Una fuente indirecta para conocer las tierras de olivos en siglos de conquista: los
diezmos.
Desde el siglo XIV, tras la conquista de Alfonso XI, el viñedo
junto con los cereales fueron los productos más importantes, en una
comarca en la que la ganadería jugaba un gran papel económico. No obstante, por
los datos indirectos a través de
documentos eclesiales de recogida de diezmos,
podemos comprobar que en la comarca de la abadía existían dos núcleos:
uno formado por el Castillo de Locubín y
Alcalá y otro por Priego y Carcabuey, en los que se equilibraba las
distintas producciones. Pues, mientras
la comarca alcalaína era autosuficiente
en cereales y deficitaria en el olivar,
salvo algunos pequeños ingresos por los olivares del Castillo de Locubín., en
Priego y Carcabuey la producción olivarera es importante. Como
decíamos en un reciente artículo:
“Escasos son los referentes al
olivar que se concretaban en la zona del Castillo de Locubín, aunque se percibe
poco a poco un aumento del cultivo en los años finales del siglo XVIII. Lugares
frecuentes eran la Alberquilla, la Morenita y la Peña de Lamagrán.”[4]
Curiosamente, en los huertos de los
solarines de las casas de los hidalgos y labraderos predominaban algún que otro olivar que apenas servía ni
para el gasto del año. Por eso, no nos
extraña que sea diferente el trato impositivo que los agravaba con relación a las
distintas administraciones y
medidas. Principalmente, mientras
que en Priego y el Castillo de
Locubín los olivares solían encuadrarse dentro del diezmo, en Alcalá y
Carcabuey se recogía la imposición a
través de las minucias por la escasa importancia de su producción y los pocos
terrenos que se plantaban de olivares.
Un claro ejemplo es cualquier recuento
de un año en las que las cifras de los diezmos de la ganadería en cualquier rama animal superaba con creces
al conjunto de las minucias, en las que se comprendía junto al aceite la miel,
la caña, las hortaliza, los productos de huerto, las habichuelas y
una gama muy heterogénea.
El carácter testimonial del olivo en
el término alcalaíno contrasta
con el de Alcaudete que poco a poco va progresando la
introducción de este cultivo. Así en Alcalá, conforme los viñedos viejos de los
alrededores de la ciudad se perdían y
los solares de los barrios antiguos se abandonaban en las faldas de la Mota y San Bartolomé, el
olivo aparecía distribuido sin control ni cuerda en los linderos o en medio de
las viñas. Lo mismo le acontecía a los
Villares y Valdepeñas en muchos de los
pagos de las nuevas parcelaciones agrarias que se otorgaban a lo vecinos con
motivo de las compensaciones fiscales producidas por las medidas hacendísticas
de los periodos de los Austrias . Sin embargo,
en Alcaudete, las fincas de olivar
se hacen más extensivas y se prodigan los molinos.
XVI Y XVII
El olivar no se desarrolló
intensamente, en la comarca, salvo en el Castillo de Locubín y
Alcaudete; en su inmensa mayor parte, la población se abastecía del aceite
de los mercados de los pueblos
cordobeses y jiennenses de la Campiña Sur.
Prueba
de ello es la nueva ordenanza del vino y aceite que aprobó el cabildo alcalaíno
en el año 1603. Simplemente era una traslación de la normativa de la ciudad de
Jaén, realizada por don Pedro de Vera el 11 de enero de 1602. En ella[5] se refleja que la mayoría
de los artículos, que hacen referencia
al vino, regulan todo tipo de sus actividades como el comercio, los corredores,
los controles, el almacenamiento y la vigilancia de los viñedos, mientras
omiten aspectos como la molienda y la venta de aceite en los molinos de aceite
y , por otro parte, estas normas reguladoras del olivar, en su mayor parte,
aluden a la villa del Castillo de Locubín e, incluso, ni recogen artículos
aplicados en la capital del Santo Reino donde la producción del aceite era
mucho más significativa. Son variados los artículos que mencionan a los
productores de aceite, uno de ellos implicaba a los cosecheros con estas
palabras:
“Que, dentro del dicho término,,
los vecinos dueños de heredades y grangerías, y otras cualesquiera personas
presente todo el aceite y vino que tuvieren, aunque sea para el gasto de sus
casas ante el escribano del cabildo sin que para este registro lleven dineros
algunos”
Otro hacía referencia a los hurtos de aceitunas en costales y zurrones
y sus correspondientes castigos. Como la parte sur de esta comarca era una zona
de paso para los pueblos de los caminos de Levante( Nolejo, Guadix, Iznalloz y
Campilo) e, incluso, para Granada, Motril, y Málaga, se regulaba el paso de los
arrieros y de los comerciantes que traían el aceite de otros lugares
anteriomente mencionados.
De su aspecto de mercado, inferior a la producción vitivinícola, y en posesión de los pequeños
propietarios son las siguientes ordenanzas, que fueron recogidas años más
tarde, en el siglo XVIII como resumen de
lo anteriormente legislado y en donde se recogen algunas utilidades de la
aceituna y el núcleo productor del Castillo[6]:
“Que no se compre azeitunas al
por menor.
Otro si prohibimos el
pernizioso y detestable abuso, de que, desde que empieza a sazonar la aceituna, empiezan a hurtarla, unos para venderla y
echar en agua, y otros para llevarla a los Moloinos, lo que ya se ha hecho
trato y grangería, pues los que compran
por zelemines y quartillas y hasta una fanega, la consiguen al prezio
que quieren, y son causa de continuos hurtos sin poder facilmente ser
conocidos, por eso mandamos que ninguna persona compre azeitunas por zelemines,
de mugeres. Muchachs o personas que no tienen olivar, sopena de mil maravedís,
y por cada vez y pedida la azeituna que se hallare, pero si alguno fuere
denunziado trez vezes y no tuviere remedio, la pena en veinte ducados.
