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domingo, 14 de diciembre de 2014

DIARIO DE LA RUTA QUE NO FUE POR LOS ARRBALES DE LA MOTA


 Hoy, teníamos pensado hacer la ruta por los arrabales, lo hemos tenido que anular, porque íbamos a recorrer el borde de la muralla y no nos ofrecía seguridad en un día de amenaza de nieve. Queríamos explicar la vida desde tiempos del la cultura argárica, las alquerías, y la nueva trama urbana en torno al Cerro de la Mota.  Y teníamos pensado hablar de los arrabales  musulmanes y cristianos, de sus ampliaciones, y su decadencias.  Y lo teníamos en mente.                   

                        

Pues, la ciudad de Alcalá la Real jugó un papel fundamental y estratégico entre el reino de Granada y los reinos de Castilla y León. Como puerto interior, era un punto esencial y obligado para el paso de las tropas, trasiego de mercancías, tránsito de viajeros y  refugio de tropas de defensa. Su fortaleza se hallaba en un cruce de  caminos  que provenían del Valle del Guadalquivir, de las tierras granadinas,  tierras de la Mancha y del Levante. Pocas las noticias acerca del poblamiento en la época musulmana,  lo que destaca es su carácter estratégico  en  el camino entre Granada y el reino de Castilla y León y el ambiente comercial que predominaba dentro de su castillo. No es extraño la importancia  política  de esta fortaleza con respecto a otros  hins y calat e su derredor, lo que coincide con el hecho de que en su  lugar nacieron  y vivieron importantes personajes,  y, además, se asentaron algunos literatos significativos del mundo andalusí como Ibn Jatib.  Por lo demás, los terrenos  en torno a los caminos se describen como zona de viñedos que coinciden con fuentes documentales cristianas. Partiendo del conocido libro Los Miráculos de Pero Martín, así se describía la Alcalá del siglo XI y XII sin poder determinar los espacios comprendidos entre los arrabales y la ciudad fortificada:


 

 

 
 En este relato de Pedro Martín  hay también varias referencias sobre las tierras de Alcalá. Una Alcalá que pertenecía al reino moro, flanqueada de territorios de la Orden de Calatrava, con unas tierras plagadas de viñedos, habitada en su fortaleza, donde había personas que se ocupaban de abastecerse para librarse de los fríos. Un  lugar que era fundamental en la ruta entre el reino de Jaén y Granada, porque pasaba un camino fundamental para las correrías de los reyes granadinos cuando se adentraban en tierras castellanas”[1]. 

 Pronto, la estabilidad política y el crecimiento de su población obligaron a pasar de un castillo defensivo a una extensa fortaleza, compuesta de diversos barrios en torno a sus correspondientes cinturones que se ampliaron gradualmente, a lo largo de los siglos XV y XVI  con la llegada de nuevos vecinos para repoblar esta ciudad.  Pero, como manifiesta el profesor Rodríguez  Molina. “ Como a otros enclaves fronterizos avanzadlos y próximos a tierras musulmanas, comprendidas en la franja que corre de Gibraltar hasta Lorca, se le concedió el derecho de asilo. La escasez de población y la poca afluencia de vecinos, dadas las duras condiciones iniciales de Frontera, motivaron a su conquistador . el rey Alfonso XI, conceder a la villa el derecho de homicianos[2]”.

    Desde la época musulmana, la construcción de la muralla del Arrabal Viejo  constituyó un  hito fundamental para el desarrollo urbanístico de  Alcalá la Real, ya  que, con su  edificación,   se pasó de una ciudad fortificada a una  nueva ciudad  que, paulatinamente, se extendió desde el barrio de la  Mota  hasta el de las Cruces ya en tiempos de la Edad Moderna.. Pues,  al recinto  fortificado  en la cima del cerro de la Mota, se añadió  un tercer círculo de murallas  que dio lugar al Arrabal Viejo o barrio de Santo Domingo, cuyo centro era  la antigua mezquita transformada en iglesia del santo liberador de cautivos. En tiempos  de los almohades debió fortificarse y sufrir una amplia transformación a la que  le afectaron muchas medidas arquitectónicas de este tiempo[3].   Tras la conquista cristiana por el rey Alfonso XI, mientras que la ciudad fortificada de la Mota  fue ocupada por las familias nobles-estableciéndose en las casas de los caballeros musulmanes  y  aprovechando cualquier rincón edificable de la fortaleza-, este barrio atrajo, en cambio, a los vecinos que se ocuparon de los oficios  básicos para el mantenimiento de la ciudad. También,  EL RECINTO CERRADO DE LA MOTA EN TORNO AL PRIMER TAJO ESCARPADO SE AMPLIÓ Y DIO LUGAR AL RECINTO DEL BARRIO DEL BAHONDILLO. Pero ambos barrios, en palabras de Guardia Castellanos, estaban caracterizados por su aspecto eminentemente militar:

