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lunes, 8 de septiembre de 2014

LA ESCUELA DE CRISTO


LA ESCUELA DE CRISTO
 
La Escuela de Cristo fue una fundación que estuvo ligada a la historia del Barrio de San Juan desde sus orígenes hasta su extinción. Se estableció en la iglesia de San Blas el día nueve de Septiembre de 1663, siendo su fundador don Diego Núñez Cabrera, que era hermano de la misma institución en Talavera de la Reina, además de chantre y canónigo de su Iglesia. Parece ser que conectó con las personas más importantes del clero y de la ciudad y posteriormente presentó un memorial al señor Abad Salgado de Somoza que la aprobó y se inscribió dentro de dicha Escuela el dieciséis de septiembre del mismo año.
Se componía dicha escuela de sesenta y dos miembros relacionados con la vida religiosa de la ciudad, imitando el número a los discípulos de Cristo. De ellos, cuarenta y ocho deberían ser seglares y el resto sacerdotes. Su organización interna se basaba en una presidencia que recaía en una padre sacerdote, que denominaban Padre Obediencia. Su función consistía en dirigir espiritualmente al grupo y organizar los ejercicios espirituales. Los restantes cargos eran el tesorero, el  celador, el secretario, que solía firmar con el nombre del indigno secretario e iniciaba los escritos con el vito de Viva Jesús,  los Nuncios de Altar y  de la Puerta  y los coadjutores de los Nuncios.
Si en algún momento superaba el número a los miembros de los discípulos de Cristo, los hermanos excedentes solían constituir una cédula de la que surgía una nueva escuela, cosa que en Alcalá la Real no aconteció.


En muchos escritos ajenos a la institución se ecuentra su influencia tanto en escribanos de cabildos como de la Iglesia que inician sus libros con el Viva Jesús y Jesús María.
Esta escuelas se fundaron por primera vez el veintiséis de febrero de 1653 por el sacerdote Juan Bautista Feruza, obispo de Nápoles, en el oratorio del Hospital de los Italianos de Madrid. Se basaban en la congregación anteriormente fundada por San Felipe Neri.
El oratorio solía ser el sitio más importante de esta fundación, donde el altar era presidido por un Crucifijado que solía mirar hacia abajo en dirección a una cabeza de una Dolorosa. De ahí que en los posteriores traslados siempre se ubicaron en capillas alcalaínas con estas devociones. Es el caso de la capilla, probablemente del Cristo de la Salud en San Blas, la  de los tres altares del convento de San Francisco, o el Cristo de las Penas en la de la Veracruz. A los pies del altar, colocaban dos calaveras, dos manojos de disciplinas de cuerdas y dos tibias cruzadas; en otra parte de la iglesia, generalmente en el coro se sitúa una mesa con un Cristo, una calavera, un reloj, dos velas encendidas, un hisopo de cerda y una campanilla para dar señales.
La ceremonia principal de meditación y mortificación solía celebrarse con los hermanos de la congregación sentados en los laterales de la mesa que presidía el Padre Obediencia. Para la entrada, se pedía permiso a dicho director, siempre  que se llegaba tarde. El Obediencia llevaba a cabo varias aspersiones sobre los congregados y besaba el suelo al lado de las calaveras, mientras recitaba varias oraciones. Vuelto a su sitio invitaba, sonando la campanilla,  al resto de los hermanos de la escuela para que repitieran el movimiento de postración. Se rezaba y todos, arodillados, hacían la oración mental. Las luces se apagaban en toda la sala, quedando tan sólo las velas del altar y las  de la mesa del Padre Obediencia. A continuación, éste proponía temas de  meditación. Uno de los más frecuentes era el conocido de Santo Tomás
"Ven acá y mete tus manos en mi costado"
El segundo acto consistía en en el examen de faltas o ejercicio del banquillo. Todos los hermanos, bajo la interpelación del Padre, respondían de las faltas cometidas por lo que se refería a las obligaciones de las constituciones de la Santa Escuela. Ninguna culpa particular era declarada. Se imponía una penitencia que debían cumplir. Todas estas ceremonias  se llevaban a cabo en medio de postraciones y besos al suelo.


