BIOGRAFÍA
Nació en Jaén. Su nombre completo fue don Juan Cerón de la Cerda y Mendoza y era hijo mayor de don Martín Cerón de Benavides y doña Beatriz de la Cerda y Mendoza. Su padre era caballero veinticuatro de Jaén , miembro de las Órdenes Militares de Alcántara y Calatrava y vivió en la colaci´çon de Santa María, ubicada en la Catedral. Como dice Pedro Cañadas, todavía se conserva una calle dedicada a su nombre y anteriormente con el nombre de Martín Cerón. Su madre doña Beatriz era hija del cordobés dom Fernando de la Cerda, señor de la Vega de Armijo, y de la baezana doña Catalina de Mendoza. Su padre fue procurador en Cortes y solicitó esto al rey Felipe III, según este texto de las Cortes:
En 1614 y 1615 alcanzó el hábito de caballero de la Orden de Santiago de las medidas del incremento de títulos del rey Felipe III. y como muestra DE HACER VALER SU PRESTIGIO PERSONAL Y FAMILIAR CON RESPECTO A OTRAS ÉLITES DE LA CIUDAD DE JAÉN, que le ofrecieron una gran resistencia por tener muchas desavenencias con la familia de Cristóbal de Vílchez y los Guzmán.
Ocupó el cargo de corregidor de Alcalá , Alhama y Loja desde 1527 hasta 1528.
TUvo en 1632 a Martín, que heredó LA PRIMOGENITURA y mayorazgo, don Fernando CERÓN Y GIRÓN CALATRAVO, DOÑA MANUELA, Y DOÑA MARINA EN TALAVERA DE LA REINA, donde fue corregidor . FINALMENTE, María Lorenza , doña Beatriz y doña Feliciana.
Se casó con Beatriz Girón de Salcedo y Narváez, hija de don Juan Girón , caballero de la Orden de Santiago. Fue heredera de su hermano don Sancho Girón Salcedo, caballero de la Orden de Alcántara , ante quien se concertaron el matrimonio y se obligaron " a que don Juan Cerón, sin dejar su apellido, también usaría el apellido y blasón de los Girón, por lo que en los sucesivo lo constatamos como don Juan de la Cerda y Benavides, y don Juan Cerón y Girón".
Falleció en su heredad de La Roda, cerca de Estepa, el 16 de enero de 1663, siendo le aplicadas misas en el Sagrario de la capital jiennense. En el mismo año falleció su esposa que fue enterrada en la capill de san Diego de San Francisco.
En 1614 y 1615 alcanzó el hábito de caballero de la Orden de Santiago de las medidas del incremento de títulos del rey Felipe III. y como muestra DE HACER VALER SU PRESTIGIO PERSONAL Y FAMILIAR CON RESPECTO A OTRAS ÉLITES DE LA CIUDAD DE JAÉN, que le ofrecieron una gran resistencia por tener muchas desavenencias con la familia de Cristóbal de Vílchez y los Guzmán.
Ocupó el cargo de corregidor de Alcalá , Alhama y Loja desde 1527 hasta 1528.
TUvo en 1632 a Martín, que heredó LA PRIMOGENITURA y mayorazgo, don Fernando CERÓN Y GIRÓN CALATRAVO, DOÑA MANUELA, Y DOÑA MARINA EN TALAVERA DE LA REINA, donde fue corregidor . FINALMENTE, María Lorenza , doña Beatriz y doña Feliciana.
Se casó con Beatriz Girón de Salcedo y Narváez, hija de don Juan Girón , caballero de la Orden de Santiago. Fue heredera de su hermano don Sancho Girón Salcedo, caballero de la Orden de Alcántara , ante quien se concertaron el matrimonio y se obligaron " a que don Juan Cerón, sin dejar su apellido, también usaría el apellido y blasón de los Girón, por lo que en los sucesivo lo constatamos como don Juan de la Cerda y Benavides, y don Juan Cerón y Girón".
Falleció en su heredad de La Roda, cerca de Estepa, el 16 de enero de 1663, siendo le aplicadas misas en el Sagrario de la capital jiennense. En el mismo año falleció su esposa que fue enterrada en la capill de san Diego de San Francisco.
JUAN CERÓN DE LA CERDA (1627 -1630)
CORREGIDOR DE ALCALÁ LA REAL
CORREGIDOR DE ALCALÁ LA REAL
Era veinticuatro de Jaén. Corregidor desde 1624. Fue
nombrado de nuevo corregidor el 27 de marzo de 1627 y tomó posesión el 27 de junio del
mismo año. Por alcalde mayor fue nombrado el abogado de la Real Chancillería
Matías de Soto. Su alguacil mayor fue Diego de Ávalos Rosillo y menor Jerónimo de Castañeda que vendió el esclavo de doña Isabel de Carvajal, mujer de Luís López de Mendoza.. Por aquel tiempo, era corregidor de Granada Sosa y Vera.
