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lunes, 21 de marzo de 2016

HOY, EN EL JAÉN. OBITUARIO DE MANUEL SERRANO.


MANUEL SERRANO SERRANO


             En el contacto institucional hay personas que  dejan  huella a todos los miembros de la comunidad. Sobre todo, las que muestran su asunción de funcionario público, considerándose que no son poseedores ni señores perennes  de un cargo. Su lema es desempeñarlo con todas sus facultades en beneficio de la comunidad y bajo los principìos y mandatos de las autoridades democráticas en beneficio del bien común. En palabras sencillas, que no me gustaría emplear por su carácter esclavista, son auténticos  servidores  públicos. Y lo digo, por no confundirlos con criados o esclavos que deben someterse hasta la más profunda vejación. Uno se los encuentra en el mundo de la pluma, de las obras, o de los servicios sociales. Los hay también  en el campo importante de la seguridad ciudadana. Este es el caso de Manuel Serrano, un  vecino del barrio de San Juan, en la casa grande de la calle Real,  allá por los aledaños del Llanete el Conde. En concreto vivió en aquella casa de vecinos tan majestuosa que hizo los primeros experimentos de los numerosos bloques de la ciudad de la Mota. Allí, conocimos  a Manolo Serrano, cuando visitaba a mi tía Aurora y me hacía eco de su pasión por sus hijos, su mujer y su familia, ocupando la planta baja, que luego le ayudó a tutelar a su esposa hasta el final de la vida. Era la persona de garantía de aquella colmena humana de gente sencilla y laboriosa que se ganaba el pan con el sudor de su frente y, años más tarde, tuvo que emigrar a tierras extranjeras. Fue testigo de muchos éxodos y diásporas, de muchos desgarramientos a la hora de las doce y el sereno. Y, mantuvo la seriedad de aquella comunidad, a la que sirvió en muchos aspectos humanos en los años postreros de los del hambre.
            En los años setenta del siglo pasado, tuve la fortuna de compartir con él un segundo momento crucial para la vida comunitaria de Alcalá la Real. Corrían los primeros momentos de la muerte de Franco, y, por doquier se buscaban personas que conectaran con los diversos partidos políticos y sindicatos para emprender los peldaños de un nuevo periodo histórico que sobrepasara  los cuarenta oscuros años  e inaugurara la vida de democracia participativa. Se vivía entre la ilusión y el miedo a las represalias, se reparaban muchas personas ante los prepucios humanos; se cuidaba no aparecer en público como miembro de los partidos denostados hasta aquellos momentos y complacer a los de siempre, y, más aún, entre los funcionarios. En Alcalá. personas ajenas a localidad organizaron a los comunistas, y afiliados socialistas de Jaén y de Castillo de Locubín iniciaron los primeros pasos del PSOE local. Parecían tiempos clandestinos, sin ser tiempos auténticamente nuevos. En este contexto, un grupo de personas simpatizantes socialistas se citaron en una nave clandestina y dieron los primeros pasos de la agrupación local Algunos han fallecido como Pedro Gálvez o Urbano Pérez, otros dieron los primeros pasos integrándose en la organización socialista y todavía mantienen la antorcha del partido en la localidad alcalaína; pero los hubo que se afiliaron en circunstancias que les era muy difícil compartir  oficio con militancia política. Este es el caso de Manuel Serrano que se integró en aquella agrupación, regida por un secretario general que era vecino de Alcalá, pero natural de otras tierras. Hasta esas circunstancias llegaba el sentimiento de precaución entre los reunidos para dar un paso al frente, aunque  aquellos pocos parecían seiscientos cuando tan sólo eran un puñado de personas que no llegaban a los dedos de la mano.   
            El tercer momento que compartí con Manuel Serrano fue para comunicarme la alegría del éxito de su hijo en tierras catalanas con el fin de publicarlo en un medio local. Se sentía orgulloso de la empresa de nuevas tecnologías , en la que triunfaba su pupilo y quería comunicarlo a la ciudad de la Mota. Era pasión de padre, reconocía  los frutos de su dedicación  paternal y de su posible propagación en nuestra comarca. Eran otros tiempos, pero se sentía  muy satisfecho con todos sus miembros de la familia. Me lo encontré muchas veces más, siempre radicaba la conversación en estos tres momentos: su valentía en un momento trascendental, sus buenas relaciones con las personas más humildes y la  formación que había impartido a sus hijos. No se puede pedir más, descanse en paz, Manolo.   


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