 

“Encerrada la población de Alcalá durante los ciento cincuenta años que fue plaza fronteriza dentro de los muros inexpugnables de su fortaleza y arrabal, a cuyo abrigo tornaban sus guerreros después de batir a los moros de Granada, Íllora, Moclín y Montefrío que con preferencia elegían nuestros campos para sus correrías y zalagardas., sus edificaciones estaban contenidas dentro del cinturón rocoso de sus murallas, formando un dédalo de callejones pinos y estrechos, cuyas casas todas limitadas por un área  mezquina, estaban tan faltas de comodidad en el interior, como sobradas de emblemas heráldicos y pesados escudos de piedra en su exterior[4]”. En concreto,  tanto en el recinto fortificado como en el Arrabal Viejo se albergaban 555 vecinos, lo que corresponde a un  mismo número de casas o viviendas, ubicadas entre sendos espacios urbanos y militarizados. Si nos ceñimos al  exterior de la fortaleza, podemos concluir que este arrabal, -siguiendo con reservas a este escritor por sus deficiencias de trascripción  e inexactitudes documentales-,  estaba compuesto por las calles siguientes de 1495:

 

Peña Horadada, Sebastián Díaz, Matadero,  Alonso Gérez, Antonio de Córdoba, Rastro, Puerta Nueva, Santo Domingo, Postigo, Pie de la Torre,  las Entrepuertas, Albaicín, Lagares, Salto, San Bartolomé, Santa María, San Sebastián, Martín, Alhondiguilla, Cristo de la Piedra, Pósito Bajo y Torre Bermeja”.

 

Hasta finales del siglo XVI, el  Arrabal Viejo  debió  formar una amplia unidad territorial  a la hora de repartir los cuarteles o barrio entre los regidores  en el célebre cabildo de suertes porque se distinguía  claramente el cuartel de Santo Domingo entendido en su amplio territorio , con espacio delimitado con respecto a de San Juan, San Blas, San Sebastián y el Dulce Nombre de Jesús que correspondía a la zona del Llanillo[5].  

            Como manifiesta el profesor Rodríguez Molina al referirse a la fisonomía ciudadana este es el paisaje urbano de toda la fortaleza, y, por ende, del Arrabal Viejo:

 

Estructurada la Mota como una fuerte ciudad, quedaba defendida por grandes muros y torreones, al abrigo de los cuales se apiñaba, en reducidas dimensiones y estrechos espacios, una nutrida población de gobernantes, clérigos y guerreros. Su fama de bastión  inexpugnable es recogida por A. de Palencia en estas breves definiciones de la villa: ‘Alcalá la Real, fortísima por naturaleza, pero más respetable  por su proximidad a Granada` Las necesidades de protección y defensa la convertían en un baluarte inexpugnable con un espacio  estrecho y sobreocupado[6]”.

 

 

Hasta el siglo XVII, se mantuvo esta mentalidad de frontera  y se presentó  ante la Corona la  defensa  de la ciudad  como un deber  fundamental  y, por conveniencia, como  un manoseado ardid y fácil recurso para conseguir  privilegios y recabar fondos con destino a conservar el anillo de murallas y sus torres. Además, sus habitantes se consideraban auténticos soldados de primera línea de frontera, en el inicio contra los cristianos o  los musulmanes hasta la época d los Reyes Católicos, y posteriormente, contra los peligros de la frontera marítima a la que había que defender en el nuevo campo de la política exterior de la dinastía de los Austria. De ahí que fueran frecuentes  las concesiones reales de  parte de las penas de cámara y fisco con el fin de ser destinadas a la restauración de las murallas. Sirva de ejemplo, entre las frecuentes  provisiones reales,  la  que, en 1582, se concedió una prórroga de esta concesión  por veinte años  y con un alcance valorado  que rozaba los 24.000 ducados.        