Tuvo que afrontar uno de los
periodos más delicados de la vida alcalaína, porque la nueva política
relacionada con la venta de villas y de los
24.000 vasallos por parte de la Corona afectó al territorio alcalaíno. En
concreto, la villa del Castillo de Locubín fue vendida en un principio a don
Antonio de Bohórquez, marqués de los Trujillos e, incluso, por un periodo de un
año se mantuvo independiente de la jurisdicción alcalaína para reintegrarse
definitivamente al control del cabildo alcalaíno hasta el siglo XIX. Las
gestiones de Juan de Soria Ruiz,
emparentado con los regidores jiennenses,
permitieron superar la complicada restitución de la villa castillera.
El panorama del año 1629 no era
lo suficientemente despejado para Alcalá, mientras don Antonio de Bohórquez lograba mayor
influencia en la Corte
con la concesión del título de marqués de los Trujillos. A primeros de enero,
se presentó de nuevo el licenciado Ogazón para hacer diligencias sobre la villa
del Castillo y el regidor Juan Vázquez todavía se mantenía negociando en la Corte. Descubría
los malos negocios de su compañero de ayuntamiento Ruí Díaz, que había vendido
por 1.000 ducados el cuarto de legua de Cofrida, que, por lo menos, estaba
valorado en 100.000 ducados. Y, lo peor de todo, se habían hecho todo tipo de
escrituras de compra y cesión ante el fiscal general Bartolomé Espínola y con
la orden del Contador General del Estado, lo mismo que las facultades y
escritura de cesión correspondientes. Era curioso que, según escribía el
regidor, el tiempo lo sacaba todo y
fruto de ello era que el marqués había comprado cinco pueblos de Jaén y
Granada. Ya no le quedaba a la ciudad sino hacerse un nuevo censo de 20.000
ducados, que se pagaba con los arbitrios
de las tierras roturadas que habían sido permitidas por el rey[2].
Fueron los prestamistas familias de Jaén
como don Alonso de Vélez y Anaya, Gaspar de la Cueva y Ludeña- relacionado con el mayorazco del
alcalaíno don Francisco de Narvaez y
Alfaro- y el licenciado Ameida Vallejo.
En el mes de abril, el regidor Juan Vázquez comenzaba a encontrar solución al
conflicto y la dificultad de hipotecar los bienes propios y las tierras de
arbitrios mediante la presencia de intermediarios en Madrid y, clara muestra de
ello era una carta del día tres de abril en la que comunicaba: ...estando en
el mayor aprieto ....hallé el cielo abierto. Por el mes de junio de 1629,
la ciudad era consciente de que los compromisos adquiridos con el marqués
debían afectar a todas las obligaciones con los vecinos de Alcaudete y Priego.
Por lo tanto, el pacto de concordia de usufructo del pasto para los ganados
también incluía a estos ganaderos desde la salida del sol. Sin embargo, en este
interim de negociaciones la villa del Castillo estaba regida por un gobernador,
que no asumía facilmente los acuerdos municipales de la ciudad de Alcalá. Por
eso se negó al pasto común con las ciudades vecinas y a que se le impusieran
las imposición de un maravedís en productos de consumo con motivo de un
donativo reciente.
Relacionado con el asunto
anterior, un nuevo donativo de tres mil ducados
se solicitó por parte del Cardenal-Presidente del Consejo de Castilla
para colaborar con las guerras de Italia, donde intervenía Gonzalo de Córdoba
en el sitio de Cassul el dos de abril de 1629. El panorama de la economía local
no podía ser más desalentador: los bienes de propios se encontraban totalmente
empeñados por anteriores compromisos, la paga anual del puente de Medellín-
cifrada en 53.000 maravedía-, donativos, uno reciente de cuatro mil ducados, la
moneda forera y el interés de los censos que alcanzaba en el compromiso de las
alcabalas setenta mil ducados y el muy reciente de la compra de la villa del
Castillo de Locubín. Era frecuente la llegada de receptores de arbitrios que
acudían a la ciudad para poder pagar a los genoveses afincados en Granada. No
había más solución que vender ciento cincuenta fanegas de tierra en la dehesa
del Hituero. A ello se unía la baja de la moneda y los fondos del Pósito no
alcanzaban ni las tres mil fanegas, que, además de estar retenido por segundas
personas, no podían conseguir el objetivo de paliar el hambre de los más
desfavorecidos por estar hipotecadas en deudas de pleitos y dietas de los
regidores. El 29 de junio del año anteriormente mencionado de nuevo se concedió
al Rey un donativo de 24.000 ducados a pagar en seis años por mediación de Juan
Chumacero, miembro del Consejo del Estado, que había trasladado la urgencia y
necesidad de esta nueva imposición por
las guerras de Flandes, Italia y las Indias. Se le permitió a la ciudad romper
otras mil fanegas de tierra, que fueron gestionadas por el jurado Francisco
Muñoz de Orduña, pues aportó la cantidad del préstamo para poder resarcirse con
su beneficio y a partir de este momento se le denominó con el nombre de las
tierras de Orduña. estas se roturaron en
diversas dehesas de Alcalá y el Castillo de Locubín. Aunque la medida entraba
en conflicto con los ganaderos, se justificaba porque todavía quedaban otras
treinta mil fanegas de tierras por cultivar y se ubicaban en las zonas de
vertientes. Además, se le complementó
con la imposición de un maravedí por arroba de aceite, y precio doblado
de la carne. También recibieron otras compensaciones al concederse el
privilegio de nombrar anualmente entre sus regidores los alguaciles de Alcalá y
Castillo, y al fiscal, al mismo tiempo que, en medio de la política austera de
consumo de oficios, se eliminaba uno del Castillo, nombrándose anualmente,
aunque se podían reelegir. Sin embargo, todas estas medidas no conseguían el
efecto, pues inmediatamente sufrían las consecuencias de la bajada de la
moneda como una muy importante que aconteció en el mes de agosto de 1629 o de
los registros de imposiciones sobre los
artesanos de la seda y el ganado. Para ello, llevarlas a efectos dividían la
ciudad en dos secciones administradas por los regidores correspondiente a las
dos parroquias de la ciudad Santa María y Santo Domingo.
