Archivo del blog

domingo, 7 de diciembre de 2014


El costumbrismo del olivar.

 

            De  épocas anteriores procede un rico refranero y unas costumbres que impregnan  la manera de ser de estas gentes. El aceite, en palabras de un  escritor de la Sierra Sur era medicina, alimento y alumbrado. No es extraño que el aceite no sólo se empleara para curar muchas enfermedades, sobre todo contra el estreñimiento ,  sino también  tenía un importante valor cosmético. Así  se empleaba , según dice  Manuel Urbano,  en el ornato del cabello femenino:

“Aunque no hay que remontarse a tiempos de Felipe III,. Nosotros mismos hemos presenciado en Jaén y en aldeas de Alcalá la Real, cómo la higiene de las largas trenzas de pelo de las señoras, las que enrollábanse en moño, consistía en aceite y uso de peinillas o lendreras; de este modo perpetuaban la cultura clásica, en la que fue empleado para conferir brillo a los cabellos”[1]

 

            Ni qué decir de la importancia del aceite desde el punto de vista gastronómico, para hacer los panes de higo o las comidas que el pueblo también cantaba según refería el autor mencionado.

 

Pero recojamos , desde unas seguidillas de Alosno,  todo un catálogo miguero, el desayuno campesino por excelencia durante siglos, hasta el punto de que, en numerosos lugares, caso de Alcalá la Real, al lucero del alba se le conoce por <>

           

                        Con la sal y el aceite

                                   Migas me hago

                                    Con una chispa torta

                                   Y otra de ajo

                                   Son migas canas,

                                   Yo las mojo con leche

Y tú con  agua.”

 

           

Tan enraizada esta  la labor aceitunera entre los hombres y mujeres de la Sierra Sur, que muchos pueblos comparten cantares, aunque se aprecien variantes, fruto de su lógica difusión. Curiosa es esta que referimos  con motivo del regreso del tajo de los aceituneros en Alcalá la Real, cuando cantaban:

 

                                   Aceituneros del pío, pío,

                                   ¿Cuántas fanegas

                                    habéis cogío?


 

 
 

A la que los  niños de  esta ciudad contestaban:

 

                                   Fanega y media

                                   Porque ha llovío;

                                   Si no llega a llover

                                   Cogemos más de tres.

 

O  el tradicional remate que suele coincidir con las fiestas carnavalescas,  donde el “gasto” o convite  era compartidos por el patrón y la cuadrilla y acababa amenizado por algún baile o intervenciones de comparsas campesinas que posteriormente intervenían en el Carnaval oficial. Y no es extraño que el pueblo se lamentara de que aquella fuente de ingresos desapareciera tras este acto como sucedía en Valdepeñas: /merqué un vestío/ a la segunda puesta/se me ha rompío/”

Las  maneras tradicionales de toda la gama de actividades  relacionadas con el olivar han pervivido: la poda, la plantación, el abonado, la recogida  entre otras. La poda  de los árboles era frecuente en toda la zona Sur. Sin embargo, se complicaban cuando se esquilmaban los olivos para proveerse de leña para el invierno y la cocina  y así lo reflejan las continuas ordenanzas persiguiendo  su tala, ya desde el siglo XVII, como refiere el profesor Coronas Tejada en las zonas de  los Villares y Valdepeñas.  Incluso, los cantes  flamenco recogen  la  actividad del carbón de olivo, como hemos encontrado en otros lugares, cuando cantaban

 

Madre, mi carbonero

                        No vino anoche

                        Y lo estuve esperando

                        Hasta las doce.

                        Carbón,

                        Carbón de encina,

                        Picón de olivo.

                        Niña bonita,

                        Vente conmigo.

 

 

Las maneras de plantación por otra parte, no difieren de las épocas anteriores que se remontaban al periodo hispanomusulmán : por estaca, por garrotes o de palanca.

            Por estaca se caracterizaba por trasplantar las piernas de los plantíos de garrotal  y de las sierpes que nacen de los pies de olivos o de  los acebuches. Era  uno de los más usados, pero ha caído  en decadencia  a favor de los garrotes, denominados por esta zona como plantones, que suelen  plantarse en fincas  con humedad o en los corralones de cortijos o casas  de las aldeas y barrios rurales. El de palanca  no se emplea  apenas ` por el  carácter industrial y  práctico.

           

El orgullo olivarero se reflejaba en canciones como ésta de Los Villares:

 

                                   “Antequera está en un cerro

                                   Y Molina entre olivares,

                                   El Rosario en el Arroyo,

                                   Y  el Trabuco en Los Villares”.

 

                        Finales del siglo XVIII

 

A finales del siglo XVIII, Bernardo Espinalt describía las distintas ciudades en su Atlante Español[2]l. Y ya resumía la riqueza de Alcalá con las siguientes palabras:

 

su término es fértil en trigo, cebada, maíz, aceite, vino y legumbre, y sus huertas en frutas y hortalizas; está plantado de olivos, viñas, árboles frutales y sus montes de encinas, pinos, alcornoques y chaparros, y hay en ellos caza mayor y menor, y buenos pastos para la manutención de ganados”

             

            Otros interesantes documentos   de finales del  siglo XVIII nos ilustran de esta fase algo expansiva del olivar. Se refieren  a las licencias para roturar tierras entre 1776 y 1799 expedidos por la Corona. Curiosamente, una gran parte de las peticiones afectaban a dos pueblos de la comarca de la Sierra Sur. En un caso, Valdepeñas su destino consistía en plantar olivos y vides, porque estos terrenos, al ser montes y dehesas, eran más válidos para este cultivo que para los cereales y, por otro lado, el concejo municipal tenía necesidad  de su cultivo para abastecer  a la población que  carecía de este producto para el abastecimiento de la población y con el fin de dar trabajo a los jornaleros . Debido a que el trabajo de desmonte y plantación   suponía una fuerte inversión en los colonos, se optó por el censo enfiteútico. El terreno de la dehesa boyal se dividió en 68  lotes de una fanega para repartirla en igual número de personas

 ( jornaleros tres fanegas y labriegos de 3 yuntas 8 fanegas) Debían plantarla en un plazo de dos años y en terrenos baldíos y dehesas que, a partir de su rotura, impedían el paso del ganado[3].