 

El Arrabal Viejo debió ofrecer, como señalan las Ordenanzas Municipales de los años posteriores, un aspecto  y ambiente asfixiante para los vecinos, que, conforme se acercaban a la  fortaleza,   vivían en calles estrechas,  y en  casas completamente amontonadas , como si quisieran trepar hacia la roca de la ciudad fortificada y ,al mismo tiempo,  se cobijaran en el seno de sus profundidades cavernarias. Hasta muy avanzado el siglo XVI, el aspecto que circundaba la muralla, quedaba establecido de acuerdo con un criterio defensivo que impedía cualquier tipo de obstáculo para el tránsito de la milicia urbana en el caso de un posible ataque y se encaminaba, al mismo tiempo,  a presentar la mayor dificultad de tránsito entre la muralla y la vivienda urbana, creando un espacio vacío de adarve o anillo amurallado:

 

“Debía mantener en buen estado los muros del recinto ciudadano, procurando tener alejado de sus cercanías todo cuanto pudiera dañarlos, que, en definitiva, en una población marcada por unas condiciones profundamente rurales, se reducían a apartar el estiércol que sobre las murallas solían amontonar los vecinos, evitar que se hiciese fosa o estancal en los lugares  perjudiciales a las murallas, procurar el mantenimiento de un notable espacio entre muros y casas de vecinos de diez pasadas de ancho, y procurar que no hubiese brechas en el recinto murado, fuera de su puerta o puertas ´que no finque cosa alguna por donde quepa hombre[7].

 

En su interior, las  ordenanzas nos recogen varias normas para mantener el orden, la urbanidad y la disciplina urbanística, que nos  ilustran de su tipología de vivienda y diseño urbano. En primer lugar, se daba una primordial importancia a  los edificios públicos (en este caso la iglesia de Santo Domingo, horno, Casa de Mancebía, Alhóndiga., Posito.) y se obligaba a mantenerlos reparados juntamente con otros elementos de uso público como puertas de acceso, calles, o medianerías. En segundo lugar, este espacio urbano se nos presentaba como  una importante unidad  de concentración urbana  dentro del recinto amurallado, en donde no se permitía, antes de la conquista, ninguna construcción de viviendas fuera de su reinito amurallado, tal como se manifiesta muy explícitamente en esta ordenanza:

 

“los hombres del pueblo que quieren hazer casas o fraguar algunas labores deben fazer  que sean todas dentro  de la zerca de los muros e, fuera de los muros, que sea  merced del Rey e a su mandamiento[8]….   

 

En tercer lugar,  su trama urbana  se nos ofrece “encorsetada  y reducida”, en la que la higiene y seguridad física de las viviendas se vigilaba en los papeles, pero, a la hora de la verdad,  en muchos espacios no  cabía sino un puzle  de viviendas en donde estas se entrecruzan, estorban o se apoyan unas  sobre otras. La estrechez de sus calles obligaba a las autoridades municipales a establecer  un amplio espectro  de normas urbanísticas  con el fin de favorecer el tránsito de los vecinos, animales  y mercancías. Su anchura se establecía desde la perspectiva aérea de la parte superior de la casa,  marcando dos tercios para cada una de las viviendas, que conformaban las aceras, dejando el tercio restante para la entrada de la luz y el aire de la calle. Así de claro y contundente es la norma:

 

Otrosí no debe ningún hombre sacar el ala de su texado más de cuanto comprendiere  el ala de su texado el tercio de ella, e que finque el otro tercio para el ala del otro texado, que es de otra parte, e que finque el otro tercio en medio, para aire e por do entre la lumbre e por do caigan las aguas, y el que aquesto pasare y más tomare para el ala del texado, sino mándelo el alarife dicho fazer por mandado del alcalde”[9]      

           

También era frecuente que se impidiera colocar cualquier tipo de obstáculo físico  para el tránsito de la calles. Entre estos, el colocar los cobertizos y sarmenteras, lo que impedía el paso, porque probablemente no sería extraño que se colocaran  en épocas anteriores a 1496, sobre todo en el Arrabal Viejo, donde predominaba la vivienda rural frente a la urbana.

