En nuestra ciudad, existía el Juego de la Pelota en los arrabales de la Pelota en el siglo XVI y , en el siglo XVIII, se puso de
moda un juego de Pelota, parecido a la actual pelota vasca, donde los niños y
los jóvenes solían golpearla contra un frontón por medio de una pala de madera.
La iniciativa solía correr de particulares de la ciudad, que adecuaban el
lugar, aprovechando rincones, donde hubiera una pared que le sirviera de
frontón. En los años anteriores del 1749, ocupaba parte de la calle que corresponde con el actual Juego Pelota,
debido a un estrechamiento que existyía en aquella calle, que se derribó para
ampliarla y tuvo que trasladarse a la calle de Abad Palomino, junto a la
antigua posada, mesón y cuartel,
probablemente por la zona donde se amplia el ancho de la calle en el primer e
inicial tramo de ella. Hay constancia de esto, cuando don Fernandode Utrilla y
don Gonzalo de Valenzuela, pidieron licencia al cabildo municipal para
"hacer un juego de Pelota" en los Álámos, inmediato a los Arcos de la
Esquina de Capuchinos, donde se ha de formar el banquete igualando el piso sin
dispefeccionar la igualdad que debe tener
ni perjudicar el piso ni a vecinos de ninguna clase y además del uso de
los maestros del antiguo Juego Pelota"[1].
Pronto, surgieron disputas con el cuartel que ocupaba el solar anexo a la
Iglesia de San Antón, que, por aquel tiempo servía de
residencia del Regimiento de Farnesio,
dedicado a la remonta de caballos. El señor Márqués de Acandía, capitán general
de la Costa, interviene alegando que se "quitan muchas estacas al cuartel
que estaba puestas en la fachada para atar los caballos" y solicita que se
les devuelvan y desaparezca el Juego de Pelota, dejando libre dicho sitio.
Este Juego de Pelota era
propiedad de doña Alfonsa de Alba, construido con licencia municipal y la
ciudad emprende una serie de litigios con las autoridades militares,
manifestando que no molestaban a la partida de cuatro soldados e incluso se
podrían trasladarse a otros lugares. Incluso, el municipio cerciora
No pusieron objección ni reparo
los oficiales ni soldados antés, si bien han concurrido gustosos y jugado en él
algunos de los soldados, a que se añade que concurriendo a dicho juego la mayor
parte de los suxetos deste pueblo, desconociendo la repugnancia de pocos días a
esta parte, en los dichos soldados se retiraron y a más un mes que no han
vuelto a jugar.
y escusa la orden dada. [2]
Sin embargo, al año siguiente, llegó a intervenir el propio Marques de la
Ensenada, enviando una carta: se quiten del Juego de Pelota la estacas
puestas por la tropa de Caballería y se aya de mantener proporcionado el lugar
en el mesón inmediato al mismo juego para acomodar la tropa. Y más
adelante, ordena: Acordó se guarde, cumpla y execute, y en su observancia,
suplico a su Señoría el señor corregidor, mande
quitar las estacas y todo lo que embarazase el paso de dicho juego,
permitiendo que el caballero comisario de empedrados facilite el que precisa a
poner corriente a las calzadas que llegan a los Arcos, camimo Real de Granada.[3]
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