En Alcalá es muy ilustrativo el informe del  alcalde mayor ante la solicitud hecha en 1794 a la Corona[4], pues refería en la Junta de Propios  que muchos terrenos cambiaban el cultivo de los cereales por el del olivo y la vid en los terrenos de la Dehesilla y Llano , ya que en atención de lo pedregoso de aquellos terrenos, y que si todos los plantasen de vides y olivos, es preciso expender mucho gasto en ello,  y sería de gran utilidad, respecto que para siembra sólo pueden 3 o 4 años, y que la mayor utilidad de dichos terrenos es para olivos  y vides”  . 

 

 

El siglo XIX

 

Los datos generales de la provincia de Jaén demuestran que el subsector del olivar resulta fundamental para comprender la evolución de su agricultura, dentro del marco regional de Andalucía oriental donde se situaba. Aunque se han hecho algunos estudios aproximativos, entre ellos los del profesor Jiménez Blanco[5], las conclusiones , muy matizadas para la comarca de la Sierra Sur y, sobre todo, para cada una de las localidades, se pueden dividir, a lo largo del siglo XIX,  en cuatro fases de acuerdo con  dos parámetros fundamentales, la superficie plantada de olivar de 1935 y la del año 1879, en la que ya estaba plantado el 61 % de la extensión de olivar.

En una primera fase de iniciación en la transición del Antiguo Régimen se vio favorecida por la primera desamortización de 1798 y por la estabilidad de los terrenos de colonos, sobre todo, en los pueblos de la subcomarca de Alcalá la Real, afectados por los anteriores rendimientos que iniciaban a dar rendimientos: Castillo de Locubín, Frailes y aldeas como Charilla.

En una segunda fase, comprendida entre 1837 y 1855, se llevó a cabo un  mayor crecimiento de la  extensión del olivar, favorecido por las desamortizaciones de estos años, aunque en la subcomarca mencionada, el cereal era muy significativo y el viñedo sufrió un fuerte caída debido a la filoxera. Sin embargo, comenzaron a ponerse los cimientos con la plantación de estaca que dará su mayor rendimientos a finales del siglo.

En la tercera fase, se produce un estancamiento en la extensión del olivar, sobre todo, de los pueblos de la subcomarca norteña de la Sierra Sur , debido a la crisis agrícola y ganadera, aunque en la subcomarca de Alcalá la Real  comienzan a surgir nuevas plantaciones y una extraordinaria industria molinera acercándose a los núcleos rurales. Así, según Luis Garrido, el olivar de secano, asociado  y de regadío había alcanzado en Alcalá la extensión de 4.566 Has., en el Castillo311 (¿), y en Alcaudete, 5.227 Has, los Villares 3.403 Has, Fuensanta 2039 Has y Frailes1.773 Has. Y ninguna en Noalejo .

En la cuarta fase, a principios de siglo XIX, se asiste a un nueva etapa de crecimiento de menor intensidad que la segunda fase, y muestra clara de ella fue el nacimiento de importantes industrias aceiteras ( almazaras y de extracción de orujo) que, en el caso de la Fábrica de Nuestra Señora de las Mercedes de Alcalá la Real ocupaban uno  de los primeros puestos de la provincia.

En el Castillo de Locubín conviene hacer una aclaración, pues los cambios de la estructura  de  la propiedad en el siglo XIX fueron acompañados a las nuevas condiciones del mercado provincial y nacional. Pues, coincidimos con las palabras de Masur

“La agricultura castillera ha estado orientada al mercado desde hace tiempo. Los habitantes ha n cultivado huertas y olivos para el beneficio de otros o han ofrecido su labor a cambio de jornales. Hasta hace poco tiempo mucha tierra ha sido de propietarios forasteros. Al menos durante 100 años han buscado los cultivos más lucrativos, dadas las condiciones locales, por ejemplo, en el siglo XVIII moreras  para los gusanos de seda; en el siglo XIX, más olivos y en el XX, cerezos..”.

    

 

 

 


 

 

Producto
Cantidad
Consumo
Precio fanega
Trigo
55.750 fanegas 42.350 fan .    45 reales   
Cebada
23.960 fanegas  20.000 fan     25 reales



[1] URBANO, M.  Coplas Aceituneras. Diputación  Provincial de Jaén 1997.
[2]  ESPINALT, Bernardo de. Atlante español. 1787.
[3] ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. Consejos. Legajo 976.  Núm.. 12.
[4] A.H. N. Consejos. Leg. 2.137. num. 2.
[5]  GARRIDO GONZÁLEZ, l. Nueva Historia contemporánea de la provincia de Jaén,. Diputación Provincial de Jaén . 1994
[6]  AMAR.  Libro de apeo . 1820..
[7]  AMAR. Acta del ayuntamiento del día 12 de junio del 1834. Folios 114 y ss.

No hay comentarios:

Publicar un comentario