 

En algunas de las calles públicas e principales de esa dicha çibdad , algunas personas tienen fechas en las delanteras de sus casas muchos cobertizos e sarmenteras[10]

 

 Como tampoco, al principio se  permitieras poyos adosados  a las paredes de las casas junto a las puertas, y, luego, se regularan:

 

Otrosí, ningún hombre no debe de hazer poyo orilla de la pared y esto porque las callejas no se angosten e que pasen los hombres en anchura, e si alguno esto hiciere mándelo el alarife desfazer por mandado del alcalde[11].

 

            En esta misma línea de defensa del viandante, se señala la prohibición de elevar pasadizos de una casa a otra por encima de la calle, a no ser que establezcan una altura por  la que pueda pasar un hombre montado a caballo:

 

Todo hombre que haze sombreado e atraviesa  la calle e haze encubierta, débela hazer tan alta que pueda pasar por ella el caballero con sus armas e que no le embarguen, e si más baxa la hiciere de guisa que embargue el caballero con sus armas, debe el alarife mandillo deshacer por mandado del alcalde”[12]

            Su aspecto residencial, entre el siglo XIV y principios del siglo XVI, se manifiesta claramente en estas dos referencias, que corresponde a un momento en el que se intenta evadir la norma de  la ubicación de las  tiendas en la fortaleza de la Mota[13] :

 

“…proveyó una petición  de Miguel Sánchez Vasco sobre la tienda de Santo Domingo que pedía licencia para vender, proveyó que se guarden las ordenanzas(…) se acordó que cualquier fruto y pescados que viene se pese en el Peso de la Harina e no en otra parte se peses sopena de seiscientos maravedíes repartidos en tres partes...”

 

Por último, como señala el profesor Rodríguez Molina, se establece como norma fundamental el parámetro de la intimidad que rige para la buena convivencia entre las familias y viviendas, impidiendo las puertas enfrentadas entre  las casas de vecinos y presentando una asimetría viaria:

 

“No debe ninguno hazer puerta de su casa delante de la puerta de su vezino , si no fuera  a su grado de su vezino, ni a otro en las tiendas, en las alóndigas, ni en los baños no se deben hazer puertas fronteras , ca es grande descubriçión, si no fuere a grado de dueños”[14]

 



[1] MARTÍN ROSALES, F. “Alcalá  y los milagros de Santo Domingo”. V Congreso de Frontera. Año 2003.
[2]AAVV. Alcalá la Real, historia de una ciudad fronteriza y medieval. Tomo II, pág. 236.
[3]  SÁNCHEZ MÁRMOL, Fernando. Andalucía monumental ( de la Mezquita al mudéjar). Biblioteca de Cultura Andaluza. Pp. 111. Muy fuerte es la influencia del sistema defensivo almohade, pues desarrolló extraordinariamente el arte de las  fortificaciones “Se perfecciona el sistema de puertas de recodo, se hace uso de la barbacana o antemural  que envolvía el recinto y se utilizó como norma la construcción de torres albarranas”.
[4] GUARDIA CASTELLANO, A. Leyenda y notas para la Historia de Alcalá la Real . Edición de F. Toro  1996. Pág. 347.
[5] AMAR. Acta de 22 de junio de 1597.
[6] AAVV. Alcalá la Real, historia de una ciudad fronteriza y medieval. Tomo II, pág. 14.
[7] Ibid. Tomo II. Pág. 17.
[8] AMAR. Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552.
[9] AMAR. Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552.
[10] AMAR..  Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552.
[11] AMAR. Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552..
[12] AMAR.  Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552.
[13] AMAR. Actas de cabildo de 9  y 23 de julio de .1529.
[14] AMAR. Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552
[15] AMAR. Acta de cabildo de 11 de marzo y 30 de mayo de 1492.
[16] JUAN LOVERA, Carmen. ´ El barrio de la  Mota y el  Gabán de  Alcalá la Real´. Castillos de España, 18 (1985) págs. 5-10.
[17] AMAR. Libro de cuentas de 1544.

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