El acto de la penitencia era el tercero y se realizaba de la siguiente manera: El obediencia ordenaba a los nuncios de Altar que repartieran las disciplinas, que los hermanos recibían besándolas. También  lo mismo hacía el que la entregaba a los demás. Posteriormente los nuncios de altar apagaban las velas y el secretario, las de la mesa. A continuación entraba el nuncio de Puerta con una fanal o farol grande iluminado por una vela y con un Cristo pintado en uno de los cristales. Lo depositaba en las gradas del altar y su figura quedaba como si fuera la única luz que iluminaba la estancia del oratorio. Todos adivinaban a Cristo en la Cruz. Se oía en el silencio sepulcral los latigazos y el rezo de salmos penitenciales. No es de extrañar que el Cristo de la Salud, ofreciera en sus pies uno de los salmos penitenciales, propios de estos ejercicios, que frecuentarían los capellanes de la cofradía, pues en su capilla de san Blas tal como hemos manifestado estuvo la Escuela de Cristo. Los cilicios era abundantes entre los miembros. Pues durante la cuaresma abundaba este ejercicio de mortificación. El escritor Morales Padrón escribía sobre este acto: 
"Es tremendo. Ahora esto sólo se hace en cuaresma. La plástica presencia de la muerte nos obliga a meditar  y a considerar una recapitulación de nuestra vida. No podemos olvidar nunca a la muerte si queremos comprenderla vida y su sentido, como no podemos prescindir de la oscuridad para entender la luz "[1]
 
Finalmente, el Obediencia subía al altar y tomaba una calavera entre sus manos. La besaba y se la ofrecía todos los hermanos que en forma de fila de comunión la besan, al tiempo que les decía:
 
"Acordémonos, hemanos, que hemos de morir "
 
Y cada hermano de la Escuela contestaba:
 
Que sea en gracia de Dios.
 
Otro miembro de la Escuela hacía la misma ceremonia con una calavera desde  otro punto del Oratorio, repitiendo el mismo rito y el resto de los congregados se depedían aportando una limosna.             
El significado de dicha escena los describe y explica el propio catedrático insular, arriba indicado:
 
 
"Sé que el beso en la calavera no debe tener carácter lúgubre ni dárselo a la Escuela de Cristo, puesto que sólo sirve para recordar la realidad de la corrupción de la materia y la esperanza de la resurrección dichosa"
 
La ermita de San Blas resultó pequeña para el número de hermanos de la Esuela de Cristo y se trasladó el dieciocho de septiembre de 1664 a la Iglesia de San Juan Bautista. El motivo de su traslado no era otro sino la soledad que se requería  para el concurso de los vecinos y demás. El veintisiete de julio de 1671  de nuevo tuvo un nuevo oratorio en el convento  de San Francisco de la Observancia, en la capilla de las Ánimas del Pulgartorio. Dias más tarde, tuvo una nueva ubicación en la iglesia de la Caridad, en el Llanillo, donde vivía la mayoria de la población de Alcalá la Real. En este período recibió la licencia del abad y pudo sacar a la calle entre sus cultos el rito del Vía Crucis, tan frecuente en su difusión por aquel tiempo. En 1779, de nuevo se trasladó a la Iglesia de San Antón, finalizando sus cambios en el 1784, cuando se puso en el Oratorio definitvo de la Iglesia de la Veracruz en un lugar que  anteriormente fue corral de comedias.


De esta época hemos encontrado un documento interesante, que  manifiesta la participación del propio abad en dicha escuela, en concreto, el abad Palomino Lerena. El documento relacionado on el testamento del abad así se manifiesta:
 
"Illmo. Obispo Abad don fray Manuel María Trujillo y Jurado.
El Obediencia y hermanos de la santa Escuela de Cristo en esta ciudad ha recibido el oficio de U.S y con el debido respeto y atención y en el consta haber dejado la buena memoria de trescientos veinte reales anuales el Illmo. Sr. don Joseph Martínez Palomino López de Lerena, abad que fue de esta abadía, para que ddicha Escuela gastase en cera y demás gastos indispensables, según las Constituciones del Santo Oratorio, sin más recompensa que se le encomiende a Dos, así lo vio el Jueves antecedente y lo hará en lo sucesivo el encomendarle a Dios su alma, para que le conzeda un desacanso eterno.
Así también han recibido cuatrocientos reales y veintidós maravedís, con que comenzó esta fundación por todo lo que a V.S. le dan las gracias y y le encomiendan a Dios Ntro. Señor en los ejercicios del Oratorio, como se acostumbra ahora y ahora con más motivo como patrón de dicha fundación.
Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años muchos años, que le desea en ambos felicidad. El Obediencia y hermano de la Santa  Escuela Manuel José de Gómez, el secretario Miguel de Alcalá, Alonso Blas de Pineda, don Manuel Gallardo y don Manuel García Berlango[2].
 
 

 

 

 

 

 


 


 



 







 
 

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