manolo Serrano, cuando visitaba a mi tía
Aurora y me hacía eco de su pasión por sus hijos, su mujer y su familia,
ocupando la planta baja, que luego le ayudó a tutelar a su esposa hasta el
final de la vida. Era la persona de garantía de aquella colmena humana de gente
sencilla y laboriosa que se ganaba el pan con el sudor de su frente y, años más
tarde, tuvo que emigrar a tierras extranjeras. Fue testigo de muchos éxodos y
diásporas, de muchos desgarramientos a la hora de las doce y el sereno. Y,
mantuvo la seriedad de aquella comunidad, a la que sirvió en muchos aspectos
humanos en los años postreros de los del hambre.
En los años setenta del
siglo pasado, tuve la fortuna de compartir con él un segundo momento crucial
para la vida comunitaria de Alcalá la Real.
Corrían los primeros momentos de la muerte de Franco, y, por
doquier se buscaban personas que conectaran con los diversos partidos políticos
y sindicatos para emprender los peldaños de un nuevo periodo histórico que
sobrepasara los cuarenta oscuros años e inaugurara la vida de democracia participativa.
Se vivía entre la ilusión y el miedo a las represalias, se reparaban muchas
personas ante los prepucios humanos; se cuidaba no aparecer en público como
miembro de los partidos denostados hasta aquellos momentos y complacer a los de
siempre, y, más aún, entre los funcionarios. En Alcalá. personas ajenas a
localidad organizaron a los comunistas, y afiliados socialistas de Jaén y de
Castillo de Locubín iniciaron los primeros pasos del PSOE local. Parecían
tiempos clandestinos, sin ser tiempos auténticamente nuevos. En este contexto,
un grupo de personas simpatizantes socialistas se citaron en una nave
clandestina y dieron los primeros pasos de la agrupación local Algunos han
fallecido como Pedro Gálvez o Urbano Pérez, otros dieron los primeros pasos
integrándose en la organización socialista y todavía mantienen la antorcha del
partido en la localidad alcalaína; pero los hubo que se afiliaron en circunstancias
que les era muy difícil compartir oficio
con militancia política. Este es el caso de Manuel Serrano que se integró en
aquella agrupación, regida por un secretario general que era vecino de Alcalá,
pero natural de otras tierras. Hasta esas circunstancias llegaba el sentimiento
de precaución entre los reunidos para dar un paso al frente, aunque aquellos pocos parecían seiscientos cuando tan
sólo eran un puñado de personas que no llegaban a los dedos de la mano.
El tercer momento que
compartí con Manuel Serrano fue para comunicarme la alegría del éxito de su
hijo en tierras catalanas con el fin de publicarlo en un medio local. Se sentía
orgulloso de la empresa de nuevas tecnologías , en la que triunfaba su pupilo y
quería comunicarlo a la ciudad de la Mota.
Era pasión de padre, reconocía los frutos de su dedicación paternal y de su posible propagación en
nuestra comarca. Eran otros tiempos, pero se sentía muy satisfecho con todos sus miembros de la
familia. Me lo encontré muchas veces más, siempre radicaba la conversación en
estos tres momentos: su valentía en un momento trascendental, sus buenas
relaciones con las personas más humildes y la
formación que había impartido a sus hijos. No se puede pedir más,
descanse en paz, Manolo.
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