Legajo 138, pieza 1.
El 17 de julio de 1837, ante el
alcalde primero don Antonio de Utrilla, se presentó una demanda por don
Francisco Romero, acompañado de Manuel de Castillo, hombre bueno, contra
Justiniano Velloso, vecino de Priego acompañado de otro hombre bueno do Antonio
Sanz. Los personajes del litigio eran los siguientes. El acusado don Francisco
Romero y Alcaide vivía en la calle Veracruz, estaba casado con doña Francisca Sales y formaban un joven
matrimonio con una hija de nombre Concepción; el confidente, don Plácido
Villuendas, hombre mayor de 68, maestro de capilla, también vecino de la calle
Veracruz, propietario, viudo y con su hijo Francisco y su hermana Dolores bajo su tutela y una
criada Ana María Gallardo, también vecino de la calle Veracruz; estos dos
pertenecían a la Milicia Nacional ;
de Justiniano Velloso no se puede decir otra cosa que fue el enredador del
asunto y era jefe de la Milicia Nacional.
En días anteriores a la demanda,
algunas personas habían robado diversos objetos litúrgicos en la ermita o santuario del Santo Sepulcro,
extramuros de esta ciudad, y Francisco
Romero le manifestó que, el día quince, por la noche, don Plácido Villuendas le había manifestado
que, en la tienda de su hermano Clemente
ante varias personas, Justiniano
Velloso le había implicado el dicho asunto. Romero se sintió enojado y recurrió
a la Justicia para que solucionara el entuerto, porque
resultaba bastante gravoso este atentando contra su honor y por la reputación
que gozaba entre la población al ser miembro de Caballería de la Milicia Nacional.
El juez abrió investigaciones sobre
el asunto. Convocó al propio Justiniano y este le manifestó lo siguiente:
“En
la mañana del día dieciséis de julio, estuvo de compras en el Llanillo. Salió
desde la tienda de Clemente Villuendas
hasta la de don Antonio Oria y le llamó Francisca Serrano, mujer de Antonio
Peñalver. Esta le preguntó:
-Justiniano, ¿Cómo
han estado las funciones de Priego?¿Ha sucedido algo?
-Francisca, ¿ha
acaecido algo? Que yo sepa nada ha acaecido, ¿por qué?
-Pues, mira lo que
aquí en Alcalá ha sucedido.
-¿Qué ha sucedido?
Interrumpió Justiniano, muy extrañado.
-En la ermita del
Santo Sepulcro, han entrado unos ladrones y han maltratado a los santos.-Le expuso Francisca con cara de horrorizada.
-¿Quiénes han sido
los autores? ¿Se sabe algo de ellos?
-Dicen,
-interrumpió Francisca-, que iba entre ellos Paco Romero.
No se llegaba a creer esta versión de
Justiniano y quiso confirmarla con las declaraciones de la propia Francisca
Serrano, a la que convocó a las oficinas bajas de las Casas Consistoriales.
Tras manifestarle:
-Jura, usted, decir toda la verdad.
-Sí lo juro.
Le
conminó con este interrogatorio.
-¿Cuando se encontró con Justiniano Vicioso?
- No sé, si fue l día dieciséis o dicecisiete.
-¿De qué hablaron?
- Cosas de
cortesía y saludos.
-¿Acaso no lo
hicieron sobre el robo de la ermita de Santo Sepulcro?
-Ni mucho menos-
respondió Francisca.
-Y ¿sobre las
fiestas de Priego?
-Menos aún.
-¿No le dijo que
aquí se había profanado la ermita del Santo Sepulcro?? Que estaba implicado
Paco Romero?
-Pare, pare, señor
juez. No le he dicho nada de eso y menos aún he tratado de este asunto. Por
Dios, qué barbaridad.
El juez convocó a los hombres buenos,
defensores de Francisco Romero; estos se
consideraban muy afectados por el cariz que había tomado el asunto entre
la gente. Ya no se insinuaba, era vox populi que el Romero había sido el autor
de aquellos hechos tan criminales y que lo afirmaba solemnemente Justiniano, el
miliciano nacional, todo con pelos y señales. Querían resarcirse de esta
infamia y restablecer el honor de su defendido. No hacían sino conminar al
Juez:
-Señor juez, mi cliente exige que usted imponga una pena para que recaiga la responsabilidad
de dichas calumnias en Justiniano Vicioso. Que las haga con toda la fuerza de
la ley y , así poder establecer la buena fama de Paco Romero.
Siguieron las quejas, las demandas contra
este miliciano ;y a la palabra castigo
se le añadía la sanción de una fuerte
multa por el crimen por parte de los
abogados. Pacientemente el juez, las escuchaba hasta que resolvió tomar cartas
en el asunto y fallarlo en los próximos
días.
Así lo hizo. El día 21 de julio de 1837, Francisco Utrilla emitía el
siguiente fallo judicial:
“Sobre las
expresiones dictadas Justiniano Velloso contra Francisco Romero, declaro ser
falsas en todos sus extremos, con el fin de conciliar la paz entre ambas partes
entre ambas partes en las que están convenidas, y a evitar actuaciones que ,
además de ser costosas, han de producir mayores desazones en las familias,
mando que el Justiniano Velloso dé una satisfacción al don Francisco Romero, en
el mismo modo y forma con que las propaló, apercibido que lo sucesivo se abstenga de proferir
palabras injuriosas a persona alguna mayormente a los que gozan de la
reputación que el Romero, dejando a este en su buena opinión y fama , sin que
se ha visto que las palabras producidas contra él, no pueden perjudicar lo en
la opinión que goza, por tanto, por si cuanto por corresponder al tercio de
Caballería de las Benemérita G.N. L.
librándosele certificado literal de este juicio y providencia a costa del
Justiniano Velloso, en cuya pena le condeno por esta primera vez, y por
deferencia prestada a este hecho por el don Francisco Romero, con el fin de que
este pueda hacer constar en todo tiempo la falsedad del hecho que se le
atribuye, con cuy providencia , oída por las partes e informándose con ella,
terminó el acto que firman conmigo los concurrentes y no por Justiniano que
dijo que no sabía escribir”.
¿Habrá este año feria en Priego? O ¿Qué paso
en la feria de Priego? Que más da. Un asunto que quedó en el anonimato, cortado
tajantemente por la Justicia. Un
símbolo ante las habladurías y falsas acusaciones, maledicencias y difamaciones
de personas, cuando se hace sin pruebas. Como se quedó el juez, así nos
quedamos nosotros ¿ Pasó algo en las funciones de Priego?. .
No hay comentarios:
Publicar un comentario