CON MOTIVO DE LA PAZ ENTRE CARLISTAS Y TROPAS NACIONALES
Es muy prolija
la enumeración de actividades que tuvieron lugar con motivo de la finalización
de la guerra civil entre los carlistas y las tropas reales en 1876. El
mismo nombre de Fiesta de la Paz da muestra del deseo de los españoles para
conmemorarla durante tres días de públicas fiestas, que se iniciaron el día
veinte del mes de a las ocho de la
mañana con el repìque de campanas, y la detonación de veinticuatro cohetes
anunciando las fiestas y la hora de adornar las fachadas y balcones. A esto se
unía la izada de la bandera Nacional en las Casas Capitulares y en el Castillo
de la Mota. Es curioso que la campana del Reloj, a las once de la mañana, hacía
la señal al resto de las torres de las demás iglesias para que repicarán a
vuelo, al mismo tiempo que intervenía la Banda de Música tocando la marcha real
y se descubría el retrato del Rey, colocado de antemano en la central del
balcón del municipio y bajo el dosel de terciopelo y escoltado por la Guardia
Civil con uniforme de gala con doble centinela. A continación el ayuntamiento,
autoridades y personas notables, previamente convocadas, se dirigíán precedidas
de la Música Marcial desde la Casas Consitoriales hasta la Iglesia Mayor por
las calles acostumbradas. Allí se se cantaba un solemne Te deum de acción de gracias
al Todopoderoso por la anhelada paz de la Península que nos ha concedido.
A las doce del mismo día tenía
lugar una compañía enmascarada y a caballo, compuesta de unos veinticinco
jinetes que recorrían las calles de la población iniciándose por la plaza y
anunciando el baile vespertino.
A las cuatro de la tarde la
susodicha comparsa, a pie, entraba en la Plaza, precedida por el director y
bastonero, donde ejecutaban preciosos bailes de vistosas figuras, al mismo
tiempo que alternaban con una estudiantina, numerosa y bien organizada, que
amenizaba las horas hasta la caída del sol.
A las ocho de la tarde, los
vecinos iluminaban sus balcones y ventanas, lo mismo que las Casas
Consitoriales, adornadas desde las primeras horas de la mañana, encendían un
precioso juego de faroles, diseñado al profeso para dicho acto. Durante este
acto, alternaban campanas, cohetes y música y finalizaba a las once de la
noche.
Al día siguiente, el veintiuno
de dicho mes, por la mañana, las comparsas de baile y la estudiantina paseaban
por las distntas calles de la ciudad y se postula por las familias de los ocho
hijos que habían muerto y tres heridos en la batalla. Esto lo hacía la
Estudiantina y a las cuatro de la tarde, se
organizaban premios de cucañas de esmeradísimo ingenio y en las que , si se hace difícl conseguir el
lauro, ofrecen en cambio la respetable ventaja de que no sean sencibles ala
caída.
A las ocho de la tarde de nuevo
se iluminará toda la población y la música, cohetes y campnas repetirán los
actos del anterior día. Un repique general de campanas era la señal de
finalizar la jornada.
El día veintidós, la comparsa y
la Estudiantina anunciaba los actos recorriendo las calles. A las cuatro, un
torete envolado se lidiaba por los aficionados. Por la noche, las mismas,
campanas y la música se organizaban en el fin de fiestas que se
componía de mangas de fuego, bengalas y lanzamiento de cohetes.
El día veintisiete, tenía lugar
en la Iglesia de Consolación solemnes misas con la asistencia de la corporación
y la ciudad porel sufragio de los fallecidos en guerra, adornándose el templo
para dicho fin con crespones, colgaduras, trofeos y catafalcos.
[2] AMAR. Acta del
cabildo del nueve y dieciséis de febrero del 1852. Los actos tuvieron lugar el
día dieciséis.
El toro embolado es un festejo tradicional en el que se colocan a un TORO dos bolas de fuego en sus astas. No se conocen realmente sus orígenes, pero junto a otros festejos taurinos en los que no se le da muerte al animal pueden tener su origen en la CULTURA DE MINOS u otras tradiciones prerromanas.[
Se coloca un pilón,[2] preferente en una zona amplia como en una plaza; luego se pasa por el centro una soga la cual va ligada a las astas del toro, que se encuentra dentro del corral o encima de un camión que lo transporta.
Una vez se consigue tener al toro junto al pilón, se coloca una pinza que agarra la soga y que impide que el toro pueda retroceder, cortándose el resto de la soga, quedando el toro sujeto.
Una vez el toro está fijo en el pilón, comienza el trabajo de insertarle los herrajes con las bolas o el embolado.[3] Ello no siempre es así, a veces los toros ya vienen con el montaje a punto y sólo es necesario prender las bolas.
Los herrajes deben adaptarse perfectamente al pitón del toro, llevan dos abrazaderas que sujetan firmemente los mismos. Las bolas de encima del herraje se tienen que distanciar de la faz del animal para no causarle daño. Las mismas suelen estar compuestas por estopa de cáñamo impregnada de materiales inflamables.
Cuando los herrajes están colocados, se prende fuego a las bolas para inmediatamente después cortar con un cuchillo la cuerda y dejar libre al toro.
En este momento se queda sólo el individuo que cortará la cuerda, y un compañero de confianza que le sujetará al toro por el rabo para intentar frenar la salida del toro, ya que el cortador se encuentra en franca desventaja frente al astado.
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