Los propios regidores tenían
embargadas muchas fuentes de ingresos de la ciudad, como era el caso del
alcaide Antonio de Gamboa que tenía un censo familiar y obligó a pagarle
mediante varias ejecutorias. Además, este regidor había sido marginado de sus
derechos con la anterior reducción de oficios promovida por Gilemón de la Mota y se encontraba en una situación de enfrentamiento con el
grupo poderoso de regidores. Por eso, hizo lo imposible para volver a conseguir
sus derechos anteriores, que fueron reconocidos en el mes de julio de 1629.
La relación entre el binomio
ganadería y agricultura, cada día se veía descompensado al alcanzar la
agricultura un predominio sobre la ganadería de tal modo que los ganaderos
veían reducidos los terrenos donde pastar con sus ganados; primero con la venta
de una parte de terreno en Cofrida, y, en segundo lugar con la roturación de
gran parte de parte de los aguaderos, criaderos, descansaderos y abrevaderos. A
ello se añadía que el grupo influyente de la mano poderosa, formado por
la oligarquía municipal y los hidalgos ligados a ellos, ponían cada vez más
trabas a los ganaderos mediante ordenanzas que prohibían la entrada del ganado
en los campos, provocando el abandono de los criados de los ganaderos, que eran
continuamente castigados cuando entraban en los montes y barbechos de las
tierras de los poderosos. Consecuencia de lo anterior era la disminución de
cría de todo tipo de ganado, el desabastecimiento de carne de la ciudad y la
caída del mercado lanero. La dehesa de las Entretorres había quedado
prácticamente en tierra de labor con un sistema de prórroga contínua para
afrontar los servicios a la
Corona y basado en un sistema de repartimiento de permitir tan
sólo dos suertes de seis fanegas por persona en un periodo de seis años y con
la prohibición de talar árboles. En esta misma línea se dictaban normas para
cortar la leña concedida a los fabricantes de jabón.
No obstante, el fomento de la
ganadería era patente por las diversas políticas reales que desde el año 1621
trataba de promocionar la crianza y raza de caballos a través del cruce de
razas de las autóctonas con las llamadas chirinas y el mantenimiento de las
dehesas en los montes comunales que se ubicaban en el Chaparral de Nubes,
Maleza Prieta, Camello, Mures, Encina Hermosa, el Robledo, Jaralejos y Maleza
de Santo Domingo, Cueva del Moro, Loberuelas, Romeral, las sierras de Frailes y
las dehesas de la Rábita
y Fuente Álamo. En el mes de junio del año 1629, una nueva cédula real obligaba
a que se cumpliera la defensa de la raza y cría del ganado. Lo que era evidente que el ganado vacuno
había caido en gran manera frente a otro tipo de ganador menor como el porcino,
ovino, y caprino. La encina y el quejigo eran las dos variantes de arbolado
predominante, que abastecían con la
bellota al ganado que se alimentaba en un doble sistema; el cerrado para una
raza y con un canon por res, y el abierto para todo tipo de ganado. Simplemente
en los montes de Frailes, acudían 4.000 cerdos medianos.
Por otra parte, la mayoría de
los regidores conseguían las tierras de arbitrios y cualquier tierra de labor,
lindera con sus peculios, a cantidades irrisorias, limitando los ingresos
impositivos de la
Corona. Tierras que en este año se volvieron remedir ueron
las de Charilla. Se dio el caso de que un regidor y escribano había llegado a
obtener en el 1629 por sí solo 500
fanegas de tierras, o el propio negociador del litigio de la villa del Castillo
Juan Vázquez Mesía conseguía la subasta de la dehesa de la carne a mitad de
precio, cuando se sacaba la tierra en beneficio de los pobres. Todo ello se
realizaba mediante el sistema de personas interpuestas en el que:
"con todo el común se puede verificar por
sus cuenta y que sus esclavos quienes los benefician"[3]
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