Mandamos
que los vezinos de la villa del Castillo, por sacar de ella a vender y verdear
en la plaza de esta ciudad las cargas de uva y azeituna, traygan zédulas de los
alcaldes de la villa, en que para ello les dé la lizencia para todo el tiempo
que nezecitaren, explicando de qué posesiones es aquel fruto y qualquiera que
sin dicha zédula se aprendiere le penamos a quinze reales”.
En el Castillo, unos años más tarde, en el 1628, los mayores hacendados declararon todos sus
bienes con el fin de conseguir la independencia de Alcalá y , más tarde, para
impedir la compra de ella por parte del Maqués de los Trujillos, y en muchos de
ellos se encuentran pequeños pagos de olivar que no alcanzan la fanega de
tierra en los sitios de la Viñuelas,
Picacho, Pozuelo, Hoya del Peñón,
Picacho, zonas junto al río y Camino de la Nava, Colmenillas, Pozuelo,
Barrero, Colmenero, Primaltos y
el Batán[7] . a veces, se encontraba
mezclado con el viñedo como fue el caso de dos aranzadas y viña en el cerro de la Cogolla.
Por los pregones que se realizaban en las ciudades que exportaban el aceite, se observa que Alcaudete ya en el siglo XVI lo
producía , pero los puntos más frecuentes de los abastecedores de las tiendas
de aceite de la fortaleza de la Mota y del resto de la ciudad eran Martos,
Torredonjimeno, Arjona, Lopera, Arjonilla, Bujalance, Écija, Córdoba, Montilla,
Aguilar, Castro, Montemayor, Rambla,
Lucena, Priergo, Espejo y Baena.
Conforme nos acercamos al siglo XIX, Martos es el pueblo regulador del
mercado de todas ellas y exporta la
mayor parte de aceite a Alcalá[8]. La distribución se llevaba a cabo mediante
una subasta que obligaba al mejor postor
a tener a disposición de las tiendas de
la ciudad el aceite almacenado en sus bodegas con un precio establecido previamente en la
subasta, que generalmente difería entre los meses de campaña y el resto del
año.
A pesar de estas conclusiones, algunos escritores de épocas pasadas
comentan que el olivar era importante.
Por citar uno de ellos, Francisco Henriquez de la Jorquera refería sobre Alcalá
es regalada en frutas, carne y aceite con
buena cecina, con abundancia de caza y aves domésticas[9].
Repitiendo casi las mismas palabras en el año 1645, Rodrigo de Silva afirma que
es abundantísima de pan, vino, aceite,
casas, ganado con gran trato y labor de famosos tafetanes, habítanla dos mil
vecinos, mucha nobleza[10].
Prosiguiendo con la presencia del olivar a
finales del siglo XVII, en una declaración de bienes de los
propietarios alcalaínos y castilleros, se encuentran datos importantes para toda la comarca Sur.
Se confirma que el Castillo de Locubín y Alcaudete poseían algunas extensiones
de olivar en las mismas tierras que principios de siglo, añadiendo a las
anteriores pagos del Castillo Paguillo
en los ruedos del pueblo, como el Calvario, Dornajo, Buenos Vinos,
Zorrero, capellanía de Alonso Sánchez,
Lagunilla, Hornero, Cuesta del Roble, Cañada del Pozolín, Endrinal, Cruz de San
Roque, vadillo de Jaén, erilla el Collado, Muladar, la Zarza, Romero, Cerro de
la Postiga, Nacimiento del río, Redondal y Cañaverejo. Incluso, se constata la presencia de un molino de
aceite, propiedad de la hidalga alcalaína doña María de Valenzuela y
probanblmente, uno de los molinos de don Bernardo de Aranda en el caz del río.
Alcaudete
debió se importante, pues aparece, incluso, un escribano alcalaíno Juan
Rodriguez de Cebreros que poseía un
cortijo de con mayor número de tierras
de olivar que de secano y un molino de
aceite;
“Registró nobenta aranzadas de olivar, quatro cahices de tierra calma,
poco más o menos, con su casa y almazen para el capataz y con cuerpo aparte
para molino de aceite, todo de teja en el término de Alcaudete”.
.
Curiosamente, ni un solo caso, se
encuentra en Alcalá por lo que respecta al olivar en ninguna tierra[11] del mencionado registro,
salvo algunos topónimos que pueden hacer referencia al olivar salvaje como el paraje de la Cornicabra y las
propiedades de los alcalaínos en el Castillo.
El
mismo anterior escribano refiere que posee una aranzada y media de olivar en
Valdepeñas, lo que nos dmuestra la presencia del olivar en estas sierras. A
ello se añade que los diezmos también se imponen sobre el aceite.
[1] ULIERTE RUIZ, Telésforo.
Sierra-Orbes.: el enigma de su nombre. Alcaudete Programa de feria 1997.
[3] RIVAS MORALES, A. La villa de Alcaudete en el siglo XVI. Granada
1989..
[3] AMAR.
Acta del cabildo del cinco de abril de 1603.
[4] MARTÍN ROSALES. F. Aspectos derivados de las fuentes económicas
de la Abadía. Las capellanías de la parroquia de Santa María la Mayor .Segundas
Jornadas de Historia de la abadía de Alcalá la Real 1999.
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